Cita de Roosevelt

"Ningún país, sin importar su riqueza, puede permitirse el derroche de sus recursos humanos. La desmoralización causada por el desempleo masivo es nuestra mayor extravagancia. Moralmente es la mayor amenaza a nuestro orden social" (Franklin Delano Roosevelt)

viernes, 18 de agosto de 2017

La bomba del desempleo


El vendaval de destrucción de empleo iniciado en 2008 ha agudizado los niveles de pobreza y desigualdad en la distribución de las rentas y de la riqueza. La gran depresión de la segunda década de este siglo fue la tormenta perfecta. La borrasca venía gestándose en el mundo occidental desde el inicio de la era neoliberal iniciada en 1973 pero cuando alcanzó a la periferia meridional europea, –con economías que habían entregado su soberanía monetaria y habían erigido su prosperidad sobre los débiles fundamentos de la burbuja especulativa, bajísimos niveles de protección social y empleo público y una crónica falta de inversión en tejido productivo real– la destrucción alcanzó proporciones épicas. Probablemente no haya hogar de clase media o trabajadora que no haya sido afectado por esta devastación. El problema del desempleo es gravísimo en la periferia de la zona euro y coloca a estos países en el mismo rango que algunos estados fallidos de África o que acaban de padecer un conflicto bélico.


Ilustración 1. Países con mayores tasas de desempleo

En el caso de España el problema se arrastra desde hace décadas. La última vez que este país disfrutó de pleno empleo fue durante el franquismo (con todas las cautelas que conviene añadir en un país en el que las mujeres tenían poco acceso al mercado de trabajo retribuido). El régimen del 78 demostró que no era necesaria la represión dictatorial para someter a los trabajadores; bastaba proferir la amenaza cierta de que perderían su empleo si osaban ser reivindicativos. Pero la perpetuación de la lacra ha acabado siendo aceptada como una especie de estado natural de las cosas. La población española ya no reconoce las verdaderas causas y es incapaz de exigir una solución a los verdaderos responsables: el Gobierno de España y los intereses de sus elites. Pocas fuerzas de trabajo existen más disciplinadas y más sometidas a lo que George Orwell llamaba el «terror acechante del desempleo» existen en Europa.




Ilustración 2. Serie histórica de la tasa de desempleo

El problema del desempleo español ha sido reducido a la categoría de lacra “estructural”. En la jerga de los técnicos de los organismos multilaterales y los economistas de la escuela dominante estructural es una palabra polisémica que se utiliza como justificación de todo tipo de desmanes. Estructural puede significar que hay “rigideces” en un mercado de trabajo que se equipara al de los rábanos. Si hay exceso de rábanos en el mercado, bájese su precio y se venderán más rábanos hasta vaciar el mercado. Si hay exceso de desempleados es porque los sindicatos y los reglamentos impiden bajar los salarios. Destrúyanse los sindicatos, desmóntese el estatuto de los trabajadores, hágase un decreto de la estiba, bájense los salarios y el desempleo caerá; sin advertir que el mercado de trabajo es también un centro de reparto de rentas y que socavar los salarios simplemente arregla el problema de un empresario pero agrava el de todos. Estructural también puede significar que hay poca competencia y que es necesario liberalizar un sector para destruir todo el tejido de PYMES y sustituirlas por oligopolios que optimizan sus costes destruyendo cuanto empleo sea posible. Otrosí, estructural, es un problema de ineficiencia del sector público que se resuelve vendiendo todas las empresas públicas y hasta las joyas de la corona a los amiguetes.

El problema del desempleo español es el resultado de cuatro décadas de políticas erradas y del alineamiento de las élites políticas y económicas con el pensamiento neoliberal cuyo eje central es el ataque al factor trabajo. Es probable que España sea el país donde el neoliberalismo se haya aplicado de forma más implacable gracias a su legitimación por asociación al proyecto europeo. En términos orteguianos «España es el problema (estructural), Europa es la solución (neoliberal)». El elevado desempleo es el mayor éxito del neoliberalismo español. Varios factores acudieron en ayuda del proyecto de laminación de la clase trabajadora. La coincidencia de la incorporación al mercado de trabajo de las cohortes nacidas en el baby boom, el proceso de desindustrialización impuesto por la incorporación a la CEE y el abandono de las políticas industriales a beneficio de los chaebol Corea del Sur y del mittlestand germánico, el empeño en aplicar una política económica monetarista que desalentaba la inversión, la represión de la demanda como herramienta para luchar contra la inflación importada en lo barriles de petróleo, la crónica insuficiencia del empleo y gasto públicos. ¿Recuerdan cuando Felipe González ganó las elecciones prometiendo la creación de 700.000 puestos de trabajo? Nunca lo consiguió porque inocentemente pensaba que eso lo haría el sector privado con algunos incentivos estatales. (Posteriormente los líderes del PSOE perdieron su virginidad estructural y se convirtieron en grandes desreguladores, siguiendo una larga tradición de dirigentes europeizantes, como los Habsburgo que nos limpiaron de toda traza arabizante o los Borbones que querían desembozarnos).

El problema es ya antiguo pero lo que diferencia la crisis actual de las anteriores es que, esta vez, ha afectado a las clases medias; sobre todo a sus cachorros ahora reclutados para el precariado.

Fueron las contradicciones del capitalismo las que generan el problema de represión salarial y desempleo que a la vez deprime las ventas. La solución obvia, probada y eficaz de la intervención pública mediante el gasto deficitario causa sarpullidos en Bruselas y las élites patrias. Hacía falta una solución que aumentase la demanda sin pagar mayores costes salariales. Quien no cree en la medicina científica recurre a las flores de Bach para curar el cáncer. Durante un tiempo los préstamos hipotecarios sirvieron pero también dejaron un legado tóxico cuyos platos rotos aun andan recogiendo en las oficinas bancarias del Banco Popular. Hay que encontrar otra solución.

martes, 8 de agosto de 2017

La teoría circuitista de los beneficios

Villaviciosa de Odón, 8 de agosto de 2017

Alain Parguez

En el post anterior examinamos la ecuación de beneficios de Kalecki. Recordemos que según el economista polaco los beneficios de la clase capitalista equivalían a la inversión, el consumo de los capitalistas, el déficit público, el superávit de la balanza comercial con el resto del mundo y lo minoraba el ahorro de los trabajadores.

Alain Parguez, un economista procedente de la tradición circuitista plantea en mi opinión una interesante síntesis entre la ecuación de los beneficios de Kalecki, el circuitismo y la teoría de la moneda moderna (TMM) (Parguez, 2002). La aportación de Parguez a Kalecki es fundamental porque el economista polaco no había entendido que el déficit público no necesita de la financiación de fondos obtenidos del sector privado mediante la recaudación de impuestos ya que gastando el estado crea nuevo dinero y creo que tampoco hizo una distinción entre ganancias monetarias retenidas y beneficios gastados.

Flujo y reflujo

Parguez explica que tanto las empresas como el estado no pueden financiar sus gastos presentes con ingresos que aún no se han producido. En la secuencia lógica de acontecimientos primero tiene que haber un proceso de creación de dinero de las empresas y del gobierno. En el caso del gobierno sabemos que es el acto de gastar el que crea el dinero pero en el caso de las empresas el origen del dinero es el crédito bancario. Con ese nuevo poder de compra los empresarios pueden tomar sus decisiones de gasto en la adquisición de nuevos bienes de equipo. En una economía monetaria este aspecto temporal del circuito económico es fundamental. No se puede poner en marcha ninguna actividad económica sin que antes haya alguien que haya creado el poder de compra que permite movilizar recursos reales para dedicarlos al proceso productivo.

Las empresas tendrán que devolver esos créditos cuando sus inversiones produzcan los flujos de caja de entrada, en la fase que Alain Parguez llama de ‘reflujo’. La fase de reflujo es la que consigue la devolución de los préstamos y por tanto corresponde a la destrucción del dinero bancario. En el caso del estado la fase de reflujo es la recaudación de impuestos que destruye el dinero. El dinero es como un fotón, una partícula fugaz portadora de paquetes de información. Una vez que impacta en nuestra retina podemos conservar la imagen un tiempo breve en nuestro cerebro pero el propio fotón se destruye.

Al igual que no es posible que los ciudadanos paguen sus impuestos si antes el estado no les ha entregado aquello que sirve para pagarlos a través de la ejecución del gasto público (el dinero del estado no es más que un crédito fiscal), tampoco es posible que las empresas recuperen el dinero que necesitan para pagar al banco sin antes poner en circulación el dinero bancario pagando a los trabajadores los sueldos que estos usarán para consumir los productos fabricados y comercializados por las empresas (salvo en el esporádico e improbable caso de que algunos de estos trabajadores sean falsificadores de moneda).

Sin embargo, hay una diferencia fundamental entre empresas y gobierno: el estado puede crear dinero por su propia cuenta gracias a que el Banco Central compra las emisiones de deuda del Tesoro y puede financiar al gobierno a tipo de interés cero. En cambio las empresas deben recurrir a los intermediarios de crédito. Solo estos pueden crear dinero crediticio pues solo estas instituciones cuentan con el respaldo del estado a través del banco central para hacerlo.

La falacia Robin Hood

Fijémonos en esta paradoja: al recaudar impuestos el estado destruye el dinero que ha creado previamente. Si recauda tantos impuestos como ha gastado previamente el estado conseguirá un equilibrio presupuestario pero a la vez estará retirando dinero del bolsillo de los ciudadanos. Los impuestos no generan nuevos ingresos con los que el estado puede gastar y además reducen los ingresos de los hogares y, por consiguiente, su consumo. Los impuestos destruyen una cantidad equivalente de dinero. Los impuestos, por tanto, retiran renta del sector privado sin generar rentas para el estado que se podrían reciclar en gasto. La insistencia de los socialdemócratas en que primero hay que recaudar, preferentemente de los ricos, para luego realizar el gasto social en favor de los pobres está basada en una ficción, una ilusión. Es lo que Parguez llama la paradoja “Robin Hood” pero yo considero más apropiado llamarla la “falacia Robin Hood”: la idea de que es necesario sacar impuestos de los ricos para transferirlos a los pobres. No hay ninguna razón por la que el estado no pueda previamente hacer transferencias a los pobres y luego decidir si necesita retirar poder de compra de los ricos para deflacionar la economía.

El déficit público como fuente de beneficios empresariales

La elevación de la presión fiscal simplemente estruja los presupuestos familiares, reduce el consumo y solo puede llevar a una reducción de los beneficios empresariales. Recuerden que según Kalecki un superávit fiscal reducía los beneficios y en cambio un déficit contribuía a su formación.

Para entender por qué el déficit público genera beneficios empresariales recordemos la contabilidad de reservas que hemos descrito en posts anteriores. Supongamos que el estado ha gastado más de lo que ha recaudado, a esa diferencia la llamamos déficit. Ese déficit público se refleja contablemente en el activo de los balances de los bancos como un aumento de sus cuentas de reservas, cuya contrapartida, euro a euro, en el pasivo son los depósitos bancarios que mantienen las empresas y los hogares. Si el déficit ha generado un incremento de la demanda agregada, la suma de las compras de lo mercancías del estado y el incremento neto del consumo de los hogares tiene que ser equivalente a las ganancias monetarias retenidas acumuladas por las empresas. Las ganancias monetarias retenidas son iguales a la discrepancia entre los beneficios agregados y la deuda, en la que el empresario incurrió para financiar las inversiones, que ha sido devuelta utilizando los beneficios brutos. El incremento total en el stock de pasivos bancarios lo detentan las empresas en forma de beneficios monetarios retenidos (Parguez, 2002, pág. 91).

La búsqueda de beneficios en el exterior

Desde el punto de vista de Parguez por tanto la fobia al déficit pública encierra en sí las semillas de su propia derrota porque un superávit solo puede socavar los beneficios monetarios retenidos … salvo que los capitalistas sean capaces de encontrar otra fuente. Ya vimos en la ecuación general de beneficios de Kalecki que éstos podían proceder del superávit obtenido en el comercio exterior. Esta estrategia explica la obsesión de los economistas mainstream por incrementar la competitividad de las naciones y ganar cuotas de mercado internacional para las oligarquías capitalistas para las que trabajan. También explica por qué para Alemania la unión monetaria europea ha sido tan útil para mantener los beneficios de su clase capitalista cuando en su propio país el gobierno se empeñaba en mantener un superávit mientras sus hogares, tras una década de represión salarial, disuadida de mantener su propia reproducción, se convertían en asustadizos consumidores con una fuerte preferencia por el ahorro. Ayuda a entender por último por qué el capitalista español, ante la pérdida de su propio mercado en favor de productores de otras economías más competitivas, optó por convertirse en el agente del capitalismo franco-alemán en América Latina como único medio de conseguir beneficios que se le negaban en su propio país donde también la ortodoxia vigente nos llevaba a buscar un superávit deflacionista.

Hogares endeudados y financiarización

Si seguimos examinado la ecuación de beneficios de Kalecki vemos que el ahorro de los consumidores reduce los beneficios. Pero lo contrario también es válido. ¿Y si los capitalistas, a través de sus entidades de crédito, consiguen convencer a las familias para que, en lugar de ahorrar, se endeuden? El desahorro de los hogares se convierte entonces en una fuente de beneficios. El préstamo hipotecario explica el beneficio del promotor inmobiliario y del rentista propietario de tierras urbanizables. El préstamo de la entidad financiadora ayuda a crear los beneficios de los grandes grupos del automóvil. La tarjeta de crédito ha mantenido las ganancias de las empresas gracias a que permite el milagro de que los trabajadores gasten en su propia reproducción más de lo que permiten sus reprimidas rentas salariales. Recuerden el excedente que obtenía el capitalista en el Departamento 3 que describía Kalecki: ¡ahora los capitalistas dan un paso más y consiguen sacar excedentes anticipados! Éste es el mecanismo de la financiarización observada en los países adscritos al capitalismo atlántico cuando los superávits comerciales no eran posibles y a la vez se pretendía el imposible de alcanzar un superávit fiscal.

Beneficios no retenidos en forma monetaria

Pero ¿qué hay de las otras dos fuentes de beneficios que describía Kalecki en su ecuación más sencilla? Recordemos que en la formulación más esquelética de Kalecki:

Beneficios brutos=inversión + consumo de los capitalistas

Aquí es donde la teoría moderna de la moneda y el circuitismo completan el análisis de Kalecki. Si no consideramos una economía monetaria la ecuación de Kalecki es impecablemente correcta. Pero el consumo de los capitalistas y la inversión son el resultado de sus propias decisiones de gasto. Una vez que las han ejecutado el dinero que habían conseguido mediante los beneficios ya no existe, se ha transferido a otros bolsillos o cuentas bancarias. Solo queda ese coche de lujo en el garaje o esa inversión en una máquina en el taller. Fíjense que en los párrafos anteriores recalco que Parguez hablaba de ganancias monetarias retenidas. La inversión y el consumo no pueden ser ganancias retenidas sino gastadas.

Esta diferencia entre beneficios retenidos en forma monetaria y decisiones de gasto de los capitalistas es crucial. El capitalista pretende invertir una cantidad de dinero en la compra o producción de mercancías para volver a recuperarlo a ser posible aumentado cuando venda las mercancías. En forma sintética Marx hablaba de la circulación M-C-M’, donde el circuito parte con dinero M (Money), que se convierte en mercancías C (Commodities) para obtener más dinero M’, a ser posible siendo M’>M, es decir aumentado con la plusvalía extraída de los trabajadores. El capitalista lógicamente desea que el resultado de su actividad sea obtener M’, no más C. En la fase de flujo, la financiación de la inversión puede proceder de los beneficios retendios, o financiarse con nuevo crédito como veíamos al principio. Es cierto que dentro de la propia clase capitalista puede haber algunos que se hayan endeudado para realizar la inversión y por tanto su posición financiera neta sea negativa, al menos temporalmente. Sin embargo a estos capitalistas que se han endeudado para acometer una inversión los llamaría Schumpeter emprendedores en su Teoría del Desarrollo Económico (Schumpeter, 1934). Los emprendedores son capitalistas en potencia ya que aspiran a incorporarse a sus filas pero aún no lo han conseguido. Obviamente no podemos confundir este personaje con la figura contemporánea del autónomo glorificado también llamada “emprendedor” en el sistema propagandístico que intenta ocultar lo que no es más que autoexplotación de cortos vuelos. El emprendedor procura no arriesgar su capital y, si es avispado, dejará quebrar su empresa si comprueba que no va a conseguir que M’>M.

Los capitalistas pueden también destinar sus beneficios a la compra de bienes de lujo en la fase de reflujo pero, si realmente pertenecen a esa clase, no es creíble que se endeuden para pagar esos gastos. Puede haber quienes se endeuden para comprar bienes de lujo pero esos no serán capitalistas sino personas que quieren vivir por encima de sus posibilidades o personas que están abandonando la clase capitalista por mala fortuna o desidia.

Obviamente dentro de la clase capitalista los hay que toman préstamos de otros pero, en agregado, la clase capitalista no puede crear activos financieros netos. Los créditos de unos capitalistas son las deudas de otros pero si consolidamos todas las deudas se cancelan con los préstamos y el saldo tiene que ser forzosamente cero. Para que la clase capitalista pueda acumular beneficios retenidos en forma monetaria otro sector de la sociedad tiene que estar dispuesto a crear los activos financieros, es decir, a endeudarse. Esos solo pueden ser las familias no capitalistas, el estado o los extranjeros. El estado suministra nuevo dinero o bonos del Tesoro gracias al déficit público. Las familias se dejan atrapar en el crédito bancario para comprar los productos que les venden los capitalistas. Los extranjeros aportan depósitos en moneda extranjera o se embarcan en operaciones de crédito internacional para financiar importaciones en el comercio deficitario con las grandes potencias exportadoras.

Los capitalistas necesitan hacerse con esos activos financieros para asegurarse la acumulación de capital. Para ello es fundamental obtener un poder de mercado con un elevado grado de monopolio o situarse muy cerca del monopolista de la creación del dinero, el estado.

Referencias


Parguez, A. (2002). A Monetary Theory of Public Finance : The New Fiscal Orthodoxy: From Plummeting Deficits to Planned Fiscal Surpluses. International Journal of Political Economy, 32:3, 80-97.

Schumpeter, J. A. (1934). The Theory of Economic Development. Boston: Harvard University.


jueves, 3 de agosto de 2017

¿De dónde vienen los beneficios?

Michał Kalecki

En este post vamos a repasar una de las principales aportaciones del polaco Michal Kalecki a la Economía, la ecuación de beneficios. Si uno consulta la contabilidad nacional apreciará que la renta nacional se reparte en tres grandes magnitudes:

  • La remuneración de los asalariados
  • El excedente bruto de explotación
  • Los impuestos sobre la producción y las importaciones netos de subvenciones

El excedente bruto de explotación (EBE) es un concepto que podría asimilarse a los beneficios contables de la empresas pero es en realidad un poco más amplio porque incluye todas las rentas procedentes de la propiedad y de la empresa. A diferencia de los beneficios empresariales el EBE no excluye el consumo de capital. Si deducimos el consumo de capital fijo obtenemos el excedente neto de explotación. El consumo de capital fijo representa el montante de los activos fijos consumidos durante el período considerado como resultado del desgaste normal y la obsolescencia previsible, incluida una provisión para las pérdidas de activos fijos como consecuencia de daños accidentales asegurables. De forma aproximada podríamos decir que el EBE recoge la parte de la renta que se asigna al factor capital.

En la contabilidad nacional de España observamos la siguiente distribución de la renta nacional bruta:
Fuente: INE, cifras en millones de euros.

Al examinar la tabla podemos comprobar cómo, pese a la estabilidad relativa en el tiempo de estas grandes magnitudes, durante la crisis económica los componentes de la renta interior bruta cayeron pero no hicieron de forma uniforme. La siguiente tabla muestra que la participación de los salarios en la renta cayó más que el EBE y los impuestos sobre la producción netos de subvenciones. Por tanto los asalariados perdieron participación en el reparto de la renta en favor del capital y probablemente también absorbieron el crecimiento de los mayores impuestos aplicados como consecuencia de las políticas de austeridad fiscal. Tengamos en cuenta que en realidad las retribuciones de algunos altos ejecutivos, aunque formalmente se incluyan en la magnitud de los asalariados, podrían más propiamente incluirse en un concepto amplio de beneficios.


La evolución del EBE y de las rentas de la propiedad nos hace plantearnos la siguiente pregunta: ¿qué determina los beneficios del factor capital entendido en su forma más amplia?

Esta cuestión ocupó a Michal Kalecki quien la abordó de una forma muy elegante y sencilla (Kalecki, 1969). Kalecki partió inicialmente de un modelo económico esquelético en el que solo habría dos clases de personas, trabajadores y capitalistas, ignorando por el momento el sector exterior y asumiendo que los impuestos son de poca importancia. Los trabajadores solo cobran salarios mientras que los capitalistas cobran los beneficios.

Recordemos además que

PRODUCTO=GASTO=RENTA

Esto nos permite describir esquemáticamente el producto interior bruto de esta forma.

Desde el punto de vista de la demanda el PIB es igual al consumo de trabajadores y capitalistas y a la inversión en capital fijo. Desde el punto de vista de las rentas el PIB=beneficios brutos+sueldos y salarios. Además suponemos que los trabajadores no ahorran y destinan toda su renta a consumo mientras que los capitalistas pueden destinar su renta a inversión o a consumo.

Dado que consumo de los trabajadores=sueldos y salarios de los trabajadores, aritméticamente se deduce que:

Beneficios brutos=consumo de los capitalistas +  inversión en capital fijo.

La ecuación es muy sencilla pero tiene una gran significación. La pregunta que se hizo Kalecki fue cuál era la variable determinada, los beneficios brutos o el consumo y la inversión. Kalecki responde

es evidente que los capitalistas pueden decidir consumir e invertir más en un determinado período que en el anterior, pero no pueden decidir ganar más. Por consiguiente son sus decisiones de inversión y consumo las que determinan sus beneficios y no vice versa.
Además Kalecki observa que

si consideramos un plazo corto podríamos decir que las inversiones y el consumo de los capitalistas están determinados por decisiones adoptadas en el pasado porque la ejecución de una inversión requiere un cierto tiempo y el consumo de los capitalistas responde a cambios en los factores que lo influyen con cierto retraso.
Estas decisiones no son estacionarias ya que los capitalistas no deciden consumir e invertir exactamente lo mismo que en el período anterior. Por ejemplo, determinados acontecimientos como la acumulación de existencias también pueden alterar las decisiones de inversión.

Kalecki ilustra el problema de los beneficios empleando una analogía marxista. Imaginemos que en la economía hay tres departamentos:


  1. Departamento de producción de bienes de inversión.
  2. Departamento de producción de bienes de consumo para capitalistas.
  3. Departamento de producción de bienes de consumo para trabajadores.
Los capitalistas del Departamento 3, después de vender una cantidad de bienes de consumo equivalente a los sueldos de sus trabajadores, todavía retendrán un excedente de bienes de consumo. Este excedente es su beneficio y esta producción se destinará al consumo de los trabajadores empleados en los otros dos Departamentos. Como los trabajadores no ahorran su consumo es igual a sus salarios. Por tanto:

Los beneficios totales serán equivalentes a la suma de los beneficios en el Departamento 1 y el Departamento 2 y los salarios pagados en ambos. O dicho de otro modo, los beneficios serán idénticos al valor de la producción en estos departamentos, es decir, el valor de la producción de bienes de inversión y el valor de la producción de bienes de consumo para capitalistas.

Además la producción de los Departamentos 1 y 2 también determinará la producción del departamento 3 si la distribución entre salarios y beneficios en todos los departamentos viene dada. La producción del Departamento 3 se verá estimulada hasta el punto en que los beneficios extraídos de la producción igualarán la producción de los salarios en los Departamentos 1 y 2. Recordemos que la producción de bienes de consumo y el empleo en el Departamento 3 tiene que alcanzar el punto en el que, una vez satisfechos las necesidades de consumo de estos trabajadores, queda un excedente que iguala los salarios de los departamentos 1 y 2.

Para alcanzar este resultado son claves los factores de distribución que determinan la distribución del ingreso, por ejemplo el grado de monopolio. Dado que los beneficios quedan determinados por decisiones de los capitalistas sobre su consumo e inversión, son los factores de distribución los que determinan finalmente el consumo de los trabajadores y, por consiguiente, el producto nacional bruto y el empleo. Es decir, una vez que los capitalistas han tomado sus decisiones el producto nacional se verá impulsado hasta el punto en que los beneficios, extraídos en función de los factores de distribución, igualen el consumo de los capitalistas y la inversión.

El planteamiento anterior es demasiado esquemático. Kalecki generaliza la ecuación de beneficios incorporando los dos sectores que ignoramos hasta ahora: el gobierno y el exterior. El gobierno recauda impuestos, compra bienes y servicios y paga transferencias. Con el sector exterior comerciamos lo cual genera unas exportaciones netas de importaciones.

Recordemos de nuevo que 

PRODUCTO=GASTO=RENTA

Representado esquemáticamente la producción se desglosa en dos columnas, donde la izquierda acumula las rentas y la derecha el gasto al que se destinan las rentas, como sigue:


La recaudación de impuestos se destinará en parte a adquisición de bienes y servicios del gobierno y en parte a transferencias (por ejemplo pensiones, ayudas de desempleo, etc.). Si restamos los impuestos menos las transferencias de ambos lados en el lado de las rentas desaparecen los impuestos pero aparecen las transferencias que añadiremos a los salarios. En el lado del gasto aparece el déficit público.


Si ahora pasamos las rentas de los trabajadores a la columna de la derecha restando en ambos lados obtenemos la siguiente ecuación de beneficios:

Beneficios netos de impuestos directos=Inversión en capital fijo+consumo de los capitalistas+déficit público+consumo de los trabajadores+saldo de la balanza comercial+déficit público-salarios netos de impuestos directos y transferencias+consumo de los trabajadores

Pero los salarios de los trabajadores netos de impuestos directos y transferencias menos su consumo no es más que el ahorro de los trabajadores. Por tanto la anterior ecuación se puede simplificar: 


Beneficios netos=Inversión en capital fijo+consumo de los capitalistas+déficit público+consumo de los trabajadores-ahorro de los trabajadores+saldo de la balanza comercial

El ahorro es igual a la inversión


Los economistas clásicos consideraban que la inversión venía limitada por los fondos disponibles generados por el ahorro y que ambas magnitudes se igualaban gracias al tipo de interés. La ecuación de Kalecki desmonta todo el andamiaje clásico sobre la inversión y el ahorro. (Por cierto, recuerden que el trato fiscalmente favorable que nuestro actual IRPF da a las rentas del ahorro se deriva de la creen falaz de que el ahorro se dirige a la inversión y que por tanto, para favorecer el crecimiento económico, habría que fomentar el ahorro).

Para examinar esta cuestión Kalecki nos invita a imaginar que el déficit público y también el saldo comercial con el exterior son cero. Además sabemos que el ahorro de los capitalistas debe ser igual a sus beneficios netos menos su consumo y el ahorro de los trabajadores es su renta salarial neta de impuestos y transferencias menos su consumo. De esta manera se cumple la identidad

Ahorro bruto=inversión bruta en capital fijo

Si de nuevo suponemos que los trabajadores no ahorran (lo cual no es una desviación muy seria de la realidad) obtenemos la anterior ecuación esquelética de beneficios:

Ahorro bruto de los capitalistas=inversión bruta en capital fijo

La identidad entre ahorro e inversión se da por definición, pero a diferencia de los economistas clásicos Kalecki entiende que son los capitalistas los que determinan su propia suerte. No son los ahorros los que determinan la inversión sino las decisiones de inversión y consumo las que determinan los beneficios.

Dentro de la clase capitalista puede haber aquéllos que deseen realizar inversiones que superen su propia capacidad de ahorro y por ello recurrirán al crédito bancario. Pero recuerden como hemos explicado en un post anterior que los bancos no necesitan obtener fondos de terceros para conceder préstamos. Es el acto de crear el préstamo el que genera automáticamente los fondos de ahorro que los financian. De esta manera el inversor generará una deuda con un banco pero, al transferir los fondos a los capitalistas que fabrican los bienes de inversión cuando compra los bienes de capital fijo, estos se encontrarán con instrumentos de ahorro que pueden consumir o retener. En definitiva ante cada decisión de inversión financiado con deuda de un capitalista otro capitalista se encontrará con los fondos en los que materializará su ahorro. Por eso no es el ahorro el que determina la inversión, como se cree vulgarmente, ¡es al revés! En este proceso Kalecki observa que el tipo de interés no tiene nada que ver. De esta forma Kalecki desmonta de un plumazo varias falacias que aun hoy están muy aceptadas por los economistas mainstream: la teoría de los fondos prestables, la tasa natural de tipo de interés y la determinación endógena de los tipos de interés.

Reflexiones sobre el superávit comercial y el déficit presupuestario

Quizás las reflexiones finales de Kalecki en su capítulo sobre la determinación de los beneficios son las que resultan más reveladoras. Los beneficios de los capitalistas dependen positivamente de la existencia de un superávit comercial y de un déficit público. Si aumenta el superávit comercial por un crecimiento de las exportaciones los beneficios empresariales crecerían en ese importante. Obviamente esto exige un aumento de la producción, el empleo y los costes salariales en el sector exportador pero los sueldos adicionales pagados en él también expandirán la producción y los beneficios de la industria de producción de bienes de consumo para los trabajadores. De esto se deduce una explicación por la cual los capitalistas tienen tanto interés en aumentar su cuota de mercado internacional. El superávit en el comercio internacional permite aumentar sus beneficios por encima de lo que permiten su propio consumo y la inversión en el mercado doméstico. El modelo de crecimiento basado en exportaciones ha sido loado por los economistas convencionales que suelen tener un interés económico en avanzar los intereses de la clase capitalista (no muerden la mano que les da de comer). Pero hemos de recordar que un superávit exportador no mejora el nivel de vida de los trabajadores. Las exportaciones son un coste, no un beneficio: es lo que tenemos que entregar a cambio de poder comprar productos de importación. Adviertan como eso no es lo que nos cuentan los diarios de color salmón, la prensa generalista, los economistas tertulianos o el gobierno. Lo que nos venden es que exportar mucho es muy bueno para el país. Ya sabemos que solo es bueno para una parte (pequeña) de la población pero muy influyente.

Un déficit en las cuentas públicas tiene un efecto similar al de las exportaciones. También permite que los beneficios aumenten más allá de lo que permiten las decisiones de inversión y de consumo de los capitalistas. Un aumento del déficit público genera activos financieros en los que los capitalistas pueden materializar el ahorro obtenido por los beneficios empresariales.

En principio los empresarios deberían ser partidarios de un déficit público ya que les beneficia de la misma manera que un superávit comercial. Sin embargo el propio Kalecki aclara las razones de la repugnancia de los empresarios (y de los economistas a su servicio) por el déficit público (Kalecki, 1943). Kalecki cita tres razones:

1. Repugnancia por la interferencia gubernamental en la solución del problema del desempleo.

En un sistema de laisser faire son los empresarios los que determinan el nivel de empleo y ocupación en función de sus expectativas y su confianza. Si la confianza de los empresarios se deteriora la inversión privada decae lo cual resulta en caídas de empleo y producción. Esto le da un enorme poder a los empresarios sobre el gobierno ya que cualquier pérdida de su confianza debe ser evitada para que no se genere una crisis. Sin embargo, cuando los gobiernos aprendieron que podían actuar directamente sobre la creación del empleo mediante un aumento del déficit este mecanismo de control pierde su eficacia. La búsqueda de un superávit público tiene que ver más bien con conseguir que el nivel de empleo dependa exclusivamente del estado de confianza de los empresarios.

2. Repugnancia por la dirección del gasto público (inversión pública y subvención del consumo)

Los empresarios desean que el gasto público se oriente hacia objetos que no compitan con su actividad: carreteras, hospitales, escuelas, defensa. Si el estado destinara el gasto público a suministrar bienes que fabrica el sector privado caería la tasa de beneficios del sector privado. La oposición a que el estado subvencione el consumo es de naturaleza moral, "ganarás el pan con el sudor de tu frente", que es fundamental para conseguir una fuerza de trabajo disciplinada. Este principio obviamente no aplica a quienes ya disponen de un patrimonio cuantioso.

3.Repugnancia por los cambios sociales y políticos que resultan del mantenimiento del pleno empleo.


Suponiendo que la sociedad superara la oposición de los capitalistas a la acción del estado, en un régimen de pleno empleo se producirían cambios sociales desfavorables a los empresarios. Los trabajadores ya no estarían sometidos a la función disciplinaria del desempleo. Esto resultaría en mejoras salariales a través de huelgas y negociación colectiva lo cual llevaría a una caída en la tasa de beneficios y aumentos de precios que perjudican los intereses de los rentistas. Al final la disciplina en el taller y la "estabilidad política", como la entienden los empresarios, merecen pagar el precio de renunciar a esos mayores beneficios que aportaría el aumento del déficit. Kalecki concluye: 

Su interés de clase les dice que el pleno empleo duradero no es sensato desde su punto de vista y que el desempleo es una parte integral del sistema capitalista "normal".

Referencias:


Michal Kalecki. (1969) Theory of Economic Dynamics. Augustus M. Kelly Publishers. Nueva York.