Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

jueves, 20 de junio de 2019

Centenario del nacimiento de Hyman Minsky

Hace 100 años nacía Hyman Minsky un economista poskeynesiano que destacó por su estudio de la banca. Hyman Minsky desarrolló en su obra, Estabilizando una economía inestable, su tesis de la inestabilidad financiera (Minsky, 2008). Este economista pensaba que en la estabilidad se sembraban las semillas de la futura inestabilidad. Las instituciones creadas en la posguerra que habían limitado el desarrollo del negocio bancario generaron un período de gran estabilidad financiera. Paradójicamente, lejos de reforzar la creencia en la utilidad de este entramado institucional, la estabilidad financiera generó una falsa sensación de seguridad que cuestionaba la necesidad de una reglamentación tan prolija. La tesis de la inestabilidad financiera de Minsky plantea que, paradójicamente, estas instituciones destinadas a crear una mayor seguridad en el negocio bancario, han contribuido a validar los comportamientos irresponsables en los que los bancos incurrieron en el pasado. Si un banco actúa de forma imprudente pero tiene la garantía de que, finalmente el estado, le sacará las castañas del fuego, entonces sus gestores tienen incentivos en probar estrategias de crecimiento de su rentabilidad más arriesgadas. Las intervenciones de los gobiernos rescatando a las entidades financieras tienen el peligro de fomentar el riesgo moral que se deriva del hecho de que las decisiones temerarias de los gestores resultaban en una privatización de los beneficios cuando las jugadas salían bien pero las pérdidas se socializaban gracias a las intervenciones del banco central y los fondos de garantía de depósitos cada vez que el sector financiero generaba una crisis. De esta forma se promovieron comportamientos cada vez más irresponsables entre los gestores bancarios. 


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El banco central paga los platos rotos en cada crisis bancaria. Una vez saneado el sistema bancario, normalmente con abundantes aportaciones de dinero público, los gerentes de los bancos suelen actuar con alguna prudencia al principio pero, en cuanto el mercado se calienta, vuelven a incurrir en comportamientos arriesgados y no tardan en aparecen nuevos productos financieros innovadores difíciles de entender para los propios banqueros, ya no digamos el supervisor bancario. Sin embargo, cuanto más aparentemente estable es un sistema financiero más fácil es que los responsables de la gobernanza económica caigan en la autocomplacencia. Si el banco central y el FGD consiguen que las crisis bancarias sean menos graves gracias a sus actuaciones y a la reglamentación, después de un tiempo entre los gobernantes y banqueros quedará la sensación de que el sistema es intrínsecamente estable y no necesita tanta normativa. Entre los años 70 y 90 el consenso entre los responsables de la gobernanza económica fue con el apoyo de las actuaciones de los bancos centrales el sistema tenía capacidad de autorregularse. La confianza en la autorregulación hacía que la legislación y la reglamentación de los supervisores se hubiesen vuelto aparentemente innecesarias. Los legisladores acabarían por aceptar la liberalización del sector financiero ya que la ausencia de crisis financieras les induciría a pensar que la normativa es excesivamente estricta. En la doctrina económica neoliberal dominante a partir de los años 70 la liberalización se vendía como un mecanismo de asignación más eficiente de recursos que favorecería el crecimiento económico.

La utilidad de las instituciones y la reglamentación conservadoras que había limitado el crecimiento del negocio bancario y otorgado una cierta estabilidad a los sistemas financieros en la mayoría de los países occidentales durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial empezó a ser cuestionada. Como dijo Reagan en su discurso inaugural como presidente de los EEUU «el Gobierno no es la solución de nuestro problema; el Gobierno es el problema». EEUU, que había introducido una normativa muy restrictiva gracias a las lecciones aprendidas durante la Gran Depresión, inició el desmoronamiento de las murallas impuestas al negocio bancario. La ley Glass-Steagall —que había restringido el crecimiento del tamaño de los bancos limitando el ámbito de muchos de ellos al ámbito local o estatal, había introducido una separación entre banca de depósitos y banca de inversión y había impedido la colusión de intereses entre grupos industriales y banca al prohibir a los bancos la participación en los consejos de administración de empresas industriales, comerciales y de servicios— fue gradualmente desmantelada hasta ser abolida durante la presidencia de Clinton en los años 90. Muchos atribuyen a esta reforma del sector financiero los comportamientos temerarios que llevaron a la CFG.

sábado, 1 de junio de 2019

Un artículo fallido sobre la teoría monetaria moderna




Recientemente El País, haciéndose eco de la popularidad de la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, publicó un artículo en el que menciona la teoría moderna de la moneda (TMM) por primera vez aunque con un lastimoso retraso histórico. Lamentablemente el titular, «¿Y si se imprimiera dinero para algo más que salvar bancos?», delata que la autora ha eludido fundamentarlo en el asesoramiento de expertos en la TMM. Si lo hubiese hecho jamás habría usado la expresión “imprimir dinero”. Actualmente la mayor parte del dinero se genera mediante un teclado de ordenador. Esta objeción no es meramente semántica: la TMM ha centrado una gran parte de su trabajo en la descripción exacta de cómo funcionan nuestros sistemas monetario, basado en moneda fiduciaria, y bancario.

Entristece que la fuente primordial del artículo haya sido un economista que representa a la escuela austriaca, la más reaccionaria existente. El hecho de haber escrito dos panfletos contra la TMM no valida a Rallo como experto, de hecho su crítica está plagada de errores cuando no de falsedades y manipulaciones. Asimismo nos resulta asombroso que se catalogue a Summers o Krugman como economistas de la izquierda. Estos autores se podrían caracterizar mejor como centristas. En todo caso han demostrado una desidia aun mayor que la de Rallo en sus hostiles debates con la TMM.
La autora podría haber consultado en España a conocedores de la teoría mucho más cualificados tales como Eduardo Garzón, Juan Laborda, Esteban Cruz Hidalgo, Miguel Carrión o quien firma estas líneas, entre otros. Intercalar citas esporádicas de una entrevista a Randall Wray no llega a compensar los desaciertos intencionados de Rallo.

El recurso a esta fuente sesgada malogra todo el artículo con errores que no habrían salido de la boca de un economista de la TMM. Por ejemplo, cuando hablamos de emisión de deuda pública describimos una simple operación dirigida a retirar reservas del sistema bancario y definir los tipos de interés de referencia, no la financiación del estado. Cuando se plantea la financiación de un Green New Deal el artículo no consigue explicar algo básico: éste se financiaría simplemente cuando el estado ejecutara los programas de gasto. Cualquier acto de gasto de un estado implica la creación de dinero ex nihilo.

El artículo recoge también el escándalo de Rallo ante la ruptura del “principio generalmente asumido de la independencia del banco central”. Que Rallo y el mainstream defiendan la independencia de los bancos centrales no significa que sea cierta ni deseable. De hecho los supuestamente independientes bancos centrales exhiben una preocupante dependencia ideológica. Por otra parte los bancos centrales, en los estados que disfrutan de soberanía monetaria, siempre han coordinado su operativa con el Tesoro lo cual invalida su teórica independencia. Tal independencia es una fantasía del mainstream dirigida a justificar la despolitización de nuestras instituciones de gobierno económico.
Para la TMM resulta evidente que los impuestos cumplen una función distinta a la supuesta por los economistas tradicionales. Debatir a estas alturas si los impuestos financian a un estado emisor es una cuestión superada y estamos esperando a que los economistas académicos vayan asumiendo esta realidad gradualmente; al igual que el Banco de Inglaterra y otros bancos centrales ya han aceptado que es el crédito bancario el que crea los depósitos bancarios y no al revés. Esto ha sido así desde el derrumbe del sistema de Bretton Woods y, probablemente, desde hace al menos 6.000 años.
La intención de confundir a los lectores se evidencia cuando Rallo trata de encontrar un punto débil en nuestra teoría al afirmar que “la capacidad de endeudamiento no es ilimitada y en el momento en que tu credibilidad se cuestione, el coste de tus bonos se dispara y tu moneda pierde su valor.” Se trata de un argumento de hombre de paja para atemorizar al lector y prevenirlo contra la TMM.
En primer lugar, la TMM en ningún momento afirma que la capacidad de endeudamiento sea ilimitada. El emisor siempre puede comprar todo aquello que se encuentre a la venta a cambio de su moneda. Pero también señalamos límites al déficit público. Éstos no son financieros sino reales. Si un estado pretendiera comprar recursos escasos o que no están a la venta a cambio de su moneda, o si aceptara pagar precios cada vez mayores a cambio de entregar su moneda, entonces sí podría desencadenar un proceso inflacionista.

En segundo lugar, es evidente que el emisor de moneda en régimen de monopolio podrá atender cualquier vencimiento de la deuda en su propia moneda –queda excluido el endeudamiento en moneda extranjera puesto que no la emite. El concepto de soberanía monetaria es, por tanto, crucial.
Cuando Rallo dice, empleando una terminología imprecisa, que el coste de los bonos se puede disparar, entendemos que se refiere a que el rendimiento de los bonos se puede elevar si el déficit público es excesivo. Está invocando la teoría de los fondos prestables que para el pensamiento neoclásico serían limitados y, por tanto, cualquier aumento de la deuda pública supondría un desplazamiento del sector privado. La experiencia japonesa y la europea más reciente, sin embargo, desmienten la teoría de los fondos prestables y demuestran que el rendimiento de la deuda en el mercado secundario está determinado por las intervenciones del banco central. Japón y EEUU prueban que, lejos de causar una subida de tipos de interés, el gasto deficitario crea nuevas reservas que tienden a llevar los tipos de interés a cero. Las teorías monetarias de Rallo, Krugman o Summers —si es que tienen alguna—no puede explicar este fenómeno. 

Rallo cita una intervención del FMI para estabilizar la libra en 1976. Pues bien, esa intervención no habría sido nunca necesaria si el gobierno británico no se hubiese empeñado en garantizar la convertibilidad de la libra a la moneda de otro estado soberano. Reiteramos que la TMM considera que la soberanía monetaria es fundamental para asegurar que los estados puedan alcanzar el máximo espacio fiscal. Además Bill Mitchell ha señalado que el recurso del ministro de Hacienda Healy al FMI fue un ardid para amedrentar a una población a la que se pretendía someter al monetarismo repitiendo el mantra del “no hay alternativa” (http://bilbo.economicoutlook.net/blog/?p=33803).
Es evidente que, para la TMM, la credibilidad de las instituciones es decisiva, sobre todo la capacidad de exigir el cobro de impuestos y de estabilizar los precios determinando lo que el estado exige a cambio de entregar una unidad de su moneda. Es cierto que la TMM entiende que los impuestos pueden utilizarse para luchar contra la inflación, en el caso de que se produjere. Pero la TMM tiene una teoría de la inflación mucho más desarrollada y propone preferentemente otras herramientas de estabilización de precios que Rallo no menciona como el plan de trabajo garantizado o las políticas de gasto público dirigido. No es éste el lugar para comentar por qué se producen procesos de hiperinflación pero nuestra teoría de la inflación ayuda a entenderlos mucho mejor. Los episodios de hiperinflación históricamente sufridos por la República de Weimar, Zimbabue, Hungría o, más recientemente, Venezuela no se derivan de fenómenos monetarios, ya que la masa monetaria suele quedar determinada como variable endógena, sino de la destrucción del tejido productivo como consecuencia de conflictos bélicos o crisis políticas que llevan a la desestructuración de las instituciones.

Afirmar que el primer texto académico sobre TMM se ha publicado este año también es falso. Los proponentes llevan décadas trabajando y han producido una abundantísima bibliografía académica. Lo que han hecho este año Randall Wray, Bill Mitchell y Martin Watts es presentar un manual de macroeconomía pero los textos académicos no se limitan a la producción de manuales.