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lunes, 6 de marzo de 2017

¿Qué es el dinero? Parte VI. Dos mitos sobre el dinero

En una serie de posts anteriores hemos explicado qué es el dinero. Esta es la serie hasta ahora:
¿Qué es el dinero? Parte V

Mitos neoclásicos


Para el lector lego en la materia puede resultar sorprendente, pero la mayoría de los economistas ortodoxos trabajan con modelos macroeconómicos en los que no existen los bancos. Por ejemplo el modelo macroeconómico elaborado para modelizar la zona euro por los economistas al servicio del BCE, Frank Smets y Raf Wouters, ignora completamente a los bancos como agentes económicos (Smets & Wuters, 2002). Para cualquier pequeño hombre de negocios al que le han negado un préstamo en el banco o cualquier familia que trata de conseguir un préstamo hipotecario resulta evidente que los bancos tienen el grifo que abre o cierra el flujo de dinero en la economía. Pero los sesudos economistas del BCE, capaces de construir un modelo con decenas de ecuaciones e integrales, no encuentran un hueco en sus modelos para las entidades financieras. Esto no es un olvido sino un reflejo de su comprensión de las instituciones financieras como meros intermediarios que canalizan el ahorro hacia la inversión. Esta visión limitada de la función de la banca la convierte en una institución relativamente irrelevante para el funcionamiento de la economía real así que, si solo están en medio, molestan y, por tanto, mejor quitarlos de los modelos. Quizás por el empleo de estos modelos sin bancos la mayor parte de los economistas ortodoxos no vieron venir la CFG, un error de juicio que pagaríamos muy caro.

Muchos estudiantes de Economía utilizamos en la universidad un manual escrito por Paul Samuelson. Este fue tan utilizado que no solo hizo rico a su autor sino que quizás lo haya convertido en el economista más influyente de la historia. «No me importa quien escriba las leyes de una nación…si puedo escribir sus libros de texto de Economía» es una célebre cita de este autor que revela cuan consciente era del valor de controlar ideológicamente la materia impartida en las facultades.  En su manual encontramos la siguiente historia sobre el nacimiento de los bancos. Como todo buen mito, éstos tendrían su momento de génesis en otro tiempo y en un lugar lejano lo cual hace imposible comprobar su veracidad histórica. Originalmente los banqueros habrían sido orfebres que encontraron un nuevo negocio en el almacenamiento en consigna de oro y objetos de valor pertenecientes a otras personas. Los orfebres más espabilados no tardarían en darse cuenta de que podían prestar este oro a otras personas que necesitaban dinero a condición de que el préstamo fuera reintegrado antes de que el depositante reclamara su depósito. Con el tiempo los orfebres se darían cuenta de que los clientes no retiraban sus depósitos de oro a la vez y de que estos entran y salen a un ritmo más o menos predecible por lo que, asumiendo un poco más de riesgo, bastaba con mantener siempre una fracción de oro en la caja fuerte. Así habría nacido el sistema de banca de reservas fraccionarias. El banquero prudente simplemente tendría que asegurarse de que el prestamista devolvería los préstamos y, mientras todo funcionara normalmente no tendría por qué haber problemas para cumplir el compromiso de devolver su oro al depositante cuando lo reclamara. Así el orfebre se habría convertido en un banquero que habría adquirido unas especiales habilidades para evaluar el riesgo de crédito.

En 1971 el presidente Richard Nixon anunció que EEUU abandonaba el patrón oro, esa bárbara reliquia como lo definió Keynes. Desde entonces el dólar de EEUU fluctúa libremente en los mercados iniciándose la etapa del dinero moderno. Los economistas convencionales, sin embargo, siguen pensando en términos de un mundo que se ha desvanecido y por eso piensan que los bancos funcionan como esos antiguos orfebres: primero tienen que conseguir el oro de sus depositantes, después prestarlo. Esta forma de entender el funcionamiento de los bancos explica por qué creen en dos mitos, el de los fondos prestables y el del multiplicador del dinero. En su concepción del sistema bancario asimilan las reservas bancarias[1] al papel que jugaban los metales en el antiguo sistema monetario.

A la base monetaria también se le ha llamado dinero de alta potencia, una traducción del inglés 'high powered money'. Los bancos utilizan su capacidad de creación de dinero para apalancar esta base monetaria. Sin embargo, esto no debe confundirse con el mito del multiplicador del dinero que establece una relación automática entre la base monetaria y la oferta monetaria total.

Siguiendo el discurso del banquero-orfebre, el astuto banquero sabe que no necesita retener estas reservas para respaldar el 100% de sus depósitos. Puede obtener una rentabilidad adicional prestándolas a otro cliente, reteniendo en su balance tan solo una fracción. La mecánica es la siguiente:

  • A partir de la transferencia que ha llegado del estado, el banco A crea un depósito a nombre de su cliente quien lo utilizará, por ejemplo, para comprar una vivienda o un vehículo. El cliente dará una orden de transferencia a favor del vendedor que se cargará en su cuenta. 
  • Si, como ocurrirá con frecuencia, este vendedor tiene su cuenta en otro banco, “B”, el pago tendrá que gestionarse a través del sistema de compensación gestionado por el banco central. El banco del comprador adeuda la cuenta de su cliente y abona la cuenta de reservas en el banco central. 
  • En el balance del banco central se adeuda la cuenta de reservas del Banco A y se abona la del Banco B.
  •  Finalmente el banco B adeuda su cuenta de reservas en el banco central y abona la cuenta del vendedor de la vivienda.
De esta manera el banco B verá dos cambios en su balance: en el activo de su balance se produce un incremento de la cuenta de reservas y en el pasivo un aumento en el depósito que mantiene su cliente. De nuevo este segundo banco podrá prestar estas reservas reteniendo una fracción y así sucesivamente, en nuevas iteraciones con fracciones cada vez más pequeñas, hasta que finalmente ya no sea posible generar nuevos préstamos. Aunque en cada iteración las fracciones que el banco presta y retiene son progresivamente menores el efecto final es que, a partir de una inyección de reservas del estado que ha incrementado la base monetaria, la oferta monetaria ha crecido en un múltiplo. Expresado algebraicamente ese multiplicador sería igual a m=1/w  donde "w" es el coeficiente de encaje, la fracción del dinero en caja y depósitos que se retiene en el banco y que puede estar definido por normativa del banco central o interna del propio banco en base a criterios de prudencia. Al encontrarse en el denominador resulta obvio decir que cuanto menor sea mayor será el multiplicador. Gráficamente el proceso de multiplicación del dinero podría reflejarse como sigue asumiendo que los bancos mantienen el 10% de los depósitos en reservas.


Ilustración 1. Esquema del multiplicador del dinero.

Con una inyección de 1.000 euros los bancos pueden crear préstamos hasta que se agota el efecto del multiplicador. Si suponemos que guardan en forma de reservas y caja un coeficiente del 10% sobre los depósitos entonces el multiplicador será 10 veces y por tanto los 1.000 euros se convertirían en 10.000 euros de dinero bancario creados a partir de la nada. Samuelson dedica prácticamente un capítulo entero a explicar a los alumnos de todas las facultades la teoría del multiplicador lo cual revela la importancia crucial que tiene este mito para la Economía ortodoxa.

El siguiente gráfico muestra la relación entre la base monetaria y el agregado monetario M3 en la zona euro. También se representa el multiplicador del dinero implícito entre ambos agregados. A principios de siglo el multiplicador era prácticamente de 11 veces la base monetaria. Desde el inicio de la crisis el multiplicador no ha cesado de caer y actualmente no supera 6 veces la base monetaria. Esta volatilidad del multiplicador sugiere que en realidad no es un parámetro que explique nada sobre la economía. El crecimiento de la base monetaria no genera un aumento automático de la oferta monetaria y el multiplicador en realidad queda determinado ex post. Naturalmente los economistas neoclásicos explican este tipo de discrepancias entre teoría y realidad por “fugas” en el sistema pero la pregunta que queda sin responder es ¿cómo puede confiarse en una política monetaria consistente en la regulación de la base monetaria como herramienta eficaz para incrementar el crédito bancario?

Ilustración 2. Base monetaria y agregado M3 y multiplicador implícito. Fuente: elaboración propia a partir de estadísticas publicadas por el BCE.

La explicación de la caída en el valor observado del multiplicador es mucho más prosaica; reside en que, por mucho que aumente la base monetaria, los bancos no quieren aumentar el crédito. Simplemente consideran que hay menos clientes solventes de los que había antes. También ha ocurrido que el sector privado no quería solicitar nuevos créditos porque no encontraba oportunidades de inversión atractivas. Sitúese en 2009 y suponga que es un director de una sucursal bancaria. Entra en su oficina un empresario de la construcción que quiere pedir un préstamo promotor. Existen miles de grúas paradas y pisos sin vender. ¿Sería usted tan osado como para concederle el préstamo que le habría dado sin titubear cuatro años antes? Poco importa que en el balance de su entidad haya un excedente en las cuentas de reservas; éstas no le motivarán para conceder el préstamo. 

El mito de los fondos prestables


A partir de su comprensión del negocio bancario se derivaría lógicamente otro mito neoclásico, la teoría de los fondos prestables. Los bancos tendrían que conseguir dinero de sus depositantes antes de prestarlo. Una consecuencia de esta teoría es que la financiación de la inversión solo podría proceder del ahorro de hogares y empresas o de la oferta monetaria creada por el estado. Fundamentalmente esa oferta monetaria está constituida por las cuentas de reservas creadas por el banco central. Dicho de otra manera, los bancos no pueden crear dinero. Su función se limitaría a ser meros intermediarios, asignando, eso sí, eficazmente los fondos prestables a las mejores oportunidades de inversión que se les presentaran. El volumen de fondos prestables estaría determinado exógenamente y por tanto estaría limitado. El banquero sería un simple intermediario, constreñido por la disponibilidad de reservas, útil, pero no imprescindible para el funcionamiento de la economía. Esta restricción implica que la inversión máxima que puede acometer una economía también está limitada. Por eso no sorprende que Smets y Wouters construyeran un modelo de toda la economía de la zona Euro en el que no existen los bancos. Los bancos serían como canales y acequias que distribuyen el agua hacia los cultivos que más necesitan el riego pero no podrían determinar el caudal de agua disponible. El concepto de banquero vigente entre los economistas ortodoxos en realidad es el de prestamista, alguien que acepta depósitos de terceros para constituir préstamos a tipos abusivos, normalmente a personas con baja calificación crediticia. Esta teoría también explica por qué muchos economistas y políticas creen que el fomento del ahorro aumenta el volumen de fondos prestables que se pueden destinar a la inversión. Créense incentivos fiscales para el ahorro y la inversión crecería automáticamente.

Pero la teoría de los fondos prestables no tiene ningún sentido porque, ¿de dónde se supone que sacan los hogares y las empresas los fondos en los que se materializan sus ahorros? Si lo pensamos detenidamente, simplemente están reteniendo unos depósitos que, de otra manera, habrían ido a las cuentas que mantienen en los bancos otras empresas u otros hogares. Ciertamente estos hogares y empresas no han creado los depósitos y por tanto los fondos prestables no pueden proceder ellos; tienen que proceder de otra parte. Salvo que uno sea un falsificador y tenga una imprenta en el sótano de su casa normalmente los hogares no pueden crear dinero. Sabemos que parte del dinero viene del estado, pero ¿de dónde viene el dinero bancario? La teoría de los fondos prestables no es ni siquiera consistente con la del multiplicador del dinero que contempla la posibilidad de que lo creen los bancos de la nada.


Los mitos del multiplicador y de los fondos prestables no tendrían más relevancia que otras distracciones sofisticadas de los economistas en su peregrinación hacia mundos cada vez más alejados de la realidad si no fuese porque, en base a ellos, se han tomado decisiones políticas con consecuencias trágicas para Europa. Expliquemos por qué. Según las teorías del multiplicador y de los fondos prestables los bancos están limitados en su capacidad de creación de crédito por la disponibilidad de reservas. Lo cual tiene dos consecuencias. Consecuencia primera: mitigaría la culpabilidad de los bancos en el desarrollo de burbujas financieras e inmobiliarias y por tanto la responsabilidad por el crecimiento irracional del crédito residiría en otras entidades. Consecuencia segunda: si los bancos centrales fueran capaces de controlar el crecimiento de las reservas, también podrían controlar indirectamente el volumen de crédito concedido y podrían controlar realmente la oferta monetaria. En nuestro ejemplo anterior, si suponemos que el estado inyecta 900 euros al sector privado en lugar de 1.000 y conocemos el multiplicador, entonces la oferta monetaria crecería en 9.000 euros y no en 10.000 euros. Lo trágico de ambos mitos es que justificaron que las autoridades no intervinieran para detener la burbuja inmobiliaria española de principios de siglo pensando que el estado no podía intervenir en el libre funcionamiento del mercado entorpeciendo las “óptimas” asignaciones de recursos del sector privado. También han llevado a que las autoridades europeas renunciasen a la política fiscal como instrumento para salir de la crisis y confiasen únicamente en la inyección de reservas bancarias, mediante la los programas de Flexibilización Cuantitativa o Quantitative Easing (QE), con la vana esperanza de estimular una expansión del crédito por esta vía. La consecuencia de que los responsables de nuestra gobernanza económica se hayan guiado por estas creencias ha sido la gestación, incubación y eclosión de una monumental crisis económica causada por un endeudamiento excesivo del sector privado y una prolongación innecesaria de ésta. 

[1]. Las reservas son cuentas que mantienen los bancos en el banco central. Estas reservas sirven para mantener posiciones de liquidez y también para que los bancos compensen pagos entre ellos. Supongamos que un banco A tiene que depositar en cuentas de sus clientes transferencias y cheques procedentes de otro banco B. A su vez el banco B tiene que hacer lo propio con medios de pagos procedentes del banco A. Lo que hacen es saldar sus posiciones al final del día. Si tras saldar esas posiciones el banco A adeuda al banco B una cantidad de dinero lo que hará es trasferir ese importe de su cuenta de reservas en el banco central a la que mantiene el banco B.El mito del multiplicador del dinero

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