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lunes, 30 de marzo de 2015

Sobre la "deseable" eliminación de la deuda pública.

Mientras desayunaba leía hoy en el diario Público un artículo escrito por Sergio Pérez Páramo, un economista del colectivo Econonuestra, que encontraréis en este enlace: La economía española; diez retratos de inestabilidad. No he podido pasar del punto 3 pues de la impresión que me he llevado, casi me atraganto. Dice:

"3- Perpetuidad del déficit público; 2007 fue el último año en que el sector público de la economía española alcanzó un superávit en sus cuentas presupuestarias. Atendiendo a lo recogido en el Programa de Estabilidad 2014-2017, los déficits públicos se seguirán acumulando año tras año hasta, al menos, el año 2018. Por lo tanto, otro objetivo de suma importancia, la erradicación de la deuda pública en España, encarna prácticamente un imposible. Las políticas de austeridad y recortes han lastrado, además, el escaso margen de maniobrabilidad del sector estatal para combatir los periodos de contracción económica instaurados por las recesiones."

El subrayado es mío.  El Sr. Pérez Paramo considera que la erradicación de la deuda pública en España es un objetivo de suma importancia. Este aserto no me sorprendería si proviniera de la caterva de neoliberales que asola la profesión económica de este país; sí, esos que justifican el acertado artículo de Moisés Naïm en El País titulado La fraudulenta superioridad de los economistas. Pero resulta que el colectivo Econonuestra se describe a sí mismo como sigue:

"econoNuestra es un colectivo formado por economistas – académicos, investigadores, estudiantes, periodistas– y por todos aquellos que, desde muy diversos ángulos profesionales, se quieren comprometer en el impulso del debate económico desde “otra visión”.
Nuestra intención general es la de contribuir al diálogo social y a las soluciones políticas con una economía diferente a la del fundamentalismo del mercado.
Además, aspiramos a convertirnos en una plataforma de información, formación, propuesta y debate, desde una perspectiva de economía crítica, sobre aquellos asuntos que están en el corazón de la crisis sistémica y que, al mismo tiempo, conectan con la agenda estratégica surgida del M15M. Este es el reto que asumimos desde econoNuestra.
Como seña de identidad, en nuestra reunión fundacional aprobamos un Manifiesto al que se han sumado después más de 900 personas de distintos ámbitos, con una importante presencia de profesores universitarios de la economía, la sociología o la ciencia política, pero también de otros profesionales, activistas sociales y estudiantes. Te invitamos a leerlo y, si estás de acuerdo con la filosofía que lo anima, a participar activamente en econoNuestra"

Esta declaración de intenciones parece la de un colectivo aparentemente progresista, o por lo menos, no sometido al dogma neoliberal. Nuestra profesión parece estar tan contaminada por el pensamiento único que incluso economistas sedicentes progresistas inadvertidamente han asumido sus postulados.

Veamos por qué.

Empecemos por desmentir que el objetivo de eliminar la deuda pública es deseable por sí mismo en una economía donde el estado conserva su soberanía monetaria. Recordemos una de las fórmulas más bellas de la economía:

(S-I)+(T-G)+(M-X)=0

Donde S es el ahorro del sector privado, I la inversión del sector privado, T son los impuestos, G el gasto público, M las importaciones y X las importaciones. En esencia esta fórmula dice que el ahorro neto del sector privado, el déficit o superávit público y la balanza comercial tienen que compensarse. Por tanto si un sector institucional tiene capacidad de ahorro ésta será utilizada por otro que tendrá necesidad de ahorro. Ahora no me meteré en los mecanismos que conducen a esta situación; créanme si les digo que esta relación es una identidad contable que se da siempre.  Este ahorro o desahorro neto de cada sector institucional se instrumenta mediante cambios en la posición financiera neta de cada sector.Veamos el caso de la economía española:



Fuente: elaboración propia a partir de datos del INE
Si cogen una calculadora podrán comprobar que, año tras año, las variaciones positivas de unos sectores suman exactamente lo mismo que las variaciones negativas de otros. Por ejemplo, en 2011 las AAPP experimentaron una variación neta negativa de sus activos financieros netos de 101.265 €. Este rubro sirvió para que los demás sectores institucionales aumentaran sus activos financieros netos por exactamente el mismo importe. Si son observadores se darán cuenta de que el sector público prácticamente siempre ha aumentado su endeudamiento. Es lógico, pues el sector privado en general desea tener ahorros, al menos de forma agregada. Solo hay otro sector que puede facilitarle al privado los ahorros que con tanta avidez busca el sector privado: el exterior. Pero ya sabemos que históricamente España es un país que experimenta recurrentes déficit en su balanza comercial. Por tanto solo el sector público puede suministrar los activos que necesitan los hogares. 

La tendencia del sector privado a aumentar sus activos financieros o a reducir su endeudamiento en los últimos años se ha vuelto más acusada, en parte por la necesidad de desapalancarse ante su excesivo endeudamiento durante los años de la crisis, en parte por la incertidumbre que experimenta una población cada vez más envejecida a la que se amedrenta con la amenaza de que "las pensiones son insostenibles" (uno de los "¡Qué viene el coco!" favoritos de los neoliberales).

Obviamente las variaciones en las posiciones financieras se acumulan en los saldos de activos o pasivos financieros de cada sector. Para el sector público la necesidad de captar ahorro, consecuencia de los déficit en la ejecución presupuestaria del estado, se traslada a un aumento de la deuda pública. El siguiente gráfico muestra la posición financiera neta de cada sector institucional en los últimos años:



Fuente: elaboración propia a partir de la CNE publicada por el INE.

En realidad este ahorro negativo de las AAPP no es más que el déficit público (más o menos algunos ajustes adicionales como ciertas transferencias de capital y revalorizaciones de activos). Pero para un estado dotado de soberanía monetaria este desahorro no es demasiado relevante. Luego veremos por qué.

De nuevo apreciamos que las posiciones financieras netas negativas de unos sectores son idénticas a las posiciones financieras netas positivas de otros. Si el estado quisiera reducir su endeudamiento otro sector tendría que reducir sus activos financieros netos.

¿Qué tendría que pasar para que el sector público erradicara toda la deuda pública? Sencillamente tendría que incurrir en superávit durante un período muy prolongado de tiempo. Pero para ello el resto de los sectores institucionales tendrían que aceptar que su posición financiera neta se contrajera por el mismo importe por el cual desea el estado aumentar la suya. Esto se podría conseguir subiendo mucho los impuestos o bajando el gasto público durante varios años seguidos de forma drástica. Es decir, no sé si el Sr. Pérez Páramo se ha dado cuenta de que está abogando por un retorno a la nefasta austeridad con su estela de altas tasas de desempleo y miseria.

Pero repito que el sector privado desea tener ahorros. Es probable que una política de austeridad provocara una caída en sus activos financieros. Si sus activos caen por debajo de los niveles que desean mantener, es muy probable que en respuesta el sector privado intentaría aumentar su ahorro recortando su consumo. Esto llevaría a la economía a la deflación y la recesión. Llevado al extremo, si el estado quisiera exterminar la deuda pública, y el sector exterior siguiera negándose a aportarlos en su lugar (es decir, si Alemania siguiera negándose a reducir su superávit de balanza de pagos), podríamos llegar al absurdo de que los hogares verían cómo se confiscan sus activos reales (sus coches, sus hogares, etc...) para pagar sus impuestos pues no les quedarían ni dinero ni activos financieros con los que saldar sus obligaciones con Hacienda.

No olvidemos que el estado es el creador del dinero y que solo recupera una fracción de lo que crea vía impuestos.  Un estado que conserva su soberanía monetaria puede endeudarse sin peligro pues, al vencimiento de la deuda, lo único que tiene que entregar es otro instrumento de deuda del estado que no paga intereses y que se llama dinero. El estado podría incurrir en un déficit perpetuo y no pasa absolutamente nada. El estado gasta con dinero que ha creado él mismo. Su único límite es la capacidad real de la economía para suministrar bienes y servicios. Si lo excediere podría generar inflación. Pero siempre que gaste dentro de ese límite la deuda pública no es un peligro. Empeñarse en erradicar la deuda pública solo podría tener como consecuencia una deflación. Por tanto la erradicación de la deuda pública nunca puede ser un objetivo deseable.

Hagamos una pequeña aclaración. El estado también podría liquidar toda la deuda pagando el principal a su vencimiento. En este caso, simplemente estaría cambiando un pagaré que paga intereses por otro que no los paga, llamado dinero. Es probable que se creara un exceso de reservas que acabara de nuevo en el banco central y que los tipos de interés bajaran al pujar los bancos el precio de la deuda pública al alza. Pero la posición financiera neta del estado no cambiaría más que en la composición de las carteras: menos letras y bonos del Tesoro y más dinero en cuentas corrientes y depósitos a plazo.

¿Cuál debe ser el nivel adecuado de deuda pública? Abba Lerner, quien postulaba la teoría de las finanzas funcionales, consideraba que la política fiscal debía tener como principio director el análisis de su impacto en la economía. Este análisis debía guiar el presupuesto público y por tanto el equilibrio de ingresos y gastos es irrelevante. Lo importante es asegurar la prosperidad. Los principios de la gestión financiera equilibrada solo aplican a los individuos, no a un estado que conserva su soberanía monetaria.

La obsesión con el equilibrio entre ingresos y gastos del sector público es una de las mayores mistificaciones del pensamiento conservador y neoliberal. No quiero ocupar demasiado espacio de este post explicando de dónde viene esta obsesión. Se deriva en parte de una pobre compresión del papel del dinero en la economía. Para los economistas clásicos el dinero no es más que un velo, una útil mercancía utilizada en el comercio pero de la que podrían prescindir los agentes económicos si utilizaran otra mercancía o recurrieran al trueque. También podría proceder del temor cerval de las grandes fortunas al pago de impuestos. "Si el estado gasta luego vendrán a pedirme impuestos", piensa el conservador. Esto se ha pretendido generalizar a toda la población mediante lo que se llama la equivalencia Ricardiana: "si el estado se endeuda hoy, mañana aumentará los impuestos; ergo da igual que me cobre hoy los impuestos o mañana, por si acaso ya iré ahorrando ese dinero para pagarlos en el futuro." La equivalencia ricardiana no se sostiene en un análisis mínimamente riguroso del comportamiento real de los ciudadanos. También hay que añadir que los neoliberales llevan décadas tratando de desmontar el estado del bienestar alegando que es causante de espantosas aberraciones en el funcionamiento del mercado. A los neoliberales les irrita enormemente un estado que garantice el pleno empleo pues eso implica que las empresas deban competir por los recursos humanos viéndose incluso obligados a pagar sueldos decentes a cambio del trabajo. En fin, son muchas las causas que pueden explicar el miedo irracional al déficit y deuda públicos.

Otra cuestión es que, debido a que hemos renunciado a nuestra soberanía monetaria y hemos encomendado las labores del banco central a una institución europea, el BCE, el estado no pueda seguir endeudándose en euros eternamente sin arriesgarse a que "el mercado" le retire su confianza. 
Si el Sr. Pérez Paramo hubiese abogado por una reducción de la deuda debido al defectuoso diseño de la moneda común europea podría entenderlo. Sería una indeseable consecuencia del tinglado monetario europeo.

Efectivamente, un estado que carece de soberanía monetaria deberá endeudarse en una moneda que no controla. En el caso del estado español, éste debe endeudarse en euros y por tanto su capacidad de creación de dinero está limitada a lo que le consienta el mercado. Si se endeuda excesivamente podría darse una crisis de deuda soberana como la que sufrió Grecia en 2010. En esa situación el mercado puede exigir un tipo de interés cada vez más elevado. El servicio de la deuda puede llevarse una porción cada vez más elevada de los ingresos tributarios. Incluso puede darse el caso de que el estado no pueda conseguir colocar sus emisiones en el mercado y que sus ingresos sean insuficientes para pagar a sus acreedores. En un caso extremo el estado podría verse obligado a suspender pagos, el llamado 'default'. 

Pero debe constar que en el caso del estado español, este peligro se da porque hemos decidido renunciar a nuestra propia moneda y no hemos exigido a cambio la creación de un estado federal europeo con una capacidad de gasto suficiente que recicle superávit de los países exportadores netos a los países deudores.  Si el estado se endeudara en reales o pesetas, no habría ningún riesgo derivado del endeudamiento del sector público. Pero si se endeuda en euros puede llegar un punto en el que el mercado decida rebajar la calificación de nuestra deuda y negarse a seguir financiando a nuestro estado. Debe quedar claro que ésta es una trampa en la que nos han metido irresponsablemente nuestros políticos. 

Pero el corolario de esta reflexión no es que el estado debe "erradicar" toda la deuda pública. Esto sería nefasto para nuestra economía pues, reitero, la llevaría a una severa depresión. Ya lo vivimos en 2011 y 2012 y aun no hemos salido de esa deflación inducida por Bruselas, Tritchet, ZP y Rajoy.

Si los economistas del colectivo econonuestra están preocupados realmente por el bienestar de los ciudadanos entonces deberían pedir no una eliminación de la deuda pública sino la salida de España de ese engendro de unión monetaria o la creación de una verdadera unión política y fiscal europea. ¡Qué decepción! Otro colectivo de economistas impregnados de neoliberalismo.

1 comentario:

  1. Pues es interesantísimo porque: (i) explica los efectos de renunciar a la moneda propia de los estados, (ii) el mito de la perversión de la deuda pública y, (iii) lo equivocados que están los economistas encriptados en el paradigma de la economía neoliberal que independientemente de sus intenciones reproducen un pensamiento de grupo caracterizado por el autoengaño y la conformidad con los valores y ética del grupo del pensamiento único. (Diccionario online Merriam Webster y Billy MItchel en Eurozone Dystopia)”

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