Este artículo es la segunda parte de una serie de tres artículos escritos en respuesta a la crítica de Michael Roberts a la teoría monetaria moderna.
La Parte I se puede encontrar en este enlace: En respuesta a Roberts: defensa de la teoría monetaria moderna, la pieza que le faltaba al marxismo
La endogeneidad del dinero
Roberts reconoce que, al igual que el marxismo, para la
TMM el dinero es una variable endógena. Roberts nos alecciona describiendo que
el “circuito capitalista comienza con el
capitalista y el dinero, a través de la acumulación y la exploración del
trabajo, y llega de nuevo al capitalista”. No nos hace falta tal
recordatorio, diversas publicaciones como las de Wray (Wray, Teoría
Monetaria Moderna, 2018) o Graziani (Graziani,
2003)
describen tal circuito en detalle. Efectivamente, en una economía monetaria de producción
las empresas toman prestado para financiar el proceso productivo. Las empresas
emprenden la producción contratando trabajadores gracias al crédito bancario.
Esta deuda creada con la concesión de crédito, supone la emisión de dinero. Los
empresarios reembolsan el préstamo cuando las mercancías son vendidas mediante
la entrega al prestamista de los depósitos acumulados, saldando así la deuda
previamente contraída.
La creación por los bancos de los recursos financieros
exigidos como condición previa a la puesta en marcha de la producción, invierte
la causalidad expuesta en la economía neoclásica entre ahorro e inversión. Los
préstamos crean los depósitos y por tanto, no hay necesidad de que los bancos
tengan depósitos previos basados en reservas o en oro, con el fin de extender
préstamos. En definitiva el proceso se inicia con el deseo de un empresario
correspondido por el análisis de un banquero acerca de sus posibilidades de
recuperar el préstamo.
No hay pues ninguna incoherencia con la clásica expresión
de Marx que describe el proceso de acumulación, D-M-D’, siendo D’>D la
relación que validaría el cálculo realizado por capitalista. La labor del
banquero es crear esos medios de pago que permitirán al empresario movilizar la
fuerza de trabajo y las materias primas que necesita para poner en marcha el
proceso productivo.
Pero una correcta comprensión del capitalismo implica reconocer
la función básica de los bancos privados: hacer de intermediarios entre el
Banco Central y los demandantes de crédito, no entre acreedores y deudores de
fondos prestables. La relación institucional clave de la economía capitalista
es sin duda ésta, la integración del endeudamiento estatal y los préstamos
bancarios, puesto que lo primero dota de transferibilidad y aceptación a los
segundos. Solo así ha sido posible financiar un mayor volumen de procesos
productivos en el capitalismo (Cruz Hidalgo, Parejo Moruno,
& Rángel Preciado, 2019).
Roberts no atina a reconocer un componente crítico del
sistema monetario: el circuito vertical de la moneda. La
TMM describe un circuito horizontal de naturaleza plenamente endógena. Pero a Roberts
se le escapa este otro circuito vertical, cuyo flujo inicial es una decisión de
gasto del estado. En la fase de reflujo los impuestos destruyen el dinero
cerrando el circuito. Este dinero es aceptado por el sector privado porque lo
necesitará para pagar impuestos. Esta es la clave para entender la aportación
de la TMM al debate sobre el circuito monetario. Este dinero de alta potencia (cuentas
de reservas y efectivo) creado por el Estado apalanca el circuito horizontal al
crear activos financieros netos para el sector privado.
La interpretación marxista del dinero carece de una
aportación fundamental de la tradición keynesiana: el dinero como instrumento
de ahorro. Keynes incorpora la preferencia por la liquidez a su análisis del
circuito monetario y del ciclo económico. Efectivamente, para horror de Roberts,
el déficit público sostiene los beneficios de los capitalistas, no solo porque
ayuda a validar sus inversiones comprando parte de la producción no vendida y
posibilitando que el trabajo prácticamente abstracto se convierta en trabajo
socialmente necesario. De esta manera el Estado compensa las fugas del circuito
económico provocadas por las decisiones del sector privado de no consumir. Manteniendo
un déficit el Estado crea el instrumento de ahorro sin riesgo en el que se
materializan parte de los beneficios monetarios de la clase capitalista. Esta
función es crítica para el capitalismo. Un beneficio monetario siempre tiene
que ser una deuda emitida por otro agente: endeudamiento del proletariado,
deuda de otros países, deuda del Estado. El reduccionismo de pensar que la
oferta monetaria (D) solo puede ser aumentado a D’ si la producción capitalista
incrementa el valor de las materias primas que venden por más dinero requiere
que alguien aporte D’-D al circuito. El sector privado —y dentro de él con
mayor garantía de éxito los capitalistas— desean aumentar la masa monetaria más
allá de lo que exige el circuito económico como instrumento de ahorro.
Sin comprender el papel del dinero del Estado solo se
llega a una confusión entre el circuito horizontal (el dinero bancario) que se abre
cuando los bancos conceden créditos y se cancela cuando se amortizan los
préstamos y el vertical (dinero creado con una decisión de gasto público y destruido
por los impuestos). Ese desconocimiento explica frases tan oscuras como ésta de
Roberts: “Los bancos hacen préstamos y
así crean dinero (emitido por el estado)”. A lo cual replicamos: o es
creado por el estado o es creado por los bancos. Sigue Roberts “El dinero es depositado por los receptores
de préstamos y pagan impuestos al estado.” Efectivamente el Estado ha
admitido el dinero bancario en pago de impuestos desde el siglo XIX ayudando,
por cierto, a dotarle de valor. Pero, si no reintegra ese dinero al circuito
económico (por ejemplo por una obcecación del estado en alcanzar el equilibrio
presupuestario como ocurre en la zona euro) los empresarios y hogares no podrán
recuperar los fondos que necesitan para amortizar el principal de sus deudas y mucho
menos serán capaces de pagar los intereses devengados. Esto solo es posible si
existe un agente que esté dispuesto a incrementar el circulante con su
desahorro (el sector exterior o el público) o los bancos deciden crear nuevos
préstamos (dinero extra). Pero sabemos que los procesos de endeudamiento del
sector privado no pueden perpetuarse porque acabarán siempre en una crisis
financiera. Sólo el Estado puede estabilizar el sistema financiero gracias a su
monopolio emisor. En cualquier caso, la oferta monetaria seguiría siendo
endógena pues, aunque el estado acepte el dinero bancario en pago de impuestos,
al retirar reservas del sistema, creará un déficit en el mercado interbancario
que el banco central se verá obligado a suplir reintegrando reservas en el
sistema si no quiere bloquear el sistema de compensación de pagos.
Lejos de ser incompatible con la visión endógena del dinero
bancario esta visión del papel del Estado. .Este no controla la oferta
monetaria pues tanto sus decisiones de gasto, por efecto de los estabilizadores
automáticos, como sus políticas de recaudación, dependen de las tomadas por los
agentes del sector privado. El estado puede pretender unos objetivos
presupuestarios que se cumplirán o no en función del comportamiento del sector
privado. Por ejemplo, ante una subida de tipos impositivos, el sector privado
puede responder incrementando el ahorro y reduciendo por tanto las bases
imponibles. El dinero vertical también es una variable endógena al igual que el
dinero horizontal. Además, las prescripciones de los economistas adscritos a la
TMM, en especial la del trabajo garantizado (TG), van orientadas precisamente a
endogeneizar el déficit público para que responda automáticamente a la
coyuntura de manera anticíclica.
No pretendemos con esto decir que defendamos que los capitalistas
materialicen sus beneficios a costa del déficit público o a base de políticas
mercantilistas. De hecho, defendemos los tipos de interés cero permanentes,
consideramos que la banca es un servicio público y repudiamos el mercantilismo.
Varios de nosotros hemos postulado la creación de bancos públicos cuando no la
nacionalización directa de las instituciones existentes. Pero de partida, la
TMM se limita a describir la realidad institucional bajo la que opera nuestro
sistema económico actual.
¿De dónde viene el dinero para pagar los impuestos?
Sin un circuito vertical solo los beneficios monetarios de
los capitalistas servirían para pagar los impuestos como aduce Roberts. Pero es
imposible que el sector privado pague al estado los impuestos con el dinero
creado por los capitalistas (los bancos) sin causar una quiebra porque los
préstamos tienen que volver a los bancos aumentados por los intereses. O bien
el dinero que entra en la Tesorería del estado se reintegra en el circuito y,
por tanto, la recaudación queda completamente al albur de las decisiones
tomadas desde el sector bancario, o el estado es capaz de crear nuevo dinero y
entregar al sector privado aquello que sirve para pagar los impuestos.
La operativa que describe Roberts confunde flujo
financiero (impuestos) con flujo real (entrega de un excedente al estado). Un
sistema monetario basado únicamente en dinero bancario no puede conseguir la
redistribución del excedente sin llevar al sistema a una crisis financiera
masiva. Tal sistema fiscal basado en dinero bancario exclusivamente es el que
pretendía conseguir el diseño neoliberal de la zona euro. La crisis iniciada en
2008 demostró su inviabilidad para los países que mantienen un déficit por cuenta
corriente y obligó al Banco Central Europea a aportar liquidez a los gobiernos
por la puerta de atrás con el programa APP.
Por cierto, el gasto público no necesita financiarse con
emisión de deuda pública, ésa es una mera operación de gestión de la política
monetaria que se ha institucionalizado debido a las fobias neoliberales sobre
la “monetización del déficit”.
Esto no quiere decir que la situación de todos los
ciudadanos sea la misma. Uno bien posicionado en la jerarquía social o un gran
monopolio privado de la construcción tendrá un acceso más fácil al dinero del
Estado —y también al bancario— que una persona socialmente marginada y por
tanto podrá conseguir dinero directamente de alguna partida de gasto público.
Como dicen Cruz y Parejo la “tesis sobre la explotación aquí presentada
se puede describir, no como una consecuencia de la propiedad privada de los
medios de producción, sino del control del dinero en una economía monetaria de
producción que los capitalistas se arrogan gracias a la elaboración de unas
reglas arbitrarias para restringir la acción del Estado. La expansión del
déficit público es condición de existencia misma para el modo de producción
capitalista, pero choca con los intereses de los capitalistas para organizar la
producción” (Cruz Hidalgo, Parejo Moruno,
& Rángel Preciado, 2019).
Los trucos monetarios.
Roberts escribe que “los impuestos no pueden absorber por
completo el dinero porque los impuestos lógicamente se producen después de un
cierto nivel de gasto en la producción privada. Los impuestos son generados
cuando el sector privado gasta y los gobiernos deciden utilizar los impuestos
para movilizar algunos recursos para el estado. Los ingresos privados y el
gasto en recursos preceden a los impuestos.” Disentimos. Los impuestos no están
necesariamente ligados al gasto ni a la producción. Que muchas figuras
impositivas se hayan diseñado así tiene que ver con otras consideraciones como
las de equidad o eficacia recaudatoria. Un gobierno puede perfectamente imponer
un impuesto de capitación o un impuesto sobre el suelo como proponen los
georgistas. La función del impuesto es obligar al sector privado a entregar
parte de su producción al estado, en definitiva, ampliar el espacio fiscal del
Estado. Una vez establecido el impuesto el sector privado tendrá que conseguir
aquello que sirve para pagarlos.
Efectivamente el déficit público puede aumentar la oferta
monetaria pero no por un dictat del estado como atribuye Roberts a la TMM. El
estado puede incurrir en un déficit, algo que a Roberts le resulta peligroso y
potencialmente inflacionista, pero de hecho ésa es la situación normal de los
estados. Baste examinar la evolución del saldo de las cuentas públicas de los
principales países de la zona euro, los adalides mundiales de la austeridad,
para darse cuenta de que el superávit público no solo es infrecuente sino que
es además insostenible porque lleva a un rápido deterioro de los balances del
sector privado y a la deflación.
Ilustración 1. Evolución
de la capacidad (cifra positiva) o necesidad (negativa) de financiación de
algunos estados de la Eurozona. Elaborado a partir de datos publicados por el
Banco de España
El déficit público es además un potente instrumento de
gestión del ciclo económico. A Roberts esta realidad lo escandaliza. Así cita a
Cullen Roche quien encontraría reprobable que la “TMM trata de reinventar la rueda y argumentar que es culpa del gobierno
(e implícitamente del resto de la sociedad) que no se pueda encontrar trabajo”.
Pero es que hay antecedentes de políticas de pleno empleo en la etapa
keynesiano. Hasta los años 70 del siglo XX se esperaba que el Estado aplicase
políticas conducentes al pleno empleo. Lo hace actualmente China con su sistema
mixto de capitalismo de amiguetes y dirigismo estatal y los EEUU con el
keynesianismo militar de Trump.
El proceso productivo puede arrancar con una decisión de
los capitalistas pero también con una decisión de gasto público que puede
generar jugosas oportunidades de negocios rentables. Baste recordar cómo el
Estado franquista desarrolló nuestra economía industrial utilizando el
presupuesto del Estado y la banca pública o cómo la URSS transformó
exitosamente una Economía tardofeudal en una potencia industrial capaz de
derrotar finalmente al nazismo. Solo la rendición económica de la UE al
neoliberalismo doctrinario explica que nuestros gobiernos hayan renunciado a
gestionar el capitalismo y sus ciclos regulando la demanda efectiva.
Ciertamente los capitalistas no tienen entre sus fines crear el pleno empleo
así que, si el Estado puede conseguirlo y no lo hace ¿de quién es la
responsabilidad cuando decide no aplicar una política fiscal expansiva —los trucos de la circulación que tanto
irritan a Roberts? Por cierto ¿no serían también trucos de la circulación la expansión del crédito bancario?
Roberts aporta una pseudodemostración de la supuesta
incapacidad de los estados para movilizar recursos productivos estableciendo
una correlación inversa entre las tasas de desempleo y el nivel de gasto
público en relación al PIB. Pero esa correlación no dice nada acerca del
posicionamiento fiscal de esos gobiernos ante el ciclo. Ante un aumento del
desempleo el Gobierno de EEUU, con un bajo nivel de gasto público en relación
al PIB, puede optar por un aumento del déficit público instrumentado con una
reducción de impuestos o un aumento del gasto militar mientras que Francia,
pese a tener un gasto público mayor por cuestiones históricas sometida hoy a
las absurdas restricciones de los tratados europeos, por mantener una política
de austeridad que impida rellenar la brecha de la demanda abierta por la caída
del gasto en el sector privado. En definitiva los estados intervienen para
evitar las crisis de sobreproducción a las que el capitalismo inevitablemente
conduce.
La demanda efectiva
Tanto la TMM como la teoría marxista al igual que la
tradición poskeynesiana recogen el concepto de endogeneidad del dinero. Pero a
Roberts le incomoda que los bancos creen dinero a petición de sus clientes o
como resultado de un aumento de la actividad económica impulsada por los
“animal spirits”, las expectativas de hacer jugosos negocios. Según Roberts en
la teoría marxista es el ritmo de acumulación del capital y el consumo
capitalista los que determinan la demanda de dinero. Pero ¿quiénes determinan
esos ritmos de acumulación y consumo? Obviamente los capitalistas como clase
con la intención de maximizar sus beneficios monetarios o su consumo. Por tanto
detrás subyace una voluntad que se deriva de un análisis de las expectativas de
la clase capitalista.
La existencia de fracasos empresariales es una
característica inherente al capitalismo. Roberts parece admitir que el déficit
público puede respaldar las inversiones de los capitalistas. El papel del Estado
como emisor de moneda asegura que se presente la demanda efectiva y por tanto la
venta de la producción y la generación de los beneficios del empresario, algo
que parece desagradar a Roberts profundamente. Pero ¿acaso hemos discrepado
desde la TMM con la noción de que vivimos en una sociedad capitalista en la que
el Estado se somete a fenómenos de captura de los intereses de la clase
capitalista?
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