Recientemente El País, haciéndose eco de la popularidad de
la congresista Alexandria Ocasio-Cortez, publicó un artículo en el que menciona
la teoría moderna de la moneda (TMM) por primera vez aunque con un lastimoso
retraso histórico. Lamentablemente el titular, «¿Y
si se imprimiera dinero para algo más que salvar bancos?», delata que la autora ha eludido
fundamentarlo en el asesoramiento de expertos en la TMM. Si lo hubiese hecho
jamás habría usado la expresión “imprimir dinero”. Actualmente la mayor parte
del dinero se genera mediante un teclado de ordenador. Esta objeción no es
meramente semántica: la TMM ha centrado una gran parte de su trabajo en la
descripción exacta de cómo funcionan nuestros sistemas monetario, basado en
moneda fiduciaria, y bancario.
Entristece que la fuente primordial del artículo haya sido
un economista que representa a la escuela austriaca, la más reaccionaria
existente. El hecho de haber escrito dos panfletos contra la TMM no valida a
Rallo como experto, de hecho su crítica está plagada de errores cuando no de falsedades
y manipulaciones. Asimismo nos resulta asombroso que se catalogue a Summers o
Krugman como economistas de la izquierda. Estos autores se podrían caracterizar
mejor como centristas. En todo caso han demostrado una desidia aun mayor que la
de Rallo en sus hostiles debates con la TMM.
La autora podría haber consultado en España a conocedores de
la teoría mucho más cualificados tales como Eduardo Garzón, Juan Laborda, Esteban
Cruz Hidalgo, Miguel Carrión o quien firma estas líneas, entre otros.
Intercalar citas esporádicas de una entrevista a Randall Wray no llega a
compensar los desaciertos intencionados de Rallo.
El recurso a esta fuente sesgada malogra todo el artículo
con errores que no habrían salido de la boca de un economista de la TMM. Por
ejemplo, cuando hablamos de emisión de deuda pública describimos una simple
operación dirigida a retirar reservas del sistema bancario y definir los tipos
de interés de referencia, no la financiación del estado. Cuando se plantea la
financiación de un Green New Deal el
artículo no consigue explicar algo básico: éste se financiaría simplemente
cuando el estado ejecutara los programas de gasto. Cualquier acto de gasto de
un estado implica la creación de dinero ex nihilo.
El artículo recoge también el escándalo de Rallo ante la
ruptura del “principio generalmente asumido de la independencia del banco
central”. Que Rallo y el mainstream defiendan
la independencia de los bancos centrales no significa que sea cierta ni
deseable. De hecho los supuestamente independientes bancos centrales exhiben
una preocupante dependencia ideológica. Por otra parte los bancos centrales, en
los estados que disfrutan de soberanía monetaria, siempre han coordinado su
operativa con el Tesoro lo cual invalida su teórica independencia. Tal
independencia es una fantasía del mainstream
dirigida a justificar la despolitización de nuestras instituciones de gobierno
económico.
Para la TMM resulta evidente que los impuestos cumplen una
función distinta a la supuesta por los economistas tradicionales. Debatir a
estas alturas si los impuestos financian a un estado emisor es una cuestión superada
y estamos esperando a que los economistas académicos vayan asumiendo esta
realidad gradualmente; al igual que el Banco de Inglaterra y otros bancos
centrales ya han aceptado que es el crédito bancario el que crea los depósitos
bancarios y no al revés. Esto ha sido así desde el derrumbe del sistema de
Bretton Woods y, probablemente, desde hace al menos 6.000 años.
La intención de confundir a los lectores se evidencia cuando
Rallo trata de encontrar un punto débil en nuestra teoría al afirmar que “la
capacidad de endeudamiento no es ilimitada y en el momento en que tu
credibilidad se cuestione, el coste de tus bonos se dispara y tu moneda pierde
su valor.” Se trata de un argumento de hombre de paja para atemorizar al lector
y prevenirlo contra la TMM.
En primer lugar, la TMM en ningún momento afirma que la capacidad
de endeudamiento sea ilimitada. El emisor siempre puede comprar todo aquello
que se encuentre a la venta a cambio de su moneda. Pero también señalamos
límites al déficit público. Éstos no son financieros sino reales. Si un estado
pretendiera comprar recursos escasos o que no están a la venta a cambio de su
moneda, o si aceptara pagar precios cada vez mayores a cambio de entregar su
moneda, entonces sí podría desencadenar un proceso inflacionista.
En segundo lugar, es evidente que el emisor de moneda en
régimen de monopolio podrá atender cualquier vencimiento de la deuda en su
propia moneda –queda excluido el endeudamiento en moneda extranjera puesto que
no la emite. El concepto de soberanía monetaria es, por tanto, crucial.
Cuando Rallo dice, empleando una terminología imprecisa, que
el coste de los bonos se puede disparar, entendemos que se refiere a que el
rendimiento de los bonos se puede elevar si el déficit público es excesivo.
Está invocando la teoría de los fondos prestables que para el pensamiento
neoclásico serían limitados y, por tanto, cualquier aumento de la deuda pública
supondría un desplazamiento del sector privado. La experiencia japonesa y la
europea más reciente, sin embargo, desmienten la teoría de los fondos
prestables y demuestran que el rendimiento de la deuda en el mercado secundario
está determinado por las intervenciones del banco central. Japón y EEUU prueban
que, lejos de causar una subida de tipos de interés, el gasto deficitario crea
nuevas reservas que tienden a llevar los tipos de interés a cero. Las teorías
monetarias de Rallo, Krugman o Summers —si es que tienen alguna—no puede
explicar este fenómeno.
Rallo cita una intervención del FMI para estabilizar la
libra en 1976. Pues bien, esa intervención no habría sido nunca necesaria si el
gobierno británico no se hubiese empeñado en garantizar la convertibilidad de
la libra a la moneda de otro estado soberano. Reiteramos que la TMM considera que
la soberanía monetaria es fundamental para asegurar que los estados puedan
alcanzar el máximo espacio fiscal. Además Bill Mitchell ha señalado que el
recurso del ministro de Hacienda Healy al FMI fue un ardid para amedrentar a una
población a la que se pretendía someter al monetarismo repitiendo el mantra del
“no hay alternativa” (http://bilbo.economicoutlook.net/blog/?p=33803).
Es evidente que, para la TMM, la credibilidad de las
instituciones es decisiva, sobre todo la capacidad de exigir el cobro de
impuestos y de estabilizar los precios determinando lo que el estado exige a
cambio de entregar una unidad de su moneda. Es cierto que la TMM entiende que
los impuestos pueden utilizarse para luchar contra la inflación, en el caso de
que se produjere. Pero la TMM tiene una teoría de la inflación mucho más
desarrollada y propone preferentemente otras herramientas de estabilización de
precios que Rallo no menciona como el plan de trabajo garantizado o las
políticas de gasto público dirigido. No es éste el lugar para comentar por qué
se producen procesos de hiperinflación pero nuestra teoría de la inflación
ayuda a entenderlos mucho mejor. Los episodios de hiperinflación históricamente
sufridos por la República de Weimar, Zimbabue, Hungría o, más recientemente,
Venezuela no se derivan de fenómenos monetarios, ya que la masa monetaria suele
quedar determinada como variable endógena, sino de la destrucción del tejido
productivo como consecuencia de conflictos bélicos o crisis políticas que
llevan a la desestructuración de las instituciones.
Afirmar que el primer texto académico sobre TMM se ha
publicado este año también es falso. Los proponentes llevan décadas trabajando y
han producido una abundantísima bibliografía académica. Lo que han hecho este
año Randall Wray, Bill Mitchell y Martin Watts es presentar un manual de
macroeconomía pero los textos académicos no se limitan a la producción de
manuales.
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