Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

martes, 8 de agosto de 2017

La teoría circuitista de los beneficios

Villaviciosa de Odón, 8 de agosto de 2017

Alain Parguez

En el post anterior examinamos la ecuación de beneficios de Kalecki. Recordemos que según el economista polaco los beneficios de la clase capitalista equivalían a la inversión, el consumo de los capitalistas, el déficit público, el superávit de la balanza comercial con el resto del mundo y lo minoraba el ahorro de los trabajadores.

Alain Parguez, un economista procedente de la tradición circuitista plantea en mi opinión una interesante síntesis entre la ecuación de los beneficios de Kalecki, el circuitismo y la teoría de la moneda moderna (TMM) (Parguez, 2002). La aportación de Parguez a Kalecki es fundamental porque el economista polaco no había entendido que el déficit público no necesita de la financiación de fondos obtenidos del sector privado mediante la recaudación de impuestos ya que gastando el estado crea nuevo dinero y creo que tampoco hizo una distinción entre ganancias monetarias retenidas y beneficios gastados.

Flujo y reflujo

Parguez explica que tanto las empresas como el estado no pueden financiar sus gastos presentes con ingresos que aún no se han producido. En la secuencia lógica de acontecimientos primero tiene que haber un proceso de creación de dinero de las empresas y del gobierno. En el caso del gobierno sabemos que es el acto de gastar el que crea el dinero pero en el caso de las empresas el origen del dinero es el crédito bancario. Con ese nuevo poder de compra los empresarios pueden tomar sus decisiones de gasto en la adquisición de nuevos bienes de equipo. En una economía monetaria este aspecto temporal del circuito económico es fundamental. No se puede poner en marcha ninguna actividad económica sin que antes haya alguien que haya creado el poder de compra que permite movilizar recursos reales para dedicarlos al proceso productivo.

Las empresas tendrán que devolver esos créditos cuando sus inversiones produzcan los flujos de caja de entrada, en la fase que Alain Parguez llama de ‘reflujo’. La fase de reflujo es la que consigue la devolución de los préstamos y por tanto corresponde a la destrucción del dinero bancario. En el caso del estado la fase de reflujo es la recaudación de impuestos que destruye el dinero. El dinero es como un fotón, una partícula fugaz portadora de paquetes de información. Una vez que impacta en nuestra retina podemos conservar la imagen un tiempo breve en nuestro cerebro pero el propio fotón se destruye.

Al igual que no es posible que los ciudadanos paguen sus impuestos si antes el estado no les ha entregado aquello que sirve para pagarlos a través de la ejecución del gasto público (el dinero del estado no es más que un crédito fiscal), tampoco es posible que las empresas recuperen el dinero que necesitan para pagar al banco sin antes poner en circulación el dinero bancario pagando a los trabajadores los sueldos que estos usarán para consumir los productos fabricados y comercializados por las empresas (salvo en el esporádico e improbable caso de que algunos de estos trabajadores sean falsificadores de moneda).

Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre empresas y gobierno: el estado puede crear dinero por su propia cuenta gracias a que el Banco Central compra las emisiones de deuda del Tesoro y puede financiar al gobierno a tipo de interés cero. En cambio las empresas deben recurrir a los intermediarios de crédito. Solo estos pueden crear dinero crediticio pues solo estas instituciones cuentan con el respaldo del estado a través del banco central para hacerlo.

La falacia Robin Hood

Fijémonos en esta paradoja: al recaudar impuestos el estado destruye el dinero que ha creado previamente. Si recauda tantos impuestos como ha gastado previamente el estado conseguirá un equilibrio presupuestario pero a la vez estará retirando dinero del bolsillo de los ciudadanos. Los impuestos no generan nuevos ingresos con los que el estado puede gastar y además reducen los ingresos de los hogares y, por consiguiente, su consumo. Los impuestos destruyen una cantidad equivalente de dinero. Los impuestos, por tanto, retiran renta del sector privado sin generar rentas para el estado que se podrían reciclar en gasto. La insistencia de los socialdemócratas en que primero hay que recaudar, preferentemente de los ricos, para luego realizar el gasto social en favor de los pobres está basada en una ficción, una ilusión. Es lo que Parguez llama la paradoja “Robin Hood” pero yo considero más apropiado llamarla la “falacia Robin Hood”: la idea de que es necesario sacar impuestos de los ricos para transferirlos a los pobres. No hay ninguna razón por la que el estado no pueda previamente hacer transferencias a los pobres y luego decidir si necesita retirar poder de compra de los ricos para deflacionar la economía.

El déficit público como fuente de beneficios empresariales

La elevación de la presión fiscal simplemente estruja los presupuestos familiares, reduce el consumo y solo puede llevar a una reducción de los beneficios empresariales. Recuerden que según Kalecki un superávit fiscal reducía los beneficios y en cambio un déficit contribuía a su formación.

Para entender por qué el déficit público genera beneficios empresariales recordemos la contabilidad de reservas que hemos descrito en posts anteriores. Supongamos que el estado ha gastado más de lo que ha recaudado, a esa diferencia la llamamos déficit. Ese déficit público se refleja contablemente en el activo de los balances de los bancos como un aumento de sus cuentas de reservas, cuya contrapartida, euro a euro, en el pasivo son los depósitos bancarios que mantienen las empresas y los hogares. Si el déficit ha generado un incremento de la demanda agregada, la suma de las compras de lo mercancías del estado y el incremento neto del consumo de los hogares tiene que ser equivalente a las ganancias monetarias retenidas acumuladas por las empresas. Las ganancias monetarias retenidas son iguales a la discrepancia entre los beneficios agregados y la deuda, en la que el empresario incurrió para financiar las inversiones, que ha sido devuelta utilizando los beneficios brutos. El incremento total en el stock de pasivos bancarios lo detentan las empresas en forma de beneficios monetarios retenidos (Parguez, 2002, pág. 91).

La búsqueda de beneficios en el exterior

Desde el punto de vista de Parguez por tanto la fobia al déficit pública encierra en sí las semillas de su propia derrota porque un superávit solo puede socavar los beneficios monetarios retenidos … salvo que los capitalistas sean capaces de encontrar otra fuente. Ya vimos en la ecuación general de beneficios de Kalecki que éstos podían proceder del superávit obtenido en el comercio exterior. Esta estrategia explica la obsesión de los economistas mainstream por incrementar la competitividad de las naciones y ganar cuotas de mercado internacional para las oligarquías capitalistas para las que trabajan. También explica por qué para Alemania la unión monetaria europea ha sido tan útil para mantener los beneficios de su clase capitalista cuando en su propio país el gobierno se empeñaba en mantener un superávit mientras sus hogares, tras una década de represión salarial, disuadida de mantener su propia reproducción, se convertían en asustadizos consumidores con una fuerte preferencia por el ahorro. Ayuda a entender por último por qué el capitalista español, ante la pérdida de su propio mercado en favor de productores de otras economías más competitivas, optó por convertirse en el agente del capitalismo franco-alemán en América Latina como único medio de conseguir beneficios que se le negaban en su propio país donde también la ortodoxia vigente nos llevaba a buscar un superávit deflacionista.

Hogares endeudados y financiarización

Si seguimos examinado la ecuación de beneficios de Kalecki vemos que el ahorro de los consumidores reduce los beneficios. Pero lo contrario también es válido. ¿Y si los capitalistas, a través de sus entidades de crédito, consiguen convencer a las familias para que, en lugar de ahorrar, se endeuden? El desahorro de los hogares se convierte entonces en una fuente de beneficios. El préstamo hipotecario explica el beneficio del promotor inmobiliario y del rentista propietario de tierras urbanizables. El préstamo de la entidad financiadora ayuda a crear los beneficios de los grandes grupos del automóvil. La tarjeta de crédito ha mantenido las ganancias de las empresas gracias a que permite el milagro de que los trabajadores gasten en su propia reproducción más de lo que permiten sus reprimidas rentas salariales. Recuerden el excedente que obtenía el capitalista en el Departamento 3 que describía Kalecki: ¡ahora los capitalistas dan un paso más y consiguen sacar excedentes anticipados! Éste es el mecanismo de la financiarización observada en los países adscritos al capitalismo atlántico cuando los superávits comerciales no eran posibles y a la vez se pretendía el imposible de alcanzar un superávit fiscal.

Beneficios no retenidos en forma monetaria

Pero ¿qué hay de las otras dos fuentes de beneficios que describía Kalecki en su ecuación más sencilla? Recordemos que en la formulación más esquelética de Kalecki:

Beneficios brutos=inversión + consumo de los capitalistas

Aquí es donde la teoría moderna de la moneda y el circuitismo completan el análisis de Kalecki. Si no consideramos una economía monetaria la ecuación de Kalecki es impecablemente correcta. Pero el consumo de los capitalistas y la inversión son el resultado de sus propias decisiones de gasto. Una vez que las han ejecutado el dinero que habían conseguido mediante los beneficios ya no existe, se ha transferido a otros bolsillos o cuentas bancarias. Solo queda ese coche de lujo en el garaje o esa inversión en una máquina en el taller. Fíjense que en los párrafos anteriores recalco que Parguez hablaba de ganancias monetarias retenidas. La inversión y el consumo no pueden ser ganancias retenidas sino gastadas.

Esta diferencia entre beneficios retenidos en forma monetaria y decisiones de gasto de los capitalistas es crucial. El capitalista pretende invertir una cantidad de dinero en la compra o producción de mercancías para volver a recuperarlo a ser posible aumentado cuando venda las mercancías. En forma sintética Marx hablaba de la circulación M-C-M’, donde el circuito parte con dinero M (Money), que se convierte en mercancías C (Commodities) para obtener más dinero M’, a ser posible siendo M’>M, es decir aumentado con la plusvalía extraída de los trabajadores. El capitalista lógicamente desea que el resultado de su actividad sea obtener M’, no más C. En la fase de flujo, la financiación de la inversión puede proceder de los beneficios retendios, o financiarse con nuevo crédito como veíamos al principio. Es cierto que dentro de la propia clase capitalista puede haber algunos que se hayan endeudado para realizar la inversión y por tanto su posición financiera neta sea negativa, al menos temporalmente. Sin embargo a estos capitalistas que se han endeudado para acometer una inversión los llamaría Schumpeter emprendedores en su Teoría del Desarrollo Económico (Schumpeter, 1934). Los emprendedores son capitalistas en potencia ya que aspiran a incorporarse a sus filas pero aún no lo han conseguido. Obviamente no podemos confundir este personaje con la figura contemporánea del autónomo glorificado también llamada “emprendedor” en el sistema propagandístico que intenta ocultar lo que no es más que autoexplotación de cortos vuelos. El emprendedor procura no arriesgar su capital y, si es avispado, dejará quebrar su empresa si comprueba que no va a conseguir que M’>M.

Los capitalistas pueden también destinar sus beneficios a la compra de bienes de lujo en la fase de reflujo pero, si realmente pertenecen a esa clase, no es creíble que se endeuden para pagar esos gastos. Puede haber quienes se endeuden para comprar bienes de lujo pero esos no serán capitalistas sino personas que quieren vivir por encima de sus posibilidades o personas que están abandonando la clase capitalista por mala fortuna o desidia.

Obviamente dentro de la clase capitalista los hay que toman préstamos de otros pero, en agregado, la clase capitalista no puede crear activos financieros netos. Los créditos de unos capitalistas son las deudas de otros pero si consolidamos todas las deudas se cancelan con los préstamos y el saldo tiene que ser forzosamente cero. Para que la clase capitalista pueda acumular beneficios retenidos en forma monetaria otro sector de la sociedad tiene que estar dispuesto a crear los activos financieros, es decir, a endeudarse. Esos solo pueden ser las familias no capitalistas, el estado o los extranjeros. El estado suministra nuevo dinero o bonos del Tesoro gracias al déficit público. Las familias se dejan atrapar en el crédito bancario para comprar los productos que les venden los capitalistas. Los extranjeros aportan depósitos en moneda extranjera o se embarcan en operaciones de crédito internacional para financiar importaciones en el comercio deficitario con las grandes potencias exportadoras.

Los capitalistas necesitan hacerse con esos activos financieros para asegurarse la acumulación de capital. Para ello es fundamental obtener un poder de mercado con un elevado grado de monopolio o situarse muy cerca del monopolista de la creación del dinero, el estado.

Referencias


Parguez, A. (2002). A Monetary Theory of Public Finance : The New Fiscal Orthodoxy: From Plummeting Deficits to Planned Fiscal Surpluses. International Journal of Political Economy, 32:3, 80-97.

Schumpeter, J. A. (1934). The Theory of Economic Development. Boston: Harvard University.


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