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lunes, 8 de septiembre de 2014

El pasado devora el porvenir



“El pasado devora el povenir”, esta frase feliz es el broche con el que cierra Thomas Piketty uno de los libros de economía más vendidos este año, El Capital en el siglo XXI. La riqueza creada en el pasado se perpetúa y no deja de crecer mientras las clases medias y trabajadoras se van quedando atrás y ven cómo va menguando su parte del pastel. 

Thomas Piketty es profesor de la Ecole d'Economie de Paris y ha colaborado con otros economistas como Emmanuel Sáez en el desarrollo de una base de datos sobre el reparto de la riqueza, la World Top Incomes Data Base http://topincomes.g-mond.parisschoolofeconomics.eu/ .

Piketty no tiene una prosa fluida y resulta un tanto arduo y repetitivo. Sin embargo a veces desprende destellos de brillantez que compensan la aridez del texto. Hay que reconocer la originalidad de un economista que utiliza, entre otras fuentes, la novelística del siglo XIX, la de clásicos como Balzac o Jane Austen, cuyas obras describen esa sociedad señorial con sus abismales diferencias sociales y la obsesión de sus personajes por el patrimonio, las herencias y los arreglos matrimoniales que permiten perpetuar las grandes fortunas. Sin un buen patrimonio en aquella época no era posible llevar la vida plácida de un señor como esos que aparecen en la serie Downton Abbey.




¿Para qué se remonta Piketty a esta sociedad desigual del siglo XIX? Porque Piketty demuestra que esas desigualdades que creíamos superadas están de regreso y nos llevan a una sociedad donde pesan más la herencia y el patrimonio. Kuznets y otros economistas arguyeron en los años 50 que, tras un período de acumulación de capital, el capitalismo nos llevaría, de forma natural, a un período de mejor distribución de rentas y riqueza. Según Kuznets el capitalismo inicialmente produce un aumento de las desigualdades pero con el tiempo, por efecto del derrame de la riqueza, esa cornucopia que se derrama, y la mejora de las oportunidades laborales y la urbanización, esa riqueza empieza a repartirse mejor. Este efecto se describe gráficamente mediante la "curva de Kuznets" que tiene forma de "U" invertida. 
Tomado de http://en.wikipedia.org/wiki/Kuznets_curve


Piketty rebate esa creencia optimista en una inexorable progresión hacia una sociedad más igualitaria. Lo que ocurre es que Kuznets, que era estadístico, analizó datos de su época, un período excepcional en nuestra historia que siguió a un intenso proceso de destrucción de capital y riqueza causado por las dos guerras mundiales y la gran depresión; eventos tras los cuales efectivamente se produjo una importante nivelación social. Entre los años 50 y 70 hubo una época prodigiosa, los "treinta gloriosos", una edad de oro de rápido crecimiento de la población y de la economía combinado con una fiscalidad progresiva. Esa época, la de nuestra niñez, ya no volverá. Piketty demuestra que esa edad dorada empezó a cambiar con la revolución conservadora de la época de Reagan y Thatcher.

Metodológicamente el trabajo de Piketty y sus colegas es sencillo y fácil de entender. El libro no está cargado de aparato matemático, lo cual hace su trabajo asequible al lego. La relación r>g explica por qué la tendencia es hacia una concentración del capital en cada vez más menos manos. La "r" es el rendimiento del capital y la "g", la tasa de crecimiento de la economía. Históricamente y sin apenas excepciones la tasa de rendimiento del capital ha sido mayor, en torno al 5%, mientras que la economía crece a tasas no superiores al 3% incluso, debido al envejecimiento de la población y la caída de las tasas de natalidad, es de esperar que no supere por mucho el 1% anual en las próximas décadas. Si la economía crece a esas tasas tan bajas es lógico suponer que también lo hagan a ritmo tan pausado las rentas del trabajo. Por efecto de la composición del retorno sobre el capital es fácil demostrar que, con el simple paso del tiempo, las rentas del capital irán aumentando el principal para sus propietarios, los cuales podrán mantener un nivel de vida espléndido consumiendo apenas una parte de ellas y reinvirtiendo el resto que volverá a generar nuevas rentas. Así ad infinitum.

Piketty también nos dice que el nivel de capital en el tiempo convergerá a una proporción b=s/g  ("s"= tasa de ahorro y "g"=tasa de crecimiento de la economía). El proceso de acumulación lleva a que el capital se acumule hasta alcanzar en la mayoría de las economías actuales una proporción de 7 u 8 veces el PIB. La participación de las rentas del trabajo va menguando y la parte del capital (alquileres, intereses, dividendos, royalties) va aumentando. b=s/g, quiere decir que, si la tasa de ahorro=10% y la tasa de crecimiento cae hasta el 1%, entonces el capital tiene que llegar a 10 veces el PIB, un escenario que no es inimaginable. En ese escenario, con una tasa de rendimiento de tan solo el 4%, las rentas del capital se llevarían sistemáticamente el 40% de las rentas. Unas personas que no trabajan se llevarían 4 euros de cada 10 producidos, el 60% restante se repartiría entre los trabajadores. Si el rendimiento fuera del 5% entonces el capital se llevaría el 50% de todas las rentas.

El álgebra no puede ser más simple. Su exposición tiene el mérito de las ideas sencillas y fáciles de comprender.

La parte más sólida de esta obra es sin duda la construcción de una exhaustiva y monumental base de datos que documenta el reparto de las rentas y del capital desde el siglo XVIII hasta nuestro tiempo. «Negarse a contar raramente le hace el juego a los más pobres», dice el autor. Piketty ha tenido la inteligencia de publicar sus bases de datos y los anexos técnicos en una página web
Le capital au 21e siècle . Esto tiene sus riesgos pero demuestra honestidad y ánimo de estimular un debate sincero.

Como dice el autor: «Aquellos que tienen mucho no se olvidan jamás de defender sus intereses.» Piketty ha puesto nerviosos a muchos que, o bien niegan que en los últimos años la desigualdad haya aumentado, o bien nos piden resignación ante un efecto inevitable de la globalización donde "el peligro amarillo", que representaría China, nos obliga a ser "competitivos" (es decir, que su salario de usted debe ser bajo para que podamos competir con China, falacia miserable donde las haya). Los ataques no han tardado en llegar desde el campo neoliberal y desde los economistas "serios" de nuestro establishement. No obstante, cuando el armazón teórico es tan sencillo es difícil  rebatir. Es la belleza de los simple. Algún ingenuo lo ha intentado cuestionando la relación r>g. Tira piedras contra su tejado, porque esta relación se deriva de la teoría de inversión eficiente, un postulado querido por nuestros economistas más neoliberales y que desarrolló Irving Fisher. Otros, como un periodista pagado por el Financial Times, han tratado de negar la mayor: no hay un reparto cada vez más desigual de la renta. Pero realmente solo consiguen cuestionar los datos para el Reino Unido. El economista francés ha tenido la deferencia de responder a las críticas de forma en mi opinión bastante contundente. Respuesta de Piketty al Financial times.

¡La evidencia es tan abrumadora a favor de Piketty! En EE.UU. ya no se cuestiona y desde hace ya tiempo allí se habla de ese "1%" de la población que controla una proporción cada vez más obscena de la riqueza y de la renta. En España las cosas también siguen por el mismo camino. Vean por ejemplo los datos para España con datos de 2012 (hoy, en 2015, las desigualdades son aún mayores): 
Top 1% income share8.2%
Top 0.01% income share0.83%
Top 1% income share-including capital gains8.58%
Top 0.01% income share-including capital gains1%
Top 1% average income141,059Real 2012 Euros
Top 0.01% average income1,394,373Real 2012 Euros
Top 1% average income-including capital gains143,300Real 2012 Euros
Top 0.01% average income-including capital gains1,679,294Real 2012 Euros



Si el lector vive en España comprenderá lo abismal del escalón en el que se ubican las rentas altas. Basta saber que la renta media anual por hogar es de 23.972 € (datos del INE) ó 9.326 € por persona. Pues bien, existen personas con rentas anuales de 1,7 millones € e incluso superiores (son esos consejeros de empresas del IBEX, futbolistas del Real Madrid, etc... que probablemente Vd. no conozca personalmente pero cuyo fastuoso nivel de vida puede atisbar a través de las revistas de papel cuché). Ese 0,01% con una renta de 1,7 millones €, ó más, son apenas 4.000 individuos pero, como se puede imaginar, su influencia en la política y en la sociedad españolas es muy superior a la que podría a priori atribuirse a un número tan exiguo de personas.  (En una versión anterior de este artículo utilicé los datos de 2010. En ese año este umbral era de 1,4 millones €. Es decir, el 0,01% ha visto cómo mejoraban sus rentas en al menos 300.000 €, o sea, más de un 21%, ¡en apenas dos años! mientras que para la mayoría las rentas caían o se estancaban en una de las crisis más severas de nuestra historia).

La última trinchera de los neoliberales es justificar la necesidad de que existan esas diferencias en aras de estimular el espíritu empresarial. Eso no lo niega Piketty pero argumenta que hay un límite a partir del cual la desigualdad en el reparto de rentas y capitales es contraproducente para la supervivencia de nuestras sociedades democráticas. Además llega un momento en que las desigualdades son ineficientes desde el punto de vista económico. Las rentas más altas tienen una elevada propensión a ahorrar y por tanto las desigualdades llegan a deprimir el consumo. Lo que se produce no se vende y, salvo que se pueda exportar, se queda en los stocks de las tiendas. Eso desalienta la inversión productiva y favorece el desempleo y las políticas de devaluación competitiva como las que ejecutan con tanto éxito países como Alemania, Corea del Sur o Japón a costa de otros (exportar el desempleo).

En España, la desigualdad, medida mediante lo que se conoce como coeficiente Gini, no deja de crecer desde los años 2000 (fíjense en que en 2004 llegó ZP al Gobierno) y se ha disparado al iniciarse la crisis. Como dice el autor: «Aquellos que tienen mucho no se olvidan jamás de defender sus intereses.» Pese a la evidencia de las crecientes desigualdades en la sociedad española sigue primando el discurso neoliberal en los medios de comunicación. Ni los desahucios, ni las estadísticas de personas bajo el umbral de la pobreza en las que los niños están sobreponderados, ni el altísimo paro, consiguen conmover al partido en el poder. Los pobres votan menos y sus partidos no les representan; no saben defender sus intereses. Muchas personas de clase media apoyan con entusiasmo postulados, creencias, mitos y políticas que horadan sus bolsillos sin sospechar que les están manipulando. Su vida de clase media se desvanece pero siempre existe otro aun más pobre al que vilipendiar y culpar de su gradual empobrecimiento. Pasito a pasito España ha conseguido colocarse al frente de un ranking: el de país más desigual de Europa después de Letonia (caso curioso vendido como éxito de las políticas de austeridad por los prebostes de la Unión Europea y explicado con detalle por Bill Mitchell aquí). Controlar los grandes medios de comunicación es una inversión rentabilísima, son los carteristas que nos van robando el dinero sin que nos demos cuenta.




Piketty propone algunos remedios pero el que en su opinión sería más eficaz y neutral para la economía sería un impuesto progresivo sobre el capital. Otro día comentaré esta propuesta pero por ahora me conformo con saber que el debate sobre la desigualdad se ha abierto.

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