Imaginemos esta conversación en el cuartel general de una empresa eléctrica:
—¡Jefe! El precio del Mw/h en el pool eléctrico está en máximos históricos. Si vaciamos los embalses podemos producir luz a coste cero y cobrarla a precios que no sé si veremos de nuevo.
—¡Buena idea! Bajemos la producción en las centrales de ciclo combinado que el gas está a precio de caviar. Pero acuérdate de no cubrir toda la demanda de luz con renovables. Nos interesa que el último Mw/h de demanda se cubra con oferta de la central de ciclo combinado.
Desde hace meses se vienen batiendo records históricos en el precio de la luz. Para el consumidor acogido a la tarifa PVPC (precio voluntario del pequeño consumidor) el precio alcanzó en agosto la cifra sin precedentes de 26 céntimos por kilovatio/hora en los tramos de hora punta. Morir electrocutado nunca había salido tan caro.
Una persona inocente podría sorprenderse porque Josep Piqué, antiguo ministro de Industria y Energía que gestionó la privatización de la última empresa pública de electricidad, ENDESA, nos vendía en una entrevista del año 1996 la bondad de
privatizar la actual presencia del Estado en el sector eléctrico y, al mismo tiempo, liberalizar el sector para introducir competencia y provocar una rebaja de los precios. (…) Eso significa que (…) el Gobierno debe garantizar la competencia en el sector eléctrico. Pero no mediante su presencia en las empresas, sino ejerciendo la potestad de regular las condiciones de mercado.
Sarcasmos contra el neoliberalismo aparte resulta evidente que el dogma privatizador de aquella época simplemente trataba de justificar el suculento negocio de comisiones que algunos bancos obtuvieron con las salidas a bolsa de estas empresas. No había ninguna razón de eficiencia para privatizar una empresa de abastecimiento de energía que, al fin y al cabo, constituye un monopolio natural. Hay tradición en este país. Recordemos como se justificaron y qué resultados se obtuvieron con las desamortizaciones de Madoz y Mendizábal.
Al indagar sobre las causas del encarecimiento de la luz hay que conocer los componentes que integran su precio. Estos incluyen el coste de producción de la energía, los pagos por los peajes de transporte y distribución, los cargos que corresponden por la energía consumida y diversos impuestos. Es sobre todo en la generación donde se ha producido el encarecimiento y cinco factores explican esta subida.
- El sistema de casación de precios marginalista en el mercado mayorista
- La subida del precio del gas natural
- El mercado de derechos de emisiones de CO2
- Los impuestos que recaen sobre la electricidad
- La estructura oligopólica de la industria.
El precio mayorista de producción se determina en el mercado diario de energía, operado por el Operador del Mercado Ibérico de la Electricidad (OMIE), única institución que ha realizado el sueño iberista de integración de España y Portugal. Esto demuestra que, cuando los intereses están alineados, las oligarquías se olvidan de las patrias. El OMIE recibe las ofertas de generación, ordenándolas de menor a mayor según el precio de venta, y las demandas, ordenándolas de mayor a menor según el precio de compra. El precio de la electricidad y la cantidad de energía que va a vender y comprar cada uno de los agentes se determina a partir de un punto de equilibrio entre la oferta y la demanda. Este mercado es ‘marginalista’, es decir, todas las energías que entran al mercado cobran lo mismo que la más cara adjudicada. Los costes de producción más bajos los ofrecen las centrales nucleares, la producción hidroeléctrica y las energías renovables. Los más caros las centrales que dependen de combustibles fósiles como las de ciclo combinado o las de cogeneración.
Podría darse una situación en la que el precio negociado fuera cero cuando una central nuclear prefiriera regalar la electricidad a parar la producción porque los costes de puesta en marcha son muy elevados. Sin embargo las fuentes energéticas más económicas no suelen ser suficientes para cubrir la demanda y la oferta se tiene que completar con la producción procedente de centrales que dependen de combustibles fósiles. Y esta parece ser la clave del problema porque, si los costes de producción en estas centrales se disparan, sin importar cuanta producción de renovables se meta en el sistema, el sistema marginalista asegura que todos los Mw/h introducidos en el mercado se venderán al precio más caro aunque se hayan producido a coste cero. Así es como las eléctricas obtienen los “beneficios caídos del cielo”.
Desde finales del año pasado los precios de casación no han dejado de batir records históricos (figura 1). Hace un año los precios diarios no superaban los 50 € y este mes se han superado los 120 €/MwH. Una de las causas es el precio del gas natural utilizado en generación eléctrica en centrales de ciclo combinado. Durante la pandemia, los precios de los combustibles fósiles cayeron a plomo. Pero la recuperación de la actividad económica está causando tensiones en los mercados de materias primas y el precio del gas empezó a recuperarse pasado el verano de 2020 (Ilustración 2). Sin embargo el gas natural no está ni mucho menos en máximos históricos y su precio está oscilando dentro de bandas habituales desde el máximo alcanzado en vísperas de la crisis financiera global. Aunque el reciente encarecimiento del precio del gas haya contribuido a la subida del precio de generación esto no basta para explicar por qué estamos en un máximo histórico.
Un mercado fake
La justificación de los elevados precios experimentados en el mercado mayorista de la electricidad también se explica con el histórico aumento del precio en el mercado de emisiones de CO2. Este es un mercado completamente virtual que ha creado la Unión Europea bajo la ilusoria pretensión de que los problemas de emisiones se podrían arreglar con “mecanismos de mercado”. En este mercado la Unión Europea asigna gratuitamente unos cupos de emisiones a las empresas contaminantes. Estas cuotas se reducen anualmente con la finalidad de alcanzar los objetivos acordados en convenios internacionales. Si una empresa no utiliza todo el cupo asignado puede vender los derechos sobrantes a otras empresas que estén dispuestos a pagar por contaminar más. Incluso cuando una empresa no necesita adquirir derechos de emisiones en el mercado la lógica de mercado implica que imputará a su precio final de producción el coste de oportunidad de no venderlos y por tanto el precio del CO2 se incorpora a su precio de oferta. En España el 47,5% de las emisiones de gases de efecto invernadero sobre el total sujeto al mercado de derechos de emisión corresponde a centrales térmicas de combustibles fósiles (Pacce, et al., 2021, p. 9). Si en la oferta eléctrica entra producción de centrales térmicas es obvio que el encarecimiento del CO2 impacta en el precio final de la luz aunque solo una fracción haya causado emisiones de CO2. Recordemos que éste es un mercado marginalista y que todos y cada uno de los kw/h vendidos, se hayan generado con combustibles fósiles o no, van a incorporar ese coste en su precio final.
¿Por qué ha creado la UE este mercado? El argumento es que, de esta manera, los productores de energía no contaminante van a sacar un mayor margen de beneficio y tendrán un incentivo para invertir. En cambio, las industrias más contaminantes tendrán un mayor coste y menor rentabilidad por lo que tendrán un incentivo para invertir en tecnologías que reduzcan sus emisiones o abandonar la actividad.
Este ingenioso sistema ha conseguido que los derechos de emisiones de CO2 se hayan encarecido significativamente desde finales de 2020 y están en máximos históricos, superándose por primera vez, los 57 euros por tonelada de CO2 equivalente en agosto de 2021 (Ilustración 3). La UE ha hecho de aprendiz de brujo y ha conseguido crear un sistema de extracción de rentas a los hogares demoníaco. De esta manera solo las empresas eléctricas se apropian de los beneficios de la producción con energías renovables mientras el consumidor sigue pagando como si toda la producción fuera con no renovables.
De esta manera solo las empresas eléctricas se apropian de los beneficios de la producción con energías renovables mientras el consumidor sigue pagando como si toda la producción fuera con no renovables
La causa principal de este aumento de la cotización de los derechos de emisión está en una decisión del Consejo Europeo de acelerar el ritmo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero entre 1990 y 2030 desde el 40 % anterior hasta el 55 %, (una aceleración del ritmo de descenso anual desde el 1,74 % hasta el 2,2 % a partir de 2021). Además, los derechos de emisión se redefinieron como instrumentos financieros, de modo que, desde entonces, los participantes en el mercado no incluyen solamente las empresas excedentarias y deficitarias de derechos de emisión. Es decir, se ha tolerado la entrada de especuladores. Por último se ha exigido la creación de una ‘reserva de estabilidad de mercado’ por monto de 900 millones de euros, un instrumento destinado a hacer frente a posibles perturbaciones en el mercado de derechos de emisión que pudieran generar desequilibrios excesivos entre oferta y demanda, y, por tanto, oscilaciones demasiado bruscas e intensas en los precios. La puesta en marcha de esta reserva se había pospuesto pero se retomó a partir de 2019 (Pacce, et al., 2021, p. 11).
Según un estudio publicado por el Banco de España
el encarecimiento de los permisos de emisión de CO2 explicaría una quinta parte de ese incremento del precio, mientras que los mayores precios del gas representarían la mitad de este [en concreto, 19,6 puntos porcentuales (pp) y 50,3 pp, respectivamente] (Pacce, et al., 2021).
Impuestos clasistas
Aunque el precio negociado en el pool eléctrico fuera 0 tu factura nunca será 0. Eso se debe a que el precio final de la factura de la luz no se fija solo en el pool eléctrico, sino que está compuesta por multitud de partidas, de las cuales muchas son costes regulados por el gobierno y otras directamente impuestos. Una factura eléctrica normal se compone de término de potencia, término de energía, alquiler de equipos, impuesto eléctrico e IVA. De hecho, los costes regulados y los impuestos vienen a representar algo más del 65% del coste de la luz.
La energía eléctrica en España estaba sometida a un IVA del 21% así que, por cada euro que aumenten los costes de producción repercutidos en factura, añádase ese porcentaje. Adicionalmente nos encontramos con el impuesto sobre el valor de la producción de la energía eléctrica, que grava con un 7 % el valor de la generación de todas las centrales. Pero, conociendo el grado de concentración que se da en este mercado no resulta sorprendente que las empresas trasladen, en mayor o menor medida, este impuesto al precio ofertado en el mercado. En este sentido, dado el aumento de la base imponible, según el citado informe del Banco de España, hasta 6,9 puntos porcentuales del incremento observado podrían explicarse por el impacto de este gravamen en el precio de casación (Pacce, et al., 2021). De forma inoportuna, el Gobierno decidió reintroducir en 2020 un nuevo Impuesto Especial a la Electricidad (IEE), que grava el suministro de energía eléctrica para consumo al tipo del 5,11269632%. Si quieren ejemplos de la regresividad del sistema fiscal español no busquen más. Para compensar la escalada de precios el Gobierno ha rebajado, temporalmente, el IVA al 10%. Sugiero que lo deje permanentemente allí o incluso más abajo siempre que intervenga el mercado para asegurarse de que las empresas eléctricas no aprovechen su poder de mercado para apropiarse de esa rebaja en lugar de repercutirla al cliente final.
Facturación por tramos horarios
Esta evolución de los precios coincide con la entrada en vigor el 1 de junio del nuevo sistema de facturación por tramos horarios. El interés en incluir la discriminación horaria de manera obligatoria se debe a la saturación que experimentan las redes de transporte y distribución de electricidad durante las denominadas horas punta. Con el nuevo formato de factura se busca incentivar el traslado de la demanda eléctrica hacia otras horas en las que las infraestructuras están menos usadas. La medida está pensada por ejemplo para que los propietarios de un vehículo eléctrico aprovechen las ‘horas valle’ para recargar el vehículo. Pero la realidad social actual es que la mayoría de la población no dispone de un vehículo eléctrico. Pocos usuarios tienen capacidad real de desplazar su consumo a horarios nocturnos. Al final para la mayoría de las personas utilizar la tarifa de ‘horas valle’ supone, como mucho. poner la lavadora por la noche. El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico explicaba que esta medida supondría una reducción de la factura de la luz de los pequeños consumidores a medio y largo plazo … en serio.
Márgenes de oligopolio
El modelo de casación de precios carácter marginalista en el mercado mayorista podría ser sustituido por otro modelo. Por ejemplo uno en el que cada participante en el mercado ofertara su propio precio. El problema es que es improbable que el resultado fuera muy distinto al que estamos observando ahora. Las empresas no tratan de cubrir sus costes variables sino de maximizar su beneficio. Siempre habrá oferentes que se vean obligados a ofertar un precio más alto y los demás conocerán esa situación y acercarán sus ofertas al precio más alto por muy bajos que sean sus costes variables. Pero es que esta última afirmación es una perogrullada porque, al fin y al cabo, el mercado de generación son cuatro gatos. Iberdrola, ENDESA y Naturgy representa el 83% de la oferta. Estamos hablando de oligopolios que naturalmente buscan maximizar sus beneficios, trasladando todos los costes al consumidor final, y además conocen perfectamente los costes de cada sistema de generación pues operan en todos ellos. No sería de extrañar que el oligopolio eléctrico encontrara una forma de capturar la rebaja temporal del IVA. Aunque nos visten el pool eléctrico como un mercado estas empresas han conseguido estar en misa y repicando.
El oligopolio eléctrico permite que las compañías encuentren el mix energético que maximiza su beneficio. Una consulta a las cuentas anuales consolidadas de los mayores operadores (Iberdrola, ENDESA y Naturgy) nos permite comprobar que sus márgenes netos oscilan habitualmente entre el 8% y el 11% y eso también procede de las facturas que pagamos los consumidores. De estas facturas también salen los costes de construir las vistosas sedes corporativas y los emolumentos de sus altos directivos. Como los del Sr. Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, quien cobra 12,2 millones € cada año, sin duda una merecida compensación por los riesgos que ha asumido como emprendedor en el mercado eléctrico. El mercado eléctrico es un ejemplo de manual de extracción de rentas: un oligopolio que explota de forma inmisericorde su dominio de mercado. La pretensión europea de que el negocio eléctrico opera como un mercado de competencia perfecta o bien es de una ingenuidad pasmosa o forma parte de una conspiración entre políticos y empresas para esquilmar a los consumidores.
Ilustración 4. Cuotas de mercado del mercado eléctrico (Fuente: CNMC)
Transición ecológica regresiva
A los actuales gobernantes se les ha debido olvidar que el mercado se regula. Se han hecho tan entusiastas del libre cambio que ya no encuentran el manual de instrucciones para intervenir en el mercado. A veces se pronuncian como si los mercados fueran instituciones naturales, como los ecosistemas, que se rigen por leyes universales —difíciles de comprender, sí, pero en los que no hay que intervenir para no alterar los equilibrios que se alcanzan espontáneamente en ellos.
Es evidente que el actual mercado no procede de un proceso darwiniano de selección de las especias de generadores de electricidad sino de un diseño institucional muy concreto elaborado sobre las premisas del fundamentalismo del mercado que confía en que los incentivos adecuados darán resultados óptimos. El problema es que Vd., querido lector, y yo, somos quienes ponemos los incentivos.
El mercado de derechos de emisión se justifica por la necesidad de conseguir una transición hacia un mix energético sostenible menos dependiente de los combustibles fósiles. Entre 2017 y 2019 las emisiones de CO2 del sector eléctrico se redujeron un 35% lo cual se presenta como una validación de la eficacia del sistema (Pacce, et al., 2021, p. 16). Impresionante, sí, pero eso no prueba que otro sistema no hubiese producido una transición aún más veloz. Reconocemos la importancia de luchar contra el cambio climático y eso exige un cambio de modelo energético. Pero ¿es necesario hacerlo a costa de una masiva extracción de rentas desde los hogares a los accionistas de las empresas energéticas?
Un Green New Deal
La propuesta del Green New Deal, presentada desde la óptica de la TMM, plantea un modelo de transición alternativo más justo e inclusivo. Es obvio que cambiar el mix energético exigirá costes e inversiones. Pero desde Red MMT podemos imaginar un diseñó alternativo del mercado eléctrico que consiga ese objetivo. La generación y, sobre todo, la distribución eléctrica encajan bastante bien en la definición de monopolio natural. Podríamos nacionalizar las empresas eléctricas, pagando un precio justo a sus actuales accionistas —no analizaremos ahora cuál sería éste pero no debería ser la cotización actual en los mercados que descuentan rentas de monopolio, esas que precisamente tratamos de eliminar—. No lloren por los accionistas; al fin y al cabo el accionista de ENDESA es una empresa estatal italiana. Una empresa pública podría asumir la misión de cobrar la luz a precios que reflejaran los costes reales de producción sin necesidad de generar beneficios para retribuir a sus accionistas. Tampoco necesitaría “incentivos” para realizar las inversiones en plantas de generación que empleen energías renovables ya que hacer esas inversiones podría resultar de una decisión política adoptada en las Cortes Generales. La transición sería más rápida y la luz, un bien básico de primera necesidad, saldría más económica. En este modelo también se prescindiría del mercado ficticio de emisiones, los dividendos de los accionistas, los costos de las sedes corporativas, los ejecutivos parasitarios y otros gastos suntuarios. La financiación de las inversiones en generación renovable se podría realizar desde el Estado, ya con inyecciones de capital, ya con préstamos desde un banco público de desarrollo industrial. Estas inversiones se podrían amortizar gradualmente con un pequeño recargo por Kw/h en la factura. Si todavía fuera necesario incorporar algo de producción basadas en combustibles fósiles y se imputara el coste del gas natural al Kw/h el precio de la luz seguiría experimentando oscilaciones como consecuencia de las variaciones en el precio del hidrocarburo, pero atenuadas porque se utilizaría un promedio de los costos de generación, no el costo marginal.
“La solución es más Europa”
Es dudoso que dentro del marco institucional de la UE esta propuesta fuera viable. La propia ministra de transición ecológica responsabiliza a Europa de la incesante subida de la electricidad y asegura que la UE
Como siempre, la solución para todos los problemas es “más Europa” … para los beneficios de las eléctricas. Nos queda la duda de saber si a los tecnócratas de Bruselas y a los políticos neoliberales les mueve un fundamentalismo de mercado del tipo “sostenella y no enmendalla” o intereses inconfesables. Pero es conocida la predilección de los políticos retirados por los consejos de administración de empresas energéticas.
También hay que recordar que declarar impotencia, como hace el Gobierno de España, ilustra perfectamente lo que Grande llamó la ‘paradoja de la debilidad’. La necesidad de cumplir con los tratados y compromisos europeos aumenta la autonomía de funcionarios y gobernantes respecto a los intereses de la población (Grande, 1996) a la vez que se alega impotencia… como hace la ministra. Los corazones pétreos de los tecnócratas de Bruselas son insensibles a la pobreza energética, la irritación de los votantes españoles y el enojo de los socios menores del Gobierno. Pero que sepamos España tiene asiento en el Consejo Europeo donde, en coalición con otros estados europeos, podría patalear, abominar y gritar hasta que consiguiera un cambio de modelo.
La conversación que imaginamos al principio probablemente nunca se haya producido y además sería ilegal. Pero no es necesaria. El bolsillo izquierdo sabe lo que quiere el bolsillo derecho porque ambos quieren lo mismo. Por favor, que siga la transición energética, pero con un poquito de combustibles fósiles en el mix.
Referencias
Cadena SER, 2021. El Gobierno sigue buscando fórmulas para bajar la factura de la luz pero no ve realista intervenir el mercado. [En línea] Available at: https://cadenaser.com/programa/2021/08/12/hoy_por_hoy/1628749830_616257.html
[Último acceso: 17 Agosto 2021].
Grande, E., 1996. The state and interest groups in a framework of multi‐level decision‐making: The case of the European Union. Journal of European Public Policy, pp. 3:3, 318-338.
Pacce, M., Sánchez, I. & Suárez-Varela, M., 2021. EL PAPEL DEL COSTE DE LOS DERECHOS DE EMISIÓN DE CO2 Y DEL ENCARECIMIENTO DEL GAS EN LA EVOLUCIÓN RECIENTE DE LOS PRECIOS MINORISTAS DE LA ELECTRICIDAD EN ESPAÑA, Madrid: Documentos Ocasionales nº 2120.
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