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viernes, 17 de febrero de 2017

El dinero y el comercio internacional

En este post trataremos sobre la interacción entre economías ubicadas en zonas monetarias distintas que se conectan a través del comercio internacional. Concretamente examinaremos lo que ocurre cuando una economía incurre en un déficit comercial.

Supongamos que la empresa IMPORTASA, residente en la zona euro, desea importar vehículos fabricados por la empresa ACME ubicada en la zona monetaria del dólar de los EEUU. IMPORTASA quiere vender esos vehículos a otros residentes en la zona euro y por tanto a cambio recibirá depósitos denominados en esa moneda. Sin embargo ACME tiene como moneda funcional el dólar. IMPORTASA tiene un negocio que solo puede generar depósitos denominados en euros. ACME desea recibir dólares a cambio de la venta de los automóviles que fabrican. Esto plantea un dilema que puede ser resuelto de dos maneras.

  1. Alguien en el país exportador desea obtener a cambio un depósito denominado en la moneda del país deficitario.
  2. Un residente en el país exportador nos concede un préstamo denominado en la divisa del país exportador. 
Operativamente este dilema lo resuelve una entidad financiera que puede intermediar entre el exportador y el importador. Pero en esencia el intermediario financiero simplemente traslada el problema a otra entidad o a otra persona.

Si pasamos del caso particular de una empresa al de una economía agregada y suponemos que ésta incurre en un déficit comercial es decir, que las compras a extranjeros han superado en valor a las exportaciones al resto del mundo el dilema es el mismo. Una vez saldadas todas las transacciones comerciales entre residentes y extranjeros, quedará una posición neta deficitaria denominada en alguna moneda; puede ser en nuestra moneda o en divisas extranjeras. Veamos ambos escenarios a continuación.

El país exportador desea obtener a cambio de sus exportaciones un depósito denominado en la moneda del país deficitario


En el primer caso, cuando nuestra economía es deficitaria, los extranjeros aceptan cobrar mediante depósitos denominados en euros. En el futuro estos depositantes podrían decidir ejercer este poder de compra y de esta manera la balanza comercial se equilibraría. Un déficit comercial en euros hoy podría transformarse en un superávit comercial en el futuro.


La conclusión relevante es que un déficit comercial simplemente puede ser la imagen refleja del deseo los extranjeros de mantener depósitos denominados en nuestra moneda. Esto es lo que hacen los chinos, los alemanes o los coreanos. Producen bienes y servicios que exportan a otros países. Estas naciones exportadoras, presentadas como parangón de la competitividad y el éxito por el pensamiento económico dominante, mantienen un superávit comercial durante muchos años con el resto del mundo. ¿Qué reciben a cambio? Simplemente una anotación contable en una divisa extranjera


Un caso paradigmático es el de la relación entre China y los EEUU. Los chinos exportan mucho al país americano. A cambio reciben depósitos en dólares. Podrían utilizarlos para ir a Disneylandia, comprar coches fabricados en Detroit o fármacos sintetizados por una farmacéutica americana. Sin embargo, prefieren mantener los depósitos en dólares, al parecer por tiempo indefinido. El gráfico siguiente muestra la balanza comercial de los EEUU con China que ha sido permanentemente deficitaria hasta alcanzar los 350 mil millones de dólares. En la prensa leeremos a menudo que EEUU está cada vez más endeudado con el país asiático. Eso sería peligroso para la nación americana porque el día que China no desee financiar a EEUU podría suponer el hundimiento de su economía. ¿De verdad? Piénsenlo otra vez: ¿qué pueden hacer los chinos si ya no desean tener depósitos en dólares? Pueden utilizarlos para comprar bienes y servicios a la venta en dólares, es decir, producidos en EEUU. No parece un escenario muy amenazante.

Fuente: US Census

Fugas del circuito


¿Es preocupante que los residentes de un estado se endeuden respecto al resto del mundo en su propia moneda? Sí hay un pequeño problema. Debemos ser conscientes de que cuando los extranjeros desean materializar el ahorro generado por sus ventas a nuestro país en depósitos denominados en nuestra moneda se produce una fuga del sistema económico. Las importaciones son un destino de las rentas generadas en nuestro país por los factores productivos (capital o trabajo). Si estas rentas no se destinan a comprar bienes y servicios producidos en nuestro país se producirá una caída de la demanda interna que puede llevar a una caída de la producción y un aumento del desempleo. Recordemos que a nivel macroeconómico

INGRESO=GASTO=PRODUCCIÓN.

Si imaginamos la economía como un circuito podemos visualizar las importaciones como una fuga que detrae poder de compra de éste. Esto es lo que representa de forma estilizada el siguiente gráfico.


Por tanto, si no todo nuestro ingreso se destina a gasto dentro de nuestra economía entonces la producción caerá. ¿Cómo conseguimos que no caiga la producción y se genere desempleo?

Para evitarlo tiene que existir algún agente nacional dispuesto a consumir más de lo que ingresa por importe equivalente al déficit comercial. Es decir, tiene que haber un agente dispuesto a endeudarse. Una posibilidad es que se endeude el sector privado. (Veremos en un post posterior que esto fue lo que ocurrió en España cuando entramos en el euro).

Pero si el sector privado desea ahorrar solo queda otro agente que puede desahorrar: el sector público, el gobierno. Para que no caiga la producción en nuestra economía el estado debe incurrir en un gasto deficitario para compensar las fugas de poder de compra al exterior. El estado puede suplir el poder de compra no utilizado con mayores inyecciones de gasto público o reduciendo los impuestos. Este es el célebre "déficit gemelo" que preocupaba por ejemplo a los economistas de la escuela de Cambridge.

Este endeudamiento del estado puede revertirse en el momento en que el sector exterior decide comprar más de lo que nos vende. En el caso de que tuviéramos un superávit comercial permanente podría ser conveniente que el estado redujera su gasto o aumentara los impuestos para evitar que la presión exportadora genere tensiones inflacionistas. La obsesión alemana por mantener un superávit de sus cuentas públicas es un ejemplo de una política que compensa el excesivo superávit exterior de su sector privado.

Los extranjeros nos han dado un préstamo en moneda extranjera. 


Examinemos el segundo caso. Por ejemplo, un banco en la zona dólar concede un préstamo en dólares al importador ubicado en la zona euro. Al hacerlo constituye un nuevo depósito en esa divisa a favor del importador quien lo puede utilizar para pagar a su proveedor extranjero.

Esta operación  crea un problema diferido. Si los importadores no pueden generar dólares en su propio negocio tendrán que vender euros para comprar dólares, dicho de otra manera, tendrán que encontrar a alguien que necesita euros y esté dispuesto a entregar dólares a cambio. Por ejemplo, el comprador de esos depósitos denominados en euros podría ser un exportador que ha conseguido dólares pero realmente necesita su moneda funcional para pagar a sus acreedores o pagar sus impuestos. (Operativamente estas transacciones no se hacen directamente entre importadores y exportadores sino que normalmente intervendrá alguna institución financiera que puede casar esta oferta y demanda). Sin embargo en este caso trasladamos el problema a otro agente nacional que se queda endeudado en una moneda extranjera. Este agente tiene que ser capaz de generar flujos de caja denominados en esa divisa en el futuro para pagar el principal más los intereses.

Los riesgos del endeudamiento en moneda extranjera


En una economía que se endeuda en moneda extranjera y que no es capaz de generar divisas por importe suficiente para saldar la deuda habrá más compradores de divisas que vendedores. La consecuencia de la sobreoferta de moneda nacional y el exceso de demanda de divisas es que la primera se depreciará respecto a la segunda.

La depreciación de la divisa encarece las importaciones y abarata las exportaciones. Esto puede equilibrar la balanza comercial. Pero también tiene el inconveniente de que las personas y empresas previamente endeudadas en divisas extranjeras tendrán que ofrecer más unidades de su moneda nacional en el futuro cuando compren la moneda extranjera que necesitan para pagar a sus acreedores. Si no son capaces de  afrontar ese encarecimiento de sus préstamos externos pueden entrar en situaciones de insolvencia. (Además el encarecimiento de las importaciones  puede transmitirse a los precios finales causando inflación, sobre todo si la economía es muy abierta tema que trataremos en un post posterior). Es poco recomendable endeudarse en moneda extranjera salvo que uno tenga probada capacidad de generar los flujos de caja en la misma moneda que le permitan atender el servicio de su deuda.

En los años de la burbuja inmobiliaria española algunas entidades financieras ofrecieron a sus clientes de forma torticera e imprudente préstamos hipotecarios denominados en yenes o francos suizos. Estos bancos engañaron a sus clientes arguyendo que así podrían beneficiarse de los tipos de interés más bajos vigentes en esas zonas monetarias. Cuando el franco suizo se apreció respecto al euro algunos de los que picaron se encontraron con un encarecimiento imprevisto de sus cuotas hipotecarias. Los hogares normalmente perciben ingresos en la moneda de su propio país. Para ellos endeudarse en una moneda extranjera implica asumir un riesgo cambiario que puede tener proporciones excesivas para una economía doméstica.

El riesgo de endeudarse en moneda extranjera también es relevante para los los estados. Muchos gobiernos de economías menos desarrolladas han recurrido a financiación en divisas para abastecerse de tecnología extranjera, bienes de capital o armamento. Estas compras se financian frecuentemente con deuda externa denominada en divisas extranjeras. Este tipo de operaciones son las que pueden originar una crisis de deuda externa.

Tal fue el caso de los países de América Latina en los años 70 cuyas economías llegaron a acumular un nivel de endeudamiento externo equivalente a casi el 50% de su renta nacional bruta. El proceso fue fomentado por bancos de inversiones que animaron a los gobiernos a entrar en unas operaciones de financiación que se revelarían muy imprudentes El problema de endeudamiento se vio acentuada por la depreciación de sus monedas que elevó el valor nominal de estas deudas expresadas en la divisa nacional. Estas economías llegaron a un punto en el que ya no fueron capaces de generar suficientes divisas procedentes de sus exportaciones como para atender el servicio de su deuda externa y además seguir importando bienes básicos del extranjero. La necesidad de destinar una gran parte de las exportaciones a pagar intereses y principal a los acreedores extranjeros implicó que una parte importante de sus recursos se desviaran a un uso socialmente inútil. Para atender esos pagos los estados tuvieron que aplicar políticas de austeridad que perjudicaron sobre todo el gasto social, deprimieron la economía y dejaron a muchas personas sin empleo y sumidas en la miseria. La crisis de la deuda causó una década pérdida en América Latina.

Por tanto, debemos ser conscientes de que la ventaja de ser un emisor en régimen de monopolio se limita a todos los bienes y servicios que se hallan a la venta en la moneda que emite el estado y no aplica a los bienes y servicios producidos en el extranjero.

Analicemos la balanza de capitales desagregada por divisas


Tradicionalmente los países publican una balanza comercial que muestra el saldo de las exportaciones y las importaciones de bienes y servicios. Si añadimos la balanza de rentas, que recoge los pagos al extranjero por intereses, dividendos, salarios pagados a trabajadores extranjeros menos los ingresos por los mismos conceptos, obtenemos la cuenta corriente.

El saldo de la balanza por cuenta corriente está compensado por la balanza de capitales que recoge la financiación neta recibida del extranjero si mantenemos un déficit o la financiación neta concedida a extranjeros si conseguimos un superávit en la balanza por cuenta corriente.

Cuando una economía incurre en un déficit comercial más o menos prolongado esto no representa un riesgo mientras los extranjeros están dispuestos a mantener saldos denominados en la moneda del país deficitario. En cambio, si los extranjeros prefieren que los pagos se hagan en su propia moneda o en la de un tercer país, imponen sobre los importadores la obligación de realizar una serie de pagos periódicos al acreedor en esa moneda con posterioridad. Además si estas empresas u hogares no los pudieran conseguir su estado no podrá rescatarlos —por ejemplo, nacionalizando sus negocios— para saldar su deuda con el acreedor extranjero.

El gobierno debe evitar o minimizar el endeudamiento en moneda extranjera. Si nos endeudamos en nuestra moneda el gobierno siempre podrá garantizar que los extranjeros cobrarán su deuda. Incluso, si hubiese alguna entidad financiera o empresa del sector privado excesivamente endeudada en euros el estado siempre podría nacionalizarla si considera que su quiebra o liquidación dañaría la economía nacional.

En cambio si nos endeudamos en otra divisa para comprar bienes y servicios al extranjero podemos encontrarnos con problemas para atender los pagos en el futuro porque tenemos que asegurarnos de que podremos hacernos con esas divisas en el futuro.

Esto es especialmente válido para economías menos desarrolladas.

¿Quiere esto decir que un país pobre no debe importar bienes del extranjero? La realidad es si un país es pobre y carece de tejido industrial para producir bienes y servicios que realmente interesen a los nacionales de otros países ninguna política de tipos de cambio puede resolver ese problema. En este caso un gobierno responsable tratará de encauzar las entradas de divisas extranjeras hacia la compra de bienes extranjeros que sean realmente de primera necesidad como fármacos o material sanitario o bienes de capital que pueden mejorar la capacidad productiva del país en el futuro.

Lo que debe minimizar o desincentivar es la entrada de bienes suntuarios que son socialmente poco útiles. Lamentablemente, en muchos estados subdesarrollados, muchos de ellos con débiles mecanismos democráticos de control y elevadas desigualdades sociales, las élites suelen poner la economía a su servicio y podemos ver cómo una parte de los ingresos por exportaciones, normalmente de materias primas producidas gracias al duro trabajo de campesinos y mineros, se destina a la importación de vehículos de lujo y otros bienes suntuarios. Esto no solo expone el país a crisis de deuda futuras sino que supone un ejemplo de cómo las élites explotan a las clases populares.

Una política que fomente la sustitución de importaciones o las restricciones al libre movimiento de capitales pueden ser aconsejables para las economías menos desarrolladas o para las que no cuentan con una divisa utilizada como moneda de reserva. El gobernante prudente permitiría la constitución de préstamos a favor de empresas y ciudadanos de esa economía denominados en moneda extranjera condicionada a la comprobación de que los depósitos se destinen a la compra de equipamiento que aumenten el potencial productivo de la economía en el futuro. También puede ser útil limitar los depósitos constituidos a favor de extranjeros para especular en los mercados financieros. Este tipo de operaciones suele generar movimientos de grandes capitales que pueden causar una gran volatilidad en la cotización de la divisa.

Es desafortunado que los servicios estadísticos nacionales no suelen publicar la balanza de capitales desagregada por divisas. Un incremento del endeudamiento externo denominado en divisas extranjeras sería un motivo de alerta mientras que un endeudamiento en la propia moneda plantea menos problemas. Una balanza de capitales que no desagrega por divisas hace que perdamos de vista esa información crítica.

En un post posterior hablaremos de los regímenes cambiarios y defenderemos la necesidad de que el tipo de cambio sea flotante para asegurar una verdadera soberanía monetaria. También hablaremos de qué determina las posiciones ahorradoras o deficitarias de los sectores de una economía.

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