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MMT University

sábado, 26 de mayo de 2018

El significado del déficit estructural

La semana pasada planteaba esta encuesta en Twitter:

El reformado artículo 135 de la Constitución Española dice: 
"El Estado y las Comunidades Autónomas no podrán incurrir en un déficit estructural que supere los márgenes establecidos, en su caso, por la Unión Europea para sus Estados Miembros." ¿Cuál es ese déficit?"
Y ofrecía las siguientes respuestas que fueron contestadas de esta manera:

a. Es imposible calcularlo 21%
b. Se conoce con precisión 17%
c. Se conoce aproximadamente 13%
d. Depende de tu ideología 49%

La mayoría respondió acertadamente "Depende de tu ideología" aunque también es válida la primera respuesta.

¿Qué es el déficit estructural?

 

El concepto de déficit estructural es difícil de precisar y depende de estimaciones que pueden variar según la metodología que se aplique para su cálculo, de tal forma que podrían existir tantas estimaciones como economistas se encuentren en la sala.


Tenemos que entender que durante una recesión el déficit aumenta de forma automática. La recaudación fiscal cae porque muchas personas se quedan en el paro, generan una renta menor y muchas empresas quiebran o ven un descenso en sus ventas y sus ingresos. Todos ellos pagarán menos impuestos. También aumentan ciertas partidas de gasto como los seguros de desempleo. Este es el efecto de los llamados estabilizadores automáticos.

Cuando crece el déficit del gobierno debido al funcionamiento de los estabilizadores hablamos de un déficit cíclico (la causa del déficit es que estamos en un ciclo a la baja). El aumento del déficit no se debe a una decisión discrecional del gobierno. En cambio, el déficit estructural sí nos da información acerca de las intenciones de un gobierno. Puede que un gobierno mantenga un déficit causado por el ciclo económico pero a la vez mantenga un déficit estructural demasiado bajo lo cual indicaría un posicionamiento presupuestario que no es expansivo.

El concepto de déficit ‘estructural’ se define como aquél que se produciría cuando el PIB estuviera en la senda de PIB potencial. Dicho de una forma más clara, sería el nivel de déficit que correspondería a una situación de pleno empleo. Imaginemos que, con la misma legislación fiscal y con las mismas políticas de gasto, nuestra tasa de desempleo fuera del 3% y no del 20%. Si haciendo ese ejercicio especulativo encontramos que el estado tendría un superávit entonces probablemente se podría afirmar que el posicionamiento fiscal del gobierno es más bien conservador y contractivo. Paradójicamente un déficit público, lejos de ser un estímulo, si no tiene la magnitud suficiente, puede indicar un posicionamiento fiscal procíclico, es decir, que actúa profundizando la depresión. De allí la importancia en no fijarse en la cifra contable del déficit público sino en los efectos reales observados en la economía.

El problema es aún más grave si cabe porque, aunque la definición de déficit estructural parece clara su cálculo depende de una estimación del llamado PIB potencial. Pero no es sencillo precisar cuál es el PIB potencial. Se supone que si una economía no se encuentra en pleno empleo estará experimentando una brecha de producción, es decir, estará produciendo menos de lo que produciría si estuviera operando a pleno rendimiento. El economista que tratara de estimar la brecha de producción tendría que partir de los datos estadísticos y empleando técnicas de análisis econométrico determinar cuál sería el PIB potencial si estuviéramos en pleno empleo. Una vez determinado el PIB potencial la brecha de producción sería simplemente BRECHA DE PRODUCCIÓN=PIB REAL—PIB POTENCIAL. Este análisis contrafactual no resulta sencillo y depende en parte de la pericia del economista pero, lo que es aún peor, también de sus propios sesgos ideológicos.

A continuación el economista que quiera llegar al cálculo del déficit estructural tendrá que estimar el componente cíclico del déficit público a través de una estimación econométrica. En este cálculo tendrá que conjeturar la sensibilidad de los ingresos y los gastos públicos a la situación cíclica de la economía. Luego calculará el déficit estructural como aquél déficit público que no se corresponde con un componente cíclico ni con gastos extraordinarios de naturaleza temporal (por ejemplo, una ayuda a la banca, o una inversión extraordinaria). Y así obtenemos el déficit estructural, que es el que está sujeto a las prescripciones del Pacto de Estabilidad y de la Constitución Española. De manera simplificada:

DÉFICIT ESTRUCTURAL=DÉFICIT PÚBLICO—(FACTOR ESTADÍSTICO x BRECHA DE PRODUCCIÓN)—GASTOS EXTRAORDINARIOS.

El anterior cálculo no resulta sencillo porque depende de numerosas hipótesis que debe establecer el economista.

El problema se complica porque hay que decidir qué nivel podría considerarse como el de pleno empleo. Hasta los años 70 los estados tenían claro que el pleno empleo correspondía con una tasa de desempleo relativamente baja, por ejemplo del 2%. Sin embargo el triunfo ideológico del liberalismo, con su obsesión antiinflacionista, ha conseguido imponer una definición del pleno empleo más críptica que se conoce como “tasa de desempleo no aceleradora de la inflación” o NAIRU por sus siglas en inglés (Non-Accelerating Inflation Rate of Unemployment). Esto concepto no aclara nada porque no es fácil establecer una relación de causa-efecto entre empleo e inflación. Resulta además sangrante comprobar que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) estimaba en 2013 que la NAIRU de España se correspondía con una tasa de desempleo del 15,6% (OCDE, 2012). La última revisión de la CE rebajó la NAIRU española del 26,6% al 20,7% en 2015 (Gechert, Tober, & Rietzler, 2014). Obviamente cualquier PIB potencial que se calcule con esas premisas estará sesgado a la baja de forma que lo que aparentemente es un déficit estructural sería un superávit para un economista que empleara otras premisas. De toda la reflexión anterior se deduce que introducir en la Constitución Española la obligación de alcanzar un nivel de déficit cuyo cálculo solo puede ser aproximado crea arbitrariedad e indefensión jurídica. Las instituciones europeas han subestimando gravemente con toda probabilidad cuál era nuestro PIB potencial y por tanto exagerado el déficit estructural.


Fuente: Sebastian Gechert, Katja Rietzler and Silke Tober (2014). The European Commission’s New NAIRU: Does it Deliver?






Zapatero introducía en 2011 la reforma del artículo 135 de la Constitución. La reforma fue aprobada con el apoyo del Partido Popular de forma urgente por las Cortes, hurtándose a la ciudadanía el debate sobre su necesidad o las consecuencias que tendría. Aunque muchos han considerado como más relevante que el artículo antepone el pago de la deuda pública a cualquier otra política de gasto este aspecto no resulta tan preocupante si recuperamos nuestra soberanía monetaria porque siempre podremos pagarla. El apartado más relevante de este artículo es el compromiso de mantener un déficit público estructural por debajo de los márgenes establecidos por la Unión Europea. Este se concretó en la Ley 2/2012 de Estabilidad presupuestaria, estableciendo un máximo del 0,4% del PIB. El artículo contempla que ese objetivo no se cumpla en situaciones de crisis económica o catástrofe.

Esta reforma fue contraproducente porque es arbitraria. No hay justificación científica o técnica para decidir que el déficit estructural deba ser del 0,4%. Un límite tan bajo, de aplicarse en la práctica llevaría a la economía española a una depresión perpetua. Además, al ser un concepto impreciso, crea inseguridad jurídica.
Este texto está extraído de mi libro El Leviatán Desencadenado, que pueden comprar aquí si les interesa.

lunes, 21 de mayo de 2018

MACRIECONOMÍA, O CÓMO PONERSE LA SOGA AL CUELLO.


Hace apenas dos años el Gobierno de Argentina no tenía deuda externa. La semana pasada Argentina se ponía a merced del Fondo Monetario Internacional (FMI) para que esta entidad, conocida por su sadismo, dictara sus condiciones ante una nueva crisis cambiaria y de deuda externa totalmente innecesaria. ¿Cómo hemos llegado aquí?

Recordemos que, en el siglo pasado, el gobierno del presidente Menem había implantado el régimen de convertibilidad que obligaba al Banco Central de la República Argentina (BCRA) a respaldar cada peso con dólares. Fue una pésima solución para los problemas de inflación que históricamente habían azotado Argentina. Para gastar el gobierno primero tenía que hacerse con los dólares que solo podían proceder de las exportaciones o de préstamos del extranjero. Semejante insensatez solo podía mantenerse siempre que Argentina tuviera un superávit comercial o contara con la confianza de inversores extranjeros. Sabemos que aquel experimento acabó con una tasa de desempleo del 21%, un empobrecimiento masivo de las clases medias, un elevado endeudamiento en moneda extranjera y asaltos a supermercados. Finalmente el país se vio obligado a abandonar la convertibilidad con el célebre episodio del corralito e impago de deuda externa.
 
Tras recuperar su soberanía monetaria Argentina logró reducir su desempleo rápidamente y alcanzó una cierta estabilidad macroeconómica. El largo mandato kirchnerista puede criticarse por muchos aspectos, entre otros la corrupción elevada y una ineficaz política de estabilidad de precios cuyo índice se disparó en la etapa final del mandato de la viuda de Kirchner, Cristina Fernández (CFK). Sin embargo el legado económico no fue demasiado malo ya que permitió una recuperación de las clases medias.

Evolución de la tasa de desempleo
 
Los medios neoliberales españoles como El País o El Mundo no dejaron de escarnecer al gobierno de los Kirchner y la llegada de Macri fue saludada como una oportunidad de hacer buenos negocios. Hoy estos medios están vergonzosamente callados ante una crisis financiera que ha paralizado al país y lo ha postrado ante el FMI. Pero la verdad es que Macri ha cometido todos los errores del perfecto idiota neoliberal. Señalemos los tres principales:

  • Porfiar obcecadamente en alcanzar el equilibrio presupuestario.
  • Creer que la política monetaria puede arreglar los problemas de inflación.
  • Endeudarse en una moneda que el estado argentino no emite.

Analicémoslos de uno en uno.

Como buen neoliberal Macri está convencido que un gobernante responsable debe conseguir el equilibrio fiscal, como si un estado dotado de soberanía monetaria fuera análogo a un hogar que debe asegurarse la entrada de ingresos antes de gastar. En los cuentos de terror neoliberales al estado se le puede acabar el dinero momento en que se desencadena la desconfianza de unos mercados que cobrarían su tributo de sangre en forma de mayores intereses y la eventual quiebra de la tesorería. Esto es imposible pues sabemos que el estado siempre puede crear nuevo dinero a coste cero y por tanto nunca puede ser insolvente en su propia divisa. Por eso podemos concluir que en realidad este tipo de dirigentes ponen al estado a merced del mercado intencionadamente.

Macri declaró que, antes de acabar con la pobreza, era necesario alcanzar tres objetivos:
«El primero es el equilibrio fiscal: desterrar la inflación, lograr un gasto público equilibrado y bajar los impuestos. El segundo es crear reglas claras para que crezca el empleo privado, formal y de calidad, la condición fundamental para lograr una Argentina con oportunidades para todos. El tercero es fortalecer la República» http://www.ambito.com/903140-macri-pidio-conseguir-el-equilibrio-fiscal-para-avanzar-con-el-objetivo-de-reducir-la-pobreza.
Se trata de la clásica trampa neoliberal que en España nos han colado los socialistas durante décadas: crear riqueza primero para repartir luego. Este mito del estado Robin Hood, que solo puede repartir las rentas de los ricos, se suele acompañar de otro: el de los fondos prestables. Esta superstición nos dice que existe una limitación de fondos generados por el ahorro privado que se podrán destinar a la inversión. Si el estado aumenta el gasto público de forma deficitaria estaría capturando parte de estos fondos creando un efecto de “crowding out” o desplazamiento de la inversión privada. Ambos mitos son erróneos porque el estado siempre puede crear nuevo poder de compra, precisamente mediante ejecución de gasto público deficitario, y porque la inversión no está constreñida por ninguna escasez de ahorros sino que ésta crea el ahorro que la financia. Un efecto de desplazamiento solo podría darse en el infrecuente caso de que no hubiese recursos ociosos en la economía y no parece que ése sea el caso de la Argentina.

Sea como fuere, Macri se ha empeñado en equilibrar las cuentas públicas cuyo saldo ha pasado del -5,4% del PIB al -3,9%. Por la identidad contable entre saldos financieros de los sectores institucionales (http://chartalismo.blogspot.com.es/2017/02/la-identidad-de-los-balances-sectoriales.html) sabemos que la austeridad fiscal reduce los activos financieros netos en manos del sector privado. Estas políticas tienden a deprimir el gasto agregado y a generar desempleo. Efectivamente, poco después de la llegada al poder de Macri la tasa de desempleo llegó a superar el 9% y, aunque ha bajado posteriormente, sigue estando en máximos y nos tememos que volverá a subir como consecuencia de las políticas de ajuste que impondrá el gobierno bajo los auspicios del FMI.

Evoluvión del déficit fiscal

Macri heredó un problema de inflación del gobierno anterior que él mismo agravó al devaluar la moneda de golpe un 25% nada más llegar al poder en lugar de dejar que el peso se depreciara lentamente. La intención era que, en adelante, el precio lo fijara el mercado libremente. Desde la perspectiva de la teoría monetaria moderna (TMM) hemos argumentado que es mejor que las divisas fluctúen libremente porque los intentos de fijar el tipo de cambio respecto a una moneda de referencia, como el dólar, equivalen a una cesión de soberanía que merma la capacidad del gobierno para movilizar los recursos nacionales y aplicar políticas de pleno empleo. Se estimaba que la moneda estaba muy sobrevalorada pero no entendemos la decisión de devaluar en lugar de dejar que la depreciación fuera gradual.

Muchos economistas argentinos justifican las políticas de estabilidad cambiaria en la necesidad de evitar la inflación en un país que exporta materias primas e importa bienes acabados y de consumo. La falta de tejido industrial implica que un país que importa la mayor parte de sus bienes de consumo, ante una depreciación de la divisa, experimentará un encarecimiento de las importaciones que se trasladará muy rápidamente a los precios para el consumidor. Desde ese punto de vista, la devaluación de Macri solo podía acelerar la inflación.

Argentina tiene una mala experiencia histórica con la inflación que se utiliza como argumento para intervenir en los mercados cambiarios. La tradición inflacionista ha mermado el crédito del peso argentino entre la ciudadanía que prefiere colocar sus ahorros en otros activos como el dólar, depósitos a plazo o bienes inmuebles. Por este motivo la economía de argentina está muy dolarizada. La falta de apego a la moneda nacional implica que el gobierno tiene mayores dificultades para conseguir que la población la acepte en pago. Esto implica una fuerte pérdida de soberanía y una menor capacidad de reorientar recursos nacionales hacia la provisión de bienes públicos y fines socialmente deseables, por ejemplo un desarrollo de infraestructuras públicas o de políticas industriales.

Esa desconfianza es una manifestación de una política fiscal ineficaz cuya capacidad recaudatoria es poco creíble y que por tanto tiene dificultades para cumplir con su misión de aprovisionar al sector público. 

Sin embargo la obsesión por los tipos de cambio fijos tiene mayores costes que el riesgo inflacionista de una depreciación. Los movimientos suaves en los tipos de cambio no tienen por qué tener un impacto excesivo en el índice de precios de consumo. Una economía que moviliza todos sus recursos productivos y favorece la inversión resulta atractiva para los inversores extranjeros y probablemente generará demanda por su divisa. En cambio porfiar en mantener el tipo de cambio fijo obliga al banco central a mantener tipos de interés muy elevados para que los inversores encuentren atractiva la inversión en la moneda nacional. Esto a la larga no es solo perjudicial para la sostenibilidad de la economía sino que además resulta fútil pues, cuando los inversores quieren deshacer sus posiciones en la moneda local buscarán comprador que no será otro que el el banco central. Éste aguantará hasta que se le acaben las reservas de divisas extranjeras. Esto es lo que le ha pasado al BCRA: ha comprado todos los depósitos en pesos que se le ofrecían a la venta a cambio de los depósitos denominados en dólares que mantenía en su balance hasta que se le han terminado.

Otras medidas antinflacionistas habrían sido más eficaces como acabar con la indexación de salarios públicos y otros precios regulados que contribuyen a perpetuar en el tiempo los episodios inflacionistas. A más largo plazo se podría haber ejecutado una política de desarrollo industrial que ampliase la capacidad productiva de la economía argentina, sobre todo de productos de consumo.
Sin embargo, el gobierno de Macri, quizás cegado por su obsesión de alcanzar el equilibrio fiscal, decidió elevar las tasas y precios regulados ayudando a prolongar la inflación que había heredado de los últimos años del mandato de CFK.

El gobierno argentino siguió avanzando en el catálogo del perfecto neoclásico y decidió que la mejor herramienta para la lucha contra la inflación y la estabilidad cambiara era mantener elevados tipos de interés. En esto no estaba solo pues ya el gobierno de CFK había recurrido a esta herramienta que se supone que reprime la actividad económica y por tanto ayuda a “enfriar” la presión sobre los precios y atraer capital foráneo. El BCRA subió drásticamente los tipos de interés en las subastas de Letras del Banco Central (LEBACs) al 30% en 2014 cuando la inflación ya se había acelerado al 20% en tasa interanual. La medida no parece haber dado los resultados deseados pues los precios siguieron subiendo. El trauma argentino con la inflación presenta rasgos de neurosis. En los medios argentinos se cuestionaba el cálculo oficial del IPC y cuando ganó Macri, éste decretó una “emergencia estadística” asegurando que el cálculo del índice no era fiable. Por eso no tenemos hoy una serie histórica completa del IPC argentino.


Evolución de la tasa de inflación

Los economistas convencionales creen tozudamente que una subida de tipos de interés es la herramienta ideal para contener la inflación. Es cierto que mayores tipos de interés implican un aumento de costes para las empresas, sobre todo si están muy endeudadas, lo cual puede llevarlas a recortar en otras partidas, por ejemplo la de inversión. Un recorte de la inversión es dañino para la economía porque no permite expandir la capacidad productiva, la mejor medida para reducir la inflación a largo plazo. Además es una medida asimétrica porque no está demostrado que una bajada posterior de los tipos de interés permita recuperar la inversión.

Desde la perspectiva de la TMM se cuestiona la utilidad de la política monetaria. Por definición los tipos de interés elevados son inflacionistas. En primer lugar producen un efecto renta ya que un aumento de los intereses sobre la deuda pública implica un aumento del gasto fiscal cuyos beneficiarios podrán dedicar al consumo. Como los intereses de la deuda pública son una referencia para fijar la curva de tipos de interés de los préstamos bancarios, tal subida quizá pueda compensarse con la caída del consumo de los hogares más endeudados y de la inversión en las empresas que se verán obligadas a destinar una mayor parte de sus rentas a sus acreedores. El impacto neto de estos diversos efectos renta es impredecible. 

En todo caso, en poco ayuda a una economía una subida de los tipos de interés. Pero además la curva de tipos de interés le marca una senda inflacionista a los precios de las materias primas. Ceteris paribus, una subida del tipo implica que los precios a futuro de las commodities deberán aumentar hasta cubrir los costes de almacenamiento y el incremento de los costes financieros. Visto de otra manera: si el estado declara que el tipo de interés a un año es el 10% está diciendo también que su moneda, dentro de ese plazo, se depreciará en ese porcentaje. La experiencia argentina parece confirmar esa intuición de la TMM. Si estamos en lo cierto, la política monetaria argentina encerraba en sí las semillas de la derrota al meter al país en un bucle contradictorio e infernal: por una parte los tipos de interés elevados perpetuaban la inflación y la pérdida de competitividad resultante tendía a depreciar la moneda. Este fenómeno se trataría de compensar con tipos de interés elevados para atraer capitales calientes (altamente especulativos) al país . Esta estrategia se parece a la de un jugador de casino que sigue en la partida para recuperar sus pérdidas. Al final perderá siempre y la partida se termina cuando los especuladores deciden deshacerse de sus posiciones en pesos.

La política monetaria de Macri no está exenta de sarcasmo. Nada más llegar al poder el gobierno de Macri puso al frente del BCRA a un monetarista, Sturzenegger (un discípulo de Dornbusch). ¡Un monetarista! Hace ya más de una década que murió Milton Friedman y varias décadas más desde que su escuela perdió toda credibilidad. Pere hete aquí que, en el Cono Sur, han colocado al frente del emisor a un señor que cree que puede controlar la oferta monetaria, ignorando que ésta es una variable endógena que depende de las decisiones de muchos agentes del sector privado. Como monetarista, su fe le hará creer que el banco central no puede ni debe controlar los tipos de interés que deberían situarse en su nivel “natural”. Recientemente Sturzenegger se vio obligado a aplicar una subida de tipos de interés del 25% al 40% tapándose la nariz para defender el tipo de cambio con el dólar. Al infeliz Sturzenegger lo oímos afirmar que los problemas cambiarios de Argentina se derivan de que los mercados no creen en la independencia del Banco Central de la República Argentina y que la culpa fue de la relajación del objetivo de inflación por parte del gobierno (https://www.clarin.com/economia/sturzenegger-admitio-mercado-creia-politica-monetaria_0_SJl1Kr9Az.html). Un clásico de la teoría de las expectativas racionales y la eficiencia de los mercados.
 
El gobierno de Macri, fiel a su doctrina librecambista, decidió acompañar la devaluación inaugural con la supresión del “cepo cambiario” —el conjunto de medidas introducidas por la administración Kirchner que penalizaban la tenencia de moneda extranjera.Los mismos economistas neoclásicos explican por qué esta medida es desacertada con la llamada trinidad de la imposibilidad, un dilema según el cual, es imposible que una nación mantenga tipos de cambio flexibles, libre movimiento de capitales y una política monetaria soberana a la vez. Macri y sus ministros ni siquiera consultaron sus manuales de referencia. Los controles de capitales habrían ayudado a mantener un tipo de cambio más o menos estable y en lenta depreciación. Eliminar estos controles para un país expuesto a violentos episodios especulativos no es una medida acertada porque favorece que el dinero “caliente” haga compras masivas de depósitos en la moneda local y luego salga a mayor velocidad de la que entró en el país cuando encuentra mejores oportunidades de inversión en otros lugares.
Los economistas Pablo Bortz y Nicolás Zeolla explican en un artículo que el saldo de LEBACs, un instrumento de deuda creado para la gestión de la liquidez de los bancos participantes en el sistema interbancario, se ha convertido en un destino de capitales especulativos en el que instituciones financieras que no están supervisados por el BCRA han colocado más de 18 mil millones de dólares. (https://criticalfinance.org/2018/05/17/argentina-from-the-confidence-fairy-to-the-still-devilish-imf/). La fuga de estos inversores, sin cortapisas, ha sido el canario en la jaula de la crisis cambiaria que ha revelado la insensatez de no mantener ni un solo control de capitales. De esta manera Macri preparó la escena final de esta tragicomedia en tres actos.

El último error del gobierno Macri y el que ha llevado al país a pedir el rescate fue endeudar al país en dólares. Convencido de que en el país no hay fondos prestables para financiar al gobierno resultó fácil a los bancos de inversión persuadir a Macri de que le convenía volver a los mercados internacionales de deuda. En los dos últimos años el gobierno argentino y otras administraciones locales colocaron deuda denominada en dólares de EEUU por importe de 132.969 millones de dólares, (http://www.ambito.com/913573-en-la-era-macri-la-emision-de-deuda-ya-supera-los-us-132000-millones). Argentina se convirtió en el mayor emisor de deuda soberana durante el período 2016-2018. Estas emisiones equivalían ya al 24 % del PIB de la nación en 2018. Después de que Argentina se hubiese desembarazado de la onerosa deuda externa que la llevó a la crisis de los años 80 ¿quién mandaría a Macri meterse en este jardín? ¿Nadie le ha explicado que la República Argentina no emite dólares de Estados Unidos?

La explicación absurda pero oficial es que el tipo de interés de la deuda externa en dólares era menor (inferior al 1%) al coste de la deuda en pesos. Pero sabemos que un gobierno que disfruta de soberanía monetaria no tiene una restricción financiera porque, aunque ponga el tipo de interés en un insensato e inflacionario 40%, siempre podrá atender la deuda a su vencimiento. En cambio Argentina no emite el dólar de EEUU. Esa ilusoria ventaja de los bajos tipos de interés queda cancelada por el elevado riesgo de que la moneda nacional se deprecie y que cueste más de lo previsto hacerse con los dólares necesarios para atender los pagos. La explicación de que esa deuda externa en dólares puede servir para comprar bienes de capital del extranjero es poco creíble. Los proveedores de bienes de equipo estarán encantados de venderle a un gobierno sus productos a cambio de pesos. Ya se ocuparán ellos de encontrar compradores para esos depósitos si no los quieren.

Ha bastado que el Tesoro de los EEUU subiera los tipos de interés sobre sus emisiones para que los argentinos empezaran a vender depósitos en pesos para hacerse con depósitos denominados en la moneda norteamericana.

El gobierno argentino se ha encontrado en el predicamento de solicitar la ayuda del FMI después de ver cómo la moneda argentina se hundía complicando sus posibilidades de hacerse con esos dólares necesarios para servir la deuda externa. Se instruyó a Sturzenneger que revirtiera a decisión de flotar el peso y los tipos de interés ascendieron hasta el 40% para contener la venta de la moneda nacional. Fueron precisamente los bancos de inversión como JP Morgan, probablemente quienes más se beneficiaron de las comisiones por la colocación de la deuda externa argentina, los que iniciaron la huida del peso. 

 Evolución del tipo de cambio peso dólar

Nos dicen que el ministro de Hacienda siempre deseó que el FMI volviera a su país porque suministran los fondos más baratos y porque ahora te permite una reducción gradual del déficit. ¡De nuevo la incapacidad de comprender que un soberano monetario no tiene restricciones financieras! https://www.lanacion.com.ar/2135709-nicolas-dujovne-el-gradualismo-es-hijo-de-algo-superior-que-es-el-pragmatismo?utm_campaign=Echobox&utm_medium=Echobox&utm_source=Twitter#link_time=1526653255

Los efectos no han tardado en hacerse notar. Hace pocos días el gobierno ya anunció recortes en la inversión pública (precisamente lo que menos le conviene al país). Es decir, están implementando un plan de recortes anticipándose a las instrucciones del FMI. Parece ser que el gobierno quería conseguir una Línea de Crédito Flexible pero la entidad presidida por Christine Lagarde, de visita en Buenos Aires la pasada semana, impondrá un acuerdo de derecho de giro (Stand-By Agreement), el peor de los mundos posibles porque se acompañará del destructivo recetario tradicional del FMI. O bien Macri es un tarado o es un sádico que ha diseñado esta crisis para utilizar al FMI como excusa para hacer los ajustes que había planeado hacer de todas formas. Pero ni el endeudamiento en dólares era necesario ni mucho menos el recurso al FMI. Siempre tuvo la opción de dejar que el peso se depreciara.