Publicado originalmente en el Blog Alternativas.
Si es Vd. millonario pero no le llega la fortuna para todos sus caprichos este manual de autoayuda le conseguirá una sociedad feudal en menos de 50 años que se pondrá a su servicio para que Vd. sea cada vez más rico.
Para crear una sociedad feudal basta con un poco de paciencia y una parte —no muy grande— de su fortuna para comprar conciencias. Empiece tempranamente identificando a dos o tres economistas, preferentemente procedentes de la aristocracia austríaca. No importa que las acreditaciones académicas de éstos no sean muy sólidas pues sobra con financiar su trabajo generosamente: ya engendrarán un enjambre de pupilos para propagar las ideas que interesan a nuestro propósito.
Recuerde: estos académicos trabajan para Vd., el capital, no para los trabajadores —la masa informe a la que hay que reducir a vasallaje. Por eso no tardarán en culpar a los trabajadores y al estado de todos los males. Por ejemplo culparán a los trabajadores de la inflación, sobre todo a los más humildes. Convencerán a todos los políticos de que la solución a la inflación es expulsar trabajadores al paro y crear miseria. También es útil culpar al estado de la inflación. El estado siempre es culpable salvo cuando trabaja a nuestro favor.
Recuerde que su objetivo final es el camino de la servidumbre pero aparente que pretende lo contrario. Consiga que la mayor parte del pueblo crea que ese camino que lo llevará a la servidumbre es el de la libertad —lo es, pero solo para los de su clase. Si insiste mucho cada vez más gente lo creerá. Esto allana mucho el camino hacia la sociedad feudal.
Consiga que los pupilos de sus académicos favoritos lleguen las más altas instancias del poder. Primero las organizaciones multilaterales, luego los bancos centrales, luego los partidos conservadores y finalmente — ¿por qué no?— las cúpulas de los partidos socialdemócratas. Si es necesario financie un golpe de estado en algún país latinoamericano que sirva de conejillo de Indias para avanzar su programa de refeudalización.
Procure que nunca haya pleno empleo pues eso fortalece a los trabajadores y debilita el poder del gran capital. Atáquese a todas las instituciones que protegen a los trabajadores. ¿Los sindicatos?: ¡unos vagos que crean rigideces en el mercado de trabajo! ¿El estatuto de los Trabajadores?: ¡una legislación obsoleta que impide la modernización y la contratación de trabajadores! ¿Inspectores de trabajo?: ¡mejor pocos y mal pagados! Incluso consiga que los sindicatos también estén controlados por cúpulas afines a sus intereses. Al principio los trabajadores se resistirán. Pero no se preocupe; si persevera conseguirá que pronto la gente se acostumbre a tasas de paro del 20%. Incluso algún agradecido académico la llamará tasa de desempleo natural o no aceleradora de la inflación.
Cúlpese a los trabajadores de ser poco productivos y de estar mal preparados. Avergüéncelos por no querer dejar su pueblo para conseguir un trabajo en una lejana ciudad. Créese una tasa de desempleo juvenil obscena para asegurarse un amplio y perpetuo suministro de jóvenes dispuestos a trabajar en los empleos de mierda que van a sustituir los empleos de calidad. Devalúese el trabajo de jóvenes con talento sometiéndolos a precariedad laboral permanente para que los servicios de valor añadido que aún se realizan en la nación se puedan retribuir con salarios de becario.
Recuerde: el fin social de una empresa es maximizar el valor para el accionista, no crear empleo.
Ponga a los chinos de ejemplo de pueblo laborioso y adviértase a la población que va a trasladar toda la industria allí porque aquí no se puede con los costes laborales. Foméntese la ideología del emprendimiento que glorifica a los empresarios y denuesta el trabajo por cuenta ajena. Quienes tengan éxito empresarial merecerán la adulación y el encomio de los medios de comunicación que Vd. controla, por supuesto. Quienes fracasen solo podrán culparse a sí mismos, odiarse a sí mismos y caer en la depresión o el suicidio. De esta forma los trabajadores nunca podrán identificar al verdadero culpable. Hay que pasar desapercibido.
Consiga beneficios cada vez mayores congelando el crecimiento de los salarios. Pero no conviene que caiga el consumo porque entonces no venderá sus productos. Así que convenza a los bancos de que concedan préstamos a la población trabajadora para financiar el consumo en productos de mierda que les venderá. Poco importa que algunos de los beneficiarios de los préstamos no sean suficientemente solventes. Cuando llegue la crisis financiera el estado se encargará de rescatar los bancos. Para que todo funcione mejor siga ganando dinero con la venta a los trabajadores precarizados de productos de mierda, mal hechos, poco duraderos y a precios aparentemente baratos pero con márgenes elevados. Convenza a la población de que un traje de sastre, además de inalcanzable para el bolsillo del precariado, es un capricho obsoleto. Convenza al precariado de que es mucho más cool una camiseta con un logo infantil que ha vendido por 20 euros aunque le haya costado 50 céntimos en fábrica. De paso se carga al sastre, un competidor molesto.
Recuerde que sus beneficios dependen de que Vd. consiga acceder a cuantos más mercados mejor. Consiga que los gobiernos firmen tratados de libre comercio, incluso con naciones donde se tolera la explotación más atroz del ser humano y se permitan salarios de miseria y los derechos sindicales sean inexistentes. Convenza a la opinión pública de que eso es bueno porque el PIB aumentará al menos un 1% en una década. Pero cerciórese de que tiene una posición de monopolio en el acceso al mercado exportación para asegurarse de que todas las demás empresas tengan que trabajar para Vd. si quieren acceder a esas golosas oportunidades. Ese crecimiento del 1% del PIB acabará en sus bolsillos.
Tolérese la importación de mercancías a precio de derribo obtenidas ut supra y destruya toda la industria nacional que no le interese mantener o trasladar al extranjero.
Procure que el estado se pliegue a sus intereses. Denuncie el exceso de burocracia y reglamentación pero a la vez consiga que el estado apruebe leyes que impiden a los pequeños empresarios competir con Vd. Haga increíblemente complicados los negocios para todos salvo para aquellos que pueden contratar a los chupatintas que le permitan sortear los obstáculos burocráticos. Impida que el estado gaste en exceso o utilice sus recursos para contratar más funcionarios de los exclusivamente útiles para sus intereses.
Si el estado incurre en un déficit fiscal gima, proteste, lloriquee, alerte, deplore la insostenibilidad de las cuentas públicas. Consiga que un banco central “independiente” corte la “hemorragia” subiendo los tipos de interés o prohibiendo que conceda anticipos al gobierno. Si pese a sus advertencias la deuda pública aumenta recuerde que toda ella está en sus manos. Procure que el estado suba los tipos de interés siempre con la excusa de que hay que luchar contra la inflación. Es mentira, pero a cambio conseguirá un generoso flujo de rentas hacia su patrimonio sin mover un dedo.
Procure que el estado no pueda hacer nada por sí mismo y que todo se lo tenga que contratar a su empresa de usted. Privatice todas las empresas públicas y gane hermosas comisiones por su colocación en bolsa.
Recuerde que es Vd. el titular de una gran fortuna que le produce rentas cada vez mayores. Gracias a la magia del interés compuesto ésta se incrementará exponencialmente. Pero solo a condición de que no se lleve el estado las ganancias. Con la excusa de que el capital debe estar sometido a mínima tributación para favorecer la inversión—que de todas formas no piensa realizar— consiga que los impuestos sobre las rentas del ahorro sean inferiores al 23%. Por si acaso el estado no se pliega vuelva a gimotear y lamentarse por la fiscalidad predatoria de su país, denuncie los desincentivos a esas inversiones —que no pensaba realizar de todas formas— y convenza a sus académicos favoritos y a los serviciales organismos multilaterales para que publiquen informes que demuestren que la imposición sobre el ahorro desincentiva la inversión. Por si acaso consiga que su gobierno apruebe el libre movimiento de capitales en aras a una mayor eficiencia. Eso le permitirá declarar sus ingresos en algún paraíso fiscal como Irlanda o Luxemburgo tributando menos del 15%. Asegúrese de que las clases medias y populares en cambio paguen hasta el 50% de su renta en impuestos directos e indirectos. Súbale el IVA cultural si hace falta.
Evite que la gente tenga acceso al dinero. El monopolio del dinero debe acercarse más a Vd. y alejarse de los demás. Mejor todavía: consiga que el estado renuncie a su soberanía monetaria y se la ceda a una institución monetaria multilateral ideológicamente afín a sus intereses. Prívese a la nación de su soberanía monetaria para asegurarse de que no pueda financiar adecuadamente los servicios públicos.
Hágase todo lo anterior y verá cómo crece su fortuna. Observará atónito cómo llegan cientos de millones de euros a sus depósitos bancarios todos los años, tantos que no sabrá qué hacer con ellos. Será envidiado y adulado por todos. En la prensa y la tele sus logros serán exhibidos como los del empresario de éxito, esos verdaderos creadores de la “marca España”. La gente acudirá arrodillada a rendirle pleitesía.
Y ahora, como nuevo señor feudal podrá permitirse todos los caprichos. Comprobará que no es el dinero el que da la felicidad sino ver la cara que se le quedará a lo demás cuando uno se lo gasta en lo que a uno de le venga en gana. Por ejemplo, podrá permitirse el lujo de donar 350 millones de euros a la sanidad pública. Verá, verá: cantarán las alabanzas a su nombre y loarán al gentil hombre, al virtuoso magnate, al feliz señor que acude caritativamente en auxilio de sus vasallos. Verá cuánta satisfacción. No se preocupe, nadie preguntará cómo es que un estado privado de su soberanía monetaria haya quedado reducido a la condición de pedigüeño que necesita de la caridad de los señores feudales para seguir prestando sus servicios. Tampoco se preguntarán cómo es que le llega a Vd. tantísimo dinero todos los años cuando el creador del dinero es el estado. Vd. será marca España; será intocable; siempre ganará.
Si es Vd. millonario pero no le llega la fortuna para todos sus caprichos este manual de autoayuda le conseguirá una sociedad feudal en menos de 50 años que se pondrá a su servicio para que Vd. sea cada vez más rico.
Para crear una sociedad feudal basta con un poco de paciencia y una parte —no muy grande— de su fortuna para comprar conciencias. Empiece tempranamente identificando a dos o tres economistas, preferentemente procedentes de la aristocracia austríaca. No importa que las acreditaciones académicas de éstos no sean muy sólidas pues sobra con financiar su trabajo generosamente: ya engendrarán un enjambre de pupilos para propagar las ideas que interesan a nuestro propósito.
Recuerde: estos académicos trabajan para Vd., el capital, no para los trabajadores —la masa informe a la que hay que reducir a vasallaje. Por eso no tardarán en culpar a los trabajadores y al estado de todos los males. Por ejemplo culparán a los trabajadores de la inflación, sobre todo a los más humildes. Convencerán a todos los políticos de que la solución a la inflación es expulsar trabajadores al paro y crear miseria. También es útil culpar al estado de la inflación. El estado siempre es culpable salvo cuando trabaja a nuestro favor.
Recuerde que su objetivo final es el camino de la servidumbre pero aparente que pretende lo contrario. Consiga que la mayor parte del pueblo crea que ese camino que lo llevará a la servidumbre es el de la libertad —lo es, pero solo para los de su clase. Si insiste mucho cada vez más gente lo creerá. Esto allana mucho el camino hacia la sociedad feudal.
Consiga que los pupilos de sus académicos favoritos lleguen las más altas instancias del poder. Primero las organizaciones multilaterales, luego los bancos centrales, luego los partidos conservadores y finalmente — ¿por qué no?— las cúpulas de los partidos socialdemócratas. Si es necesario financie un golpe de estado en algún país latinoamericano que sirva de conejillo de Indias para avanzar su programa de refeudalización.
Procure que nunca haya pleno empleo pues eso fortalece a los trabajadores y debilita el poder del gran capital. Atáquese a todas las instituciones que protegen a los trabajadores. ¿Los sindicatos?: ¡unos vagos que crean rigideces en el mercado de trabajo! ¿El estatuto de los Trabajadores?: ¡una legislación obsoleta que impide la modernización y la contratación de trabajadores! ¿Inspectores de trabajo?: ¡mejor pocos y mal pagados! Incluso consiga que los sindicatos también estén controlados por cúpulas afines a sus intereses. Al principio los trabajadores se resistirán. Pero no se preocupe; si persevera conseguirá que pronto la gente se acostumbre a tasas de paro del 20%. Incluso algún agradecido académico la llamará tasa de desempleo natural o no aceleradora de la inflación.
Cúlpese a los trabajadores de ser poco productivos y de estar mal preparados. Avergüéncelos por no querer dejar su pueblo para conseguir un trabajo en una lejana ciudad. Créese una tasa de desempleo juvenil obscena para asegurarse un amplio y perpetuo suministro de jóvenes dispuestos a trabajar en los empleos de mierda que van a sustituir los empleos de calidad. Devalúese el trabajo de jóvenes con talento sometiéndolos a precariedad laboral permanente para que los servicios de valor añadido que aún se realizan en la nación se puedan retribuir con salarios de becario.
Recuerde: el fin social de una empresa es maximizar el valor para el accionista, no crear empleo.
Ponga a los chinos de ejemplo de pueblo laborioso y adviértase a la población que va a trasladar toda la industria allí porque aquí no se puede con los costes laborales. Foméntese la ideología del emprendimiento que glorifica a los empresarios y denuesta el trabajo por cuenta ajena. Quienes tengan éxito empresarial merecerán la adulación y el encomio de los medios de comunicación que Vd. controla, por supuesto. Quienes fracasen solo podrán culparse a sí mismos, odiarse a sí mismos y caer en la depresión o el suicidio. De esta forma los trabajadores nunca podrán identificar al verdadero culpable. Hay que pasar desapercibido.
Consiga beneficios cada vez mayores congelando el crecimiento de los salarios. Pero no conviene que caiga el consumo porque entonces no venderá sus productos. Así que convenza a los bancos de que concedan préstamos a la población trabajadora para financiar el consumo en productos de mierda que les venderá. Poco importa que algunos de los beneficiarios de los préstamos no sean suficientemente solventes. Cuando llegue la crisis financiera el estado se encargará de rescatar los bancos. Para que todo funcione mejor siga ganando dinero con la venta a los trabajadores precarizados de productos de mierda, mal hechos, poco duraderos y a precios aparentemente baratos pero con márgenes elevados. Convenza a la población de que un traje de sastre, además de inalcanzable para el bolsillo del precariado, es un capricho obsoleto. Convenza al precariado de que es mucho más cool una camiseta con un logo infantil que ha vendido por 20 euros aunque le haya costado 50 céntimos en fábrica. De paso se carga al sastre, un competidor molesto.
Recuerde que sus beneficios dependen de que Vd. consiga acceder a cuantos más mercados mejor. Consiga que los gobiernos firmen tratados de libre comercio, incluso con naciones donde se tolera la explotación más atroz del ser humano y se permitan salarios de miseria y los derechos sindicales sean inexistentes. Convenza a la opinión pública de que eso es bueno porque el PIB aumentará al menos un 1% en una década. Pero cerciórese de que tiene una posición de monopolio en el acceso al mercado exportación para asegurarse de que todas las demás empresas tengan que trabajar para Vd. si quieren acceder a esas golosas oportunidades. Ese crecimiento del 1% del PIB acabará en sus bolsillos.
Tolérese la importación de mercancías a precio de derribo obtenidas ut supra y destruya toda la industria nacional que no le interese mantener o trasladar al extranjero.
Procure que el estado se pliegue a sus intereses. Denuncie el exceso de burocracia y reglamentación pero a la vez consiga que el estado apruebe leyes que impiden a los pequeños empresarios competir con Vd. Haga increíblemente complicados los negocios para todos salvo para aquellos que pueden contratar a los chupatintas que le permitan sortear los obstáculos burocráticos. Impida que el estado gaste en exceso o utilice sus recursos para contratar más funcionarios de los exclusivamente útiles para sus intereses.
Si el estado incurre en un déficit fiscal gima, proteste, lloriquee, alerte, deplore la insostenibilidad de las cuentas públicas. Consiga que un banco central “independiente” corte la “hemorragia” subiendo los tipos de interés o prohibiendo que conceda anticipos al gobierno. Si pese a sus advertencias la deuda pública aumenta recuerde que toda ella está en sus manos. Procure que el estado suba los tipos de interés siempre con la excusa de que hay que luchar contra la inflación. Es mentira, pero a cambio conseguirá un generoso flujo de rentas hacia su patrimonio sin mover un dedo.
Procure que el estado no pueda hacer nada por sí mismo y que todo se lo tenga que contratar a su empresa de usted. Privatice todas las empresas públicas y gane hermosas comisiones por su colocación en bolsa.
Recuerde que es Vd. el titular de una gran fortuna que le produce rentas cada vez mayores. Gracias a la magia del interés compuesto ésta se incrementará exponencialmente. Pero solo a condición de que no se lleve el estado las ganancias. Con la excusa de que el capital debe estar sometido a mínima tributación para favorecer la inversión—que de todas formas no piensa realizar— consiga que los impuestos sobre las rentas del ahorro sean inferiores al 23%. Por si acaso el estado no se pliega vuelva a gimotear y lamentarse por la fiscalidad predatoria de su país, denuncie los desincentivos a esas inversiones —que no pensaba realizar de todas formas— y convenza a sus académicos favoritos y a los serviciales organismos multilaterales para que publiquen informes que demuestren que la imposición sobre el ahorro desincentiva la inversión. Por si acaso consiga que su gobierno apruebe el libre movimiento de capitales en aras a una mayor eficiencia. Eso le permitirá declarar sus ingresos en algún paraíso fiscal como Irlanda o Luxemburgo tributando menos del 15%. Asegúrese de que las clases medias y populares en cambio paguen hasta el 50% de su renta en impuestos directos e indirectos. Súbale el IVA cultural si hace falta.
Evite que la gente tenga acceso al dinero. El monopolio del dinero debe acercarse más a Vd. y alejarse de los demás. Mejor todavía: consiga que el estado renuncie a su soberanía monetaria y se la ceda a una institución monetaria multilateral ideológicamente afín a sus intereses. Prívese a la nación de su soberanía monetaria para asegurarse de que no pueda financiar adecuadamente los servicios públicos.
Hágase todo lo anterior y verá cómo crece su fortuna. Observará atónito cómo llegan cientos de millones de euros a sus depósitos bancarios todos los años, tantos que no sabrá qué hacer con ellos. Será envidiado y adulado por todos. En la prensa y la tele sus logros serán exhibidos como los del empresario de éxito, esos verdaderos creadores de la “marca España”. La gente acudirá arrodillada a rendirle pleitesía.
Y ahora, como nuevo señor feudal podrá permitirse todos los caprichos. Comprobará que no es el dinero el que da la felicidad sino ver la cara que se le quedará a lo demás cuando uno se lo gasta en lo que a uno de le venga en gana. Por ejemplo, podrá permitirse el lujo de donar 350 millones de euros a la sanidad pública. Verá, verá: cantarán las alabanzas a su nombre y loarán al gentil hombre, al virtuoso magnate, al feliz señor que acude caritativamente en auxilio de sus vasallos. Verá cuánta satisfacción. No se preocupe, nadie preguntará cómo es que un estado privado de su soberanía monetaria haya quedado reducido a la condición de pedigüeño que necesita de la caridad de los señores feudales para seguir prestando sus servicios. Tampoco se preguntarán cómo es que le llega a Vd. tantísimo dinero todos los años cuando el creador del dinero es el estado. Vd. será marca España; será intocable; siempre ganará.
Esto es magnífico: la vida neoliberal misma
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