Seguimos con la serie sobre la Carta de Madrid que elaboramos conjuntamente Red MMT España y Rete MMT Italia. Puedes encontrar el texto complete en este enlace. También puedes mostrar tu adhesión en esa página de Red MMT.
El estado es el sujeto que ha configurado el
planteamiento socio-institucional sobre el cual el capitalismo se ha
desarrollado y ha tomado forma. La autoridad política no debe solo
actuar a posteriori en la cura de las patologías del capitalismo, sino
que es fundamental para alcanzar el progreso económico y social actuando
también a priori,
estableciéndose como “arquitecto del futuro”. El estado arquitecto del
futuro es la clave para la emancipación, la libertad, la esperanza. Es
un elemento de estructura, no de superestructura.
El estado es el único sujeto dotado de la capacidad financiera que permite realizar las inversiones sobre el futuro y afrontar los retos históricos a los que el sector privado no puede y no quiere enfrentarse. Es el único que pude garantizar el acceso universal a los derechos fundamentales para el pleno desarrollo y la participación económica y social de la persona. Es el único que puede hacerse garante de la construcción de una auténtica democracia económica, política y social.
Es el único que puede diseñar el sistema de forma tal que las relaciones de fuerza que se desarrollan en la sociedad no lleguen nunca a ser tan desequilibradas como para consentir a las patronales de la aristocracia capitalista determinar en soledad el devenir histórico de las naciones, tal como ha sucedido casi siempre hasta hoy.
Investigación científica y médica básica, dotación de infraestructuras materiales e inmateriales, inversiones con largos periodos de retorno social, frecuentemente implican elevados riesgos de fracaso y tal cantidad de previsión y “paciencia” que nadie en el sector privado está en condiciones de encargarse de ellas1.
El primero de los “sectores estratégicos”, la primera inversión real para una comunidad, son la infancia y la juventud. Las capacidades que los niños desarrollarán en el futuro serán las únicas capacidades de las cuales las sociedades del futuro estarán dotadas. Los niños son la inversión de largo plazo más importante que se pueda hacer, y están entre los primeros damnificados por la plaga de la austeridad.
Por inversión en la infancia y la juventud se entiende la asignación de recursos en todas aquellas actividades que fomentan el desarrollo personal, el crecimiento también de aquella imaginación necesaria para la completa expresión de la capacidad creadora del individuo y, por consiguiente, de la sociedad. El acceso a aquellas experiencias, a los caminos de la vida que forman al hombre incluso antes que al trabajador. El acceso universal al descubrimiento de la naturaleza, a la práctica deportiva como actividad social y cultural antes que física, a la producción artística y artesanal, al descubrimiento del territorio, y ciertamente a la instrucción de calidad para una igualación sustancial de las oportunidades. Igualdad de oportunidades como condición confirmada a lo largo de todo el recorrido vital de las personas, y no solo “una tantum” cuando éstas entran en liza. “No basta con garantizar oportunidades al inicio de la carrera”2 y no es permisible ni mucho menos poner un privilegio – el acceso a las experiencias que fomentan el desarrollo pleno de la persona – “como legitimación de un segundo privilegio (una condición económicamente más elevada)”3.
El estado debe favorecer el acceso a un nivel superior de conocimiento interdisciplinar que permita a las personas madurar en el conocimiento del propio “yo histórico”, desarrollando la habilidad para perseguir objetivos corales, creando conjuntamente las condiciones para una pacífica co-evolución entre hombre y naturaleza articulada en una relación simbiótica y no ciegamente predatoria.
Es el motivo por el cual considero al estado como trascendental. Siguiendo las políticas motivadas por las leyes verdaderas de la economía, el Estado permite a las personas, cada uno como individuo libre y autónomo, acceder a un nivel superior de conocimiento, felicidad, descubrimiento de su futuro: el acceso al Universo.
Alain Parguez
El estado es el único sujeto dotado de la capacidad financiera que permite realizar las inversiones sobre el futuro y afrontar los retos históricos a los que el sector privado no puede y no quiere enfrentarse. Es el único que pude garantizar el acceso universal a los derechos fundamentales para el pleno desarrollo y la participación económica y social de la persona. Es el único que puede hacerse garante de la construcción de una auténtica democracia económica, política y social.
Es el único que puede diseñar el sistema de forma tal que las relaciones de fuerza que se desarrollan en la sociedad no lleguen nunca a ser tan desequilibradas como para consentir a las patronales de la aristocracia capitalista determinar en soledad el devenir histórico de las naciones, tal como ha sucedido casi siempre hasta hoy.
Investigación científica y médica básica, dotación de infraestructuras materiales e inmateriales, inversiones con largos periodos de retorno social, frecuentemente implican elevados riesgos de fracaso y tal cantidad de previsión y “paciencia” que nadie en el sector privado está en condiciones de encargarse de ellas1.
El primero de los “sectores estratégicos”, la primera inversión real para una comunidad, son la infancia y la juventud. Las capacidades que los niños desarrollarán en el futuro serán las únicas capacidades de las cuales las sociedades del futuro estarán dotadas. Los niños son la inversión de largo plazo más importante que se pueda hacer, y están entre los primeros damnificados por la plaga de la austeridad.
Por inversión en la infancia y la juventud se entiende la asignación de recursos en todas aquellas actividades que fomentan el desarrollo personal, el crecimiento también de aquella imaginación necesaria para la completa expresión de la capacidad creadora del individuo y, por consiguiente, de la sociedad. El acceso a aquellas experiencias, a los caminos de la vida que forman al hombre incluso antes que al trabajador. El acceso universal al descubrimiento de la naturaleza, a la práctica deportiva como actividad social y cultural antes que física, a la producción artística y artesanal, al descubrimiento del territorio, y ciertamente a la instrucción de calidad para una igualación sustancial de las oportunidades. Igualdad de oportunidades como condición confirmada a lo largo de todo el recorrido vital de las personas, y no solo “una tantum” cuando éstas entran en liza. “No basta con garantizar oportunidades al inicio de la carrera”2 y no es permisible ni mucho menos poner un privilegio – el acceso a las experiencias que fomentan el desarrollo pleno de la persona – “como legitimación de un segundo privilegio (una condición económicamente más elevada)”3.
El estado debe favorecer el acceso a un nivel superior de conocimiento interdisciplinar que permita a las personas madurar en el conocimiento del propio “yo histórico”, desarrollando la habilidad para perseguir objetivos corales, creando conjuntamente las condiciones para una pacífica co-evolución entre hombre y naturaleza articulada en una relación simbiótica y no ciegamente predatoria.
1 Como demuestran los trabajos de la profesora Marianna Mazzucato
2 De La economía del bien común, op. cit.
3 De La jungla retributiva de Ermanno Gorrieri, el Mulino, Bologna, 1972