En su obra “La estructura de las revoluciones científicas” Thomas Kuhn explicaba que el progreso científico no se producía como consecuencia de la acumulación lineal del conocimiento sino de forma disruptiva. Las nuevas teorías comienzan por la detección de anomalías que no pueden ser explicadas dentro del marco conceptual de las teorías dominantes. Llega un momento en que no es posible modificar las teorías vigentes para explicar estas anomalías y se necesita una nueva teoría. Entonces es inevitable desechar lo viejo y desarrollar un nuevo corpus teórico. Más que un proceso acumulativo, donde un nuevo conocimiento o descubrimiento completaría las teorías existentes, Kuhn hablaba de un proceso en el que el paradigma vigente ya no sirve para la explicar la realidad observada empíricamente y se sustituye con otro nuevo.
Una vez que un nuevo paradigma triunfa los manuales científicos deben ser reescritos y los anteriores dejan de leerse e imprimirse. Los educados en el nuevo paradigma no entenderán el antiguo. Los paradigmas son mutuamente ininteligibles porque parten de principios y teoremas incompatibles. Por ejemplo una persona educada en el conocimiento de la física moderna consideraría el modelo geocéntrico de Ptolomeo completamente absurdo e inservible para explicar el Universo. Tras ser superado por la revolución copernicana de éste no queda nada aprovechable pues hoy nadie aceptaría que vivimos en un sistema geocéntrico. A su vez, el sistema heliocéntrico copernicano fue sustituido por nuevos paradigmas puesto que también surgirían nuevos datos inconsistentes con éste. Y así sucesivamente.
Pero el nuevo paradigma no se implanta de forma consensuada. Los académicos comprometidos con las teorías superadas nunca aceptan lo nuevo. Más bien se resistirán a la nueva teoría tratando de ridiculizarla, retorciendo sus postulados para desacreditarla con argumentos de hombre de paja, obstaculizando su difusión —por ejemplo mediante el control de las publicaciones en las revistas indexadas o cerrando el paso en la academia a los científicos que están desarrollando el nuevo paradigma disruptivo—, actuando en definitiva como guardianes del orden establecido y haciendo lo posible para que la sociedad no escuche una explicación alternativa. Tienen demasiado capital intelectual comprometido con la explicación antigua. En realidad la nueva teoría nunca es aceptada por estos cancerberos. Un nuevo paradigma se impone cuando los viejos se jubilan o mueren y los jóvenes que los reemplacen ya no tengan interés por estudiar un conocimiento obsoleto e inútil.
Esta disertación viene a cuenta de la crítica sobre la teoría moderna de la moneda (TMM) que ha publicado recientemente en Argentina Héctor Rubini (Rubini, 2019). Sería perder el tiempo tratar convencer a alguien que será impermeable a cualquier argumento. Con este artículo nos conformamos con dejar sentado que Rubini no realiza una crítica objetiva ni fundada sino que está tratando de defender la bandera de una teoría económica cuyo capital intelectual está totalmente amortizado. La TMM es el nuevo paradigma.
Nos encontramos con dos tipos de críticos de la TMM. Algunos, los menos, han realizado un verdadero esfuerzo intelectual por entenderla y muestran un espíritu dialéctico productivo. Pero, la mayoría se limitan a un análisis de bajo nivel intelectual renunciando a consultar las fuentes primarias empleando en su lugar el método del “teléfono escacharrao (sic)”. En ellos siempre encontramos argumentos que otros autores, ideológicamente afines, han empleado poco antes. Sospechamos que Rubini se integra en esta categoría pues no cita una sola referencia bibliográfica de un autor de la TMM. Parece incluso incapaz de mencionar por su nombre a ninguno de los autores de esta escuela. De hecho se ve obligado a recurrir a la autoridad de Rogoff –alias el de la hoja de cálculo con errores– o Summers, los cuales, por cierto, tampoco se han tomado la molestia de recurrir a fuentes primarias y estudiar lo que dicen los autores de la TMM.
El problema de la escuela a la que pertenece Rubini es que parte de una teoría abstracta que no nos sirve ni para interpretar la realidad ni para prescribir políticas económicas adaptadas a nuestros tiempos. Es revelador que reproche a los autores de la TMM que evitemos “el uso de métodos de optimización, o los modelos intertemporales de uso corriente en la profesión en las últimas 3-4 décadas”. Sin embargo un autor del mainstream como Paul Romer escribió un artículo explicando por qué eran completamente inútiles (Romer, 2016). Tales modelos asumen un ficticio agente representativo, maximizador de su utilidad de forma intertemporal (es decir, que conoce perfectamente lo que va a ocurrir en el futuro y actúa en consecuencia). Estos artilugios ignoran completamente el dinero o la existencia de un sector financiero. Por ese motivo no son capaces de contemplar la existencia de fraudes empresariales, quiebras e insolvencias y crisis financieras. Eso los convierte en inútiles para realizar predicciones.
Comparen la inutilidad de estos modelos con el trabajo que Randall Wray y Wynne Godley publicaron en 2001 en un célebre artículo titulado “Is Goldilocks Doomed?” (Godley & Wray, Marzo 2001). En él predijeron la crisis financiera global iniciada en 2007 gracias a que tuvieron en cuenta las relaciones entre los sectores institucionales de la economía. Eran conscientes de que la Economía de EEUU mostraba un abultado déficit por cuenta corriente. El empeño de la administración Clinton por conseguir un superávit fiscal solo podía hacerse a costa del endeudamiento creciente del sector privado doméstico. Ese endeudamiento del sector privado era insostenible y llevaría a una crisis financiera. Por eso es un argumento de hombre de paja que Rubini afirme que no tengamos en cuenta que “en cualquier economía (hasta en Corea del Norte) existe al menos comercio exterior, y el desbalance fiscal bien puede tener correlato en un déficit de cuenta corriente”. Nos tememos que este comentario delata que no ha comprendido el importante papel del déficit público como fuente de los beneficios monetarios de los capitalistas y como contrapartida del ahorro del sector privado.
Sospechamos que este dislate confirma que Rubini no se ha documentado para escribir su artículo. Quizá por ello se convierte en una diatriba que no atina a describir la TMM. De forma sucinta describimos algunos de los errores que comete al describir nuestro pensamiento.
1. Un clásico de los críticos de la TMM es anunciar el fin del mundo si se “aplicara” al mundo real. Esto no es correcto porque no se puede decidir si la TMM se aplica al igual que uno no decide si se aplica la teoría general de la relatividad. Uno puede estar de acuerdo con ella —el nuevo paradigma— o preferir el modelo tradicional desarrollado por Newton —el paradigma viejo. La TMM describe el funcionamiento de nuestro sistema monetario y por tanto sirve para describir cualquier economía monetaria. Una aportación crucial de la TMM es haber estudiado en profundidad las relaciones entre el banco central, la tesorería y los bancos comerciales; el proceso de creación y destrucción del dinero y los circuitos a los que da lugar; la relación entre los sectores institucionales de la economía; el papel de los bancos centrales en la determinación de los tipos de interés. Este es un aspecto novedoso que apenas ha recibido atención de los economistas neoclásicos. Otra cuestión es qué tipo de política económica recomendaríamos a partir de la empresa comprensión de la realidad que nos aporta la óptica de la TMM.
2. Según Rubini la TMM propondría financiar el gasto público con emisiones monetarias. Esta afirmación intenta atribuir una intención política a algo que ocurre siempre que el gobierno gasta. El gobierno que disfruta de un monopolio en la creación del dinero no se financia. El pago de un gasto público simplemente genera una orden de transferencia del Tesoro al banco central, hecho que consiste en meros apuntes contables realizadas con el teclado de una computadora. Tal es la operativa de nuestros sistemas monetarios. No se trata de una prescripción sino de una descripción de nuestra realidad operativa. De la misma manera los impuestos simplemente destruyen el dinero creado en la fase de gasto pues no son más que un apunte contable de signo contrario.
3. Rubini nos achaca creer que la demanda de dinero es infinita. Quizá no sea una creencia tan desacertada. La película canadiense “La caída del imperio americano” nos ilustra como más de uno que se encontrara con una bolsa abandonada con un millón de pesos en la calle probablemente se la llevara a casa. En todo caso, tenemos la certeza de que el sector privado estará dispuesto a obtener más unidades monetarias del Estado a cambio de bienes y servicios reales que el mínimo requerido para su obligación tributaria actual.
4. Nos reprocha que queremos resolver los problemas de demanda metiendo dinero en el bolsillo de la gente. Esta afirmación es curiosa pues todos los grandes economistas como Schumpeter o Keynes han explicado que sin la creación de dinero por los bancos ab nihilo no es posible poner en marcha el proceso productivo. Schumpeter de hecho se refiere al banquero como el ‘eforo’ del capitalismo. Esa función es indispensable para cualquier economía basada en el crédito. También resulta obvio que poner a la gente a trabajar es una forma de llenar sus bolsillos para que puedan realizar compras y generar ventas para los empresarios.
5. La TMM argumentaría que el estado carece de límites para endeudarse o gastar. De nuevo es falso. Lo que dice la TMM es que, cuando un gobierno ejerce su soberanía monetaria, —situación que, por cierto, no es la de Argentina por el empeño de sus gobiernos en anclar su moneda a la de una potencia extranjera— la restricción al gasto público no es financiera sino real. El límite es la disponibilidad de recursos que estén a la venta a cambio de la moneda que emite el soberano.
6. Frente a lo que afirma Rubini la TMM no considera irrelevante que los agentes del sector privado puedan desear tener sus depósitos en una moneda en lugar de otra. Fadhel Kaboub, Randall Wray o Warren Mosler han abordado este asunto reiteradamente y basta remitirse a su abundante bibliografía.
7. Según Rubini ni habríamos considerado las situaciones de estanflación, ni las situaciones de hiperinflación. Los teóricos de la TMM precisamente dedican gran parte de sus prescripciones a la estabilización de los precios a la vez que se asegura el pleno empleo. Una de los primeros trabajos de Warren Mosler se titulaba “Pleno empleo con estabilidad de precios” (Mosler, 1997). Estabilizar los precios anclando el valor de la moneda al salario–en lugar de al oro o al dólar– es la función de estabilidad macroeconómica que atribuimos al plan de trabajo garantizado como ejército de reserva de empleados frente al actual abuso del ejército de reserva de desempleados. Hemos explicado que el estado es el monopolista de la divisa y como tal puede establecer unilateralmente los términos de intercambio que ofrecerá a quienes buscan su moneda. Irónicamente, ningún Estado —mucho menos el argentino— actualmente parece reconocerlo. Por el contrario, los estados actúan como si estuvieran compitiendo con otros compradores cuando realizan compras con su propia moneda.
8. Nuestro crítico argentino dice que ignoramos el papel de las expectativas, cosa que nos resulta extraña dado que entroncamos con la larga tradición keynesiana que explica las decisiones de inversión en gran parte por las expectativas que se forman los empresarios.
No queremos aburrir con más ejemplos. Rubini considera que nuestras prescripciones son a la vez ambiciosas y carentes de realismo. No pretendemos convencerlo de que está equivocado. Solo le pedimos al paciente lector que se remita a las fuentes. También deseamos que Rubini disponga más tiempo para leernos cuando se jubile.
Bibliografía
Godley, W., & Wray, R. (Marzo 2001). Is Goldilocks Doomed? Journal of Economic Issues, Vol. 34, No. 1, pp. 201-206.
Mosler, W. (1997). Full Employment and Price Stability. Journal of Post Keynesian Economics, Vol. 20. No. 2. Obtenido de http://www.warrenmosler.com.
Romer, P. (2016). The Trouble With Macroeconomic. The American Economist.
Rubini, H. (24 de 11 de 2019). "Teoría" Monetaria Moderna: humo sobre el agua. Obtenido de La Política Online: https://www.lapoliticaonline.com/nota/hector-rubini-teoria-monetaria-moderna-humo-sobre-el-agua/
Me parece que en el segundo párrafo andabas despistado pensando en otras cosas . El modelo de Ptolomeo es el geocéntrico, y el heliocéntrico es de Copérnico. Corrígelo antes de que se burlen de nosotros, presidente!
ResponderEliminarPues tienes razón, Yosu, gracias por advertir el gazapo.
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