Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

lunes, 19 de diciembre de 2022

Los efectos esperables del franco CFA

 –¿Nunca te dijeron? Nunca toques el sistema monetario…puedes tocar todo los demás, pero nunca toques el sistema monetario. Puedes despedirte del Nobel…si tocas el sistema monetario.

Paul Krugman a Bernard Lietaer

Mientras escribo este texto en una cafetería de Gernika un joven africano pasea entre las mesas ofreciendo sus productos de venta ambulante: bufandas, guantes, gorros de lana, mercancía propia de la temporada. Chapurrea alguna palabra en euskera “txapeldun, egun on…”. Su oferta comercial despierta poco interés entre la concurrencia. No puedo evitar pensar en que, quizá, este buen mozo haya emigrado de un país de la zona del franco CFA… para derrochar su talento en un país como el nuestro que no destaca por su capacidad de asegurar el pleno empleo.

África es el continente con la población más joven del planeta y la mayor tasa de crecimiento demográfico. Sin embargo una doctrina económica que renuncia al pleno empleo de los recursos impide aprovechar el potencial de las jóvenes generaciones. En la República del Congo el desempleo alcanza el 23%; en Gabón 22,3%; en Senegal el 22%. Son tasas parecidas a las que conocemos en el Sur de Europa y que ocultan el verdadero alcance del subempleo y la baja participación en el mercado laboral. Sorprendentemente pocos economistas han identificado la conexión entre desempleo y uniones monetarias disfuncionales.

Existen en África dos uniones monetarias africanas: la del franco de la “Comunidad Financiera Africana”, emitido por el Banco Central de los Estados del África Occidental (BCEAO) para los ocho países de la Unión Monetaria del África Occidental (UMAO)[1]; y la del franco de “Cooperación Financiera Africana” emitido por el Banco de Estados de África Central (BEAC) para los seis países de la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CEMAC)[2]. Al igual que en la zona euro, estos países comparten banco central y política monetaria pero no política fiscal.

Hemos publicado dos artículos en la web Red MMT sobre estas uniones monetarias en una serie que pretendo cerrar con esta aportación. El primero recupera una conferencia del economista senegalés Ndongo Samba Sylla. El segundo es un artículo del dirigente de Génération Frexit, Charles-Henri Gallois que aprovecha para responder a un vídeo de la nueva premier italiana acerca de la naturaleza del franco CFA. Ambos coinciden en la necesidad de desmantelar esa unión monetaria aunque discrepan sobre la naturaleza colonial de ambas uniones monetarias africanas.

Pretendo cerrar este debate con una réplica a algunas afirmaciones de Gallois y aportar algunas reflexiones desde el punto de vista de la TMM. Concluiré argumentando que los países miembros de esas zonas monetarias deberían abandonar esas uniones monetarias y emitir su propia divisa operando en lo sucesivo bajo un régimen de tipo de cambio flotante.

¿Perpetuación de una ventaja colonial?

el origen es colonial y los principios organizativos, los objetivos y los resultados son los mismos aunque se “africanicen” las instituciones.

Los autores que me han precedido en el debate sobre el franco CFA coinciden también en la necesidad de desmantelar esa unión monetaria. Sin embargo manifestaron discrepancias acerca de la naturaleza neocolonial y de las ventajas que se le atribuyen a Francia como clave de bóveda de este sistema.

El  acrónimo CFA inicialmente correspondía a las iniciales Colonias Francesas de África y su creación se remonta a la época en que esos países eran colonias. El Dr. Sylla es rotundo al afirmar que la

«paridad del franco CFA lo hizo doblemente conveniente para una economía francesa demasiado débil para competir internacionalmente. Por un lado, un franco CFA fuerte trabajó para aumentar las importaciones de las colonias. Por otro lado, redujo la competitividad de las exportaciones de las colonias africanas, que ya no se podían vender en otros lugares. (…). Con el sistema de francos CFA, Francia pudo tener acceso a las materias primas críticas necesarias para su recuperación económica con la principal ventaja de que podría pagarlas en francos franceses y un 50% por debajo de los precios del mercado internacional.»

La cuestión es dilucidar si ese origen colonial se perpetúa en una relación neocolonial ventajosa para Francia tras el cambio del nombre.

Gallois no niega el origen colonial de la UMAO y la CEMAC. Sin embargo rechaza que los francos CFA funcionen como monedas coloniales actualmente. Aceptemos que el epíteto “colonial” conlleve un juicio de valor con una excesiva carga ideológica que pueda oscurecer el debate. Quizá otros preferirían la terminología desarrollada por en el análisis del sistema-mundo de Wallerstein y postularían que ambas uniones monetarias africanas son un puntal institucional que mantiene a la región en un papel subalterno dentro de la división internacional del trabajo capitalista. Es decir, condenan a estos países a ocupar un lugar permanente en la periferia absoluta sin posibilidad de iniciar un proceso de desarrollo endógeno. El debate epistemológico puede ser interesante pero la realidad ineludible son los efectos económicos de las uniones monetarias africanas. Como explica Ndongo Sylla, el origen es colonial y los principios organizativos, los objetivos y los resultados son los mismos aunque se “africanicen” las instituciones.

Exportación de materias primas

Lo cierto es que basta comprobar la composición del comercio exterior de las economías del franco CFA para entenderlo. Sus exportaciones se limitan a la exportación de materias primas con poca o ninguna elaboración. Una consulta a la base de datos del Banco Central de los Estados de África Occidental nos desglosa los rubros más importantes de exportación de la Unión Económica y Monetaria de los Estados de África Occidental. No descuella ningún producto de procesos industriales que incorpore un alto valor añadido.  Solo vemos minerales, uranio, petróleo y productos agrícolas como los anacardos o el cacao.  Creo que objetivamente podemos hablar de un modelo extractivista.

Ilustración 1. Composición de las exportaciones de la zona de la UEMAO. Fuente: BCEAO

 

Ilustración 2. Evolución de la composición de las exportaciones de la UEMAO

Gallois ha reprochado a Meloni su afirmación de que Francia roba el 50% del oro que exporta Burkina Faso. Tiene razón en que la mayor parte de esas exportaciones se dirigen a Sudáfrica y Suiza. En cambio el 80% del uranio se dirige a Francia quien sigue siendo un socio principal para la región (Tabla 2). Podríamos aceptar que la relación de dependencia se ha transformado. El 44 % de las exportaciones de la UMAO se dirigen a Europa, el 18% a la zona euro a cuya moneda está anclada la divisa africana (Tabla 1). Quizá el amo neocolonial ya no sea Francia, cuya economía no sería capaz de absorber todas las exportaciones de las zonas del franco CFA. Digamos que Europa se ha subrogado en esa posición privilegiada anteriormente reservada para Francia. En cambio China, esa potencia ascendente a la que se le atribuyen despiadadas ambiciones extractivistas, está aún lejos de suplantar a Europa con su escaso 3,5% de cuota sobre las exportaciones totales.

Los países africanos limitan sus exportaciones a productos que incorporan un escaso valor añadido. ¡El mismo Gallois lo ilustra al observar que los “francos CFA se imprimen en Francia”! Nos obliga a preguntarnos cómo puede ser que, más de seis décadas después de la independencia, estos países no sean capaces ni de fabricar su propia moneda. No va a ser con estas exportaciones que estas naciones salgan del subdesarrollo. Para empeorar la situación la diversificación exportadora parece estar menguando con el tiempo (Ilustración 2).

Tabla 1. Relación del comercio exterior de la UEMAO en 2021. Fuente: Informe anual de 2021 del BCEAO

 

Tabla 2. País de destino de las exportaciones. Rapport sur le Commerce Exterieur de L’UEMAO en 2021

¿Pueden cambiar las reglas de juego?

Una segunda discrepancia aneja sobre la naturaleza del franco CFA gira en torno a la capacidad de los estados miembros para alterar su diseño institucional. Gallois afirma que los países de la zona franco CFA son libres de cambiar las reglas del juego.  Quizá, pero el histórico de interferencias francesas, incluso manu militari, nos obliga a dejar en entredicho esa afirmación. El propio Sylla menciona casos de interferencia política como la infame operación Persil, en Guinea Conakry, el asesinato del presidente Sylvanus Olympo en Togo, o el bloqueo de las cuentas del gobierno de Costa de Marfil a instancias de Francia (Pigeaud & Sylla, Africa’s Last Colonial Currency. The CFA Franc Story, 2020). No afirmo que el franco CFA se sostenga sobre una amenaza de intervención militar exclusivamente pero el presidente Ouattara, que ha negociado la reforma de los acuerdos monetarios, ciertamente tiene motivos para estar agradecido. En todo caso, como sabemos bien en Europa del Sur, basta el alineamiento de las elites con el pensamiento neoliberal y con los intereses económicos de potencias económicas, para asegurar la perpetuación de regímenes económicos que no favorecen los intereses de la mayoría social.

Gallois  no obstante apoya su argumento en que en 2019 los países de la UEMOA acordaron con Francia, una reforma propuesta por el presidente francés, Macron, y el de Costa de Marfil, Ouattara. Prevé que la moneda del África Occidental pase a llamarse Eco a partir de 2027 desvistiéndola de su vestimenta colonial y, de paso, arrebatándole el nombre al proyecto de Comunidad Económica de Estados de África Occidente (ECOWAS). Nigeria se ha opuesto a esta maniobra y al anclaje con el euro.

Muchos analistas creen que esta reforma es más una ilusión que una realidad. Aunque se materializara, diversos expertos en la zona como Isaac Mugabi, la periodista Fanny Pigeaud, o Isabelle King, consideran que tal reforma es ilusoria y, además, más cosmética que real.

Actualmente Francia está representada en órganos de los bancos centrales de la zona franco con poder de veto sobre cuestiones legales y controla la implementación de la política monetaria. Por lo tanto, no se puede tomar una decisión importante sin su consentimiento. Dado que Francia se integró en el euro en 1999, antes, en noviembre de 1998, Francia pactó con sus socios europeos la vinculación de los francos CFA con el euro. Así pues ahora los bancos centrales africanos tienen que contar con las autoridades de la Unión Monetaria Europea. Por ejemplo, Francia debe notificar previamente al Comité Económico y Financiero en caso de que se cambie la paridad de francos CFA en euros. Asimismo, se necesita un consenso europeo en caso de que se modifique la garantía de convertibilidad francesa o se amplíe la zona franco CFA.

La reforma propuesta suprimiría los dos puestos franceses en el Consejo de Gobierno  y el Comité de Política Monetaria del banco central de los Estados de África Occidental. Pero estos representantes son reemplazados por uno nombrado por Francia y los gobiernos de la UEMAO … que reporta al Tesoro francés. Considero que renunciar a los asientos en el BCEAO es poco más que un gesto sobre todo si tenemos en cuenta las prerrogativas que se otorgan al ‘garante’ de la convertibilidad, es decir Francia, en el caso de que hubiera una crisis cambiaria.

¿qué importancia tiene que Francia tenga o no un asiento en el BCEAO si, bajo un sistema de paridad con el euro, el poder real está en el BCE donde Francia sí está representada y los países africanos no tienen ninguna voz?

El artículo 4 de la Convención de Garantía entre el Banco Central de los Estados de África Occidental y la República Francesa permite al garante, con carácter excepcional y por el tiempo necesario, a participar sin voto en las reuniones del consejo de administración del BCEAO y en la Comisión Bancaria de la unión, sin voto, “para aportar su posición”. Además el artículo 7 del Acuerdo de Cooperación entre los Gobiernos de los Estados miembros de la unión monetaria de África Occidental y el Gobierno de la República Francesa estipula que, cuando la relación entre el importe medio de los haberes exteriores del BCEAO y el importe medio de sus compromisos a la vista se reduzcan a menos del 20% el garante, puede designar, a título excepcional y por la duración necesaria para la gestión de la crisis, un representante en el comité de política monetaria del BCEAO con voto deliberativo.

En cualquier caso ¿qué importancia tiene que Francia tenga o no un asiento en el BCEAO si, bajo un sistema de paridad con el euro, el poder real está en el BCE donde Francia sí está representada y los países africanos no tienen ninguna voz?

¿Garantías? ¿Qué garantías?

Francia tiene derechos y deberes en el marco del franco CFA, afirma Gallois. En la reforma propuesta por la Convención de Garantía entre el Banco Central de los Estados de África Occidental y la República Francesa se otorga un acceso ilimitado a euros facilitados por el Garante en caso de agotamiento de las reservas oficiales (Artículo 2).

Pero hay dudas de que esa garantía llegue a prestarse alguna vez y, cuando se ha hecho, ha sido para facilitar la repatriación de capitalesAntes de activarse «se invita a los Estados miembros de la Unión a utilizar sus derechos especiales de giro ante el FMI, pedir la cesión de sus disponibilidades en divisas de las que dispongan todos los organismos públicos o privados». Además,  cuando la línea de tesorería sea deudora, el BCEAO tendrá obligación de colocar al menos el 80% de las entradas de divisas en esa línea de tesorería.

La República Francesa se erige así en un remedo del FMI. Podemos esperar un comportamiento similar al del FMI si alguna vez la garantía francesa se hiciera realidad: la imposición de reglas de austeridad con efectos muy lesivos para el bienestar de la población.

Zona monetaria subóptima

Robert Mundell propuso una teoría de las zonas monetarias óptimas (ZMO) que se basa en la premisa de que una unión monetaria solo es funcional si existe una perfecta movilidad de factores (Mundell, 1961). Creo que sería una osadía afirmar que tal movilidad de factores sea perfecta entre las zonas del franco CFA y la zona euro, de lo contrario el mozo africano al que me refería inicialmente no estaría dedicado a la venta ambulante en Gernika ya que disfrutaría de un permiso de trabajo y una homologación de su titulación académica facilitando su acceso al mercado laboral. ¿Constituyen Afrcia central y noroccidenteal una zona monetaria óptima con la zona euro? Rotundamente no.

Pero ¿qué sentido tiene perpetuar el tipo de cambio con la zona euro si además los flujos de comercio exterior ya están cambiando? Por ejemplo casi todo el oro se destina a Suiza y Sudáfrica, países que no pertenecen a la zona euro.

En el caso de la Unión Monetaria Europea se ignoró la teoría de zonas monetarias óptimas, que no habría aconsejado establecer el euro, con el argumento de que, en la estela de la integración monetaria, seguiría  una integración de los mercados de capitales, trabajo y mercancías.  ¿Se acuerdan de las promesas que nos hicieron acerca de la convergencia entre las economías europeas que nos iba a traer el euro? Pues ha ocurrido exactamente lo contrario.

Si hubiesen mirado a África habrían constatado que, tras décadas de integración en la misma zona monetaria,  el nivel de integración comercial horizontal entre los países de la zona es bajísimo con un par de excepciones. Las relaciones comerciales son verticales —exportaciones de materias primas al mundo desarrollado, importaciones de productos elaborados—. Ese comercio intrarregional sería inútil. ¿Para qué querrían zinc o uranio países que carecen de la capacidad industrial para transformar esos minerales en productos acabados o derivados del petróleo?

Tabla 3. Estructura del comercio intracomunitario. Fuente: BCEA, statistiques douaniéres

Perpetuación del tipo de cambio fijo

Aunque el proyecto del ECO se hiciera realidad en 2027  nada sustancial cambiaría si continúa el régimen de tipo de cambio fijo con el euro. Anclar la divisa a la de otra potencia limita gravemente el espacio fiscal del Gobierno.

Actualmente los gobiernos de la UEMOA y la CEMAC tienen que conseguir francos CFA antes de gastar, una divisa que no emiten ellos sino el banco central, que a su vez tiene que respaldar sus emisiones con una inversión en reservas de divisas obtenidas a través de exportaciones.

Los gobiernos africanos sólo pueden conseguir los francos CFA mediante impuestos, la emisión de eurobonos y, conviene no olvidarlo, la remesas de la emigración que, para países como Senegal, llegan a representar alrededor del 10% del PIB.

Lo primero les obliga a priorizar el equilibrio presupuestario e impide la aplicación de principios de hacienda funcional propuestos por Abba Lerner. Es decir, les condena a aplicar una política de austeridad fiscal permanente. Lo segundo los somete a los caprichos y sentimientos de los mercados —en realidad unos especuladores que no dudarán en poner contra las cuerdas a sus gobiernos si encuentran contrarios a sus intereses las políticas fiscales— o de los organismos multilaterales.

En cuanto a las remesas visibilizan el coste social de una política cambiaria que interesa a las élites –que así pueden acceder a productos de lujo de producción foránea a buenos precios— y a las multinacionales. Es curioso que los economistas que defienden tipos de cambio sobrevalorados solo tengan ojos para las supuestas ventajas de estabilidad macroeconómica y de promoción del comercio internacional y, en cambio, sean completamente ciegos a los aspectos distributivos de esas políticas.

La razón de ser de los sistemas monetarios es movilizar los recursos nacionales para los fines públicos. Pero en el caso del sistema monetario del franco CFA solo se consigue movilizar los recursos para destinarlos a las exportaciones en lugar de maximizar el bienestar de la ciudadanía.

La de los países de las zonas CFA es una posición opuesta en la que se encuentran naciones como Japón, Nueva Zelanda, Gran Bretaña o Uruguay. Estos gobiernos crean dinero simplemente con el acto de ejecutar los créditos presupuestarios aprobados por el parlamento. Es decir, sus gobiernos, ante todo, deben asegurarse de que su política de gasto responda a los intereses de la ciudadanía si quieren ganar las próximas elecciones.

El informe anual del BCEAO describe describe, en un tono alarmante, que en 2020 —el año de la pandemia—

«el déficit global sobre una base de [créditos de] compromiso, incluidas las subvenciones, a fines de diciembre de 2020, se profundizó en 3.052,3 mil millones para situarse en 5,220.5 mil millones, o 5.7% del PIB, en comparación con un déficit de 2,168.2 mil millones o 2.4% del PIB durante el mismo período del año anterior. (Central Bank of West African States, 2021, pág. XIX)».

Tales porcentajes no causarían ni un arqueo de cejas para un gobierno que emitiera su propia divisa a tipo de cambio flotante como el de Japón cuyo déficit fiscal en porcentaje del PIB fue del 5,1 en 2021 y del 10,1 en 2020. Bajo un sistema como el del franco CFA se limita seriamente la posibilidad de aplicar políticas como las que protegieron las rentas de la ciudadanía en las economías avanzadas durante la pandemia.

La razón de ser de los sistemas monetarios es movilizar los recursos nacionales para los fines públicos. Pero en el caso del sistema monetario del franco CFA solo se consigue movilizar los recursos para destinarlos a las exportaciones en lugar de maximizar el bienestar de la ciudadanía.

El banco central se ve obligado a mantener un elevado nivel de reservas para asegurar ese objetivo de tipo de cambio.  ¿Qué nivel de reservas es el adecuado para defender el tipo de cambio? Las reservas totales de divisas deben ser iguales al menos al 20% de los pasivos a la vista de los bancos centrales. De lo contrario, estos últimos deben aumentar sus tasas de interés y disminuir sus límites máximos de refinanciación de acuerdo con las normas establecidas por el acuerdo monetario firmado por los países africanos con Francia. En la práctica, esta relación a menudo es cercana al 100%. Para el BCEAO las reservas excedían en 2021 los 14 billones de francos CFA, más de 20 mil millones de euros.

En la práctica la UEMOA y la CEMAC operan bajo sendos regímenes de junta monetaria donde el tipo de interés y la política monetaria la marca el Banco Central Europeo (BCE). Cabe preguntarse qué sentido tiene que los países africanos sufran tipos de interés más elevados para combatir la inflación en Europa. ¡Si ni siquiera es útil para las economías europeas!

En definitiva el tipo de cambio fijo genera vulnerabilidades mayores debidas a shocks externos.

Asimismo el tipo de cambio oscila en función de los fundamentos de la zona euro. Este año 2022 el euro se ha depreciado por culpa de los precios de la energía y con él, los francos CFA. Habría que preguntarse si este tipo de cambio es el que precisan naciones exportadoras de petróleo como Guinea Ecuatorial. Nuestra antigua colonia llegó a tener el PIB per cápita más elevado de África gracias a sus exportaciones de petróleo en 2008. Pero el posterior hundimiento del precio del barril eliminó el 60% de su PIB en términos reales, un colapso inédito que obliga a un ajuste doméstico brutal.  Eso condujo a un aumento del déficit público pero, antes que tocar el tipo de cambio, se acordaron medidas de recortes y austeridad fiscal con el FMI. En definitiva el tipo de cambio fijo genera vulnerabilidades mayores debidas a shocks externos. Un tipo de cambio flotante permitiría amortiguar estas sacudidas de los mercados internacionales pero se nos vende que el tipo de cambio fijo asegura una mayor estabilidad macroeconómica.

O consideremos que históricamente el euro se ha apreciado frente a otras divisas. Esto ha erosionado la competitividad de los países africanos cuyas exportaciones se componen de materias primas que cotizan en mercados internacionales. En otras palabras los exportadores africanos tienen que aceptar los precios que les imponen los mercados. En caso de apreciación del euro, como ha ocurrido frente al dólar con frecuencia, para competir en los mercados internacionales, solo pueden aplicar políticas de devaluación salarial ya que la opción de devaluar la divisa no existe.

Las exportaciones son un coste y las importaciones un beneficio

Mantener reservas bajo un régimen de tipo de cambio fijo exige pues un superávit comercial lo cual redunda en un menor nivel de vida para los habitantes. Como explica Randall Wray,

«cuando se ve desde el punto de vista de la economía en su conjunto, se produce un déficit comercial cuando el resto del mundo (RdM) desea un ahorro neto en forma de activos denominados en el país (dólares o pesos). Las exportaciones del RdM al país reflejan el “costo” impuesto a los ciudadanos del RdM (por ejemplo, las exportaciones que envían a EE.UU. o México) para obtener el “beneficio” percibido de acumular activos denominados en dólares o pesos. Desde la perspectiva del importador, el “beneficio neto” del déficit comercial consiste en las importaciones netas que se disfrutan. En contraste con la visión convencional, es mejor considerar que el déficit comercial de EE.UU. o México está “financiando” el ahorro neto en dólares o pesos del resto del mundo (incluidos otros bancos centrales), en lugar de considerar que el resto del mundo está “financiando” el déficit comercial de Estados Unidos o México. Tan pronto como el RdM (incluidos los bancos centrales) decida que tiene un stock suficiente de activos en dólares o pesos, el déficit comercial de EE.UU. o México desaparecerá (por definición)» (Wray, 2006)

La composición de las exportaciones de los países africanos de bajo valor añadido dificulta que estos se beneficien en mayor medida del comercio internacional. Cuanto más productiva sea una economía, mayor valor tendrán sus exportaciones y mejores serán sus términos de intercambio. Pero agrava la situación las abultadas posiciones en reservas de divisas que mantienen los bancos centrales africanos. Estas reservas de divisas, un ahorro forzado para los países africanos, simplemente habrían permitido a Europa disfrutar un déficit comercial mayor —si el modelo mercantilista alemán no hubiese impuesto en nuestra zona monetaria un superávit permanente.  En definitiva los países africanos viven por debajo de sus posibilidades.

Lo sorprendente es que los países miembros de la UMAO, con alguna excepción, se han encontrado en una situación de déficit por cuenta corriente crónica durante más de seis décadas. El mantenimiento de un tipo de cambio fijo sólo puede explicarse porque el déficit por cuenta corriente queda compensado por una balanza por cuenta de capitales, el endeudamiento en divisas extranjeras,  la aplicación de un racionamiento del crédito doméstico y una tasa de inflación similar a la de la zona euro. La represión salarial, asegurada por el mantenimiento de tasas de desempleo obscenas, garantiza esa baja inflación. La balanza de capitales recoge una ayuda exterior que obviamente resulta insuficiente para desarrollar estas naciones con la rapidez requerida.

También Argentina demostró que era posible mantener un régimen de junta monetaria durante una década con una balanza por cuenta corriente negativa. La cuestión es qué grado de sufrimiento está dispuesto a soportar la población antes de sublevarse. La población argentina no lo soportó y dijo basta en 2001. No me parece osado concluir que una mala calidad de la democracia es necesaria para perpetuar este tipo de arreglos monetarios.

Ilustración 3. Inflación anual promedio en los países de la UEMAO. Fuente: BCEAO

Una posibilidad de devaluar nunca ejercida

Sin divisa propia tu país se convierte de facto en colonia de la potencia a la que decides subordinarte. Ella marca tu política monetaria y condiciona tu política fiscal.

Gallois afirma que los países de la zona franco CFA también tienen pueden decidir cambiar la paridad con respecto al euro o la moneda a la cual está adosado el franco CFA. Pero lo cierto es que el franco se ha devaluado pocas veces y no en interés de las naciones usuarios. Hubo una primera devaluación en 1948 cuando estas naciones eran colonias francesas. En 1994, en contra de los deseos de los gobiernos, Francia devaluó la tasa de conversión de 50 francos CFA a 100 francos CFA por franco francés. La devaluación condujo a los gobiernos a imponer congelaciones salariales y despidos; y se produjeron algaradas por la carestía de los alimentos. Se rumoreó una devaluación en 2012 y muchos sospecharon que tal operación sería un instrumento para salvaguardar el euro durante la crisis de esa divisa. En definitiva se utiliza a las naciones africanas como peones en defensa de la moneda reina.

Una inversión en reservas socialmente inútil

Los ingresos que obtienen los países africanos por sus exportaciones no se destinan a la compra de bienes de equipo que podrían favorecer el desarrollo de sus economías o el bienestar de su ciudadanía sino a permanecer ociosos en la cuenta de un banco central. No hay tipo de interés que compense ese coste de oportunidad.

 

A cambio de esta llamada “garantía de convertibilidad”, desde 2005 los bancos centrales de las dos zona franco CFA deben depositar al menos la mitad de sus reservas de divisas en una cuenta especial del Tesoro francés llamada ‘cuenta de operaciones’. Tras la independencia el coeficiente obligatorio de depósitos fue del 100%, para ser rebajado al 65% entre 1973 y 2005. En la reforma propuesta por Ouattara y Macron los países miembros ya no tendrán que depositar en Francia el 50% de sus divisas. Para Gallois esto supone un riesgo enorme para Francia, porque anteriormente los depósitos podían servir para mantener la paridad con el euro. La pregunta que no podemos evitar hacernos es, si tan grandes son los riesgos y costes para Francia ¿para qué se compromete a prestar una garantía? Garantía, que por otra parte, nunca se ha hecho efectiva y que al BCE le costaría cero.

Para mantener un tipo de cambio fijo con el euro las naciones de la unión monetaria deben acumular reservas en divisas foráneas (que en realidad no son más que depósitos en otros bancos centrales como el BCE o la Reserva Federal de EEUU). La forma de acceder a estos depósitos es a través de exportaciones, remesas de emigrantes y endeudamiento externo. Se ha criticado tanto la obligación de ceder estas reservas al Banco de Francia como la retribución que obtienen a cambio los países africanos. Gallois le quita hierro.

«De hecho, lo que no se suele decir es que estos depósitos son utilizables por los países africanos concernidos, por ejemplo en caso de grandes desequilibrios macroeconómicos. Y además estos depósitos son remunerados. Según un informe del Senado del año 2020, las cantidades depositadas por los bancos centrales de la zona franco CFA eran remuneradas a un tipo ventajoso del 0,75%, mientras que el tipo de interés del BCE era de -0.40 % en aquella época. Todos los estados africanos pueden utilizar los excedentes que obtengan de esta remuneración».

La respuesta de los críticos es que, si ajustamos por la inflación estos rendimientos que paga Francia, suelen ser negativos.

Pero desde mi punto de vista estas quejas sobre los rendimientos de la reserva son una distracción sobre la cuestión principal. Aunque estuvieran mejor retribuidas, lo cierto es que la inmovilización de reservas obtenidas a través exportaciones es  una inversión socialmente inútil. Los ingresos que obtienen los países africanos por sus exportaciones no se destinan a la compra de bienes de equipo que podrían favorecer el desarrollo de sus economías o el bienestar de su ciudadanía sino a permanecer ociosos en la cuenta de un banco central. No hay tipo de interés que compense ese coste de oportunidad.

El sistema de reservas solo tiene sentido bajo un sistema de patrón oro o convertible en otra divisa, es decir, en el que el banco central se compromete a entregar otro activo a cambio de su moneda. Estas reservas serían completamente innecesarias si los países de ambas uniones monetarias emitieran una divisa no convertible. Si no existen nos ahorraríamos todos los debates sobre donde deben depositarse y cuál debe ser su retribución.

Sin acceso al crédito

Una última cuestión que explica la conveniencia de desmantelar las uniones monetarias de los francos CFA es que obstaculiza un sistema de crédito que financie el desarrollo de estas naciones. El sistema bancario es oligopólico y está dominado por entidades foráneas. Los bancos extranjeros representan el 83% de todos los bancos que operan en Senegal y concentran el 94% de todos los activos bancarios. Un estudio sobre la historia del sistema financiero de Senegal y Ghana aporta evidencia de que la «continuidad de los sectores bancarios dominados por el extranjero y su falta de orientación hacia el financiamiento de las estructuras productivas nacionales».

Lejos de facilitar un desarrollo industrial los sectores bancarios africanos desempeñaron un papel en la supresión de los negocios nativos (Koddenbrock, Kvangraven, & Sylla, 2022). Aunque es rentable el crédito solo alcanza a las grandes multinacionales, preferentemente en operaciones orientadas a la exportación, o se destina al arbitraje sobre los gobiernos. El acceso a las PYMEs al crédito es mucho más limitado.

El lector español debería recordar que el “milagro económico” español fue posible gracias al desarrollo de una banca pública (que lamentablemente fue privatizada por los gobiernos de Felipe González a partir de los 80). Las economías más industrializadas del mundo cuentan con potentes instrumentos de crédito que además dirigen el crédito hacia el desarrollo industrial. Baste citar los casos del KfW alemán, cuyos activos ascienden a los 551 mil millones de euros, o el China Development Bank, con activos por 2.368 mil millones de euros. No hay institución de dimensiones equivalentes en los países africanos.

Si emitieran su propia divisa bajo un régimen de tipo de cambio flotante los países que actualmente integran la UEMOA y la CEMAC no tendrían muchas dificultades en configurar instituciones de crédito para movilizar sus abundantes recursos humanos y naturales y dirigirlos hacia el desarrollo de una industria nativa.

Los mismos problemas que plantea el euro

O quizás me esté engañando y sí que habían tomado nota: los efectos del euro habrían sido los esperados en base a la experiencia francesa con el franco CFA.

Las zonas de los dos francos CFA adolecen de los mismos problemas de la zona euro. Pero son exacerbados por la larga duración de esas uniones monetarias constituidas desde el pecado original del colonialismo. Al menos los estados de la zona euro sólo pueden reprocharse a sí mismos haberse infligido un diseño institucional nocivo y siempre podrían cambiarlo o abandonarlo.

Desafortunadamente abundan las propuestas de reformas cosméticas del franco CFA como la de los acuerdos de Ouattara o Macron que perpetuarán los problemas. También hay propuestas que plantean uniones monetarias regionales que excluyen a Francia pero siguen ancladas en las erróneas concepciones normativas de la teoría de ZMO. La teoría de Mundell pretende romper el vínculo entre la institución monetaria y el Estado desafiando toda la evidencia empírica e histórica acerca del vínculo entre soberano y dinero. Estas propuestas tratan de divorciar a la autoridad monetaria (multilateral e independiente) de la fiscal (nacional) algo que no es políticamente inocente pues sirve a intereses privados muy concretos  (Goodhart, 1998). Se trata de establecer una ficticia restricción presupuestaria para limitar la acción del Estado, por ejemplo para aplicar una política que asegure el pleno empleo.

No tengo ninguna duda de que los países africanos estarían mejor servidos si sus elites económicas y políticas se convencieran de la necesidad de alcanzar una soberanía monetaria real. Eso no implica que los estados africanos no deban colaborar entre sí, por ejemplo suprimiendo barreras arancelarias o cofinanciando proyectos complejos que requieren una elevada inversión como han hecho los países europeos exitosamente en la industria aeronáutica y espacial. Sin embargo la coordinación entre la política fiscal y la monetaria debe primar. No se deben establecer uniones monetarias sin establecer una auténtica federación con competencias en materia fiscal.

En España no se presta apenas atención a África y eso es un error. En su infinita arrogancia eurocentrista los países de la actual zona euro podían haber tomado nota de la experiencia africana. Habrían evitado la configuración de una unión monetaria que replica muchos de esos errores conceptuales sobre zonas monetarias óptimas. Un vistazo al franco CFA habría bastado para entender las razones de este fracaso.

O quizás me esté engañando y sí que habían tomado nota: los efectos del euro habrían sido los esperados en base a la experiencia francesa con el franco CFA.

Cuando abandonaba la cafetería pude ver al mozo africano con su carrito de mercancía. Si tanto España como su país de origen hubiesen contado con su propia divisa no convertible y sus gobiernos conocieran la teoría monetaria moderna el joven habría podido aportar su talento contribuyendo con una producción de bienes y servicios valiosa para toda la sociedad, aquí o en su país nativo. Habría viajado a Europa por placer, por amor o porque le habrían ofrecido un interesante proyecto de investigación. ¡Cuánto derroche de vidas y recursos nos impone el pensamiento económico dominante!

Referencias

Central Bank of West African States. (2021). Annual Report 2020 (summarised version). Dakar.

Goodhart, C. A. (1998). The two concepts of money: implications for the analysis of optimal currency areas. European Journal of Political Economy, 14, 407–432.

King, I. (2022, Marzo 18). True Sovereignty? The CFA Franc and French Influence in West and Central Africa. Harvard International Review. Retrieved diciembre 12, 2022, from https://hir.harvard.edu/true-sovereignty-the-cfa-franc-and-french-influence-in-west-and-central-africa/

Koddenbrock, K., Kvangraven, I. H., & Sylla, N. S. (Julio de 2022). Beyond financialisation: the longue durée of finance and production in the Global South. Cambridge Journal of Economics, 46(4), 703-733. doi:https://doi.org/10.1093/cje/beac029

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[1] Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Guinea-Bisáu, Malí, Níger, Senegal y Togo

[2] Camerún, Chad, República del Congo, Gabón, Guinea Ecuatorial y República Centroafricana

miércoles, 9 de noviembre de 2022

Los confines inexplorados de la teoría monetaria moderna: reseña de Socialismo Fiduciario

 Creo que no es una exageración decir que, sin Lola Books, la editorial dirigida y fundada por Carlos García Hernández, hoy la teoría monetaria moderna apenas sería conocida en España. Este entusiasta editor ha acometido la titánica labor de traducir al español, italiano y alemán las obras principales de esta escuela de pensamiento económico que tanto irrita a las elites políticas, económicas y académicas. En especial a éstas últimas cuya razón de ser es la divulgación del pensamiento neoclásico. Este fue desarrollado en el siglo XIX para «ocultar el crecimiento del conocimiento, erigiendo un sistema filosófico fraudulento» como explicaba John F. Henry. Esta escuela, hoy abrumadoramente dominante en las universidades, organismos multilaterales y bancos centrales, parte de «un postulado teórico feudal (…) resucitado dentro de los confines de la sociedad capitalista para entablar una batalla ideológica contra la teoría del valor-trabajo»  (Henry, 1990).

La teoría monetaria moderna (TMM) se asienta firmemente sobre un conocimiento empírico de nuestras instituciones monetarias y fiscales. Los economistas de esta corriente han realizado una impagable labor de zapa y derribo del idealismo que erigió el pensamiento neoclásico para ocultar el verdadero funcionamiento de instituciones cruciales para el funcionamiento de una economía monetaria de producción. Como advirtió a Bernard Litaer el neokeynesiano Paul Krugman: “¡Nunca toques el sistema monetario!”, al menos si no quieres que se trunque tu carrera académica como economista mainstream.

Los autores de la TMM retrotraen sus raíces a Abba Lerner, Michal Kalecki, John Maynard Keynes o Veblen y se integran en una veterana tradición poskeynesiana e institucionalista. Pero a diferencia de estas corrientes venerables la TMM ha conseguido algo envidiable: un impacto social y mediático que trasciende su importancia académica. Warren Mosler confiesa que le parece inverosímil que una escuela de pensamiento económico haya originado tantos grupos de activismo político en Europa y EEUU. La reacción del mainstream roza la histeria hasta el punto de que cinco senadores de ese país presentaron una propuesta de ley para declararla nociva y peligrosa. Quizá solo el marxismo o el pensamiento de Henry George consiguieron un impacto similar.

De forma más que oportuna y necesaria Carlos García ha escrito un libro que se adentra por los confines inexplorados de la aplicación del conocimiento de la TMM a la Política.

Como recuerdan los autores de la TMM, ésta no es una prescripción de política económica sino una herramienta de análisis. Sus aciertos predictivos sobre el nefasto diseño de la moneda de la zona euro o la crisis financiera de 2007; su interpretación correcta sobre la inutilidad y consecuencias de la flexibilización cuantitativa o la explicación certera de las sucesivas torpezas cometidas por Liz Truss y el Banco de Inglaterra dan fe de su utilidad como herramienta útil para entender los fenómenos económicos, monetarios y financieros. Si bien los autores de la TMM han realizado recomendaciones políticas como el tipo de interés cero permanente o la implantación de un programa de empleo permanente quizá a muchos se les han escapado las profundas implicaciones políticas de liberar al mundo de las cadenas de los sistemas monetarios convertibles.

Es este potencial el que quiere explorar Carlos García en su nuevo libro, Socialismo Fiduciario.

Éste no es un manual más de TMM. La premisa de partida es sencilla. El patrón oro fue abandonado en 1971 cuando Richard Nixon suspendió la convertibilidad del dólar y se cargó el régimen monetario de Bretton Woods. Sin embargo a gran parte de la izquierda la trascendencia de este suceso se le ha escapado. Un gobernante informado por su conocimiento de la TMM puede aprovechar el sistema monetario para movilizar todos los recursos de una nación en pos de los fines públicos.

Como monopolista de una divisa no convertible los límites para su actuación ya no son presupuestarios, como imagina gran parte de la clase política, en especial la que lidera unos partidos progresistas hoy en franco declive. Los límites se ensanchan: son los abundantes recursos materiales frecuentemente ociosos, las millones de personas desempleadas que integran el ejército industrial del capitalismo y la forma de combinarlos que nos permiten las tecnologías. De allí que una transición al socialismo se convierte en un problema. Se trata de aplicar un programa político a través de los mecanismos que ya permiten las democracias burguesas. Lo que Carlos García ha bautizado como ‘Socialismo Fiduciario’: la consecución de los fines del socialismo mediante la teoría monetaria moderna.

Carlos García lleva tiempo explorando este potencial para la causa de los partidos de izquierda. Por eso muchos de los capítulos recuperan artículos anteriores. Pero eso no quiere decir que quien los haya leído anteriormente no deba retomarlos porque, al organizarlos y estructurarlos de forma coherente, demuestra que el todo es más que la suma de las partes. El autor llevaba años elaborando una teoría de economía política.  A partir del marco de análisis que nos aporta la TMM Carlos desarrolla una profunda reflexión sobre el socialismo y la forma de alcanzar los fines del socialismo.

Se aprecia la formación del autor como filósofo pues la obra abre con una reflexión epistemológica que remite a Kant, Hegel y Popper. Carlos García concluye que es «fundamental (…) no aceptar la introducción de enunciados no verificables en la macroeconomía. Dicho de otra manera, al tratarse de una ciencia inductiva, todas las decisiones tomadas en el campo de la macroeconomía son verificables, es decir, son correctas o erróneas según los resultados que arrojen. Sostener lo contrario es caer en el pensamiento mágico neoliberal». Yendo más lejos, argumenta con contundencia que los principios descriptivos de la teoría monetaria moderna «no son más que los principios descriptivos de la macroeconomía en general».

Partiendo de la tradición de Chase en la segunda parte se redefinen los fines del socialismo. García recupera un artículo delicioso titulado Paradoja de los dos Caballos de relectura obligada donde se explica, a partir del análisis kaleckiano, que son los Estados los que hacen posible la existencia o el colapso del sector privado mediante sus políticos de gestión de la demanda efectiva, por ejemplo interviniendo la «economía mediante una fuerte presencia del sector público que garantice elevados niveles de bienestar a sus ciudadanos».

Es imprescindible el capítulo cuarto donde se lleva el análisis de la ecuación de beneficios de Kalecki hasta sus últimas consecuencias. Esta no solo resuelve el problema de la realización sino que además convierte a la soberanía monetaria de los Estados en una cuestión tecnológica. «Una vez establecida la posibilidad de conseguir el pleno empleo, independientemente de la propiedad de los medios de producción, se puede conducir la política económica hacia una “economía de metas”».

Éstas pueden ser las del neoliberalismo, las del fascismo o las del socialismo. Obviamente son las últimas las que interesan a Carlos García para proponer un programa político completo que necesariamente parte de la recuperación de la soberanía monetaria para nuestro país —euro delendus est—, la sustitución del consenso de Washington por el de la teoría monetaria y el plan de trabajo garantizado. Pero además propone soluciones tecnológicas a los retos climáticos como el torio como fuente de energía o un programa nacional de investigación y desarrollo a partir de las ideas de Ray Kurzweil.

Socialismo Fiduciario es una obra imprescindible para reflexionar en un momento en el que la ultraderecha se está apoderando de los espacios de disidencia para desactivarlos y la izquierda necesita ventilar sus habitaciones mentales.

jueves, 29 de septiembre de 2022

La izquierda se tira piedras sobre su propio tejado al adherirse a la teoría de la equivalencia ricardiana

Reproduzco un artículo de opinión publicado en www.redmmt.es originalmente

Llevamos dos semanas observando atónitos las rebajas tributarias clasistas y reaccionarias que están proponiendo los gobiernos autonómicos de derechas. Igualmente nos han descolocado unos partidos de izquierda que han saltado como un resorte a denunciar el inminente colapso del estado del bienestar que van a provocar esos regalos tributarios. A nivel nacional la trifulca la han abierto las comunidades autónomas gobernadas por la derecha. A nivel internacional, la guinda la ha aportado el Reino Unido con el plan más ambicioso de Europa de protección a hogares y empresas de la subida de los precios energéticos y un plan de estímulos fiscales para evitar la marcha hacia la recesión basado en rebajas de impuestos para los ricos (les presentamos la ‘trusseconomics’, una versión moderna del caducado “trickle down econonomics” de la era Reagan que traducimos al castellano libérrimamente como ‘economía de los despojos’) que ha coincidido con malas decisiones del Banco de Inglaterra. Stephanie Kelton no ha podido evitar la tentación de hacer un acertadísimo juego de palabras con el apellido de la nueva primera ministra.

La reacción de la izquierda ha demostrado que es prisionera del peor pensamiento neoclásico en cuestiones de hacienda y de que se ha tragado no sólo el anzuelo sino también la caña de pescar entera de la teoría de equivalencia ricardiana. Esto explica por qué la izquierda tiene serios problemas para entender cómo hacer realidad sus programas cuando tiene ocasión de acercarse al poder.

Vayamos por partes.

La equivalencia ricardiana, otra viga del edificio neoclásico en ruinas que se viene abajo.

La equivalencia ricardiana (…) afirma que el sector privado reacciona ante las noticias de un aumento del déficit público reduciendo su consumo ahora para ahorrar en previsión de mayores impuestos en el futuro para cubrir ese “agujero” fiscal.

Primero entendamos qué es la equivalencia ricardiana. Esta teoría es un postulado de la teoría dominante neoclásica que afirma que el sector privado reacciona ante las noticias de un aumento del déficit público reduciendo su consumo ahora para ahorrar en previsión de mayores impuestos en el futuro para cubrir ese “agujero” fiscal.  Además parte de un supuesto de que existe una alberca de fondos prestables limitados. Por ello exigirá mayores tipos de interés por sus préstamos al gobierno puesto que se postula que aumentará el riesgo de impago el gobierno. Es una superchería que asume una perfecta racionalidad de unos hogares visionarios.

Este concepto solo tiene sentido bajo un régimen de patrón oro: el Estado ha tomado oro prestado luego en el futuro me lo va a quitar a mí para devolverlo a los prestamistas. No tiene ningún sentido en un sistema de moneda fiduciaria. El Estado crea nuevos fondos cuando gasta y los destruye cuando recauda impuestos. De hecho ese déficit crea un ahorro financiero neto para el sector privado así que es imposible que el sector privado se pueda angustiar por culpa del déficit actual.

Los déficits públicos del pasado no implican que el Estado tendrá un superávit fiscal en el futuro. De hecho los Estados suelen estar en déficit casi todos los años y solo durante un fuerte período de crecimiento se alcanzan superávits fiscales gracias al efecto de los estabilizadores automáticos.

Por tanto un déficit fiscal hoy ni implica mayor presión fiscal en el futuro, ni —¡presten atención, políticos y opinadores progresistas!—  compromete la capacidad de gasto del Estado ni ninguna prestación del estado del bienestar en el futuro. Si aprenden esto quizá algún día lleguen a ser gobernantes eficaces.

Una recaudación disparada que no se puede gastar.

Hay que entender la coyuntura que ha desencadenado esta serpiente de veranillo de San Miguel. La recuperación económica tras el fin del estado de alarma causado por la pandemia y la subida de los precios —provocada por los precios de la energía, la guerra de Ucrania y un diseño ortodoxo de un mercado eléctrico oligopolizado— han causado un rápido crecimiento de la recaudación que muchos gestores públicos han presentado como una buenísima noticia, un hito histórico. El informe mensual de la Agencia Tributaria nos informa de que:

«Hasta julio los ingresos crecieron un 18% (16,2% los ingresos brutos y 9,4% las devoluciones realizadas). En el mismo periodo los ingresos en términos homogéneos aumentan un 17,5% (hasta junio, 16,7%). La base imponible agregada de los principales impuestos creció en el primer semestre un 15,7%.

(…)

Los elementos que explicaban el crecimiento en los meses anteriores y que continuaron haciéndolo en julio son por orden de importancia: el crecimiento de los ingresos por IVA consecuencia de la mejora del consumo y de las subidas de precios; el aumento de los ingresos del IRPF, fundamentalmente por las retenciones del trabajo y vinculado a la creación de empleo y a los incrementos en salarios y pensiones medias y en el tipo efectivo; y las menores devoluciones realizadas a comienzos de año en el Impuesto sobre Sociedades (el primer pago fraccionado ingresado en abril tuvo también un buen comportamiento, pero se comparaba con un periodo de 2021 con ingresos extraordinarios). A estos elementos se añade el considerable aumento de los ingresos por la cuota positiva de la declaración anual del IRPF del ejercicio 2021.»

Parece evidente que los políticos se han sorprendido del normal funcionamiento de unos estabilizadores automáticos que, en esta ocasión, se han pasado de frenada. Sin embargo esto ha creado un problema insospechado.

Resulta que las administraciones autonómicas se han encontrado con unas entradas de caja que no pueden gastarse porque el Gobierno de España impuso un incremento del techo de gasto ridículo, 0,7% más que el año anterior. Eso es en términos nominales. Si tenemos en cuenta el efecto de la inflación ese aumento es una reducción en términos reales.

Una recaudación disparada y una reducción del gasto público en términos reales conducen a un superávit fiscal que drena dinero de la economía. Es una política dura de austeridad inoportuna que puede cargarse la recuperación económica tras la pandemia. Estas son las consecuencias indeseables de la reforma del artículo 135 de la Constitución, la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera  y del Tratado de la UE, del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y demás restricciones institucionales impuestas desde la UE que han creado una auténtica camisa de fuerza para que la política fiscal actúe con eficacia cuando es necesario para gestionar el ciclo económico.

Mientras tanto en Europa nadie parece preguntarse por el papel de la política fiscal en la ralentización del crecimiento en el continente. Se prefiere achacar toda la responsabilidad a la guerra de Ucrania. Los países europeos caminan como zombis hacia la recesión por culpa de estas normas.

Las administraciones autonómicas se han encontrado ante un dilema: o devolver el dinero a los bancos (lo cual equivale a la cancelación de ese dinero) o a la ciudadanía mediante una reducción de impuestos.

Rebajas fiscales con sesgo de clase

Abrió la tanda de rebajas tributarias el gobierno conservador (PNV+PSOE) del País Vasco con una deflactación del IRPF en todos los tramos del 5,5%. La semana pasada el recientemente reelegido presidente de Andalucía, el conservador Moreno Bonilla, anunció la bonificación del 100% del impuesto sobre el patrimonio. Posteriormente hicieron lo propio las Comunidades Autónomas de Murcia y Madrid anunciando también deflactaciones del IRPF. Moreno Bonilla utilizó la retahíla de argumentos reaccionarios propios de un partido ultraconservador: ese Impuesto sobre el Patrimonio es doble tributación sobre rentas que ya han tributado —¡como si los asalariados no pagaran impuestos dos veces sobre sus salarios (IRPF y cotizaciones a la Seguridad Social)!—, así atraemos a billonarios catalanes a Andalucía y otra sandeces similares.

Es evidente que esta figura tributaria ha sido relegada hace años al baúl de los impuestos testimoniales. La recaudación es ridícula y no sirve para corregir las crecientes desigualdades en la distribución de la riqueza. La Encuesta Financiera de las Familias, que publica cuatrienalmente el Banco de España, demuestra con datos esa creciente desigualdad en la distribución de la riqueza donde el top 1%,  año tras años, se zampa un trozo mayor del pastel.

Índice de concentración de la riqueza del 1% más rico de España (Fuente: Encuesta financiera de las familias del Banco de España)

Desde Red MMT creemos que hace falta introducir una figura tributaria que ayude a reducir contundentemente esa desigualdad en el reparto de la riqueza. Pero no porque sea necesario financiar el estado del bienestar con esa recaudación sino porque pensamos que la concentración de la riqueza es una peligro para una democracia ya que conduce a la formación de oligarquías. El actual impuesto sobre el patrimonio no cumple satisfactoriamente esa función así que la propina a los señoritos andaluces va a cambiar poco la situación.

La reacción ricardiana de la izquierda

Siendo deplorable la estrategia fiscal de la derecha —a la que le ha obligado el dogmatismo neoclásico del equipo económico del Gobierno de España y las absurdas normas de las que nos ha dotado la UE, no lo olvidemos— reconocemos que nos ha sorprendido el histerismo en las filas de los partidos de centroizquierda e izquierda. Lejos de reconocer que existía un problema en el funcionamiento de los estabilizadores automáticos y abrir la puerta a un aumento del gasto público o reducciones tributarias han salido en tromba a denunciar el fin del estado del bienestar en las comunidades autónomas gobernadas por los ultraconservadores. Así, Ione Belarra, secretaria general de Podemos, manifestó que “la cara b de las bajadas de impuestos a los ricos” son los “brutales recortes en los servicios públicos“. El Gobierno de Navarra ha considerado “insolidario” que Andalucía elimine el Impuesto del Patrimonio y reclame más fondos al Estado. El sindicato de técnicos de Hacienda, que también peca de nociones de fiscalidad neoclásica, ha lamentado que la guerra fiscal para atraer ricos empobrece a todos. La ministra Montero ha dicho que “ Madrid intenta imponer un esquema mental por el hecho de ser capital” lamentándose de que “otros compran ese esquema mental que solo puede beneficiar a la capitalidad. La ministra Calviño ha invocado a los sagrados organismos multilaterales como el BCE, el FMI y la OCDE para justificar la negativa del Gobierno a reducir los impuestos. Le ha faltado invocar a todos los ángeles, arcángeles, serafines, querubines y demás seres imaginarios de los cielos.

Habría sido más pedagógico explicar que había un problema en el funcionamiento de los estabilizadores automáticos. Debería haber tomado la iniciativa con una propuesta de reducción de los tributos de naturaleza progresiva o una flexibilización de las reglas de gasto para las administraciones públicas y una denuncia al armazón institucional de la austeridad fiscal.

La izquierda sigue siendo rehén del peor pensamiento neoclásico sobre la hacienda pública. En nuestra opinión hubiera sido más pedagógico explicar que había un problema en el funcionamiento de los estabilizadores automáticos. Debería haber tomado la iniciativa con una propuesta de reducción de los tributos de naturaleza progresiva o una flexibilización de las reglas de gasto para las administraciones públicas y una denuncia al armazón institucional de la austeridad fiscal. Ahora actúa con retraso y tras haber cedido la iniciativa a la derecha.

Arrepentimiento

Lo decimos porque la realidad tiene la desagradable costumbre de imponerse. El presidente de Valencia tuvo que proponer una reducción tributaria con una deflactación del IRPF hasta en cuatro tramos en rentas inferiores a 60.000 euros.

Finalmente el Gobierno de España ha tenido que reconocer el problema y, dado que no estaba dispuesto a aumentar el techo de gasto y la economía estaba mostrando síntomas de desaceleración, ha tenido que proponer su propia reforma fiscal, pero con efectos solo a partir de 2023. O sea tarde para evitar los efectos de la austeridad fiscal que ya estamos padeciendo.

La reforma tributaria llega tarde

Hoy la ministra Montero anunció la exención del IRPF para las rentas inferiores a 21.000 €, un aumento del tipo de gravamen sobre rentas del ahorro superiores a 200.000 € y una rebaja del tipo de gravamen del Impuesto sociedades para pequeñas empresas al 23%. Es una reforma fiscal que corrige levemente la regresividad de nuestro sistema tributario. Para disfrazarlo de reforma progresiva se ha aplica un impuesto de solidaridad temporal a las grandes fortunas que “abonarán los contribuyentes con una riqueza neta de más de 3 millones de euros en la base liquidable. Entre los 3 y 5 millones, el tipo será del 1,7%; entre los 5 y 10 millones, será del 2,1%; y a partir de los 10 millones, del 3,5%”. Éstas no tienen nada que temer mientras gobierne el PSOE. Sin embargo, no va a llegar a tiempo de evitar los efectos anticíclicos del exceso de recaudación de 2022.

Tildó de “chamanes fiscales” y “populistas” a los presidentes autonómicos de derechas pero Montero tampoco es inocente de chamanerías. La ministra Montero en su rueda de prensa se ha visto obligada a hablar de “pedagogía fiscal”: sigue vendiendo la teoría de que los impuestos financian los servicios públicos. Estamos de acuerdo en que las propuestas de la derecha son regresivas: defienden sus intereses de clase, los de la oligarquía. Pero ella y su gobierno siguen operando bajo un marco mental en el cual unas reducciones tributarias deben quedar compensadas por otros aumentos equivalentes o llegará el día del Juicio Final en el que el Estado del Bienestar se irá al infierno.

Al mismo tiempo la ministra reconoció que la Comisión Europea nos pide una reducción de la diferencia en presión fiscal con otros países europeos. Es curiosa esta fijación con ese guarismo porque donde está la diferencia relevante con otros países europeos es en el porcentaje de empleo público, mucho menor en España, una inversión pública en mínimos históricos y un estado de bienestar raquíticos. Los objetivos de política fiscal deben ser estos y no un porcentaje de recaudación sobre el PIB. Solo sería oportuno aumentar la recaudación tributaria si estuviéramos en una situación de pleno empleo y existieran tensione inflacionarias producto de un exceso de demanda. Esas circunstancias no se dan actualmente ni de lejos en España.

No podemos descartar que en la actitud timorata del Gobierno de España esté pesando el chantaje permanente del BCE que anunció hace poco que condicionaba sus compras de títulos del Tesoro a la aplicación del marco fiscal europeo.

Cruzamos el Canal de La Mancha

En el Reino Unido la nueva primera ministra Truss, un remedo de Margaret Thatcher, anunció la semana pasada un paquete de ayudas a hogares y empresas para aliviar los efectos de la subida de los precios de la energía con topes a las facturas de la energía. No entraremos en los detalles de este plan. Por supuesto la ha acompañado de una reforma tributaria regresiva  —para algo es una conservadora que representa a las oligarquías de su país— aboliendo un recargo a las renta más altas.

Simultáneamente el Banco de Inglaterra ha desencadenado una crisis financiera. Su decisión de interrumpir las compras de bonos del Tesoro británico provocó una caída de su precio y una rápida escalada del rendimiento. Fue una decisión irresponsable que recalca por qué la independencia de los bancos centrales es una pésima idea. Los titulares alarmistas sobre hecatombes financieras no tardaron en aparecer en la prensa financiera.

Pero la reacción entre medios como The Guardian o entre los conservadores asesores económicos del Labour Party, como Simon Wren-Lewis, ha demostrado que son prisioneros de la teoría de la equivalencia ricardiana. No han querido desaprovechar la oportunidad de decir “¿Lo veis? Si el gobierno baja los impuestos ahora los mercados se enfadan y nos castigan porque saben que la deuda podría ser impagable y habrá que subir impuestos o recortar gastos en el futuro”. ¡La izquierda alineándose con el relato de los mercados que castigan a los gobiernos manirrotos! Ver para creer.

Pero correlación no es causalidad. Este episodio es de exclusiva responsabilidad del banco central que se ha visto obligado a rectificar al día siguiente anunciando un nuevo paquete de compras por importe de 65 mil millones de libras “para calmar a los mercados”. Nos ahorraríamos todos estos problemas absurdos si los tesoros dejaran de emitir estos títulos que no son más que una reliquia de la era del patrón oro. Por supuesto que un soberano monetario como el Reino Unido no tiene ninguna restricción financiera ni ahora ni en el futuro para abordar este plan de ayuda de emergencia ni estas rebajas fiscales con independencia de la opinión que nos merezcan.

Conclusión

La equivalencia ricardiana no es relevante en nuestro sistema monetario.

Es importante que la izquierda aprenda cual es la función real de los impuestos y deje de caer en las trampas dialécticas conservadoras. La equivalencia ricardiana no es relevante en nuestro sistema monetario. Para la izquierda esa teoría contiene las semillas de la derrota segura: si hoy la usas contra los gobiernos de derecha, mañana la derecha y los organismos multilaterales te exigirán medidas de austeridad porque el déficit excede de algún umbral mágico que nadie sabe dónde está. La fiscalidad se tiene que valorar en términos de la hacienda funcional: los efectos de los impuestos sobre el crecimiento económico y la distribución de la renta y riqueza. Se trata de aplicar el método científico y no obsesionarse con reglas contables y cabalísticas.

Y no os olvidéis de luchar por recuperar nuestra soberanía monetaria. Sin ella no hay democracia.