Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Karl Polanyi


El ataque robótico: ¿destruirá la tecnología los empleos retribuidos?

Una versión abreviada de este post se publicó el 13 de diciembre de 2016 en la sección Luces Rojas de Infolibre

El efecto de Brunel: nada nuevo en el capitalismo

George Gardiner narra como el ingeniero Marc Brunel introdujo en la armada británica a principios del siglo XIX una máquina que permitía fabricar automáticamente bloques de aparejo empleando tan solo a 10 personas donde el proceso manual tradicional requería el empleo de 110 personas expertas. Al parecer esta fue la primera vez que maquinas-herramientas completamente metálicas se empleaban para producción en masa. El ahorro en costes fue el equivalente al de un año de producción aunque el coste de producir las máquinas le supuso a Brunel tres veces ese mismo ahorro. Si bien se habían perdido 110 empleos se habían empleado 410 personas en fabricar esta máquina. Temporalmente el empleo había crecido pero, una vez fabricadas las máquinas, el empleo en fabricación de bloques de aparejo había caído. En definitiva la inversión en bienes de equipamiento había tenido un efecto deflacionista al reducir las rentas totales de los factores de producción. Esa caída en las rentas se traduciría, por la identidad macroeconómica entre ingresos y gastos, en una reducción de la demanda agregada y por tanto del PIB. Gardiner bautiza este fenómeno ‘el efecto Brunel’ (Gardiner, 2004, págs. 160-61).

El impacto final del ahorro de trabajo causado por la tecnología depende de si se crea nuevo poder adquisitivo para reorientar los recursos liberados a nuevas actividades. En el ejemplo anterior, si el gobierno británico hubiese pagado la compra de las máquinas de Brunel elevando los impuestos, habría retirado poder adquisitivo del público desviándolo hacia el gobierno por importe equivalente. Si hubiese pedido un préstamo para pagar la inversión, el efecto habría sido parecido pues habría retirado ahorros, es decir rentas no gastadas, del sector privado. En cambio, si hubiese financiado la inversión con nuevo dinero, es decir con un aumento del gasto deficitario, habría habido un incremento de la demanda equivalente al empleo luego destruido por la inversión tecnológica, y se habrían mantenido los niveles de producción y ocupación.

Esta vez es diferente: La amenaza robótica

El temor a la destrucción del empleo causado por el cambio tecnológico es un tema recurrente. Ya a principios del siglo XIX el movimiento ludita llevó a los trabajadores textiles ingleses a destruir la maquinaria utilizada en el incipiente proceso de industrialización. Sin embargo el trascurso del tiempo demostraría que las nuevas tecnologías también demandarían nuevos puestos de trabajo y la humanidad seguiría avanzando creando niveles de bienestar más elevados. Es cierto que la industrialización se hizo a lomos de un proletariado brutalmente explotado. Sin embargo, los movimientos sindicales y la protección del estado consiguieron corregir los peores aspectos de un capitalismo despiadado haciendo que los niveles de bienestar aumentasen para toda la sociedad. Recientemente Louis Anslow ha publicado un post que repasa todas las ocasiones en las que se ha anunciado que las maquinas acabarían con el trabajo humano. 

Sospechosamente estas profecías coincidieron siempre con períodos de elevado desempleo. En 1930 el mismo Albert Einstein culpó a las máquinas del desempleo. Ganaría el premio Nobel de Física pero sin duda no el de Economía. John Maynard Keynes también cayó en este error y culpó a la tecnología del desempleo llegando a acuñar el término “desempleo tecnológico”. Anslow explica que el uso del término “desempleo tecnológico” reaparecía y se popularizaba cada vez que aumentaba el desempleo en un ciclo recesivo. Keynes escribió en los años 30 del siglo XX un célebre ensayo en el que profetizaba que «el desempleo causado por nuestro descubrimiento de medios para economizar el uso de trabajo correrá a un ritmo más veloz que al que podemos encontrar nuevos usos para el trabajo» (Keynes, Economic possibilities for our grandchildren, 1930).

El artículo de Anslow nos da más ejemplos de cómo el temor a la tecnología resurgía década tras década. En 1940 el presidente de MIT, Karl Compton, rebatió al presidente Roosevelt quien veía un problema en la mecanización. Un senador de los EEUU ya propuso un impuesto sobre las máquinas. En los años 50 se propuso una investigación del congreso sobre la cuestión de la pérdida masiva de empleos causada por los robots. El presidente Eisenhower desmintió esas amenazas y dijo que “esos mismos temores habían atemorizado a la gente durante 150 años y siempre se habían demostrado sin fundamento”.



La década siguiente vio cómo el temor a la automatización y la robotización arreciaban. Un economista rogaba al presidente Kennedy que convocara una conferencia sobre el desempleo que causaban la tecnología y la automatización. Los medios anunciaban el fin de todo el empleo de baja cualificación en 10 años y Time sacaba un artículo en el que decía que “el alza en el desempleo ha despertado nuevas alarmas sobre una antigua palabra amenazadora: la automatización. ¿Cuánto ha contribuido la rápida expansión del cambio tecnológico al pico actual de 5.400.000 parados?”. El secretario del trabajo W. Willard Wirtz advirtió de un "tropel de empleo sobrante" incluso en épocas de bonanza.

En la década de los 70 el primer ministro británico James Callaghan recurría a un think tank para que se investigase la pérdida de empleo causada por la informática. En 1980 el New York Times sacaba un artículo titulado “un robot persigue tu empleo (Anslow, 2016). En 1995 el economista, sociólogo y pensador estadounidense, Jeremy Rifkin, publicó un libro titulado El Fin del Trabajo. En esta obra profetizaba que, a diferencia de otras épocas en las que el cambio tecnológico había desplazado a trabajadores de actividades manuales creando sin embargo nuevas oportunidades profesionales, la nueva revolución industrial basada en la automatización, la robótica, la inteligencia artificial y la informática estaba desplazando a millones de trabajadores sin crear nuevas oportunidades profesionales en contrapartida. En las conclusiones a su libro Rifkin advierte ominosamente que

Esto es lo que sabemos con certeza: entramos en un nuevo período de la historia en el que las máquinas sustituirán cada vez más trabajo humano en la producción de bienes y servicios. Aunque los calendarios son difíciles de predecir, nos encontramos en un camino irreversible a un futuro automatizado y probablemente nos acercaremos a una era sin trabajadores, al menos en la producción de bienes y servicios, hacia principios del próximo siglo. (…) El fin del trabajo podría pronunciar una sentencia de muerte de la civilización tal como la hemos llegado a conocer. El fin del trabajo podría también señalar el comienzo de una gran transformación social, un renacimiento del espíritu humano. El futuro está al alcance de nuestras manos (Rifkin, J. 1995).

La percepción negativa de la automatización se debe en parte a que no se entienden completamente las causas de su introducción en los entornos industriales y no necesariamente se explican por la necesidad de ahorrar costes laborales. La robótica genera directamente nuevos puestos de trabajo relacionados con el diseño, la fabricación, la operación y el mantenimiento de estos equipos. Además, algunas industrias no serían viables porque requieren unos niveles de precisión y calidad que no son factibles sin el uso de robots. Podemos citar la electrónica —ordenadores, teléfonos móviles— o las energías renovables —células fotovoltaicas— como ejemplos paradigmáticos.
Por otra parte, la mecanización y la robótica suprimen trabajos pesados, repetitivos o que generan estrés y lesiones en los trabajadores. En ocasiones las condiciones de trabajo pueden ser tan penosas o peligrosas que sería ilegal que las hiciera una persona. La industria más robotizada sin duda es la del automóvil. En ella las tareas de soldadura y pintado las realizan máquinas robotizadas. En contrapartida, el aumento de la productividad obliga a generar empleos para dar salida a los nuevos productos creando oportunidades en los sectores de los servicios, la logística y la distribución. Por supuesto, uno de los factores que impulsan la entrada de los robots son los costes laborales relativos. Si los salarios chinos son mucho más baratos que los de Alemania o Japón, la robotización es una forma de mantener abiertas plantas que de otra manera se cerrarían.Es importante entender que la robótica no tiene por qué tener un efecto neto negativo sobre el empleo. Pese a que debe tomarse con cautela, porque responde a unos intereses de parte, un informe elaborado para la International Federation of Robotics (IFR) estimaba que en seis países estudiados (EEUU, Alemania, Japón, Corea, Brasil y China) se crearon 9 a 12 millones de nuevos empleos gracias a la robótica entre 2000 y 2016 (Gorle & Clive, 2013).

Sin embargo, las altas tasas de desempleo experimentadas en Europa parecerían confirmar el fin del empleo pronosticado por Rifkin. En España las tasas de desempleo han alcanzado niveles espeluznantes y en toda la zona euro las tasas son históricamente elevadas. ¿Esta vez es verdad que viene el lobo robótico? Me parece una hipótesis demasiado fácil de rebatir. Si fuese cierto que la inversión en robots estuviese destruyendo puestos de trabajo observaríamos este fenómeno con mayor intensidad en países con mayor inversión en este tipo de bienes de equipo. Sin embargo, es precisamente en los países más robotizados donde las tasas de desempleo son más bajas.

El siguiente gráfico pone en relación la tasa de desempleo con la densidad robótica (robots instalados por cada 10.000 empleados en la industria) y en él se observa una relación más bien inversa entre robotización y desempleo. Países altamente robotizados como Japón, Corea del Sur y Alemania mantienen tasas de desempleo relativamente bajas. En España, en cambio, menos robotizada, la tasa de paro es obscenamente alta.


Ilustración 1. Fuentes: IFR para la densidad robótica; Eurostat para desempleo en países europeos y Trading Economics para desempleo en los restantes países.

No es la tecnología, es el gobierno

La Crisis Financiera Global provocó una subida del desempleo intensa en todos los países de la OCDE. Sin embargo la mayoría de las economías de ese club han recuperado niveles parecidos o inferiores a los del inicio de la crisis. En Japón la tasa de desempleo actualmente es del 3,38%, en Corea del Sur del 3,64% y en EEUU del 5,29% tras alcanzar un pico de 9.62% en 2010. Solo los países de la Eurozona mantienen tasas de desempleo superiores al 10% y dentro de ella se encuentran campeones mundiales del desempleo como España, Grecia o Italia. Si naciones altamente industrializadas y densamente robotizadas han conseguido recuperar los niveles de empleo anteriores a la crisis entonces claramente la causa del desempleo debe buscarse en causas coyunturales y no en la tecnología.

La automatización permite liberar mano de obra de tareas rutinarias o pesadas que puede ser reubicada en tareas incluso más gratas. Pero liberar trabajadores puede ser un problema en un país donde no se crean nuevas oportunidades laborales. La condición necesaria, como en el ejemplo de Gardiner, es que exista financiación para poner en marcha estas nuevas actividades. Éste no es el caso de los países pertenecientes a la zona euro en donde la creación de moneda por los estados está restringida por los tratados de la Unión Europea y la creación de crédito depende solo de las expectativas del negocio bancario.

La estadística sugiere más bien que el caso español es una aberración dentro de una zona geográfica que se comporta como una anomalía. Los datos estadísticos de nuestra economía muestran una correlación elevadísima entre la caída de la inversión y de la ocupación entre 2007 y 2013 (Ilustración 2). La caída en la confianza en diversos sectores privados también correlaciona con un incremento de la tasa de desempleo, sobre todo el sector de la construcción (Ilustración 3). Finalmente el crecimiento del crédito a hogares y empresas muestra una desaceleración en el primer trimestre de 2007 —momento que coincide con el inicio de la crisis y las primeras pérdidas de empleo— e incluso se vuelve negativo a finales de 2013 —momento álgido del desempleo– (Ilustración 4).


Ilustración 2. Variación interanual de la tasa de ocupación y de la formación bruta de capital fijo. Elaboración propia a partir de datos publicados por el INE.

Ilustración 3. Evolución de la tasa de paro y de los índices de confianza de los sectores de la construcción, industrial y minorista. Fuente de los datos: INE. Se han invertido las escalas de los índices de confianza.


Ilustración 4. Evolución interanual del crédito a hogares y empresas. Fuente de los datos: Banco de España


Así pues, la causa del desempleo no fue la tecnología sino una insuficiente demanda agregada motivada por el fin de la burbuja inmobiliaria que habían financiado los bancos. Una actuación oportuna del estado que hubiese creado nuevo dinero en el inicio de la crisis con gasto deficitario habría detenido la hemorragia de los empleos remunerados. Las políticas de la UE han creado un problema de gran gravedad, pero se despista a la población con explicaciones oportunistas.

Ofuscadas, las izquierdas han caído en la trampa de atribuir el desempleo a la globalización y a la tecnología. Ante un problema que el diseño institucional del euro ha creado, en lugar de buscar la respuesta adecuada exigiendo la abolición de los criterios irracionales de Maastricht y oponiéndose a los planes de consolidación fiscal, gran parte de la izquierda se resigna ante un problema cuya solución no acierta a ver. Es entonces cuando se postula el reparto del trabajo –como si fuese un bien escaso que debe ser racionado— o se propone una magra renta básica para que los excluidos no protesten.

Incluso, si aceptáramos que la tecnología estuviera generando desempleo de forma tan rápida que no diese tiempo para reubicar a trabajadores desplazados por la tecnología  ¿por qué no podríamos implantar reglamentación que la frenara para permitir una adaptación de la sociedad más gradual o directamente impida la robotización en ámbitos que consideremos inadecuados? Debemos convencernos de que no es el hombre el que está al servicio de la Economía sino que es ella la que debe servirnos. Poner al hombre en el centro puede significar, por ejemplo, que decidamos prohibir los vehículos sin conductor o cerrar la plataforma Uber porque compite de forma desleal con el colectivo de transporte reglado de pasajeros. En la industria del automóvil las zonas robotizadas de las no robotizadas están separadas porque las máquinas podrían crear peligro para los seres humanos ya que no pueden tener conciencia de su entorno. Este es uno solo de los ejemplos de limitación reglamentaria a la expansión de los robots en la fábrica. Luchar contra el desempleo es una responsabilidad del estado, nuestro agente para resolver los problemas que el sector privado no puede o no quiere.

Referencias

Anslow, L. (26 de noviembre de 2016). www.timeline.com. Obtenido de Robots have been about to take all the jobs for more than 200 years: https://timeline.com/robotshavebeenabouttotakeallthejobsformorethan200years5c9c08a2f41d#.
Gardiner, G. (2004). The Primacy of Trade Debts in the Development of Money. En L. Wray, Credit and State Theories of Money (págs. 160-161). Northampton, MA: Edward Elgar.
Gorle, P., & Clive, A. (2013). Positive Impact of Industrial Robots on Employement. Londres: Metra Martech.
Keynes, J. M. (1930). Economic possibilities for our grandchildren. En J. M. Keynes, Essays in Persuassion.



viernes, 9 de diciembre de 2016

Vídeo píldora: la inversión pública

Un vídeo sobre la inversión público hecho en colaboración con Rete MMT

¿Qué es el dinero? Parte III

El  dinero vertical

Ésta es la tercera parte de una serie que estoy escribiendo sobre el dinero. Los posts anteriores fueron:

¿Qué es el dinero? Parte I
¿Qué es el dinero? Parte II

En este post hablaremos de la diferencia entre el dinero 'vertical' y el dinero 'horizontal'. En los dos posts anteriores sobre la creación del dinero explicamos que:
  1. El estado, que detiene el monopolio dela fuerza, tiene necesidad de aprovisionarse de recursos reales. Estos pueden ser trabajo, bienes o servicios.
  2. El Estado impone tributos denominados en moneda (dinero del estado), de la cual es el emisor en exclusiva.
  3. En el sector privado nace la demanda de moneda, único objeto útil para pagar los impuestos, y por tanto una oferta equivalente de trabajo, bienes y servicios.
  4. Los ciudadanos venden trabajo, bienes y servicios al estado a cambio de la moneda que necesitan para pagar los impuestos.
  5. Pero ¡atención! Los ciudadanos no quieren devolver toda la moneda al estado. La moneda no utilizada para pagar los impuestos es acumulada como ahorro neto del sector privado. La única manera posible de que este deseo sea viable es si el estado está dispuesto a recuperar menos moneda vía impuestos de la que ha inyectado vía gasto público, es decir incurriendo en lo que algunos llaman déficit público pero que también podemos llamar ahorro neto del sector privado. 
Por tanto podemos afirmar que

1 euro de déficit público = 1 euro de nuevo ahorro neto del sector no gubernamental.
Dado que el déficit público crea nueva deuda del estado también podemos establecer la identidad

1 euro de deuda pública = 1 euro de ahorro financiero el sector no gubernamental
(Nota: El sector no gubernamental incluimos a hogares, empresas, entidades financieras y el resto del  mundo. En adelante supondremos que no existe un sector exterior para simplificar el análisis; en otra ocasión hablaremos de él así que en lo sucesivo hablaremos de 'sector privado').

Recordemos que este ahorro financiero, materializado en dinero del estado es un crédito fiscal. Su tenedor siempre lo tendrá disponible para saldar la deuda que le impone el estado en forma de impuestos.

El ahorro neto del sector privado


En el primer post de esta serie expliqué que cualquiera puede crear dinero, la cuestión es que éste sea aceptado para que pueda circular en la economía. Pongamos un ejemplo:
  • Supongamos que Mengano se corta el pelo en la peluquería de zutano. El corte cuesta 15 euros pero mengano se ha olvidado ese día la cartera en casa. Le deja a deber esa cantidad.
  • Zutano se va después de trabajar al bar de Fulano donde cena por 20 euros. Como es un cliente habitual tiene cuenta en el bar y la consumición se apunta en su cuenta.
  • Finalmente, Fulano encarga a su proveedor de butano -que resulta ser Mengano- un par de bombonas. Deja a deber 22 euros que Mengano apunta en la cuenta de su cliente.

Resumamos la resultante de las transacciones anteriores en la siguiente tabla:
Agente
Ingreso
Gasto
Saldo
Mengano
22€
15€
7€
Zutano
15€
20€
-5€
Fulano
20€
22€
-2€
Saldo
57€
57€
0€

Podemos considerar que todos los agentes han recibido pagarés de los demás y que también los han emitido a favor de los otros. Vemos que algunos agentes han acabado con una diferencia positiva entre lo que adeudan y lo que se les debe pero otros deben más de lo que les adeudan. Podríamos decir que Mengano es un ahorrador y que en cambio Zutano y Fulano han desahorrado. Sin embargo, si sumamos todas saldos observamos que la posición financiera neta de los tres agentes de nuestro ejemplo es 0€. Si bien en este circuito económico hay ahorradores y desahorradores en agregado todos ellos no podrían crear un ahorro financiero neto.

Metamos ahora al estado en nuestro ejemplo. Supongamos que Mengano es proveedor de combustible del coche oficial del ministro y que el estado le ha pagado 30 euros por llenar el depósito en su gasolinera. Por otra parte supongamos que Zutano y Fulano le deben 10 euros cada uno en impuestos al estado.

La tabla anterior quedaría ahora como sigue:
Agente
Ingreso
Gasto
Saldo
Mengano
52€
15€
37€
Zutano
15€
30€
-15€
Fulano
20€
32€
-12€
Total sector privado
87€
77€
10€
Estado
20€
30€
-10€

Vemos que ahora el sector privado, en agregado, tiene una posición financiera neta positiva; en otras palabras ha generado un ahorro que es equivalente al déficit del estado.El déficit del estado es pues idéntico al ahorro neto del sector privado. Como vemos en el ejemplo, solo si existe otro sector dispuesto a endeudarse podrá el sector privado tener una posición financiera neta positiva. Esto nos permite desmitificar el sentido real del saldo presupuestario del estado. Cuando los políticos, la prensa económica y ciertos economistas nos dicen que "el déficit público es excesivo" o nos crean ansiedad porque la "deuda pública llega al 100% del PIB" y que hay que recortar gastos lo que nos están diciendo, en realidad, es que quieren reducir el ahorro del sector privado. Por cierto estos mismos expertos no suelen tener en cuenta que quizás el sector privado sí quiera tener esos ahorros y no desea reducirlos.

Si imaginamos que todos los pagos y cobros del estado estuviesen contabilizados en una gran hoja de cálculo el déficit público podría verse como la diferencia entre los créditos fiscales que el estado ha entregado a los agentes del sector privado menos los créditos que se han cancelado o utilizado en el pago de e los impuestos. Por eso en la ilustración representamos el pago de impuestos como un cubo de basura:el pago de impuestos destruye el dinero creado por el estado. En realidad el dinero del estado no es muy diferente a una entrada para un campo de fútbol. Una vez que el espectador ha pasado el control de entrada el billete se rasga y no puede ser utilizado de nuevo.


El dinero horizontal

Volvamos a analizar las transacciones del sector privado. Supongamos que Zutano quiere saldar su deuda con Mengano. Podría decirle: "Mira, Fulano, me ha dado un pagaré por 22€. Te lo doy de esta manera cobras mi deuda de Fulano. En un circuito tan estrecho en el que los agentes se conocen podría ser posible tal transacción. Sin embargo, en la economía de mercado real hay miles de agentes operando y es improbable unos agentes acepten en pago los pagarés de otras personas a las que no conocen. No es fácil que el pagaré de un individuo poco conocido circule ampliamente y sea aceptado como dinero. Recordemos que Randall Wray decía:
Una deuda puede ser incobrable lo cual quiere decir que el crédito es importante, "no todos los dineros han sido creados iguales"

Por eso han surgido unos intermediarios especiales llamados bancos. Los bancos no intermedian fondos prestables como creen, no solo la mayoría de las personas legas en economía, sino también la mayoría de los economistas. Es decir, un banco no toma el dinero de Zutano y se lo presta a Mengano. Eso es lo que hace un prestamista usurero. La función de un banco es bien distinta: intermediar en el crédito. En definitiva un banco evalúa a cada uno de sus clientes y determina si es merecedor o no de la confianza de los restantes agentes. Si un cliente es digno de crédito o aporta suficientes garantías en forma de avales, bienes pignorados o activos inmobiliarios hipotecables el banco le abrirá una línea de crédito, le dará una tarjeta de crédito o constituirá un préstamo a su favor. En el mismo acto abrirá un depósito a favor de su cliente y, en definitiva ha creado nuevo dinero, dinero bancario, mediante un simple apunte contable registrado en un ordenador.

Se han producido dos intercambios de pagarés. Por una parte Zutano ha recibido un depósito que es poder de compra que se puede utilizar inmediatamente. Por otra parte Zutano se compromete a devolverle al banco ese mismo importante en el futuro y además a pagar unos intereses periódicamente. En la transacción se van a producir dos secuencias de flujos de caja: uno de salida desde el banco al beneficiario del crédito; otro de importe equivalente pero en un tiempo futuro, en una o varias cuotas incrementado por el importe de los intereses. El banco debe confiar en que el cliente será capaz de generar este segundo flujo de caja porque solo el primero es cierto.

Sigamos con nuestro ejemplo. Si Zutano ha recibido un crédito de su banco podrá saldar su deuda con Mengano transfiriendo fondos de su cuenta bancaria a la de Mengano. Mengano aceptará el dinero bancario porque un banco es una entidad que goza de crédito entre otras razones porque el estado está dispuesto a respaldar las emisiones de dinero del banco y porque el estado está dispuesto a aceptar el dinero bancario en pago de las deudas tributarias. Mengano sabe que el dinero del banco es mucho más útil que el pagaré de Zutano porque es un poder de compra que cualquier otra persona aceptará. A su vez Mengano puede saldar su deuda con Fulano con el dinero depositado en su cuenta bancaria. De esta manera se produce una circulación 'horizontal' del dinero bancario.

Así pues en el circuito económico pueden circular dos tipos de dinero:

  • El dinero del estado, que en realidad podemos considerar un crédito fiscal que puede transferir de unos agentes a otros, hasta que se cancela definitivamente al producirse el pago de impuestos. Podemos llamarlo dinero vertical.
  • El dinero bancario, que también puede transferirse de unos agentes a otros, que se cancela gradualmente a medida que los clientes van devolviendo el principal del préstamo. Podemos llamarlo también dinero horizontal.
Observemos sin embargo que el dinero bancario no añade activos financieros netos al sector privado. La razón es que si el banco ha creado un pasivo y un activo por el mismo importe: un préstamo y un depósito. Si miramos la situación del balance de Zutano también cuenta con un activo (el depósito en el banco) y un pasivo (el préstamo del banco). Cuando Zutano transfiere ese dinero a Mengano ha saldado su deuda con éste pero ahora quien está en deuda con Mengano es un banco. Sin embargo en agregado el ahorro neto del sector privado es cero.

En el siguiente post hablaremos de un tipo especial de dinero: las reservas bancarias.

Nota: Agradezco a ReteMMT la autorización para utilizar imágenes parecidas a las que emplean en sus documentos de formación.

sábado, 19 de noviembre de 2016

¿Qué es el dinero? Parte II.

En el post anterior sobre el dinero explicábamos que el dinero se podía definir como una deuda "monetizable", es decir, que se podía asignar a un tercero en una transacción comercial. Lo que le confiere la característica de "moneda" es que sea aceptable por la otra parte porque el emisor sea considerado digno de crédito. Normalmente, cuando pensamos en dinero, pensamos sobre todo en el creado por el estado. Esto es consistente con la afirmación de que el estado es el creador en régimen de monopolio del dinero. Sin embargo este monopolio se refiere a la definición de la unidad de cuenta y la determinación de su valor. Pero otros agentes crean dinero.

Quienes tengan algunos años recordarán las letras de cambio. Actualmente son una antigualla pero hasta los años 80 era habitual pagar a los proveedores con una letra de cambio. La letra de cambio era un documento privado muy empleado en el tráfico comercial. Normalmente tenían vencimientos a plazos de 30, 60, 90 días o incluso plazos superiores. En una letra de cambio intervienen tres sujetos: el librador, el librado y el tomador o tenedor.
  • El librador o girador es la persona que emite la letra, incluyendo en el documento una orden de pago.
  • El librado es la persona designada por el librador en el título, es quien debe cumplir con la orden de pago, para lo cual deberá aceptar la letra, convirtiéndose en aceptante u obligado cambiario.
  • El tenedor o tomador es el sujeto que recibe la letra y la posee legitimamente, pudiendo exigir el cumplimiento de la orden de pago al librado llegado el momento del vencimiento.
Una característica de la letra de cambio es que puede ser endosada a un tercero. Es decir, si un comerciante tiene en su cartera letras de sus clientes no vencidas, podría utilizarlas para saldar sus propias deudas con terceros endosándoles letras entregadas por sus clientes (el librador o librado en la el título de crédito). En épocas en las que había poco dinero creado por el estado este tipo de papel comercial podía circular como si fuera dinero. En la siguiente imagen podemos ver el anverso y reverso de la letra de cambio. Es importante fijarse en el reverso pues en él existe espacio para sucesivos endosos de la letra de cambio. En cada transacción el endosante transmite el documento a un nuevo tenedor pero cada endosante sigue siendo responsable en el caso de que el librado no atienda el pago al vencimiento. Por eso una letra era tan buena como las firmas que aparecían en el documento. 



La letra de cambio surgió en le Edad Media y era en las famosas ferias, como la de Medina del Campo en Castilla, donde estas letras se compensaban saldándose la diferencia con numerario. Hasta el siglo XIX este tipo de documentos de crédito circularon ampliamente y era habitual ver una larga lista de firmas debida a sucesivos endosos. Si el espacio del reverso se agotaba se podían añadir más páginas para nuevos endosos.  Debido a su vinculación con el tráfico mercantil el volumen emitido se correspondía con el nivel de actividad económica. Sin embargo el nuevo tomador podía aceptar el papel con un descuento respecto al importe librado originalmente. Cuanto menor era el crédito de las firmas que aparecía en el documento mayor era el descuento que podía exigir un nuevo tomador.

Las letras de cambio se acercan mucho a la definición de dinero de Geoffrey W. Gardiner.
Si una obligación es endosable, puede ser utilizada no solo como medio de cambio sino también como reserva de valor. Si esta obligación no solo es endosable sino que además está expresada en términos de una medida patrón de valor, puede ser apropiadamente considerada como dinero. 
Sin embargo la letra de cambio no siempre se transmitían por su valor nominal. Quienes trabajamos en los 80 en departamentos financieros de las empresas recordaremos que era habitual que las empresas negociasen con sus bancos una línea de descuento de papel comercial. Para obtener liquidez, es decir, depósitos, un dinero con mayor grado de aceptación que una letra, llevábamos las letras de cambio que aun no habían vendido al banco donde las endosábamos con un descuento calculado en función de un tipo de interés y el plazo pendiente para su vencimiento para anticipar el cobro. Esto ocurría porque nosotros podíamos conocer a nuestros clientes y por tanto hacernos una idea cabal de su solvencia pero nuestros proveedores quizás no y por tanto era complicado a veces saldar nuestra deuda endosándoles letras de nuestros clientes Había proveedores que solo aceptaban en pago dinero bancario. De esta forma recibíamos un depósito en nuestra cuenta del banco y podíamos utilizar ese dinero para saldar nuestras deudas. En ocasiones recibíamos una sorpresa desagradable porque la letra que habíamos descontado no se atendía a su vencimiento y el banco nos cargaba en cuenta el importe nominal de la letra más una comisión de impago. Claramente las letras de cambio no son tan buenas como otros tipos de dinero.

Los bancos también crean una forma de dinero que llamamos depósitos bancarios. Estos depósitos pueden ser exigibles a la vista, en cuyo caso hablamos de cuentas corrientes, o pueden tener un plazo de vencimiento a partir del cual podemos disponer de su saldo, los depósitos o imposiciones a plazo. Cuando saldo una deuda puedo utilizar dinero del estado -billetes y monedas pero, -sobre todo para transacciones de mayor importe- puedo ordenar una transferencia desde mi cuenta bancario a la de mi acreedor. A diferencia de las letras de cambio, el dinero de mi cuenta bancaria se aceptará por su valor nominal sin descuento.

¿Por qué el dinero bancario tiene mayor aceptación que la de un comerciante? En los sistemas modernos el estado reconoce algunas formas de dinero aceptándolos como medio de pago. Puedo pagar mis impuestos con dinero del estado y también con transferencias desde mi cuenta bancaria (dinero bancario) pero no con una letra de cambio. Ésta es la razón principal por la que el dinero bancario tiene un grado de aceptación tan alto como el del estado. Pero hay otras. En primer lugar los estados modernos han creado fondos de garantía de depósitos que nos aseguran que cobraremos al menos una parte de nuestros depósitos en el caso de que nuestra entidad bancaria se volviera insolvente. Los bancos centrales están dispuestos a facilitar líneas de liquidez de emergencia a los bancos. Además, los bancos mantienen posiciones en títulos cotizados de alta calificación crediticia en sus balances para el caso de que necesiten generar liquidez inmediatamente. Los bancos centrales están dispuestos a comprar estos títulos y de esta manera ayudan a mantener la solvencia y liquidez de un banco en apuros. En definitiva es el respaldo del estado y su disposición a compartir el monopolio con los bancos el que permite que el dinero de éstos tenga la máxima aceptación. Este es un privilegio que concede el estado únicamente a quienes tienen una ficha bancaria y por tanto seguimos hablando de un régimen de monopolio (Observen que esto solo aplica para aquellos estados que disfrutan de soberanía monetaria. Éste no es el caso de los estados miembro del euro.)




Geoffery Ingham resume de esta manera la cuestión de la jerarquía del dinero:
Por tanto, si bien todo dinero es un crédito (o deuda) no se sigue que sea cierto lo contrario. No todo el crédito (o deuda) es dinero. (...) Es la trasferebilidad extensiva de la deuda y la creación de una jerarquía de aceptabilidad la que fue de importancia crucial en el desarrollo de una forma de dinero crediticio (circulante) (Ingham 2004). 

Una deuda puede ser incobrable lo cual quiere decir que el crédito es importante, "no todos los dineros han sido creados iguales". (Wray, 2012)
Así que para resumir, las tres proposiciones de Randall Wray son:

  • El dinero compra bienes y los bienes compran dinero pero los bienes no compran bienes.
  • El dinero siempre es deuda, no puede ser una mercancía, porque si no se violaría la proposición anterior
  • Una deuda puede ser incobrable lo cual quiere decir que el crédito es importante, "no todos los dineros han sido creados iguales".
En la siguiente parte profundizamos en la diferencia entre dinero bancario y dinero del estado y por tanto hablaremos de la diferencia entre dinero 'vertical' y 'horizontal'.


Referencias

Gardiner, G.W. The Primay of Trade Debts in the Development of Money. Capítulo en el libro Credit and State Theory of Money (2004), obra colectiva editada por Randall Wray. Edward Elgar, Chettenham, RU - Northampton MA, USA.

Ingham, G. The Emergence of Capitalist Credit Money. Capítulo en el libro Credit and State Theory of Money (2004), obra colectiva editada por Randall Wray. Edward Elgar, Chettenham, RU - Northampton MA, USA.

Wray, R. Modern Money Theory. A Primer on Macroeconomics for Sovereign Monetary Systems. (2012) Palgrave MacMillan. New York.

martes, 15 de noviembre de 2016

La crisis del PSOE, explicada a los italianos

Los compañeros de Rete MMT me publican un artículo que explica el golpe dentro del PSOE que llevó a Rajoy al poder. (En italiano). En el siguiente enlace se encuentra el artículo:


“Coup de parti” nel Partito Socialista Spagnolo

jueves, 10 de noviembre de 2016

¿Qué es el dinero? Parte I.

Está bien que la gente de la nación no entienda nuestro sistema bancario y monetario porque, si fuera el caso, creo que habría una revolución antes de mañana por la mañana.


Henry Ford

¿Qué es el dinero? Esta es una de las preguntas que se han respondido con mayor ofuscación entre los economistas. Sabemos que el dinero es útil pues nos sirve para realizar nuestras compras o incluso como medio de conservar una riqueza financiera. También sabemos que sirve para saldar nuestras deudas con nuestros acreedores. Sobre la utilidad del dinero no hay dudas entre los economistas. Donde existen diferencias a veces irreconciliables es en la comprensión de la naturaleza del dinero. El problema surge de nuestra historia monetaria pues hasta principios el siglo pasado del dinero presentaba la forma de un objeto metálico lo cual lo asemejaba a una mercancía, una especie de lingote de plata u oro con un sello del gobierno garantizando su pureza y peso. En la época del patrón oro muchos pensaron que el valor del dinero dependía del contenido de plata u oro de la moneda. Cuando se trataba de dinero en papel los billetes incluían una leyenda del tipo "El Banco de España pagará al portador 1000 pesetas" induciendo a su tenedor a pensar que en presentándolo en ventanilla de esa institución le entregarían tal importe en monedas de plata. Todavía muchos son los que piensan que el valor del dinero está respaldado por copiosas reservas de metales preciosos que se encuentran en las cámaras acorazadas de los bancos centrales.

La visión del dinero como mercancía se puede encontrar en Adam Smith, considerado por muchos como el primero en intentar formular la Economía como una ciencia, y por tanto desde el principio contaminó la visión del gremio sobre el dinero. Suele ir asociada a una leyenda sobre el origen del dinero que aparece en la Riqueza de las Naciones.

Pero cuando la división del trabajo dio sus primeros pasos, la acción de esa capacidad de intercambio se vio con frecuencia lastrada y entorpecida. Supongamos que un hombre tiene más de lo que necesita de una determinada mercancía, mientras que otro hombre tiene menos. En consecuencia, el primero está dispuesto a vender y el segundo a comprar una parte de dicho excedente. Pero si ocurre que el segundo no tiene nada de lo que el primero necesita, no podrá establecerse intercambio alguno entre ellos. El carnicero guarda en su tienda más carde de la que puede consumir y tanto el cervecero como el panadero están dispuestos a comprarle una parte, pero solo pueden ofrecerle a cambio los productos de sus labores respectivas. Si el carnicero ya tiene todo el pan y toda la cerveza que necesita, entonces no habrá comercio. Ni uno puede vender ni los otros comprar y, en conjunto, todos serán recíprocamente menos útiles. A fin de evitar los inconvenientes derivados de estas situaciones, toda persona prudente en todo momento de la sociedad, una vez establecida originalmente la división del trabajo, procura naturalmente manejar sus actividades de tal manera de disponer en todo momento, además de los productos específicos de su propio trabajo, una cierta cantidad de alguna o algunas mercancías que, en su opinión, pocos rehusarían aceptar a cambio del producto de sus labores respectivas.
Y más adelante Smith añade, que, para superar los inconvenientes de una economía basada en el trueque, el hombre, tras haber ensayado la utilidad para tales propósitos de las conchas, del ganado, o de la sal,

En todos los países, sin embargo, los hombres parecen haber sido impulsados por razones irresistibles a preferir para este objetivo a los metales por encima de cualquier otra mercancía (Smith, A. 1994).
En otro post trataré de demostrar que esta historia no se sostiene a la luz de la evidencia aportada por la historia, la arqueología y la antropología. La idea de que en un pasado remoto los hombres se dedicaban a canjear en el mercado unas mercancías por otras en función de una relación de intercambio de cada mercancía por cada una de las demás resulta improbable y ni los antropólogos ni los arqueólogos que han investigado sociedades monetarias han encontrado rastro de tal civilización. La historia del uso de oro como dinero-mercancía también resulta improbable. Como dice Wray

Incluso si solo se intercambiasen unas pocas docenas de mercancías, la gimnasia mental que habría que ejercer para llegar a un vector de equilibrio de ratios de precios relativos -el valor de cada mercancía medido en términos de oro- sería muy difícil, ya que de alguna manera todos los comerciantes de la sociedad tendrían que converger a precios de equilibrio. (Wray, 2012)

Algo que requeriría el poder de computación de un ordenador.

La visión del dinero-mercancia no tiene mucho sentido. Según la visión del dinero-mercancía alguien tendría que producir esa mercancía para ponerla en circulación. Pero ¿qué fondos podría utilizar para comprar el insumo y el trabajo necesarios para producir esa mercancía? La experiencia nos dice que la gente no produce mercancías para comprar dinero y acabar con otras mercancías. Más bien parecería que el proceso productivo empieza con dinero para producir mercancías con las que conseguir dinero, a ser posible más del que se tenía inicialmente. Ese dinero es el que nos permite luego comprar todas las demás mercancías que necesitemos pero también nos permite guardar poder adquisitivo con intención de utilizarlo en un momento futuro. El objetivo del proceso productivo en una economía monetaria es conseguir dinero, no mercancías. Precisamente la existencia del dinero es el origen del desempleo: gente que quiere dinero pero no lo encuentra. Si el dinero fuera una mercancía la forma de obtenerlo sería tan sencillo como poner a personas a trabajar en producir esa mercancía. Si el dinero se pudiera cultivar o creciera en los árboles sería sencillísimo producirlo en forma de hojas. Pero resulta evidente que si el dinero lo pudiéramos producir como mercancía su valor caería. El dinero no puede pues ser una mercancía que se pueda producir con trabajo. Precisamente lo que permite que el oro tenga valor es su escasez o la dificultad en encontrarlo. Sin embargo esa virtud es también su principal problema para funcionar como dinero: la imposibilidad de que la oferta monetaria crezca a la par que la actividad económica.

Por ahora baste decir que este mito, integrado en el texto del que se propone como fundador de la ciencia económica, nos plantea actualmente un problema irresoluble: ¿cómo podemos explicar que hoy solo circule dinero fiat, es decir, dinero que no está respaldado por ninguna mercancía? ¿Cómo puede ser que se acepten en pago billetes de banco que no son más que un pedazo de papel sin ningún valor intrínseco? ¿Cómo explicamos que la mayoría de los pagos en realidad se formalizan mediante meros apuntes contables y transmisiones electrónicas entre bancos?

Resulta evidente que en la economía contemporánea nadie se dedica a trasegar lingotes de oro para formalizar un pago. A estas alturas debería resultar evidente para cualquier persona que el dinero no es una mercancía. Incluso argumentaré en otro post que en la época del patrón oro no era el metal precioso el que daba valor a la moneda sino la predisposición del estado a comprar el metal a un precio determinado el que fijaba su valor.


La discusión anterior nos permite entender la primera proposición fundamental sobre la naturaleza del dinero por Randall Wray (Wray, 2012) a partir de una célebre frase de Grower (1965)-

El dinero compra bienes y los bienes compran dinero pero los bienes no compran bienes.

El dinero no es una mercancía sino un activo financiero, para el que lo tiene en su poder. Pero si es un activo financiero entonces tiene que ser un pasivo de otra persona. Ante todo el dinero es pues un reconocimiento de una deuda. ¿De quién? Del emisor, ya sea éste un banco o un gobierno.

Una característica del dinero es que permite expresar una deuda en una unidad de cuenta. En definitiva, el dinero nos permite medir una determinada cantidad de deuda. De la misma manera que el grado Celsius nos permite medir una temperatura y el metro una distancia, un peso, un dólar o un euro nos permite cuantificar una deuda. Por tanto el paso lógico previo para que exista dinero es definir esa unidad de cuenta. Veremos posteriormente que la definición de unidades de cuenta históricamente precede a la creación del dinero físico en las civilizaciones antiguas.

¿Quién define esa unidad de cuenta? Adam Smith puede tratar de vendernos que fue el sector privado actuando de forma espontánea en los mercados pero ni el sistema métrico decimal fue acordado espontáneamente en los mercados ni tampoco lo fue la unidad de cuenta. Son los estados los que determinan la hora oficial y las unidades de medida de peso, distancia o temperatura. De la misma manera es el estado el que define lo que es un dólar, un peso, una peseta o un euro. Ese privilegio corresponde al estado y a nadie más. Por supuesto mengano y zutano pueden acordar medir una distancia en pies de la talla del pie de mengano, lo cual puede resultar útil si no cuentan con una regla en ese momento. Igualmente pueden acordar la firma un pagaré denominado en pepinos pero será difícil que este pagaré circule fuera del escueto circuito económico integrado por mengano y zutano. De hecho algunas empresas han creado sus propios sistemas monetarios, normalmente ligados a sistemas de fidelización de clientes. Muchas gasolineras, líneas aéreas y tiendas facilitan a sus clientes su propia tarjeta de puntos, a veces con nombres imaginativos. Pero es el comerciante el único que define el valor de esos puntos en relación a otras unidades monetarias y normalmente solo pueden redimirse dentro de su propio comercio.

Pero si queremos que una distancia sea comprendida con precisión por todos tendremos que utilizar una medida oficial. Ya en los antiguos fueros de la España medieval se recogía como delito la manipulación de los pesos y medidas y se designaba a funcionarios municipales la función de "visitar" o controlar la fidelidad de las que empleaban los comerciantes en los mercados. En la Edad Media la definición de los patrones de pesas y medidas eran una competencia municipal pero en el siglo XIX esta competencia fue centralizada en el estado para facilitar el comercio. De la misma manera los estados definen actualmente la unidad monetaria oficial en el ámbito de su soberanía. En este sentido el dinero es una unidad tan abstracta e intangible como el metro, el litro o el grado Celsius. Podemos comprender lo que significa un dólar, un maravedí o un euro pero no podemos palparlo ni tocarlo. Ni el dólar ni el peso son un lingote de plata de unas determinadas dimensiones o peso. Ésta unidad de cuenta solo puede ser definida y administrada de forma eficaz y confiable por una autoridad reconocida por todos, es decir, por el estado.

El dinero es por tanto un pagaré que describe una deuda adquirida en una transacción sin contrapartida y medida en una determinada unidad de cuenta. En una transacción sin contrapartida se produce un intercambio en el que A entrega a B un bien. B queda en deuda con A y lo reconoce verbalmente o mediante un documento. En este segundo caso B emite un pagaré o nota de crédito. B, el deudor, es el emisor del dinero y A, el acreedor, es el usuario. Para que el dinero de B sea válido A tiene que confiar en B, si no, no sería posible la transacción.

Cualquiera puede crear dinero y de hecho lo hacemos de forma inconsciente constantemente. Si yo te invito a un café y tú consideras que quedas en deuda conmigo y te ves obligado a saldar esa deuda comprándome un café al día siguiente has emitido implícitamente un pagaré, un "vale por un café", que más o menos formalmente puedo redimir al día siguiente. El dinero no es más que el reconocimiento de un crédito y todos podemos pasar de la situación de acreedor o deudor. Como lo explica Michell-Innes
Comprando nos convertimos en deudores y vendiendo nos convertimos en acreedores y, siendo todos compradores y vendedores, somos todos por tanto deudores y acreedores. En cuanto deudores podemos cancelar la deuda con nuestros acreedores reconociéndoles una deuda por importe equivalente al que ellos a su vez han contraído (Mitchell-Innes, A, 1913).

Cuando B vuelve a encontrarse con A puede entregarle otra mercancía que A necesite. De esta forma el dinero creado por B quedaría cancelado. El dinero se crea y se destruye casi instantáneamente, como dos partículas de materia y antimateria que cuando se encuentran se aniquilan mutuamente. Alternativamente A podría entregar el dinero de B a C en otra transacción en la que éste le entregue al primero un bien o servicio. Podemos imaginar una situación en la que el pagaré de B siga circulando por la economía, pasando de mano en mano, sin que nunca se cancele. Si B tiene un crédito elevado en la sociedad su dinero será bueno y será aceptado por otras personas. Ciertamente esto puede ocurrir con el dinero del gobierno. Hay millones de billetes de banco que emitió el Banco de España denominados en pesetas y nunca se devolvieron cuando se introdujo el euro. Cuanto más aceptable sea un pagaré más características intrínsecas del dinero tiene.


El problema, como decía Hyman Minsky, es conseguir que acepten tu dinero. Un atributo del dinero es su grado de aceptación, y eso en definitiva depende del crédito que merece el emisor. Cuanto más aceptado sea un pagaré por el público general más cercano se encuentra a la definición de dinero. Podemos hablar de una jerarquía del dinero, una pirámide en cuya cúspide encontramos el de mayor aceptación, el dinero del estado. Es obvio que el dinero más aceptado es el del estado y la razón es que todos somos deudores del estado. El estado nos obliga a pagar impuestos en la moneda que crea él mismo y por tanto todos lo necesitamos para saldarlos. Para ello tenemos que buscar y conseguir ese dinero, bien vendiendo nuestros servicios o productos al estado directamente, bien vendiéndolos a otros que han conseguido dinero anteriormente. Podemos considerar que el dinero es un crédito fiscal, la deuda que asume el estado con nosotros cuando le entregamos un bien o servicio y que solo se redime cuando nosotros lo devolvemos al estado para cancelar nuestros impuestos, esa deuda que nos ha impuesto el estado.

Como afirma Wray en su segunda proposición sobre el dinero:
el dinero siempre es deuda, no puede ser una mercancía, porque si no se violaría la proposición anterior (Wray 2015).

Otro día seguiremos explicando el dinero creado por los bancos y profundizaremos en la jerarquía del dinero.


¿Qué es el dinero? Parte I

¿Qué es el dinero? Parte II

¿Qué es el dinero? Parte III

¿Qiué es el dinero? Parte IV


¿Qué es el dinero? Parte V

Referencias:

Mitchell-Innes, A. What is Money? (1913). Banking Law Journal, May, pp. 377-408. Reproducido como capítulo en Credit and State Theory of Money (2004).
Smith, A. La Riqueza de las Naciones. Libros I, II y III y Selección de los Libros IV y V (1994). Alianza Editorial.
Wray, R. Modern Money Theory. A Primer on Macroeconomics for Sovereign Monetary Systems. (2012). Palgrave MacMillan. New York.