Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Los confines inexplorados de la teoría monetaria moderna: reseña de Socialismo Fiduciario

 Creo que no es una exageración decir que, sin Lola Books, la editorial dirigida y fundada por Carlos García Hernández, hoy la teoría monetaria moderna apenas sería conocida en España. Este entusiasta editor ha acometido la titánica labor de traducir al español, italiano y alemán las obras principales de esta escuela de pensamiento económico que tanto irrita a las elites políticas, económicas y académicas. En especial a éstas últimas cuya razón de ser es la divulgación del pensamiento neoclásico. Este fue desarrollado en el siglo XIX para «ocultar el crecimiento del conocimiento, erigiendo un sistema filosófico fraudulento» como explicaba John F. Henry. Esta escuela, hoy abrumadoramente dominante en las universidades, organismos multilaterales y bancos centrales, parte de «un postulado teórico feudal (…) resucitado dentro de los confines de la sociedad capitalista para entablar una batalla ideológica contra la teoría del valor-trabajo»  (Henry, 1990).

La teoría monetaria moderna (TMM) se asienta firmemente sobre un conocimiento empírico de nuestras instituciones monetarias y fiscales. Los economistas de esta corriente han realizado una impagable labor de zapa y derribo del idealismo que erigió el pensamiento neoclásico para ocultar el verdadero funcionamiento de instituciones cruciales para el funcionamiento de una economía monetaria de producción. Como advirtió a Bernard Litaer el neokeynesiano Paul Krugman: “¡Nunca toques el sistema monetario!”, al menos si no quieres que se trunque tu carrera académica como economista mainstream.

Los autores de la TMM retrotraen sus raíces a Abba Lerner, Michal Kalecki, John Maynard Keynes o Veblen y se integran en una veterana tradición poskeynesiana e institucionalista. Pero a diferencia de estas corrientes venerables la TMM ha conseguido algo envidiable: un impacto social y mediático que trasciende su importancia académica. Warren Mosler confiesa que le parece inverosímil que una escuela de pensamiento económico haya originado tantos grupos de activismo político en Europa y EEUU. La reacción del mainstream roza la histeria hasta el punto de que cinco senadores de ese país presentaron una propuesta de ley para declararla nociva y peligrosa. Quizá solo el marxismo o el pensamiento de Henry George consiguieron un impacto similar.

De forma más que oportuna y necesaria Carlos García ha escrito un libro que se adentra por los confines inexplorados de la aplicación del conocimiento de la TMM a la Política.

Como recuerdan los autores de la TMM, ésta no es una prescripción de política económica sino una herramienta de análisis. Sus aciertos predictivos sobre el nefasto diseño de la moneda de la zona euro o la crisis financiera de 2007; su interpretación correcta sobre la inutilidad y consecuencias de la flexibilización cuantitativa o la explicación certera de las sucesivas torpezas cometidas por Liz Truss y el Banco de Inglaterra dan fe de su utilidad como herramienta útil para entender los fenómenos económicos, monetarios y financieros. Si bien los autores de la TMM han realizado recomendaciones políticas como el tipo de interés cero permanente o la implantación de un programa de empleo permanente quizá a muchos se les han escapado las profundas implicaciones políticas de liberar al mundo de las cadenas de los sistemas monetarios convertibles.

Es este potencial el que quiere explorar Carlos García en su nuevo libro, Socialismo Fiduciario.

Éste no es un manual más de TMM. La premisa de partida es sencilla. El patrón oro fue abandonado en 1971 cuando Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar y se cargó el régimen monetario de Bretton Woods. Sin embargo a gran parte de la izquierda la trascendencia de este suceso se le ha escapado. Un gobernante informado por su conocimiento de la TMM puede aprovechar el sistema monetario para movilizar todos los recursos de una nación en pos de los fines públicos.

Como monopolista de una divisa no convertible los límites para su actuación ya no son presupuestarios, como imagina gran parte de la clase política, en especial la que lidera unos partidos progresistas hoy en franco declive. Los límites se ensanchan: son los abundantes recursos materiales frecuentemente ociosos, las millones de personas desempleadas que integran el ejército industrial del capitalismo y la forma de combinarlos que nos permiten las tecnologías. De allí que una transición al socialismo se convierte en un problema. Se trata de aplicar un programa político a través de los mecanismos que ya permiten las democracias burguesas. Lo que Carlos García ha bautizado como ‘Socialismo Fiduciario’: la consecución de los fines del socialismo mediante la teoría monetaria moderna.

Carlos García lleva tiempo explorando este potencial para la causa de los partidos de izquierda. Por eso muchos de los capítulos recuperan artículos anteriores. Pero eso no quiere decir que quien los haya leído anteriormente no deba retomarlos porque, al organizarlos y estructurarlos de forma coherente, demuestra que el todo es más que la suma de las partes. El autor llevaba años elaborando una teoría de economía política.  A partir del marco de análisis que nos aporta la TMM Carlos desarrolla una profunda reflexión sobre el socialismo y la forma de alcanzar los fines del socialismo.

Se aprecia la formación del autor como filósofo pues la obra abre con una reflexión epistemológica que remite a Kant, Hegel y Popper. Carlos García concluye que es «fundamental (…) no aceptar la introducción de enunciados no verificables en la macroeconomía. Dicho de otra manera, al tratarse de una ciencia inductiva, todas las decisiones tomadas en el campo de la macroeconomía son verificables, es decir, son correctas o erróneas según los resultados que arrojen. Sostener lo contrario es caer en el pensamiento mágico neoliberal». Yendo más lejos, argumenta con contundencia que los principios descriptivos de la teoría monetaria moderna «no son más que los principios descriptivos de la macroeconomía en general».

Partiendo de la tradición de Chase en la segunda parte se redefinen los fines del socialismo. García recupera un artículo delicioso titulado Paradoja de los dos Caballos de relectura obligada donde se explica, a partir del análisis kaleckiano, que son los Estados los que hacen posible la existencia o el colapso del sector privado mediante sus políticos de gestión de la demanda efectiva, por ejemplo interviniendo la «economía mediante una fuerte presencia del sector público que garantice elevados niveles de bienestar a sus ciudadanos».

Es imprescindible el capítulo cuarto donde se lleva el análisis de la ecuación de beneficios de Kalecki hasta sus últimas consecuencias. Esta no solo resuelve el problema de la realización sino que además convierte a la soberanía monetaria de los Estados en una cuestión tecnológica. «Una vez establecida la posibilidad de conseguir el pleno empleo, independientemente de la propiedad de los medios de producción, se puede conducir la política económica hacia una “economía de metas”».

Éstas pueden ser las del neoliberalismo, las del fascismo o las del socialismo. Obviamente son las últimas las que interesan a Carlos García para proponer un programa político completo que necesariamente parte de la recuperación de la soberanía monetaria para nuestro país —euro delendus est—, la sustitución del consenso de Washington por el de la teoría monetaria y el plan de trabajo garantizado. Pero además propone soluciones tecnológicas a los retos climáticos como el torio como fuente de energía o un programa nacional de investigación y desarrollo a partir de las ideas de Ray Kurzweil.

Socialismo Fiduciario es una obra imprescindible para reflexionar en un momento en el que la ultraderecha se está apoderando de los espacios de disidencia para desactivarlos y la izquierda necesita ventilar sus habitaciones mentales.