¿Es dinero el Bitcoin?
Hace algunos años un misterioso habitante del Imperio del Sol Naciente diseñó
un algoritmo que crea automáticamente monedas virtuales. El invento ha tenido
cierto éxito y algunos comerciantes los aceptan como medio de pago. Avispados
inversores han tomado posiciones especulativas en Bitcoins. Incluso algunos
libertarios le auguran un gran futuro porque es una moneda que no controla
ningún estado. ¿Qué otra cosa podría hacerle más ilusión a un libertario? Pero ésa es una forma de pensamiento mágico: atribuirle a determinados
objetos una sustancia valiosa porque sí.
Es verdad que existen y
han existido circuitos privados en los que se aceptan monedas emitidas por particulares como medio de
pago. En el siglo XIX los bancos privados podían emitir billetes de banco.
Incluso algunos recordamos como, en el siglo pasado, El Corte Inglés emitió su
propio dinero que llamaban “cortis”. Quien escribe estas líneas recuerda haber
tenido una trifulca con un dependiente de ese centro comercial que se había
empeñado en entregarle cortis en lugar de pesetas con la vuelta. Le pregunté si
le parecía bien que la siguiente compra la pagara con billetes del Monopoly. Hoy
existen cheques comida que entregan las empresas a sus empleados y que incluso aceptan
algunos supermercados.
Medios de pago que circulan por circuitos privados han existido siempre. Lo importante es que haya alguien dispuesto a aceptarlos como medio de pago y, preferiblemente, que esté dispuesto el emisor debería a respaldar sus emisiones aceptando convertir su dinero en moneda de curso legal. Si no se aceptara su convertibilidad a otra moneda de curso legal, ese dinero privado experimentaría una volatilidad incontrolable. Esto le sucederá al Bitcoin: su valor no lo controla nadie; nadie asegura su convertibilidad a dinero de curso legal a una tasa de cambio fija. Nadie respalda las emisiones con reservas. Por fuerza la cotización del Bitcoin será volátil, oscilando entre 0 (su valor verdadero) e infinito (su precio para los necios).
Me cuentan que Microsoft admite los pagos en Bitcoins en EE.UU. No sé qué hará Microsoft con sus Bitcoins. A buen seguro que veremos algún proveedor, escaso de poder de negociación, obligado a aceptarlos. Me pregunto si sus empleados aceptarán cobrar en Bitcoins. A ver qué les pasaría a estos empleados si un día se encuentran con la desagradable sorpresa de que su empleador quiere pagarles en Bitcoins. Espero que el Gobierno de EE.UU. tenga el buen juicio de impedir ese tipo de maniobras.
Medios de pago que circulan por circuitos privados han existido siempre. Lo importante es que haya alguien dispuesto a aceptarlos como medio de pago y, preferiblemente, que esté dispuesto el emisor debería a respaldar sus emisiones aceptando convertir su dinero en moneda de curso legal. Si no se aceptara su convertibilidad a otra moneda de curso legal, ese dinero privado experimentaría una volatilidad incontrolable. Esto le sucederá al Bitcoin: su valor no lo controla nadie; nadie asegura su convertibilidad a dinero de curso legal a una tasa de cambio fija. Nadie respalda las emisiones con reservas. Por fuerza la cotización del Bitcoin será volátil, oscilando entre 0 (su valor verdadero) e infinito (su precio para los necios).
Evolución de la cotización Bitcoin/dolar USA
Me cuentan que Microsoft admite los pagos en Bitcoins en EE.UU. No sé qué hará Microsoft con sus Bitcoins. A buen seguro que veremos algún proveedor, escaso de poder de negociación, obligado a aceptarlos. Me pregunto si sus empleados aceptarán cobrar en Bitcoins. A ver qué les pasaría a estos empleados si un día se encuentran con la desagradable sorpresa de que su empleador quiere pagarles en Bitcoins. Espero que el Gobierno de EE.UU. tenga el buen juicio de impedir ese tipo de maniobras.
Advierto a quien acepte
tales medios de pago que lo haga bajo su propia responsabilidad. Si mañana el
estado prohibiere el uso de cheques comida en restaurantes más vale que se haya
gastado Vd. todos los que tenía antes de entrar en vigor el decreto. Si El
Corte Inglés hubiese quebrado en 1980 los cortis no habrían valido nada. Si
mañana se perdiere la confianza en el Bitcoin y ningún comerciante los aceptare su
cotización se hundiría sin remedio. Los especuladores que hayan invertido en
Bitcoins verían cómo se esfuma su dinero y nadie acudiría a rescatarlos.
Según los neochartalistas, no se podría definir el Bitcoin como dinero en tanto no sea
admitido por algún estado como medio para pagar los impuestos. Según esta
escuela de pensamiento económico, el dinero lo crea el estado al entregarlo a
cambio de los servicios y productos que adquiere. Ese dinero no tendría ningún
valor si no fuera porque el estado lo acepta como medio de pago de impuestos. La
razón es que, si el estado entregara papelitos de colores a sus proveedores y
trabajadores, pero luego no los recogiera mediante impuestos, cada vez habría
más en circulación provocando su depreciación, o lo que es lo mismo, una
hiperinflación. Si el estado no utilizara su fuerza coercitiva para obligar a
los ciudadanos a pagar impuestos nadie recogería el dinero del estado.
El problema que tiene el Bitcoin es que existe un algoritmo para su creación pero no parece haber ninguno para su destrucción y, por tanto, para crear escasez de la criptomoneda si su valor empieza a caer. Éste es el gran riesgo para el especulador en Bitcoins: se puede encontrar con que no exista suelo para su inversión.
Hoy no me consta que ningún estado acepte Bitcoins para el pago de impuestos. Salvo que un ejército de libertarios esté dispuesto a ocupar un determinado territorio, por ejemplo una isla del Caribe, e imponer a sus habitantes el pago de un impuesto en Bitcoins por haberlos liberado de la tiranía anterior, esa moneda virtual nunca será dinero. De todas formas tal operación sería incoherente con el pensamiento libertario. Ningún gobernante en su sano juicio aceptaría como dinero una moneda que crea un misterioso algoritmo diseñado por un japonés desconocido. Solo a un gobernante enajenado se le ocurriría ceder el control de la oferta monetaria a otra entidad completamente independiente que no esté sometido al control del estado; bueno, o a uno de un estado europeo. El algoritmo creador del bitcoin limita el número de unidades que se pueden crear. Esto limitaría su utilidad como moneda pues la oferta no podría crecer a partir de ese límite lo cual frenaría el crecimiento de cualquier economía que pretendiera utilizarla en lugar de su propio dinero.
El término bitcoin es engañoso porque en realidad no es dinero. En realidad la criptomoneda es más parecida a un activo como el oro. Al igual que el oro, la cantidad disponible en la Tierra es limitada y además cuesta encontrarlo. Es éste último aspecto el que resulta irritante. Es obvio que yo no tengo tiempo ni ganas de ponerme a buscar bitcoins. Esa tarea parece que se reserva a informáticos avispados. Pero ¿qué valor crea para la sociedad alguien que ha pasado horas delante de un ordenador para encontrar un bitcoin? En realidad ninguno. El comprador de bitcoins debería ponderar la posibilidad de que no esté comprando un activo real sino premiando a unos estafadores profesionales. Si prefiere utilizar bitcoins como reserva de valor es su elección pero ¿si quiere algo que se parezca al oro por qué no comprar ese metal directamente? Al menos el oro sí tiene utilidad industrial.
El problema que tiene el Bitcoin es que existe un algoritmo para su creación pero no parece haber ninguno para su destrucción y, por tanto, para crear escasez de la criptomoneda si su valor empieza a caer. Éste es el gran riesgo para el especulador en Bitcoins: se puede encontrar con que no exista suelo para su inversión.
Hoy no me consta que ningún estado acepte Bitcoins para el pago de impuestos. Salvo que un ejército de libertarios esté dispuesto a ocupar un determinado territorio, por ejemplo una isla del Caribe, e imponer a sus habitantes el pago de un impuesto en Bitcoins por haberlos liberado de la tiranía anterior, esa moneda virtual nunca será dinero. De todas formas tal operación sería incoherente con el pensamiento libertario. Ningún gobernante en su sano juicio aceptaría como dinero una moneda que crea un misterioso algoritmo diseñado por un japonés desconocido. Solo a un gobernante enajenado se le ocurriría ceder el control de la oferta monetaria a otra entidad completamente independiente que no esté sometido al control del estado; bueno, o a uno de un estado europeo. El algoritmo creador del bitcoin limita el número de unidades que se pueden crear. Esto limitaría su utilidad como moneda pues la oferta no podría crecer a partir de ese límite lo cual frenaría el crecimiento de cualquier economía que pretendiera utilizarla en lugar de su propio dinero.
El término bitcoin es engañoso porque en realidad no es dinero. En realidad la criptomoneda es más parecida a un activo como el oro. Al igual que el oro, la cantidad disponible en la Tierra es limitada y además cuesta encontrarlo. Es éste último aspecto el que resulta irritante. Es obvio que yo no tengo tiempo ni ganas de ponerme a buscar bitcoins. Esa tarea parece que se reserva a informáticos avispados. Pero ¿qué valor crea para la sociedad alguien que ha pasado horas delante de un ordenador para encontrar un bitcoin? En realidad ninguno. El comprador de bitcoins debería ponderar la posibilidad de que no esté comprando un activo real sino premiando a unos estafadores profesionales. Si prefiere utilizar bitcoins como reserva de valor es su elección pero ¿si quiere algo que se parezca al oro por qué no comprar ese metal directamente? Al menos el oro sí tiene utilidad industrial.
Un buen repaso sobre el Bitcoin y sus riesgos aparece en este artículo publicado en el Wall Street Journal por Eric Tymoigne.
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