Artículo publicado originalmente en el blog de Fundación Alternativas
Distraídos como estamos por los eventos cargados de tensión política, tonalidades épicas y negros augurios sobre la ruptura de España, otro evento que amenaza más seriamente la soberanía del pueblo español está pasando inadvertido. Si Merkel y Schäuble se salieren con la suya poco importaría que Cataluña se independizara de España porque la soberanía de ambos pueblos habrá quedado definitivamente suprimida. ¿Les parece una afirmación exagerada? Sigan leyendo.
La soberanía monetaria ya fue imprudentemente cedida al Banco Central Europeo a finales del siglo pasado con nefastas consecuencias para la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas. Los economistas de la teoría monetaria moderna advirtieron entonces de los peligros de no completar la unión monetaria con una unión fiscal ejercida desde una instancia federal (Wray, 2012). Privados del respaldo de un banco central, los estados se exponían a que su deuda no fuera aceptada en los mercados. Las insensatas y arbitrarias limitaciones establecidas por el tratado de Maastricht al gasto público que pretendían paliar esta carencia, además de imposibles de cumplir, se revelaron como puro pensamiento mágico que dificultaría que un aumento del gasto público deficitario nos sacara de futuras crisis. Simplemente, arrebatados por su fe en el destino manifiesto de una unión europea neoliberal, Jacques Delors y quienes impulsaron el proyecto de unión monetaria sin unión fiscal desconocían cómo funcionan los sistemas monetarios modernos.
Así aconteció que el estado español se convirtió en rehén de los mercados financieros y de las imposiciones políticas procedentes de Bruselas, Berlín y París cuando llegó la crisis de 2008. En 2011 el presidente Zapatero se vio obligado por Merkel, Sarkozy, Trichet y Barroso a abandonar el plan de estímulos lanzado en 2009 —el denostado Plan E que realmente funcionó y había empezado a sacarnos de la crisis. El giro a la austeridad, la implantación de un programa de reformas de corte neoliberal y la reforma exprés del artículo 135 de la constitución española fueron las condiciones para que el BCE comprase nuestra deuda pública en los mercados secundarios y evitase nuestra insolvencia. El giro a la austeridad de 2011 explica que España tardase 36 trimestres en recuperar el volumen de producción que tenía en 2008, la crisis más larga de nuestra historia.
Últimamente los dirigentes europeos empiezan a hablar de “unión fiscal”. ¿Han aprendido los dirigentes europeos las lecciones de la crisis? No nos hagamos demasiadas ilusiones porque el lenguaje que emplean en Bruselas es polisémico y ambiguo cuando no engañoso. Se nos informa de que la Comisión Europea y algunas capitales coinciden en la necesidad de impulsar un Fondo Monetario Europeo (FME). La idea fue propuesta en marzo de 2010 por Thomas Mayer y Daniel Gros, economistas alemanes, en The Economist (Mayer & Gros, 2010). La nacionalidad de los autores, la ideología de la revista y el título del artículo “Disciplinary Measures” inspiran desconfianza y, efectivamente, los peores augurios se confirman cuando se lee el texto: un fondo de rescate a cambio de sometimiento a la disciplina fiscal impuesta por los países del Norte. El resultado de la propuesta se convirtió en el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el cómplice del FMI que perpetró los programas de asistencia financiera a los países rescatados en la periferia europea.
Bruselas y las élites europeas están muy satisfechas con los resultados —no tanto los trabajadores y parados empobrecidos del sur de Europa— y ahora los responsables de la Comisión Europea (CE) pretenden rescatar las siglas originales. Pero un FME no es una instancia federal, es una mera réplica del FMI, mecanismo creado por el sistema de Bretton Woods para gestionar un sistema de tipos de cambio basado en el patrón oro. Según un documento publicado por la CE en abril, el FME aportaría líneas de liquidez a los estados miembros en dificultades y además serviría como instrumento de último recurso para la unión bancaria (Comisión Europea, 2017). La idea está siendo impulsada por el Comisario Moscovici como antesala a lo que por esos lares se entiende por “unión fiscal”.
La cuestión es quien controla el FME. Los alemanes no han tardado en quitarle el nuevo juguete a la Comisión. Nos cuenta El País que el ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble, apoya el plan para transformar el Mede en el FME tras las elecciones alemanas (Pérez, 2017). Reuters cuenta que Schäuble abogaba por sacar al FMI de futuros rescates y se mostraba dispuesto a considerar la transformación del MEDE en el nuevo FME. Para Schäuble el Brexit es una oportunidad para avanzar con la integración europea: «necesitamos velocidades flexibles, agrupaciones variables de países, “coaliciones de los dispuestos”». Fiel al pensamiento gregario europeo, para Schäuble el problema sigue siendo la falta de reformas estructurales. «No hay carencia de deuda en el mundo ni carencia de liquidez de los bancos centrales. Sin embargo, hay falta de productividad y competitividad en muchos países porque las reformas necesarias no se han realizado» (Reuters, 2017).
En Román paladino, el FME daría financiación a países en dificultades a cambio de disciplina fiscal al gusto germánico y condicionada a más reformas estructurales. Recordemos que en la jerga de los técnicos de los organismos multilaterales y los economistas de la escuela dominante, ‘estructural’ es una palabra polisémica que se utiliza como justificación de todo tipo de desmanes. Estructural puede significar que hay “rigideces” en un mercado de trabajo que se equipara al de las patatas. Estructural también puede significar que hay poca competencia y que es necesario liberalizar un sector para destruir todo el tejido de PYMES y sustituirlas por oligopolios que optimizan sus costes destruyendo cuanto empleo sea posible. Estructural, también es un problema de ineficiencia del sector público que se resuelve vendiendo todas las empresas públicas.
La idea de Schäuble es arrebatar a la Comisión la supervisión fiscal y otorgarle el control presupuestario a esa nueva institución. Parece ser que Berlín mira con desdén a Bruselas a la que considera poco exigente en el cumplimiento de las reglas fiscales. Alemania quiere reglas y disciplina. La idea sería reservar un derecho de veto a Alemania, Francia e Italia. España se ve que pertenece a otra liga que la inhabilita para disfrutar de ese privilegio. Es decir, si ante la siguiente crisis económica España tuviera que solicitar ayuda del FME, vería suprimida su soberanía fiscal. En tal caso mejor sería cerrar las Cortes definitivamente.
Nuestro concepto de unión fiscal es bien distinto. Una unión fiscal verdadera consistiría en la creación de una instancia federal europea que tuviera la capacidad de administrar un presupuesto muy superior al actual equivalente al 2% del PIB. Siguiendo a Hyman Minsky, una buena regla sería que esa instancia federal gestionara una cifra parecida al total de la inversión, es decir, entre el 15% y el 20% del PIB europeo. La elección de esta cifra se debe a que la inversión es la partida más volátil del PIB. Cuando se produce una recesión la inversión suele caer con mayor intensidad que el consumo que suele ser más estable. Si la instancia federal europea gestionara un presupuesto del orden de magnitud propuesto una caída de la inversión en el sector privado podría ser inmediatamente compensada con un aumento de las transferencias a las zonas en crisis.
No hace falta recordar que Alemania no está dispuesta a contemplar un presupuesto para la Comisión Europea que permitiera transferencias de rentas hacia otros países. Prefiere seguir financiando su superávit comercial con préstamos al resto del mundo. Pero la renuencia germana está bien acompañada del pensamiento gregario dominante en Europa. La doctrina europea sigue sin entender que el déficit fiscal es una necesidad permanente de cualquier economía en la que los ciudadanos desean ahorrar. Es sorprendente que les cueste tanto aprehender un concepto tan sencillo: la deuda pública es igual al ahorro del sector no público. Estamos pues lejos de llegar a una unión fiscal real y lo que se está postulando es un remedo acompañado de cilicios y otros instrumentos disciplinarios. La posibilidad de que Alemania, Francia e Italia tengan la capacidad de vetar las decisiones de inversión nos hace pasar de la alarma al pánico.
Los dirigentes europeos negocian a nuestras espaldas y, entretanto, el Gobierno de Rajoy, lejos de defender nuestra soberanía, nos distrae con su épica batalla con los nacionalistas catalanes. Rajoy es uno de esos dispuestos de los que hablaba Schäuble. El defensor de la integridad de la soberanía nacional no titubeará en vender los restos de nuestra soberanía en un acto de lesa patria a cambio de una pequeña guinda, o mejor dicho, un Guindos al frente del BCE.
Comisión Europea. (2017). REFLECTION PAPER ON THE DEEPENING OF THE ECONOMIC AND MONETARY UNION. Bruselas. Retrieved from https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/reflection-paper-emu_en.pdf
Mayer, T., & Gros, D. (2010, febrero 18). Disciplinary measures. The Economist. Retrieved from The Economist: http://www.economist.com/node/15544302
Pérez, C. (2017, septiembre 9). Bruselas impulsa su propio Fondo Monetario para apuntalar el euro. El País. Retrieved from El País: https://economia.elpais.com/economia/2017/09/09/actualidad/1504974819_563129.html?id_externo_rsoc=TW_CC
Reuters. (2017, abril 20). Germany's Schaeuble: ESM could turn into European monetary fund. Retrieved from Reuters: http://www.reuters.com/article/us-imf-g20-germany-eurozone/germanys-schaeuble-esm-could-turn-into-european-monetary-fund-idUSKBN17M1RT
Tetlow, G., Donnan, S., & Brunsden, J. (2017, abril 23). EU policymakers revive push for European Monetary Fund. Retrieved from Financial Times: https://www.ft.com/content/8d4b3414-2756-11e7-8995-c35d0a61e61a
Wray, L. R. (2012, julio 8). MMT, The Euro and The Greatest Prediction of the Last 20 Years. Retrieved from New Economic Perspectives: http://neweconomicperspectives.org/2012/07/mmt-the-euro-and-the-greatest-prediction-of-the-last-20-years.html
Distraídos como estamos por los eventos cargados de tensión política, tonalidades épicas y negros augurios sobre la ruptura de España, otro evento que amenaza más seriamente la soberanía del pueblo español está pasando inadvertido. Si Merkel y Schäuble se salieren con la suya poco importaría que Cataluña se independizara de España porque la soberanía de ambos pueblos habrá quedado definitivamente suprimida. ¿Les parece una afirmación exagerada? Sigan leyendo.
La soberanía monetaria ya fue imprudentemente cedida al Banco Central Europeo a finales del siglo pasado con nefastas consecuencias para la sostenibilidad de nuestras cuentas públicas. Los economistas de la teoría monetaria moderna advirtieron entonces de los peligros de no completar la unión monetaria con una unión fiscal ejercida desde una instancia federal (Wray, 2012). Privados del respaldo de un banco central, los estados se exponían a que su deuda no fuera aceptada en los mercados. Las insensatas y arbitrarias limitaciones establecidas por el tratado de Maastricht al gasto público que pretendían paliar esta carencia, además de imposibles de cumplir, se revelaron como puro pensamiento mágico que dificultaría que un aumento del gasto público deficitario nos sacara de futuras crisis. Simplemente, arrebatados por su fe en el destino manifiesto de una unión europea neoliberal, Jacques Delors y quienes impulsaron el proyecto de unión monetaria sin unión fiscal desconocían cómo funcionan los sistemas monetarios modernos.
Así aconteció que el estado español se convirtió en rehén de los mercados financieros y de las imposiciones políticas procedentes de Bruselas, Berlín y París cuando llegó la crisis de 2008. En 2011 el presidente Zapatero se vio obligado por Merkel, Sarkozy, Trichet y Barroso a abandonar el plan de estímulos lanzado en 2009 —el denostado Plan E que realmente funcionó y había empezado a sacarnos de la crisis. El giro a la austeridad, la implantación de un programa de reformas de corte neoliberal y la reforma exprés del artículo 135 de la constitución española fueron las condiciones para que el BCE comprase nuestra deuda pública en los mercados secundarios y evitase nuestra insolvencia. El giro a la austeridad de 2011 explica que España tardase 36 trimestres en recuperar el volumen de producción que tenía en 2008, la crisis más larga de nuestra historia.
Últimamente los dirigentes europeos empiezan a hablar de “unión fiscal”. ¿Han aprendido los dirigentes europeos las lecciones de la crisis? No nos hagamos demasiadas ilusiones porque el lenguaje que emplean en Bruselas es polisémico y ambiguo cuando no engañoso. Se nos informa de que la Comisión Europea y algunas capitales coinciden en la necesidad de impulsar un Fondo Monetario Europeo (FME). La idea fue propuesta en marzo de 2010 por Thomas Mayer y Daniel Gros, economistas alemanes, en The Economist (Mayer & Gros, 2010). La nacionalidad de los autores, la ideología de la revista y el título del artículo “Disciplinary Measures” inspiran desconfianza y, efectivamente, los peores augurios se confirman cuando se lee el texto: un fondo de rescate a cambio de sometimiento a la disciplina fiscal impuesta por los países del Norte. El resultado de la propuesta se convirtió en el Mecanismo Europeo de Estabilidad, el cómplice del FMI que perpetró los programas de asistencia financiera a los países rescatados en la periferia europea.
Bruselas y las élites europeas están muy satisfechas con los resultados —no tanto los trabajadores y parados empobrecidos del sur de Europa— y ahora los responsables de la Comisión Europea (CE) pretenden rescatar las siglas originales. Pero un FME no es una instancia federal, es una mera réplica del FMI, mecanismo creado por el sistema de Bretton Woods para gestionar un sistema de tipos de cambio basado en el patrón oro. Según un documento publicado por la CE en abril, el FME aportaría líneas de liquidez a los estados miembros en dificultades y además serviría como instrumento de último recurso para la unión bancaria (Comisión Europea, 2017). La idea está siendo impulsada por el Comisario Moscovici como antesala a lo que por esos lares se entiende por “unión fiscal”.
La cuestión es quien controla el FME. Los alemanes no han tardado en quitarle el nuevo juguete a la Comisión. Nos cuenta El País que el ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble, apoya el plan para transformar el Mede en el FME tras las elecciones alemanas (Pérez, 2017). Reuters cuenta que Schäuble abogaba por sacar al FMI de futuros rescates y se mostraba dispuesto a considerar la transformación del MEDE en el nuevo FME. Para Schäuble el Brexit es una oportunidad para avanzar con la integración europea: «necesitamos velocidades flexibles, agrupaciones variables de países, “coaliciones de los dispuestos”». Fiel al pensamiento gregario europeo, para Schäuble el problema sigue siendo la falta de reformas estructurales. «No hay carencia de deuda en el mundo ni carencia de liquidez de los bancos centrales. Sin embargo, hay falta de productividad y competitividad en muchos países porque las reformas necesarias no se han realizado» (Reuters, 2017).
En Román paladino, el FME daría financiación a países en dificultades a cambio de disciplina fiscal al gusto germánico y condicionada a más reformas estructurales. Recordemos que en la jerga de los técnicos de los organismos multilaterales y los economistas de la escuela dominante, ‘estructural’ es una palabra polisémica que se utiliza como justificación de todo tipo de desmanes. Estructural puede significar que hay “rigideces” en un mercado de trabajo que se equipara al de las patatas. Estructural también puede significar que hay poca competencia y que es necesario liberalizar un sector para destruir todo el tejido de PYMES y sustituirlas por oligopolios que optimizan sus costes destruyendo cuanto empleo sea posible. Estructural, también es un problema de ineficiencia del sector público que se resuelve vendiendo todas las empresas públicas.
La idea de Schäuble es arrebatar a la Comisión la supervisión fiscal y otorgarle el control presupuestario a esa nueva institución. Parece ser que Berlín mira con desdén a Bruselas a la que considera poco exigente en el cumplimiento de las reglas fiscales. Alemania quiere reglas y disciplina. La idea sería reservar un derecho de veto a Alemania, Francia e Italia. España se ve que pertenece a otra liga que la inhabilita para disfrutar de ese privilegio. Es decir, si ante la siguiente crisis económica España tuviera que solicitar ayuda del FME, vería suprimida su soberanía fiscal. En tal caso mejor sería cerrar las Cortes definitivamente.
Nuestro concepto de unión fiscal es bien distinto. Una unión fiscal verdadera consistiría en la creación de una instancia federal europea que tuviera la capacidad de administrar un presupuesto muy superior al actual equivalente al 2% del PIB. Siguiendo a Hyman Minsky, una buena regla sería que esa instancia federal gestionara una cifra parecida al total de la inversión, es decir, entre el 15% y el 20% del PIB europeo. La elección de esta cifra se debe a que la inversión es la partida más volátil del PIB. Cuando se produce una recesión la inversión suele caer con mayor intensidad que el consumo que suele ser más estable. Si la instancia federal europea gestionara un presupuesto del orden de magnitud propuesto una caída de la inversión en el sector privado podría ser inmediatamente compensada con un aumento de las transferencias a las zonas en crisis.
No hace falta recordar que Alemania no está dispuesta a contemplar un presupuesto para la Comisión Europea que permitiera transferencias de rentas hacia otros países. Prefiere seguir financiando su superávit comercial con préstamos al resto del mundo. Pero la renuencia germana está bien acompañada del pensamiento gregario dominante en Europa. La doctrina europea sigue sin entender que el déficit fiscal es una necesidad permanente de cualquier economía en la que los ciudadanos desean ahorrar. Es sorprendente que les cueste tanto aprehender un concepto tan sencillo: la deuda pública es igual al ahorro del sector no público. Estamos pues lejos de llegar a una unión fiscal real y lo que se está postulando es un remedo acompañado de cilicios y otros instrumentos disciplinarios. La posibilidad de que Alemania, Francia e Italia tengan la capacidad de vetar las decisiones de inversión nos hace pasar de la alarma al pánico.
Los dirigentes europeos negocian a nuestras espaldas y, entretanto, el Gobierno de Rajoy, lejos de defender nuestra soberanía, nos distrae con su épica batalla con los nacionalistas catalanes. Rajoy es uno de esos dispuestos de los que hablaba Schäuble. El defensor de la integridad de la soberanía nacional no titubeará en vender los restos de nuestra soberanía en un acto de lesa patria a cambio de una pequeña guinda, o mejor dicho, un Guindos al frente del BCE.
Referencias
Comisión Europea. (2017). REFLECTION PAPER ON THE DEEPENING OF THE ECONOMIC AND MONETARY UNION. Bruselas. Retrieved from https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/reflection-paper-emu_en.pdf
Mayer, T., & Gros, D. (2010, febrero 18). Disciplinary measures. The Economist. Retrieved from The Economist: http://www.economist.com/node/15544302
Pérez, C. (2017, septiembre 9). Bruselas impulsa su propio Fondo Monetario para apuntalar el euro. El País. Retrieved from El País: https://economia.elpais.com/economia/2017/09/09/actualidad/1504974819_563129.html?id_externo_rsoc=TW_CC
Reuters. (2017, abril 20). Germany's Schaeuble: ESM could turn into European monetary fund. Retrieved from Reuters: http://www.reuters.com/article/us-imf-g20-germany-eurozone/germanys-schaeuble-esm-could-turn-into-european-monetary-fund-idUSKBN17M1RT
Tetlow, G., Donnan, S., & Brunsden, J. (2017, abril 23). EU policymakers revive push for European Monetary Fund. Retrieved from Financial Times: https://www.ft.com/content/8d4b3414-2756-11e7-8995-c35d0a61e61a
Wray, L. R. (2012, julio 8). MMT, The Euro and The Greatest Prediction of the Last 20 Years. Retrieved from New Economic Perspectives: http://neweconomicperspectives.org/2012/07/mmt-the-euro-and-the-greatest-prediction-of-the-last-20-years.html
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