Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Karl Polanyi


El ataque robótico: ¿destruirá la tecnología los empleos retribuidos?

Una versión abreviada de este post se publicó el 13 de diciembre de 2016 en la sección Luces Rojas de Infolibre

El efecto de Brunel: nada nuevo en el capitalismo

George Gardiner narra como el ingeniero Marc Brunel introdujo en la armada británica a principios del siglo XIX una máquina que permitía fabricar automáticamente bloques de aparejo empleando tan solo a 10 personas donde el proceso manual tradicional requería el empleo de 110 personas expertas. Al parecer esta fue la primera vez que maquinas-herramientas completamente metálicas se empleaban para producción en masa. El ahorro en costes fue el equivalente al de un año de producción aunque el coste de producir las máquinas le supuso a Brunel tres veces ese mismo ahorro. Si bien se habían perdido 110 empleos se habían empleado 410 personas en fabricar esta máquina. Temporalmente el empleo había crecido pero, una vez fabricadas las máquinas, el empleo en fabricación de bloques de aparejo había caído. En definitiva la inversión en bienes de equipamiento había tenido un efecto deflacionista al reducir las rentas totales de los factores de producción. Esa caída en las rentas se traduciría, por la identidad macroeconómica entre ingresos y gastos, en una reducción de la demanda agregada y por tanto del PIB. Gardiner bautiza este fenómeno ‘el efecto Brunel’ (Gardiner, 2004, págs. 160-61).

El impacto final del ahorro de trabajo causado por la tecnología depende de si se crea nuevo poder adquisitivo para reorientar los recursos liberados a nuevas actividades. En el ejemplo anterior, si el gobierno británico hubiese pagado la compra de las máquinas de Brunel elevando los impuestos, habría retirado poder adquisitivo del público desviándolo hacia el gobierno por importe equivalente. Si hubiese pedido un préstamo para pagar la inversión, el efecto habría sido parecido pues habría retirado ahorros, es decir rentas no gastadas, del sector privado. En cambio, si hubiese financiado la inversión con nuevo dinero, es decir con un aumento del gasto deficitario, habría habido un incremento de la demanda equivalente al empleo luego destruido por la inversión tecnológica, y se habrían mantenido los niveles de producción y ocupación.

Esta vez es diferente: La amenaza robótica

El temor a la destrucción del empleo causado por el cambio tecnológico es un tema recurrente. Ya a principios del siglo XIX el movimiento ludita llevó a los trabajadores textiles ingleses a destruir la maquinaria utilizada en el incipiente proceso de industrialización. Sin embargo el trascurso del tiempo demostraría que las nuevas tecnologías también demandarían nuevos puestos de trabajo y la humanidad seguiría avanzando creando niveles de bienestar más elevados. Es cierto que la industrialización se hizo a lomos de un proletariado brutalmente explotado. Sin embargo, los movimientos sindicales y la protección del estado consiguieron corregir los peores aspectos de un capitalismo despiadado haciendo que los niveles de bienestar aumentasen para toda la sociedad. Recientemente Louis Anslow ha publicado un post que repasa todas las ocasiones en las que se ha anunciado que las maquinas acabarían con el trabajo humano. 

Sospechosamente estas profecías coincidieron siempre con períodos de elevado desempleo. En 1930 el mismo Albert Einstein culpó a las máquinas del desempleo. Ganaría el premio Nobel de Física pero sin duda no el de Economía. John Maynard Keynes también cayó en este error y culpó a la tecnología del desempleo llegando a acuñar el término “desempleo tecnológico”. Anslow explica que el uso del término “desempleo tecnológico” reaparecía y se popularizaba cada vez que aumentaba el desempleo en un ciclo recesivo. Keynes escribió en los años 30 del siglo XX un célebre ensayo en el que profetizaba que «el desempleo causado por nuestro descubrimiento de medios para economizar el uso de trabajo correrá a un ritmo más veloz que al que podemos encontrar nuevos usos para el trabajo» (Keynes, Economic possibilities for our grandchildren, 1930).

El artículo de Anslow nos da más ejemplos de cómo el temor a la tecnología resurgía década tras década. En 1940 el presidente de MIT, Karl Compton, rebatió al presidente Roosevelt quien veía un problema en la mecanización. Un senador de los EEUU ya propuso un impuesto sobre las máquinas. En los años 50 se propuso una investigación del congreso sobre la cuestión de la pérdida masiva de empleos causada por los robots. El presidente Eisenhower desmintió esas amenazas y dijo que “esos mismos temores habían atemorizado a la gente durante 150 años y siempre se habían demostrado sin fundamento”.



La década siguiente vio cómo el temor a la automatización y la robotización arreciaban. Un economista rogaba al presidente Kennedy que convocara una conferencia sobre el desempleo que causaban la tecnología y la automatización. Los medios anunciaban el fin de todo el empleo de baja cualificación en 10 años y Time sacaba un artículo en el que decía que “el alza en el desempleo ha despertado nuevas alarmas sobre una antigua palabra amenazadora: la automatización. ¿Cuánto ha contribuido la rápida expansión del cambio tecnológico al pico actual de 5.400.000 parados?”. El secretario del trabajo W. Willard Wirtz advirtió de un "tropel de empleo sobrante" incluso en épocas de bonanza.

En la década de los 70 el primer ministro británico James Callaghan recurría a un think tank para que se investigase la pérdida de empleo causada por la informática. En 1980 el New York Times sacaba un artículo titulado “un robot persigue tu empleo (Anslow, 2016). En 1995 el economista, sociólogo y pensador estadounidense, Jeremy Rifkin, publicó un libro titulado El Fin del Trabajo. En esta obra profetizaba que, a diferencia de otras épocas en las que el cambio tecnológico había desplazado a trabajadores de actividades manuales creando sin embargo nuevas oportunidades profesionales, la nueva revolución industrial basada en la automatización, la robótica, la inteligencia artificial y la informática estaba desplazando a millones de trabajadores sin crear nuevas oportunidades profesionales en contrapartida. En las conclusiones a su libro Rifkin advierte ominosamente que

Esto es lo que sabemos con certeza: entramos en un nuevo período de la historia en el que las máquinas sustituirán cada vez más trabajo humano en la producción de bienes y servicios. Aunque los calendarios son difíciles de predecir, nos encontramos en un camino irreversible a un futuro automatizado y probablemente nos acercaremos a una era sin trabajadores, al menos en la producción de bienes y servicios, hacia principios del próximo siglo. (…) El fin del trabajo podría pronunciar una sentencia de muerte de la civilización tal como la hemos llegado a conocer. El fin del trabajo podría también señalar el comienzo de una gran transformación social, un renacimiento del espíritu humano. El futuro está al alcance de nuestras manos (Rifkin, J. 1995).

La percepción negativa de la automatización se debe en parte a que no se entienden completamente las causas de su introducción en los entornos industriales y no necesariamente se explican por la necesidad de ahorrar costes laborales. La robótica genera directamente nuevos puestos de trabajo relacionados con el diseño, la fabricación, la operación y el mantenimiento de estos equipos. Además, algunas industrias no serían viables porque requieren unos niveles de precisión y calidad que no son factibles sin el uso de robots. Podemos citar la electrónica —ordenadores, teléfonos móviles— o las energías renovables —células fotovoltaicas— como ejemplos paradigmáticos.
Por otra parte, la mecanización y la robótica suprimen trabajos pesados, repetitivos o que generan estrés y lesiones en los trabajadores. En ocasiones las condiciones de trabajo pueden ser tan penosas o peligrosas que sería ilegal que las hiciera una persona. La industria más robotizada sin duda es la del automóvil. En ella las tareas de soldadura y pintado las realizan máquinas robotizadas. En contrapartida, el aumento de la productividad obliga a generar empleos para dar salida a los nuevos productos creando oportunidades en los sectores de los servicios, la logística y la distribución. Por supuesto, uno de los factores que impulsan la entrada de los robots son los costes laborales relativos. Si los salarios chinos son mucho más baratos que los de Alemania o Japón, la robotización es una forma de mantener abiertas plantas que de otra manera se cerrarían.Es importante entender que la robótica no tiene por qué tener un efecto neto negativo sobre el empleo. Pese a que debe tomarse con cautela, porque responde a unos intereses de parte, un informe elaborado para la International Federation of Robotics (IFR) estimaba que en seis países estudiados (EEUU, Alemania, Japón, Corea, Brasil y China) se crearon 9 a 12 millones de nuevos empleos gracias a la robótica entre 2000 y 2016 (Gorle & Clive, 2013).

Sin embargo, las altas tasas de desempleo experimentadas en Europa parecerían confirmar el fin del empleo pronosticado por Rifkin. En España las tasas de desempleo han alcanzado niveles espeluznantes y en toda la zona euro las tasas son históricamente elevadas. ¿Esta vez es verdad que viene el lobo robótico? Me parece una hipótesis demasiado fácil de rebatir. Si fuese cierto que la inversión en robots estuviese destruyendo puestos de trabajo observaríamos este fenómeno con mayor intensidad en países con mayor inversión en este tipo de bienes de equipo. Sin embargo, es precisamente en los países más robotizados donde las tasas de desempleo son más bajas.

El siguiente gráfico pone en relación la tasa de desempleo con la densidad robótica (robots instalados por cada 10.000 empleados en la industria) y en él se observa una relación más bien inversa entre robotización y desempleo. Países altamente robotizados como Japón, Corea del Sur y Alemania mantienen tasas de desempleo relativamente bajas. En España, en cambio, menos robotizada, la tasa de paro es obscenamente alta.


Ilustración 1. Fuentes: IFR para la densidad robótica; Eurostat para desempleo en países europeos y Trading Economics para desempleo en los restantes países.

No es la tecnología, es el gobierno

La Crisis Financiera Global provocó una subida del desempleo intensa en todos los países de la OCDE. Sin embargo la mayoría de las economías de ese club han recuperado niveles parecidos o inferiores a los del inicio de la crisis. En Japón la tasa de desempleo actualmente es del 3,38%, en Corea del Sur del 3,64% y en EEUU del 5,29% tras alcanzar un pico de 9.62% en 2010. Solo los países de la Eurozona mantienen tasas de desempleo superiores al 10% y dentro de ella se encuentran campeones mundiales del desempleo como España, Grecia o Italia. Si naciones altamente industrializadas y densamente robotizadas han conseguido recuperar los niveles de empleo anteriores a la crisis entonces claramente la causa del desempleo debe buscarse en causas coyunturales y no en la tecnología.

La automatización permite liberar mano de obra de tareas rutinarias o pesadas que puede ser reubicada en tareas incluso más gratas. Pero liberar trabajadores puede ser un problema en un país donde no se crean nuevas oportunidades laborales. La condición necesaria, como en el ejemplo de Gardiner, es que exista financiación para poner en marcha estas nuevas actividades. Éste no es el caso de los países pertenecientes a la zona euro en donde la creación de moneda por los estados está restringida por los tratados de la Unión Europea y la creación de crédito depende solo de las expectativas del negocio bancario.

La estadística sugiere más bien que el caso español es una aberración dentro de una zona geográfica que se comporta como una anomalía. Los datos estadísticos de nuestra economía muestran una correlación elevadísima entre la caída de la inversión y de la ocupación entre 2007 y 2013 (Ilustración 2). La caída en la confianza en diversos sectores privados también correlaciona con un incremento de la tasa de desempleo, sobre todo el sector de la construcción (Ilustración 3). Finalmente el crecimiento del crédito a hogares y empresas muestra una desaceleración en el primer trimestre de 2007 —momento que coincide con el inicio de la crisis y las primeras pérdidas de empleo— e incluso se vuelve negativo a finales de 2013 —momento álgido del desempleo– (Ilustración 4).


Ilustración 2. Variación interanual de la tasa de ocupación y de la formación bruta de capital fijo. Elaboración propia a partir de datos publicados por el INE.

Ilustración 3. Evolución de la tasa de paro y de los índices de confianza de los sectores de la construcción, industrial y minorista. Fuente de los datos: INE. Se han invertido las escalas de los índices de confianza.


Ilustración 4. Evolución interanual del crédito a hogares y empresas. Fuente de los datos: Banco de España


Así pues, la causa del desempleo no fue la tecnología sino una insuficiente demanda agregada motivada por el fin de la burbuja inmobiliaria que habían financiado los bancos. Una actuación oportuna del estado que hubiese creado nuevo dinero en el inicio de la crisis con gasto deficitario habría detenido la hemorragia de los empleos remunerados. Las políticas de la UE han creado un problema de gran gravedad, pero se despista a la población con explicaciones oportunistas.

Ofuscadas, las izquierdas han caído en la trampa de atribuir el desempleo a la globalización y a la tecnología. Ante un problema que el diseño institucional del euro ha creado, en lugar de buscar la respuesta adecuada exigiendo la abolición de los criterios irracionales de Maastricht y oponiéndose a los planes de consolidación fiscal, gran parte de la izquierda se resigna ante un problema cuya solución no acierta a ver. Es entonces cuando se postula el reparto del trabajo –como si fuese un bien escaso que debe ser racionado— o se propone una magra renta básica para que los excluidos no protesten.

Incluso, si aceptáramos que la tecnología estuviera generando desempleo de forma tan rápida que no diese tiempo para reubicar a trabajadores desplazados por la tecnología  ¿por qué no podríamos implantar reglamentación que la frenara para permitir una adaptación de la sociedad más gradual o directamente impida la robotización en ámbitos que consideremos inadecuados? Debemos convencernos de que no es el hombre el que está al servicio de la Economía sino que es ella la que debe servirnos. Poner al hombre en el centro puede significar, por ejemplo, que decidamos prohibir los vehículos sin conductor o cerrar la plataforma Uber porque compite de forma desleal con el colectivo de transporte reglado de pasajeros. En la industria del automóvil las zonas robotizadas de las no robotizadas están separadas porque las máquinas podrían crear peligro para los seres humanos ya que no pueden tener conciencia de su entorno. Este es uno solo de los ejemplos de limitación reglamentaria a la expansión de los robots en la fábrica. Luchar contra el desempleo es una responsabilidad del estado, nuestro agente para resolver los problemas que el sector privado no puede o no quiere.

Referencias

Anslow, L. (26 de noviembre de 2016). www.timeline.com. Obtenido de Robots have been about to take all the jobs for more than 200 years: https://timeline.com/robotshavebeenabouttotakeallthejobsformorethan200years5c9c08a2f41d#.
Gardiner, G. (2004). The Primacy of Trade Debts in the Development of Money. En L. Wray, Credit and State Theories of Money (págs. 160-161). Northampton, MA: Edward Elgar.
Gorle, P., & Clive, A. (2013). Positive Impact of Industrial Robots on Employement. Londres: Metra Martech.
Keynes, J. M. (1930). Economic possibilities for our grandchildren. En J. M. Keynes, Essays in Persuassion.



viernes, 9 de diciembre de 2016

Vídeo píldora: la inversión pública

Un vídeo sobre la inversión público hecho en colaboración con Rete MMT

¿Qué es el dinero? Parte III

El  dinero vertical

Ésta es la tercera parte de una serie que estoy escribiendo sobre el dinero. Los posts anteriores fueron:

¿Qué es el dinero? Parte I
¿Qué es el dinero? Parte II

En este post hablaremos de la diferencia entre el dinero 'vertical' y el dinero 'horizontal'. En los dos posts anteriores sobre la creación del dinero explicamos que:
  1. El estado, que detiene el monopolio dela fuerza, tiene necesidad de aprovisionarse de recursos reales. Estos pueden ser trabajo, bienes o servicios.
  2. El Estado impone tributos denominados en moneda (dinero del estado), de la cual es el emisor en exclusiva.
  3. En el sector privado nace la demanda de moneda, único objeto útil para pagar los impuestos, y por tanto una oferta equivalente de trabajo, bienes y servicios.
  4. Los ciudadanos venden trabajo, bienes y servicios al estado a cambio de la moneda que necesitan para pagar los impuestos.
  5. Pero ¡atención! Los ciudadanos no quieren devolver toda la moneda al estado. La moneda no utilizada para pagar los impuestos es acumulada como ahorro neto del sector privado. La única manera posible de que este deseo sea viable es si el estado está dispuesto a recuperar menos moneda vía impuestos de la que ha inyectado vía gasto público, es decir incurriendo en lo que algunos llaman déficit público pero que también podemos llamar ahorro neto del sector privado. 
Por tanto podemos afirmar que

1 euro de déficit público = 1 euro de nuevo ahorro neto del sector no gubernamental.
Dado que el déficit público crea nueva deuda del estado también podemos establecer la identidad

1 euro de deuda pública = 1 euro de ahorro financiero el sector no gubernamental
(Nota: El sector no gubernamental incluimos a hogares, empresas, entidades financieras y el resto del  mundo. En adelante supondremos que no existe un sector exterior para simplificar el análisis; en otra ocasión hablaremos de él así que en lo sucesivo hablaremos de 'sector privado').

Recordemos que este ahorro financiero, materializado en dinero del estado es un crédito fiscal. Su tenedor siempre lo tendrá disponible para saldar la deuda que le impone el estado en forma de impuestos.

El ahorro neto del sector privado


En el primer post de esta serie expliqué que cualquiera puede crear dinero, la cuestión es que éste sea aceptado para que pueda circular en la economía. Pongamos un ejemplo:
  • Supongamos que Mengano se corta el pelo en la peluquería de zutano. El corte cuesta 15 euros pero mengano se ha olvidado ese día la cartera en casa. Le deja a deber esa cantidad.
  • Zutano se va después de trabajar al bar de Fulano donde cena por 20 euros. Como es un cliente habitual tiene cuenta en el bar y la consumición se apunta en su cuenta.
  • Finalmente, Fulano encarga a su proveedor de butano -que resulta ser Mengano- un par de bombonas. Deja a deber 22 euros que Mengano apunta en la cuenta de su cliente.

Resumamos la resultante de las transacciones anteriores en la siguiente tabla:
Agente
Ingreso
Gasto
Saldo
Mengano
22€
15€
7€
Zutano
15€
20€
-5€
Fulano
20€
22€
-2€
Saldo
57€
57€
0€

Podemos considerar que todos los agentes han recibido pagarés de los demás y que también los han emitido a favor de los otros. Vemos que algunos agentes han acabado con una diferencia positiva entre lo que adeudan y lo que se les debe pero otros deben más de lo que les adeudan. Podríamos decir que Mengano es un ahorrador y que en cambio Zutano y Fulano han desahorrado. Sin embargo, si sumamos todas saldos observamos que la posición financiera neta de los tres agentes de nuestro ejemplo es 0€. Si bien en este circuito económico hay ahorradores y desahorradores en agregado todos ellos no podrían crear un ahorro financiero neto.

Metamos ahora al estado en nuestro ejemplo. Supongamos que Mengano es proveedor de combustible del coche oficial del ministro y que el estado le ha pagado 30 euros por llenar el depósito en su gasolinera. Por otra parte supongamos que Zutano y Fulano le deben 10 euros cada uno en impuestos al estado.

La tabla anterior quedaría ahora como sigue:
Agente
Ingreso
Gasto
Saldo
Mengano
52€
15€
37€
Zutano
15€
30€
-15€
Fulano
20€
32€
-12€
Total sector privado
87€
77€
10€
Estado
20€
30€
-10€

Vemos que ahora el sector privado, en agregado, tiene una posición financiera neta positiva; en otras palabras ha generado un ahorro que es equivalente al déficit del estado.El déficit del estado es pues idéntico al ahorro neto del sector privado. Como vemos en el ejemplo, solo si existe otro sector dispuesto a endeudarse podrá el sector privado tener una posición financiera neta positiva. Esto nos permite desmitificar el sentido real del saldo presupuestario del estado. Cuando los políticos, la prensa económica y ciertos economistas nos dicen que "el déficit público es excesivo" o nos crean ansiedad porque la "deuda pública llega al 100% del PIB" y que hay que recortar gastos lo que nos están diciendo, en realidad, es que quieren reducir el ahorro del sector privado. Por cierto estos mismos expertos no suelen tener en cuenta que quizás el sector privado sí quiera tener esos ahorros y no desea reducirlos.

Si imaginamos que todos los pagos y cobros del estado estuviesen contabilizados en una gran hoja de cálculo el déficit público podría verse como la diferencia entre los créditos fiscales que el estado ha entregado a los agentes del sector privado menos los créditos que se han cancelado o utilizado en el pago de e los impuestos. Por eso en la ilustración representamos el pago de impuestos como un cubo de basura:el pago de impuestos destruye el dinero creado por el estado. En realidad el dinero del estado no es muy diferente a una entrada para un campo de fútbol. Una vez que el espectador ha pasado el control de entrada el billete se rasga y no puede ser utilizado de nuevo.


El dinero horizontal

Volvamos a analizar las transacciones del sector privado. Supongamos que Zutano quiere saldar su deuda con Mengano. Podría decirle: "Mira, Fulano, me ha dado un pagaré por 22€. Te lo doy de esta manera cobras mi deuda de Fulano. En un circuito tan estrecho en el que los agentes se conocen podría ser posible tal transacción. Sin embargo, en la economía de mercado real hay miles de agentes operando y es improbable unos agentes acepten en pago los pagarés de otras personas a las que no conocen. No es fácil que el pagaré de un individuo poco conocido circule ampliamente y sea aceptado como dinero. Recordemos que Randall Wray decía:
Una deuda puede ser incobrable lo cual quiere decir que el crédito es importante, "no todos los dineros han sido creados iguales"

Por eso han surgido unos intermediarios especiales llamados bancos. Los bancos no intermedian fondos prestables como creen, no solo la mayoría de las personas legas en economía, sino también la mayoría de los economistas. Es decir, un banco no toma el dinero de Zutano y se lo presta a Mengano. Eso es lo que hace un prestamista usurero. La función de un banco es bien distinta: intermediar en el crédito. En definitiva un banco evalúa a cada uno de sus clientes y determina si es merecedor o no de la confianza de los restantes agentes. Si un cliente es digno de crédito o aporta suficientes garantías en forma de avales, bienes pignorados o activos inmobiliarios hipotecables el banco le abrirá una línea de crédito, le dará una tarjeta de crédito o constituirá un préstamo a su favor. En el mismo acto abrirá un depósito a favor de su cliente y, en definitiva ha creado nuevo dinero, dinero bancario, mediante un simple apunte contable registrado en un ordenador.

Se han producido dos intercambios de pagarés. Por una parte Zutano ha recibido un depósito que es poder de compra que se puede utilizar inmediatamente. Por otra parte Zutano se compromete a devolverle al banco ese mismo importante en el futuro y además a pagar unos intereses periódicamente. En la transacción se van a producir dos secuencias de flujos de caja: uno de salida desde el banco al beneficiario del crédito; otro de importe equivalente pero en un tiempo futuro, en una o varias cuotas incrementado por el importe de los intereses. El banco debe confiar en que el cliente será capaz de generar este segundo flujo de caja porque solo el primero es cierto.

Sigamos con nuestro ejemplo. Si Zutano ha recibido un crédito de su banco podrá saldar su deuda con Mengano transfiriendo fondos de su cuenta bancaria a la de Mengano. Mengano aceptará el dinero bancario porque un banco es una entidad que goza de crédito entre otras razones porque el estado está dispuesto a respaldar las emisiones de dinero del banco y porque el estado está dispuesto a aceptar el dinero bancario en pago de las deudas tributarias. Mengano sabe que el dinero del banco es mucho más útil que el pagaré de Zutano porque es un poder de compra que cualquier otra persona aceptará. A su vez Mengano puede saldar su deuda con Fulano con el dinero depositado en su cuenta bancaria. De esta manera se produce una circulación 'horizontal' del dinero bancario.

Así pues en el circuito económico pueden circular dos tipos de dinero:

  • El dinero del estado, que en realidad podemos considerar un crédito fiscal que puede transferir de unos agentes a otros, hasta que se cancela definitivamente al producirse el pago de impuestos. Podemos llamarlo dinero vertical.
  • El dinero bancario, que también puede transferirse de unos agentes a otros, que se cancela gradualmente a medida que los clientes van devolviendo el principal del préstamo. Podemos llamarlo también dinero horizontal.
Observemos sin embargo que el dinero bancario no añade activos financieros netos al sector privado. La razón es que si el banco ha creado un pasivo y un activo por el mismo importe: un préstamo y un depósito. Si miramos la situación del balance de Zutano también cuenta con un activo (el depósito en el banco) y un pasivo (el préstamo del banco). Cuando Zutano transfiere ese dinero a Mengano ha saldado su deuda con éste pero ahora quien está en deuda con Mengano es un banco. Sin embargo en agregado el ahorro neto del sector privado es cero.

En el siguiente post hablaremos de un tipo especial de dinero: las reservas bancarias.

Nota: Agradezco a ReteMMT la autorización para utilizar imágenes parecidas a las que emplean en sus documentos de formación.