05 de abril de 2015
El proyecto de la unión monetaria europea, diseñado con una óptica neoliberal, con un Banco Central Europeo (BCE) que no podía actuar como prestamista de última instancia y sin uniones fiscal y bancaria auténticas, ha generado la mayor crisis económica que se recuerde en Europa. Sin embargo sus creadores y sus inspiradores ideológicos aún son incapaces de reconocer los errores de diseño del Euro y, como mucho, están dispuestos a aceptar que la unión monetaria requiere ligeros retoques. Cuando llegó la crisis, los neoliberales, firmemente asentados en las instituciones europeas, como el Sr. Tritchet, el Sr. Sarkozy, la Sra. Merkel o el Sr. Barroso, fueron incapaces de diagnosticar correctamente la crisis y, con sus recetas de 'devaluación interna' (reducciones salariales) y 'consolidación fiscal' (austeridad), actuaron como bomberos pirómanos, profundizando aun más las caídas de PIB y empleo. Lerner argumentaba que una tasa de desempleo elevada era una prueba de que el gasto público era excesivamente bajo. Pues bien, Europa decidió cavar más hondo.
Pero el predominio del pensamiento único europeo empieza a resquebrajarse ante la evidencia de que los resultados han sido catastróficos. La reciente victoria de Syriza ha enfrentado a las instituciones europeas a la evidencia de que sus políticas no pueden seguir aplicándose impunemente. Algunos han tenido la decencia de reconocer que se han equivocado. Recordemos las recientes lágrimas de cocodrilo de Juncker cuando admitió que "habíamos pecado contra la dignidad de los pueblos" o el reconocimiento de economistas del FMI como Blanchard de que habían subestimado el multiplicador fiscal
Inasequibles al desaliento, no obstante, otros siguen tratando de convencernos de que los países en crisis solo pueden achacarse a sí mismos la culpa de su infortunio. Por supuesto obvian siempre las responsabilidades de Alemania y los restantes países acreedores, de las instituciones europeas y del nefasto diseño de la unión monetaria en la gestación de la crisis europea de deuda. Uno de los más recientes intentos de autojustificación es el de Guntram Wolff cuyo escrito, titulado A tale of floods and dams (Un cuento de inundaciones y diques), es una fantasía neoliberal repleta de arrogancia y deshonestidad intelectual. En este cuento el autor alemán selecciona datos de forma interesada y aporta interpretaciones sesgadas sobre la crisis griega, aderezando todo ello con gráficos que pretenden darle un maquillaje de seriedad y rigor académico a su artículo, en un intento fútil de convencernos de que los griegos son los únicos responsables de su crisis.
Ante todo veamos quién es Guntram Wolff. Es el Director de Bruegel desde junio de 2013, un think-tank neoliberal cuyo consejo de administración preside Jean Claude Tritchet, el mismo chantajista que le impuso la agenda neoliberal al presidente ZP en 2010. En definitiva, se le puede considerar como un miembro del establishment europeo y por tanto alguien completamente incapaz de encontrar más que pequeños defectos en el funcionamiento del euro.
Citando al inicio una frase de Maquiavelo sobre la necesidad de prepararse para futuras inundaciones construyendo los diques a tiempo uno ya va vislumbrando el tono general del artículo: de nuevo las analogías facilonas que tanto gustan a los conservadores; otra vez los intentos de culpabilizar a las víctimas de la crisis y eludir las propias responsabilidades; “si hubieses sido más hormiga y menos cigarra”; el cuento de los tres cerditos y la casa con buenos cimientos; etc.
Guntram Wolff comienza su argumentación identificando similitudes en las condiciones de déficit por cuenta corriente y deuda externa de Grecia y Bulgaria en los años previos a la crisis financiera global (CFG). ¿Por qué piensa Guntram Wolff que Grecia y Bulgaria eran naciones tan parecidas? En primer lugar porque ambas naciones se habían constreñido o atado las manos, aquélla uniéndose a la moneda común, está estableciendo un “currency board”. También porque ambas naciones carecerían de una arquitectura institucional solvente y por las deficiencias estructurales de sus economías. A tal fin emplea el índice de “Facilidad de desarrollar negocios” que publica el Banco Mundial o los resultados del informe PISA como indicadores de esta supuesta debilidad institucional. Podemos estar de acuerdo con que las instituciones de ambas naciones son endebles pero esto les coloca junto a un número muy grande de estados y por tanto no son la excepción. Siendo naciones tan similares, Guntram Wolff se pregunta por qué una ha pasado una crisis tan profunda y la otra no.
Convenientemente el Sr. Wolff parece haberse olvidado de una fundamental diferencia: que Bulgaria estaba fuera del Euro y, aunque había decidido fijar el tipo de cambio del Lev con el Euro, lo cierto es que disponía de soberanía monetaria y, sobre todo, de un banco central. Por tanto Bulgaria contaba con el prestamista de última instancia que le falló a Grecia. Hablamos más sobre esto más adelante, pero no olvidemos de esta fundamental diferencia de partida entre ambas naciones balcánicas.
Pero la tesis de Herr Wolff no está relacionada con la diferente dotación de instituciones monetarias. Pues ¿cómo podría ser que el euro, diseñado bajo postulados neoliberales, tuviera la más mínima relación con el desastroso resultado de la crisis griega?
Estamos de acuerdo con el Sr. Wolff en que ambas naciones tuvieron elevadísimos déficit por cuenta corrientes en la víspera de la gran crisis financiera mundial. Añadamos que también España y EE.UU.
Lógicamente, sigue el Sr. Wolff, la acumulación de déficits por cuenta corriente resultó en unas posiciones financieras netas crecientemente negativas frente al exterior. Lo mismo le ocurrió a España. Nada sorprendente hasta ahora.
Ninguna crítica hay a la oportunista política de explotar al vecino tan impunemente practicada por Alemania durante este período. La patria del Sr. Wolff decidió reprimir los salarios y el consumo en su país para ganar competitividad y, aprovechando los tipos de cambio fijos que impedían a las demás naciones contrarrestar las acciones alemanas, la libre circulación de mercancías y el libre movimiento de capitales, inundar a sus vecinos con sus productos. En definitiva las naciones acreedoras del núcleo europeo nos prestaron el dinero para que nosotros cerráramos nuestras fábricas y ellos pudieran alcanzar el pleno empleo. Esta es la causa fundamental de los enormes endeudamientos de los países periféricos de la UE y no otra. Aunque uno pudiera reprocharle a los gobiernos de Grecia, Bulgaria, España e Irlanda que no hicieran nada por frenar la avalancha de capital e importaciones alemanes, lo cierto y verdad es que, dentro del marco jurídico de la UE, no podían hacer nada para frenarla. Esto lo hemos argumentado en otros posts anteriores.
Donde la argumentación de Guntram Wolff empieza a volverse antipática es en la afirmación que hace a continuación:
Este párrafo condensa la esencia del pensamiento neoliberal. En primer lugar recoge el antiguo prejuicio conservador de que todo gasto público por definición es improductivo. Podemos estar de acuerdo en que el estado griego ha estado en manos de oligarquías que han utilizado el presupuesto público para crear redes clientelares, algo con lo que por cierto Syriza dice que quiere acabar. De esto sabemos mucho en España. Pero el gasto público permite también proveer a la sociedad de bienes públicos con una elevada rentabilidad social: pensemos en el gasto en educación, I+D, universidades, sanidad pública, infraestructuras, etc. Si en el párrafo anterior el Sr. Wolff argüía como prueba de la pobreza institucional precisamente los malos resultados de Grecia y Bulgaria en el informe PISA ¿cómo cree que deberían estos países mejorar en este ranking si no es con una mayor inversión pública? El Profesor Vicenç Navarro demuestra la baja dotación de bienes públicos y los bajos índices de gasto social en los países periféricos en un post reciente titualdo La farsa de la deuda en los países periféricos de la Eurozona.
Pero dejemos de lado la crítica al prejuicio contra todo lo público y centrémonos en el otro argumento: la supuesta irresponsabilidad del gobierno griego. Para empezar, no es cierto que el nivel de gasto público de los helenos fuera tan elevado en vísperas de la CFG. En un post de Frances Coppola (http://coppolacomment.blogspot.com.es/ ) ya se demostró que el gasto público griego estaba en línea con el de otros países. De hecho la mayor parte de la deuda griega se generó en una etapa muy anterior y fue consecuencia de la crisis petrolera de los años 70 y 80. Del examen de los datos no hay nada que sugiera que el gasto público griego en los años anteriores a la crisis fuera extraordinariamente elevado. Por ejemplo, tomando el año 2006, el inmediatamente anterior a la crisis, ¿por qué un gasto público del 45,2% en Grecia era muestra de derroche improductivo mientras que el 45,3% de Alemania era una muestra de virtuosismo dentro de los más estrictos cánones neoliberales? De acuerdo con que el gasto público de Bulgaria era bajo pero ¿no haría bien el Sr. Wolff preguntándose si quizás ese nivel fuese la causa de su debilidad institucional?
Hagámonos una pregunta adicional y que no es nada inocente. Si los griegos no fueron capaces de utilizar el capital prestado por los alemanes de forma productiva ¿por qué tampoco los propios compatriotas del Sr. Wolff quienes, no sabiendo qué hacer con él, prefirieron prestárselo a los griegos? Oportunidades no les faltaban. Precisamente hace poco Paul de Grauwe criticaba la falta de inversión pública del estado alemán.
De todas formas resulta que la premisa del Sr. Wolf es falsa. No es cierto que fuera el sector público el principal responsable del deterioro de la posición financiera neta de Grecia. El gráfico siguiente muestra cómo el deterioro en la balanza comercial fue fundamentalmente causado por el sector privado y que el sector público mantuvo un leve déficit que no era en absoluto inasumible. Fue la contundente crisis económica la causante del hundimiento de la recaudación fiscal griega. La nefasta gestión tras la intervención europea provocó un profundo hundimiento del PIB. Lógicamente, ambos efectos combinados: el aumento del déficit público en el numerador y la caída histórica del denominador llevaron a que el índice de deuda pública sobre el PIB se disparara hasta hacerlo insostenible.
Tomado de Frances Coppola: Greece's real problema (http://coppolacomment.blogspot.com.es/ )
El artículo recoge una crítica a la actitud del gobierno griego que en 2009 incrementó su déficit hasta el 5,7% seguido de otro aumento del 3% en 2010 mientras que Bulgaria “responsablemente” habría iniciado un ajuste fiscal del 4% en el mismo año. El autor habla como si realmente habría tenido alguna opción el gobierno griego. Sin embargo, no olvidemos que en ese año la recaudación fiscal del gobierno griego se hundió. Haber aplicado un ajuste en el gasto simplemente habría empeorado las cosas, como se demostró en los años posteriores en los que Bruselas y Frankfurt impusieron su criminal plan de austeridad.
A continuación el Sr. Wolff se detiene en una discusión sobre si hubiese sido aconsejable un menor o mayor ritmo de ajuste fiscal aunque se posiciona como un partidario de una restructuración más temprana de la deuda griega. Sin embargo concluye que poco habría cambiado ralentizando o acelerando el ajuste fiscal, postura con la que estoy de acuerdo, pero por motivos distintos. En mi opinión Grecia debería renunciar en estos momentos a un superávit primario e ir a un ambicioso programa de reactivación de la economía con estímulos fiscales o un programa de empleo garantizado. Porque la raíz del problema, además de la falta de competitividad de la economía griega, está en la lamentable actuación de las autoridades europeas ante el inicio de la crisis de deuda soberana.
Ahora el Sr. Wolff pretende olvidar el papel del nefasto diseño institucional del euro en la gestación de la crisis de deuda soberana. Recurre al manido y desacreditado mito de la “confianza de los mercados”. Según él, la prima de riesgo griega se disparó por culpa de la equivocada actitud fiscal griega frente a la de los búlgaros que habría sido premiada por los mercados (los famosos 'bond vigilantes' de la mitología conservadora de EE.UU.).
No se puede ser más deshonesto. Es evidente que la subida de la prima de riesgo griega solo podía dañar la ejecución de políticas anticíclicas del gobierno griego. Se olvida Wolff que fueron el Sr. Tritchet y la institución que presidía entonces los responsables de que se disparara la prima de riesgo griega. La leyenda de la confianza de los mercados es un embuste pues de otra manera no podría explicarse que la prima de riesgo griega (y la española, y la italiana, y la portuguesa) cayera inmediatamente después del famoso discurso de Draghi en el que prometía que haría cuanto fuera necesario para salvar el Euro (es decir, que compraría deuda de los países periféricos si fuera necesario, promesa que ahora están incumpliendo con Grecia pese a estar sometido a un programa de rescate precisamente en un intento antidemocrático de socavar los recursos del nuevo gobierno).
Citando al inicio una frase de Maquiavelo sobre la necesidad de prepararse para futuras inundaciones construyendo los diques a tiempo uno ya va vislumbrando el tono general del artículo: de nuevo las analogías facilonas que tanto gustan a los conservadores; otra vez los intentos de culpabilizar a las víctimas de la crisis y eludir las propias responsabilidades; “si hubieses sido más hormiga y menos cigarra”; el cuento de los tres cerditos y la casa con buenos cimientos; etc.
Guntram Wolff comienza su argumentación identificando similitudes en las condiciones de déficit por cuenta corriente y deuda externa de Grecia y Bulgaria en los años previos a la crisis financiera global (CFG). ¿Por qué piensa Guntram Wolff que Grecia y Bulgaria eran naciones tan parecidas? En primer lugar porque ambas naciones se habían constreñido o atado las manos, aquélla uniéndose a la moneda común, está estableciendo un “currency board”. También porque ambas naciones carecerían de una arquitectura institucional solvente y por las deficiencias estructurales de sus economías. A tal fin emplea el índice de “Facilidad de desarrollar negocios” que publica el Banco Mundial o los resultados del informe PISA como indicadores de esta supuesta debilidad institucional. Podemos estar de acuerdo con que las instituciones de ambas naciones son endebles pero esto les coloca junto a un número muy grande de estados y por tanto no son la excepción. Siendo naciones tan similares, Guntram Wolff se pregunta por qué una ha pasado una crisis tan profunda y la otra no.
Convenientemente el Sr. Wolff parece haberse olvidado de una fundamental diferencia: que Bulgaria estaba fuera del Euro y, aunque había decidido fijar el tipo de cambio del Lev con el Euro, lo cierto es que disponía de soberanía monetaria y, sobre todo, de un banco central. Por tanto Bulgaria contaba con el prestamista de última instancia que le falló a Grecia. Hablamos más sobre esto más adelante, pero no olvidemos de esta fundamental diferencia de partida entre ambas naciones balcánicas.
Pero la tesis de Herr Wolff no está relacionada con la diferente dotación de instituciones monetarias. Pues ¿cómo podría ser que el euro, diseñado bajo postulados neoliberales, tuviera la más mínima relación con el desastroso resultado de la crisis griega?
Estamos de acuerdo con el Sr. Wolff en que ambas naciones tuvieron elevadísimos déficit por cuenta corrientes en la víspera de la gran crisis financiera mundial. Añadamos que también España y EE.UU.
Lógicamente, sigue el Sr. Wolff, la acumulación de déficits por cuenta corriente resultó en unas posiciones financieras netas crecientemente negativas frente al exterior. Lo mismo le ocurrió a España. Nada sorprendente hasta ahora.
Ninguna crítica hay a la oportunista política de explotar al vecino tan impunemente practicada por Alemania durante este período. La patria del Sr. Wolff decidió reprimir los salarios y el consumo en su país para ganar competitividad y, aprovechando los tipos de cambio fijos que impedían a las demás naciones contrarrestar las acciones alemanas, la libre circulación de mercancías y el libre movimiento de capitales, inundar a sus vecinos con sus productos. En definitiva las naciones acreedoras del núcleo europeo nos prestaron el dinero para que nosotros cerráramos nuestras fábricas y ellos pudieran alcanzar el pleno empleo. Esta es la causa fundamental de los enormes endeudamientos de los países periféricos de la UE y no otra. Aunque uno pudiera reprocharle a los gobiernos de Grecia, Bulgaria, España e Irlanda que no hicieran nada por frenar la avalancha de capital e importaciones alemanes, lo cierto y verdad es que, dentro del marco jurídico de la UE, no podían hacer nada para frenarla. Esto lo hemos argumentado en otros posts anteriores.
Donde la argumentación de Guntram Wolff empieza a volverse antipática es en la afirmación que hace a continuación:
En Bulgaria, los flujos de inversión directa foránea impulsaron los déficit por cuenta corriente. Como economía que había dejado atrás recientemente el período comunista y que tenía un bajo stock de capital, las oportunidades de inversión era aun significativas, a pesar de sus débiles instituciones. En cambio, en Grecia, un endeudamiento temerario del gobierno fue el principal impulsor de las importaciones de capital.En definitiva, los búlgaros habrían actuado ejemplarmente destinando los abundantes flujos de capital alemán a inversiones productivas mientras que esos disolutos griegos se habrían “chuleado” el dinero con un gasto público improductivo.
Este párrafo condensa la esencia del pensamiento neoliberal. En primer lugar recoge el antiguo prejuicio conservador de que todo gasto público por definición es improductivo. Podemos estar de acuerdo en que el estado griego ha estado en manos de oligarquías que han utilizado el presupuesto público para crear redes clientelares, algo con lo que por cierto Syriza dice que quiere acabar. De esto sabemos mucho en España. Pero el gasto público permite también proveer a la sociedad de bienes públicos con una elevada rentabilidad social: pensemos en el gasto en educación, I+D, universidades, sanidad pública, infraestructuras, etc. Si en el párrafo anterior el Sr. Wolff argüía como prueba de la pobreza institucional precisamente los malos resultados de Grecia y Bulgaria en el informe PISA ¿cómo cree que deberían estos países mejorar en este ranking si no es con una mayor inversión pública? El Profesor Vicenç Navarro demuestra la baja dotación de bienes públicos y los bajos índices de gasto social en los países periféricos en un post reciente titualdo La farsa de la deuda en los países periféricos de la Eurozona.
Pero dejemos de lado la crítica al prejuicio contra todo lo público y centrémonos en el otro argumento: la supuesta irresponsabilidad del gobierno griego. Para empezar, no es cierto que el nivel de gasto público de los helenos fuera tan elevado en vísperas de la CFG. En un post de Frances Coppola (http://coppolacomment.blogspot.com.es/ ) ya se demostró que el gasto público griego estaba en línea con el de otros países. De hecho la mayor parte de la deuda griega se generó en una etapa muy anterior y fue consecuencia de la crisis petrolera de los años 70 y 80. Del examen de los datos no hay nada que sugiera que el gasto público griego en los años anteriores a la crisis fuera extraordinariamente elevado. Por ejemplo, tomando el año 2006, el inmediatamente anterior a la crisis, ¿por qué un gasto público del 45,2% en Grecia era muestra de derroche improductivo mientras que el 45,3% de Alemania era una muestra de virtuosismo dentro de los más estrictos cánones neoliberales? De acuerdo con que el gasto público de Bulgaria era bajo pero ¿no haría bien el Sr. Wolff preguntándose si quizás ese nivel fuese la causa de su debilidad institucional?
Hagámonos una pregunta adicional y que no es nada inocente. Si los griegos no fueron capaces de utilizar el capital prestado por los alemanes de forma productiva ¿por qué tampoco los propios compatriotas del Sr. Wolff quienes, no sabiendo qué hacer con él, prefirieron prestárselo a los griegos? Oportunidades no les faltaban. Precisamente hace poco Paul de Grauwe criticaba la falta de inversión pública del estado alemán.
Gasto público en porcentaje del PIB (EL=Grecia, ES= España, BG=Bulgaria y DE=Alemania)
De todas formas resulta que la premisa del Sr. Wolf es falsa. No es cierto que fuera el sector público el principal responsable del deterioro de la posición financiera neta de Grecia. El gráfico siguiente muestra cómo el deterioro en la balanza comercial fue fundamentalmente causado por el sector privado y que el sector público mantuvo un leve déficit que no era en absoluto inasumible. Fue la contundente crisis económica la causante del hundimiento de la recaudación fiscal griega. La nefasta gestión tras la intervención europea provocó un profundo hundimiento del PIB. Lógicamente, ambos efectos combinados: el aumento del déficit público en el numerador y la caída histórica del denominador llevaron a que el índice de deuda pública sobre el PIB se disparara hasta hacerlo insostenible.
Tomado de Frances Coppola: Greece's real problema (http://coppolacomment.blogspot.com.es/ )
El artículo recoge una crítica a la actitud del gobierno griego que en 2009 incrementó su déficit hasta el 5,7% seguido de otro aumento del 3% en 2010 mientras que Bulgaria “responsablemente” habría iniciado un ajuste fiscal del 4% en el mismo año. El autor habla como si realmente habría tenido alguna opción el gobierno griego. Sin embargo, no olvidemos que en ese año la recaudación fiscal del gobierno griego se hundió. Haber aplicado un ajuste en el gasto simplemente habría empeorado las cosas, como se demostró en los años posteriores en los que Bruselas y Frankfurt impusieron su criminal plan de austeridad.
A continuación el Sr. Wolff se detiene en una discusión sobre si hubiese sido aconsejable un menor o mayor ritmo de ajuste fiscal aunque se posiciona como un partidario de una restructuración más temprana de la deuda griega. Sin embargo concluye que poco habría cambiado ralentizando o acelerando el ajuste fiscal, postura con la que estoy de acuerdo, pero por motivos distintos. En mi opinión Grecia debería renunciar en estos momentos a un superávit primario e ir a un ambicioso programa de reactivación de la economía con estímulos fiscales o un programa de empleo garantizado. Porque la raíz del problema, además de la falta de competitividad de la economía griega, está en la lamentable actuación de las autoridades europeas ante el inicio de la crisis de deuda soberana.
Ahora el Sr. Wolff pretende olvidar el papel del nefasto diseño institucional del euro en la gestación de la crisis de deuda soberana. Recurre al manido y desacreditado mito de la “confianza de los mercados”. Según él, la prima de riesgo griega se disparó por culpa de la equivocada actitud fiscal griega frente a la de los búlgaros que habría sido premiada por los mercados (los famosos 'bond vigilantes' de la mitología conservadora de EE.UU.).
Diferencias en la gestión fiscal y turbulencias fiscales importantes, asociados a los temores a la salida [del euro], etc. llevaron a una diferencia sustancial en la credibilidad de los mercados financieros y Grecia sufrió mucho por esto. Los rendimientos de la deuda búlgara han estado consistentemente debajo de los griegos desde el inicio de la crisis. Se podría argüir que los mayores rendimientos provocados por la falta de credibilidad griega fueron un importante factor tras el colapso del PIB griego. Piensen en las primas incrementadas como un incremento del tipo de interés del banco central, con los correspondientes efectos negativos en el rendimiento económico. Por tanto fue una noticia positiva que estas primas cayeran sustancialmente ante de la elección del nuevo gobierno griego. El más reciente incremento de los tipos de interés y la correspondiente pérdida de confianza me hace pesimista respecto al rendimiento económico global de la economía griega en 2015. El efecto de la austeridad reducida podría quedar más que compensada por un alza de los tipos de interés y un empeoramiento del clima inversor.La desconfianza de los mercados habría conducido al alza de los intereses pagados por los griegos. ¡Otra vez nos vienen con la milonga de la confianza de los mercados! A su vez, esos elevados tipos de interés habrían conducido al colapso del PIB griego. Vamos, un clásico ejemplo de confundir una correlación con una relación causa efecto.
No se puede ser más deshonesto. Es evidente que la subida de la prima de riesgo griega solo podía dañar la ejecución de políticas anticíclicas del gobierno griego. Se olvida Wolff que fueron el Sr. Tritchet y la institución que presidía entonces los responsables de que se disparara la prima de riesgo griega. La leyenda de la confianza de los mercados es un embuste pues de otra manera no podría explicarse que la prima de riesgo griega (y la española, y la italiana, y la portuguesa) cayera inmediatamente después del famoso discurso de Draghi en el que prometía que haría cuanto fuera necesario para salvar el Euro (es decir, que compraría deuda de los países periféricos si fuera necesario, promesa que ahora están incumpliendo con Grecia pese a estar sometido a un programa de rescate precisamente en un intento antidemocrático de socavar los recursos del nuevo gobierno).
Además, atribuir la caída del PIB griego a la subida de las primas de riesgo es una interpretación interesada. La verdadera causa del hundimiento del PIB griego fue la política de draconiana austeridad impuesta por el actual jefe del Sr. Wolff, el Sr. Tritchet, ese bombero pirómano que prefirió aprovechar la situación para imponer su agenda neoliberal a los gobiernos periféricos antes de comprometerse a comprar su deuda pública en el mercado secundario. No olvidemos además cómo la falta de una real unión bancaria contribuyó al incendio al contagiar los problemas de solvencia del sector bancario al estado griego. Por cierto, el Sr. Draghi sigue jugando al chantaje y a perpetuar la fragmentación bancaria al no permitir que los bancos griegos aporten deuda del estado griego como garantía para acceder a líneas de descuento del BCE.
Pero analicemos el rendimiento de ese supuesto parangón de virtud fiscal balcánica, Bulgaria, que ha recibido el premio del hada de la confianza y ahora descuella en el Olimpo de los casos de éxito noliberales. ¿No habría tenido mucha más influencia en la evolución del tipo de interés que pagaba el gobierno búlgaro el hecho de que el banco central de Bulgaria se avino a comprar deuda de su propio estado? En la siguiente figura vemos lo que pasó con el balance del banco central de ese país balcánico: desde finales de 2009 hasta 2013 sus activos casi se duplican. Es decir, al igual que el Reino Unido u otros países bendecidos con soberanía monetaria, Bulgaria pudo apoyar su deuda pública con compras en el mercado para impedir que los rendimientos se dispararan. Mientras, el BCE bajo Tritchet nos dejaba a los países periféricos tirados en el arroyo. Resulta evidente que Guntram Wolff no quiere morder la mano de quien le da de comer.
Ahora bien, la decisión de implantar un currency board es arriesgada y ya conocemos cómo acabó la experiencia argentina. Para acabar con la hiperinflación más les habría valido crear un sistema fiscal eficaz capaz de cancelar sus emisiones de dinero y crear esas instituciones que tanto echa en falta Wolff.
Con todo su descaro el Sr. Wolff pretende que extraigamos la moraleja de su fábula: los "mercados" premian a los estados obedientes y castigan a los supuestamente desobedientes. No tendría nada que ver en la evolución diferencial de los dos países balcánicos el hecho de que uno contó con un banco central que cumplió con su obligación y el otro no pudo obtener el respaldo del suyo, que además tenía prohibida la financiación a los estados y, a cuyo frente, se situaba un incompetente y chantajista presidente, el Sr. Tritchet. Pero ya que el autor alemán considera tan admirable la gestión de la economía búlgara, veamos qué pasó con el desempleo en ese aventajado alumno del neoliberalismo: en apenas 4 años sus tasas de desempleo volvieron a los niveles de 2003, la nada envidiable tasa de 14%.
No olvidemos que esta caída de empleo coincidió con la pérdida de una parte importante de la población del país. El país vio como se reducía su población en 288.000 de los habitantes entre 2006 y 2013, casi un 4%, la mayor parte sin duda trabajadores que se vieron obligados a emigrar. La población en edad de trabajar se redujo en 133.000 personas, el 6% del total. Esta es una pérdida de capital humano irreparable y que dificultará que el país recupere la producción que tenía antes de la CFG.
Evolución de la población de Bulgaria. Fuente: Eurostat
Aun así no negaremos que Grecia tiene un problema de competitividad. Es cierto, una gran parte de su parva industria fue laminada entre finales de los años 70 y principios de los 80. Pero ésa es materia que ya trató Frances Coppola en su post. La que sí es una lección real es que se cumple el famoso "trilema" que ya expuso Hyman Minsky. Una nación solo puede elegir dos de las siguientes tres opciones de política económica:
- Margen para ejecutar políticas económicas conducentes al pleno empleo.
- Tipo de cambio fijo de su divisa.
- Libre movimiento de capitales.
- Tener margen para ejecutar políticas que aseguren el pleno empleo y permitir el libre movimiento de capitales; pero entonces tendrá que permitir que su tipo de cambio flote libremente.
- Tener margen para ejecutar políticas que aseguren el pleno empleo y fijar el tipo de cambio de su divisa; pero entonces tendrá que introducir controles al libre movimiento de capitales.
- Fijar el tipo de cambio de su divisa y permitir el libre movimiento de capitales. Pero entonces carecerá de margen para aplicar políticas macroeconómicas que garanticen el pleno empleo y tendrá que sacrificar el empleo ante una crisis que comprometa el sostenimiento del tipo de cambio o haya riesgo de fuga de capitales.
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